El trabajo tiene por objeto analizar el proceso de desindustrialización del sector textil castellano-leonés en la primera mitad del siglo xx. El estudio se centra en los cambios realizados en el sector con el fin de adaptarse a las condiciones del mercado en las diferentes situaciones coyunturales del período. Se realiza un recorrido temporal en dos etapas: el primer tercio del siglo xx y desde la Guerra Civil hasta la liberalización del sector textil en 1952 y sus inmediatas consecuencias.
La principal conclusión es que a pesar de los cambios en la localización del sector dentro de la región, en el tipo de fibras y tejidos a elaborar, y en la organización empresarial, así como, de las ventajas políticas generadas tras la Guerra Civil, el sector textil en Castilla y León no consiguió transformar ni modernizar su estructura industrial lo suficiente para acceder al mercado en condiciones competitivas.
The purpose of this work is to analyze the process of deindustrialization of the textile sector castellano-leonés in the first half of the 20th century. The study centres on the changes realized in the sector in order to be credited to the conditions of the market in the different relating to the moment situations of the period. A temporary tour is realized in two stages: the first third of the 20th century and from the Civil war up to the liberalization of the textile sector in 1952 and his immediate consequences.
The main conclusion is that in spite of the changes in the textile sector location within the region, in the type of fibers and fabrics to manufacture, and in the business organization, as well as, the political advantages generated after the Civil War, the textile sector in Castilla y León managed neither to transform nor to modernize its industrial structure sufficiently to be able to accede to the market in competitive conditions.
Los núcleos textiles de Castilla y León no llegaron a caracterizarse como protoindustriales. A pesar de ello, la presencia del sector textil tradicional era destacada en la región atendiendo al número de personas empleadas, su incidencia en la vida social o al grado de comercialización de sus productos1.
En la segunda mitad del siglo xix, la industria textil castellana experimenta un proceso de industrialización atendiendo a la aparición de empresarios, la inversión de capital, la incorporación de innovaciones técnicas y la tendencia a la especialización de las distintas zonas, a pesar de lo cual el retraso en la modernización de sus estructuras productivas afectará negativamente a su capacidad para competir con el núcleo catalán, más avanzado tecnológicamente y con una importante organización empresarial2.
La existencia de modernos establecimientos fabriles que dejarán en desuso el sistema tradicional a finales del siglo xix, y la definitiva implantación del sistema fabril en unos pocos núcleos textiles castellanos en el primer tercio del siglo xx, no fue suficiente para que el proceso de industrialización del sector en la región se adaptara a las condiciones del mercado. La consecuencia fue el carácter residual de esta industria. Pero, tanto los sectores que logran la industrialización como las industrias residuales, suelen ser el resultado de una actividad manufacturera anterior que puede evolucionar en función de complejos factores y estímulos, en una u otra dirección3.
La dictadura franquista podía haber contribuido a la recuperación del sector textil regional, pero las condiciones en las que se trataron de poner en marcha los cambios y las mejoras no fueron las más adecuadas para conseguir transformar y modernizar la estructura industrial para acceder al mercado en condiciones competitivas. Esta desventaja competitiva en el mercado fue la causa de la tendencia a la desindustrialización del sector.
Los factores que limitaron la competitividad de la industria textil castellano-leonesa se pusieron de manifiesto en el período objeto de estudio. El objetivo de este trabajo es tratar de esclarecer dichos factores a través del análisis de los cambios llevados a cabo en los principales núcleos textiles dedicados al hilado y tejido de la lana, el algodón y las fibras artificiales, para adaptarse a las condiciones del mercado en las diferentes situaciones coyunturales.
El trabajo se divide en 2 partes. La primera abarca el primer tercio del siglo xx y es una síntesis de la bibliografía existente. La segunda se dedica al período de tiempo que comprende desde la Guerra Civil hasta la liberalización del sector textil en 1952 y sus inmediatas consecuencias. Para la realización de esta segunda parte se emplean fuentes documentales de carácter oficial que proporcionan información sobre las principales empresas y la estructura del sector textil castellano-leonés durante la Guerra Civil y la posguerra. Hay que tener en cuenta que la documentación oficial no contabilizaba en muchos casos las pequeñas empresas e incluso existían empresas que funcionaban sin los permisos oficiales4. La existencia del mercado negro en el que se comercializaba una parte sustancial de los inputs que no pasaban por los cauces oficiales confluye también al falseamiento de las cifras. Por ello, la fiabilidad de dicha información es relativa, pero hay que tener en cuenta que en muchos casos las fuentes oficiales son las únicas de las que se dispone.
2La industria textil castellano-leonesa en el primer tercio del siglo xxEn 1930, la industria textil tenía un peso relativamente importante en Castilla y León. Ocupaba un cuarto puesto entre los sectores industriales de la región atendiendo al número de contribuyentes de la tarifa tercera de la Contribución Industrial, y el tercero atendiendo al número de cuotas, por detrás de los sectores de alimentación y bebidas, y madera y muebles5.
2.1. La crisis de la industria textil lanera y algodoneraLa creciente integración del mercado nacional desde mediados del siglo xix, como consecuencia de la mejora de las comunicaciones y de la ampliación de la red ferroviaria, afectó negativamente a la industrial textil lanera y algodonera castellana.
La mejora constante de la industria textil algodonera catalana desde mediados del siglo xix había traído consigo el abaratamiento de los tejidos, sustrayendo parte del consumo de los tejidos de lana más baratos cuyos consumidores principales se ubicaban en el ámbito rural6. El principal enclave algodonero de Castilla y León, localizado en Valladolid, no pudo competir con la industria algodonera catalana. La descapitalización de las empresas tras la crisis financiera de 1864 no permitió a las 5 instalaciones vallisoletanas la adquisición de nueva maquinaria, viéndose obligadas a especializarse en tejidos de baja calidad y con escaso valor añadido destinados fundamentalmente a confección de uniformes militares. En 1914, el que había sido el mayor núcleo algodonero de la España interior había quedado reducido a una sola instalación de modestas dimensiones (Moreno Lázaro, 2003).
En cuanto a la industria textil lanera, el crecimiento del distrito industrial lanero de Sabadell-Terrassa entre 1880 y 1913 puso de manifiesto la débil situación de la industria textil lanera castellano-leonesa. La hegemonía de la industria textil lanera catalana en el mercado español se asentó a partir de un proceso de modernización derivado del desarrollo de tejidos de estambre y de lanas regeneradas. Esta expansión coincidió con la política arancelaria proteccionista y de sustitución de importaciones promovida por el arancel de 1891 y reforzada por el de 1906 (Benaul Berenguer, 1991, pp. 129-154; 1994, pp. 213-223; Deu i Baigual, 1999, p. 1.176). El mercado de esta industria pasó a ser básicamente el interior y se sustentó en una red comercial que se extendía por toda España y que consiguió consolidar la clientela.
El liderazgo de la industria textil catalana fue debido a la nueva empresa capitalista que realizó ampliaciones de capital destinadas a la mecanización gradual de la producción, la diversificación de la oferta productiva, la flexibilidad productiva para adaptarse a los cambios en los gustos de la clientela y a la creación de una red de comercialización y distribución de la producción7. En Cataluña se aprecian factores característicos de los distritos industriales en las áreas donde se concentraba la industria textil, como el Maresme, los márgenes fluviales del Ter y Llobregat, o el vallesano. La existencia de estos distritos que implicaban un mercado integral de trabajo, energía y de instalaciones, facilitaba la capacidad de respuesta a los cambios en las condiciones del mercado contribuyendo al mantenimiento de la competitividad. La operatividad del sector mejoró con la creación de un eje vertebrador de la comercialización y distribución en torno a la ciudad de Barcelona que reagrupaba la circulación de los inputs económicos (capital y trabajo), y los recursos tecnológicos, a menudo complementarios entre los diferentes distritos. De modo que todos estos factores confluyeron, dándose una clara correspondencia entre hegemonía tecnológica productiva y comercial (Llonch Casanovas, 2007; Domínguez Álvarez, 2005, pp. 137-140).
El desarrollo del sector textil en Castilla y León se vio obstaculizado por la debilidad de la demanda ligada a la coyuntura económica agraria y la persistencia de la economía de subsistencia en muchas comarcas castellanas, lo que llevó a la especialización del sector en la producción de tejidos de escasa calidad y en las contratas del ejército (Parejo Barranco, 1989, pp. 21-22). Ante la situación de vulnerabilidad de la industria textil castellana frente a los fabricantes catalanes, la falta de competitividad se puso de manifiesto tras la crisis finisecular y la pérdida de las últimas colonias con la consiguiente caída de los pedidos militares. La fase de retroceso se agudiza en el período intersecular y en vísperas de la Primera Guerra Mundial la crisis de la pañería regional es un hecho. El retraso en la mecanización, la escasa inversión, los bajos niveles de enseñanza técnica y profesional, y la falta de una estructura comercial adecuada para dar salida a la producción eran los factores principales que limitaban su competitividad.
Los núcleos textiles de la región carecían de escuela industrial, salvo Béjar, por lo que el nivel de formación técnica y profesional era muy bajo8. La Escuela de Artes y Oficios de Béjar fue creada en 1886 y sostenida por el Estado con el fin de instruir a los maestros de taller, contramaestres, maquinistas y artesanos9. El principal rasgo de la Escuela de Béjar era su proyección al área industrial-textil, a la cualificación del trabajador textil. El problema era que sus alumnos encontraban sus enseñanzas excesivamente teóricas y carentes de utilidad práctica, por lo que el absentismo era una constante. En el primer tercio del siglo xx, lo habitual en la localidad era el aprendizaje por la práctica10.
La estructura empresarial de la industria textil castellano-leonesa era tradicional, predominaba el pequeño taller familiar, con débil inversión, escasas interrelaciones empresariales y una tipología del capital humano centrada en trabajadores del campo con escasa formación y en la mano de obra femenina11. Las aportaciones de capital para la modernización de los negocios textiles laneros castellanos estuvieron más ligadas a las aportaciones matrimoniales que a las posibilidades de recurrir al crédito12. El cambio en los gustos de las clases populares y la caída del consumo de los tejidos tradicionales de las localidades castellanas pusieron de manifiesto la debilidad del sector ante la falta de flexibilidad para adaptarse a los cambios en el mercado13. La supervivencia de muchas empresas quedó condicionada a las fluctuaciones del mercado nacional que en momentos de alza daba cabida a los productos castellanos (Ros, 2001, pp. 401-402). A su vez, el aislamiento del mercado dificultaba la salida de la producción, el acceso a las materias primas y la adquisición de maquinaria pesada. El proceso de sustitución de los telares manuales por los mecánicos, iniciado con el cambio de siglo, todavía no había terminado en 193014.
Salvo en la provincia de Palencia, en el textil lanero castellano el paso de la energía hidráulica a la eléctrica se realizó sin solución de continuidad (Ros Massana, 2001, pp. 401-402). Los enfrentamientos por el aprovechamiento de los ríos entre agricultores y fabricantes dificultó la construcción de pantanos que regularizaran su caudal. La falta de pantanos, en épocas de temporales podía conllevar la destrucción de maquinaria y edificios, y en las de estiaje, la ralentización o paralización de la marcha de las empresas. El recurso a la energía hidráulica, aunque también era frecuente en los distritos laneros catalanes, en los centros textiles laneros castellanos pudo contribuir al atraso del sector al suponer un desincentivo a la inversión en nuevas técnicas de producción15; mientras que, en Cataluña, el cambio tecnológico fue una de las tácticas empleadas por los empresarios para minimizar los efectos del coste laboral y mejorar la calidad, sobre todo en la hilatura. Esta apuesta tecnológica fue asociada a la capacidad de experimentar y diversificar la oferta productiva (Llonch Casanovas, 2004, p. 128).
A lo largo del primer tercio del siglo xx, la pérdida de población de los principales núcleos laneros de la región fue continua. La industria textil regional perdía progresivamente vigor en los núcleos urbanos y estaba al borde de la desaparición en los rurales donde había tenido mayor tradición. Los centros laneros que pudieron sobrevivir y sortear en mejores condiciones la situación fueron aquellos que se especializaron en la fabricación de ropa para el ejército o en la producción de tejidos, como boinas, calcetines, medias de lana, mantas y paños bastos, destinados a satisfacer la demanda comarcal o regional.
En 1915, atendiendo al porcentaje de contribuyentes y cuotas de la industria textil lanera de la tarifa tercera de la Contribución Industrial, Barcelona contaba con más de un tercio de los contribuyentes y más de la mitad de las cuotas, con respecto al total nacional. Muy por detrás se encontraba Castilla y León, con el 19,2% de los contribuyentes y el 8,15% de las cuotas. Las provincias castellano-leonesas con un mayor porcentaje en el número de contribuyentes y cuotas eran Salamanca, Burgos y Palencia. Entre las 3 reunían el 73,13% de los contribuyentes y el 92,21% de las cuotas de la contribución regional del sector textil lanero. El núcleo de mayor relevancia en la región era Béjar (Salamanca), en Burgos destacaba Pradoluengo, y en Palencia, la capital16.
La industria bejarana se limitaba casi exclusivamente a la fabricación de sus 2 producciones tradicionales, los paños lisos para capas y los uniformes del ejército (Lacomba, 1974, pp. 312-314; Zúñiga, 1981, pp. 16-17; Hernández García, 2003, p. 579). La especialización en la producción para el ejército determinó la estructura empresarial del sector y constituyó un desincentivo para la innovación técnica ante el riesgo de un exceso de capacidad. La consecuencia de las restricciones impuestas por el tipo de producto y de mercado y por el reducido tamaño del centro industrial fue el predominio de las pequeñas empresas de ciclo completo frente al predominio de la industria de fase en otros centros textiles coetáneos (Ros Massana, 2001, pp. 400-410). Este tipo de estructura empresarial obstaculizó la realización de economías de escala y el cambio técnico ante el riesgo de incurrir en un exceso de capacidad, y dificultó la capacidad de la industria para adaptarse a los cambios en el consumo y a otros segmentos del mercado en los que tendría que competir con las eficientes empresas catalanas. El pequeño tamaño de centro industrial, la escasa diversificación de producto y la vulnerabilidad de muchas de sus empresas que se veían afectadas simultáneamente por las fluctuaciones de las ventas restringieron el desarrollo del mercado de bienes intermedios y dificultaron la emergencia de industrias de fase de cierto tamaño. De esa forma, los problemas de exceso de capacidad difícilmente pudieron resolverse como en otros centros textiles de la época, reorientando la producción hacia operaciones por cuenta de terceros17.
Béjar no pudo aprovechar las ventajas generadas durante la Primera Guerra Mundial por el anquilosamiento de su estructura productiva, los conflictos obreros y la desunión de los empresarios18. El cambio de uniforme del ejército durante la dictadura de Primo de Rivera y el final de las campañas en Marruecos dejaron a la industria lanera bejarana al borde de la desaparición19. Alguno de los fabricantes comenzó la elaboración de géneros de sastrería para compensar la caída de las ventas al ejército, pero la mayoría siguieron estancados en sus antiguas manufacturas.
El núcleo textil de Pradoluengo, para hacer frente a la caída del consumo de sus producciones tradicionales (bayetas, sayales y estameñas) a finales del siglo xix inició la reconversión del sector hacia la especialización en la producción de fajas, boinas y calcetines20. La Primera Guerra Mundial permitió a este núcleo textil ganar cuota en el mercado interior por dedicarse las fábricas catalanas a los pedidos exteriores. El aumento de la demanda favoreció el cambio de algunos telares manuales por mecánicos. Una vez concluido el conflicto mundial, los grandes centros laneros vallesanos volvieron a dominar el mercado interior y la readaptación a las nuevas condiciones del reducido mercado interior dio lugar a la crisis de principios de los años veinte. La decadencia definitiva de la producción bayetera tuvo lugar debido a la pérdida de su principal cliente, el ejército, tras la modificación de las características de los chalecos de abrigo establecida por la dictadura de Primo de Rivera.
El proceso de diversificación productiva de la localidad pradoluenguina culmina en la década de 1920. La apertura de mercados suministradores de lana y la entrada de lanas regeneradas más baratas facilitaron el proceso de reconversión productiva (Martín García, 2007, pp. 389-394). La mayoría de las empresas introdujeron progresivamente la producción de boinas y calcetines con pequeñas inversiones en maquinaria, aprovechando la infraestructura instalada y recurriendo a las industrias de fase (hilaturas, batanes y tintes) para realizar parte de los procesos de confección de los nuevos artículos. La mano de obra empleada en los talleres de boinas y calcetines era fundamentalmente femenina21. El nivel de feminización del la ocupación textil avanzó también en los núcleos textiles catalanes en los años veinte y treinta, pero se trataba de obreras textiles empleadas en las fábricas, mientras que en Pradoluengo la mayor parte del trabajo de las mujeres era sumergido y a domicilio. El bajo salario que percibían mejoraba la competitividad en precios de los nuevos productos.
En la capital palentina, Astudillo y Alar del Rey, la especialización en la producción de mantas y la introducción paulatina de la nueva maquinaria a vapor dieron comienzo a la fase fabril22. El proceso de concentración y modernización de la estructura industrial se inicia con la creación de sociedades comanditarias de capital familiar en el último tercio del siglo xix, tras conjugarse los intereses de familias nuevas, como los Casañé Farreras de origen catalán, con otras locales de tradición artesanal, como los Fernández, Ortega y Suazo, y Rodríguez Vicario, que habían surgido de la fusión de familias de fabricantes palentinos (García Colmenares, 1995, p. 145). En las primeras décadas del siglo xx se conforman así 4 o 5 empresas de medianas proporciones con una producción significativa, junto a otras 9 de menor relevancia.
El impacto de la Primera Guerra Mundial fue desigual en los centros textiles palentinos. Los empresarios de la capital, con el beneficio obtenido durante el conflicto, transformaron la fuerza motriz de sus fábricas del vapor a la electricidad, introdujeron los telares mecánicos tipo Jacquard y diversificaron la producción. La fábrica de Astudillo se mantuvo con una estructura productiva muy reducida y en Alar del Rey las transformaciones realizadas dieron lugar a la formación de una importante factoría con más de 24 telares mecánicos, 4 con Jacquard. Mientras que los centros textiles ubicados en el ámbito rural, ante la caída en desuso de ciertas clases de tejidos, como los chales y los mantones, entraron en un ciclo depresivo. El descenso o la desaparición de actividades auxiliares que se realizaban en los pueblos de la provincia (como el abatanado, el tejido, el cardado o el hilado) tras la mecanización de dichas tareas en la capital, agravó la situación (Hernández García, 2003, pp. 663-664).
En la década de 1930, la sobreproducción y la caída de la demanda, en un momento en el que el mercado interior había tocado techo y era difícil conseguir nuevos mercados, colocaban a la industria textil lanera castellano-leonesa en una posición de desventaja con respecto al núcleo catalán.
2.2. El inicio del sector de fibras artificialesAl término de la Primera Guerra Mundial, el rayón de importación se abrió camino en el mercado español debido a la relativa carestía de las fibras naturales de mayor consumo, la lana y el algodón. Los fabricantes textiles españoles comenzaron a interesarse por esta fibra, pero la falta de conocimiento técnico y comercial del sector dio lugar a la búsqueda de colaboración de firmas europeas pioneras23.
En Castilla y León, la primera iniciativa para elaborar fibras artificiales partió de la «Fábrica de Alday y Compañía», puesta en marcha en 1918 en la localidad burgalesa de Valdenoceda. En 1930, la fábrica se traslada a la capital y se crea la «Sociedad Española de Seda Artificial» (SESA), con sede social en Madrid y capital nacional procedente de las familias Alday y Moliner, santanderina y burgalesa, respectivamente. La capacidad de producción inicial se estimó en 1.000kg diarios de rayón, consiguiendo alcanzar una producción en el último trimestre de 1930, de 5.000kg al día. La mayor parte de la mano de obra era local y el personal técnico era español aunque formado en sederías alemanas y checoslovacas24.
El objetivo de SESA era fabricar rayón a partir de materias primas ricas en celulosa y que fueran abundantes en España, como esparto o desperdicios y trapos de algodón. Sin embargo, hasta después de la Guerra Civil se vio obligada a emplear celulosa procedente de los países nórdicos. La carestía de la materia prima de importación era compensada por los bajos costes salariales y la escasa actividad investigadora.
La protección del mercado español garantizó la supervivencia de este negocio incipiente en los años treinta. SESA era un fabricante menor que abastecía al mercado nacional con una cuota del 5%, lo que le permitió ser independiente en un mercado condicionado por la política de cárteles internacionales hasta el inicio de la Guerra Civil (Puig Raposo, 2002, pp. 137-138).
La localización de esta empresa en la capital burgalesa tuvo importantes efectos de arrastre sobre la economía y la industria de la ciudad. Su instalación constituyó la base para el desarrollo de relaciones interempresariales que se pusieron de manifiesto en la formación de capital, y en aspectos de carácter técnico y productivo. Tras SESA iniciaron su actividad en la capital otras empresas dedicadas a diferentes fases del proceso de producción de seda artificial. Los talleres, de reducidas dimensiones en un principio, fueron progresivamente incorporando procesos productivos de mayor complejidad técnica, ampliando su capital y adoptando la forma de sociedades limitadas o anónimas. Entre las empresas creadas en este período cabe destacar: «Renedo», «Textiles Campeador» e «Industrias Paquín» (Ruiz Valdepeñas y López, 2006, pp. 145-147).
3. La efímera vitalidad de la industria textil regional desde la Guerra Civil hasta principios de los años cincuentaLa Guerra Civil y la posguerra fue un período coyunturalmente favorable para la industria textil castellano-leonesa, sobre todo para el sector lanero desahuciado al estallido del conflicto. El factor que más contribuyó a mejorar su competitividad fue el apoyo institucional. Durante la Guerra Civil, las empresas textiles castellano-leonesas al caer en la zona del bando sublevado se libraron de la competencia de las fábricas catalanas y valencianas localizadas en la zona controlada por el bando republicano. Tras la guerra, el cambio en los factores de localización de la manufactura nacional, impuesto por el Ministerio de Industria para hacer frente a las necesidades de defensa, fomentó el establecimiento de industrias fuera de las fronteras catalanas e incentivó la ampliación y creación de empresas textiles en la región.
Hasta finales de los años cuarenta, la industria textil de Castilla y León atraviesa una etapa de prosperidad determinada por el abastecimiento del mercado interior y al ejército franquista; aunque el período no estuvo exento de dificultades que afectaron a la industria textil nacional en su conjunto. Durante la Guerra Civil, para atender el aumento de la demanda de mantas y tejidos para el ejército franquista y republicano fue necesario poner en marcha un gran número de husos y telares en desuso, muchos de los cuales tuvieron que ser reparados para aprovechar la coyuntura de guerra. Finalizado el conflicto, la renovación de la maquinaria gastada y de escaso rendimiento no fue posible, en un principio, al estar los principales productores embarcados en la Segunda Guerra Mundial y, después, por la falta de divisas para su importación. A este problema para el desenvolvimiento de la industria textil en los años cuarenta se sumaron: la insuficiencia de la industria nacional para atender las necesidades de maquinaria, productos auxiliares y recambios; los obstáculos para la renovación de las instalaciones por falta de materiales de construcción; la escasez de materias primas, la irregularidad en la distribución de los cupos de las mismas y sus elevados precios en el mercado negro; los precios de tasa de los tejidos; las dificultades de transporte y la escasez de energía. Las restricciones energéticas obligaban a parar la producción. Para hacer frente a la falta de suministro eléctrico, los industriales tuvieron que equipar sus instalaciones con motores de explosión y grupos electrógenos, pero la energía producida de este modo resultaba a precios prohibitivos sobre todo para las grandes empresas, especialmente para las hiladoras25. Las restricciones eléctricas se agudizaron a partir de 1945 y la situación se agravó a finales de 1947, con las restricciones en el suministro de gasolina y gasoil.
En Cataluña, la etapa posterior a la Guerra Civil y hasta 1952 estuvo marcada por la prudencia económica a la espera de consolidación de la situación política, y los problemas fundamentales de la industria textil catalana fueron las restricciones energéticas, la falta de materias primas y la tasación de los tejidos (Calvet i Puig, 1992, pp. 43-148). Mientras, en Castilla y León la crisis en la industria textil vuelve a aparecer en la segunda mitad de los años cuarenta debido a la antigüedad de la maquinaria, la pequeña dimensión de las explotaciones, la baja productividad de la mano de obra, los elevados costes de producción, la escasez de financiación e innovación y sus mecanismos anticuados de comercialización. La política liberalizadora del gobierno en 1950 agravó la situación al establecer la libertad de precio, comercio y circulación de lanas y sus manufacturas para la campaña de 1950-1951. Finalmente, tras la ordenación por Presidencia de Gobierno de la suspensión total de la intervención en 1952, en un momento de exceso de capacidad y de sobreproducción, la crisis del sector textil regional se hizo irreversible. Tras la liberalización de los mercados y el abandono de la economía de posguerra, a la escasez de materias primas, las restricciones energéticas, la contracción del mercado interior y a las dificultades de exportación, se sumó de nuevo la competencia catalana.
El sector textil regional de fibras artificiales fue el menos afectado por la crisis dado que su utillaje era relativamente moderno al haber instalado buena parte de su maquinaria desde principios de los años cuarenta, y sus condiciones de demanda no eran tan desfavorables ya que en la producción de tejidos la tendencia era emplear una mayor proporción de fibras artificiales.
El aumento de la competencia obligaba a la industria textil de la región a mejorar la productividad y reajustar precios y calidades, sobre todo teniendo en cuenta la tendencia alcista de los precios de la materia prima, la lana y el algodón26. Para ello, era preciso renovar la maquinaria, especializar las unidades fabriles y disponer de mano de obra técnica y cualificada. Los obreros empleados en el sector eran en su mayoría hijos de agricultores que abandonaban la industria cuando sus padres los necesitaban, dando lugar a un continuo desfile de aprendices. En las fábricas a veces trabajaban hasta 3 generaciones de una misma familia (Sindicato Nacional Textil, 1950, p. 35). Quizá esta fuerte tradición dificultó cualquier innovación en métodos de producción y comercialización. Por otra parte, apenas existían en la región centros que enseñaran las técnicas a los trabajadores, con la consiguiente falta de mandos intermedios. En la mayoría de las ocasiones fue el personal directivo catalán el que se encargó de la capacitación de los empleados textiles castellanos de las empresas en las que trabajaban.
La industria textil castellano-leonesa fue perdiendo peso relativo con respecto al núcleo catalán. A mediados de la década de 1950, atendiendo al porcentaje del valor añadido bruto al coste de los factores de la industria textil, cuero y calzado en 1955, Cataluña aportaba el 51,4% del valor añadido bruto de la industria textil a nivel nacional, frente al 4,1% de Castilla y León27.
3.1. La breve recuperación del sector textil laneroEl gobierno franquista reguló la intervención del sector lanero en julio de 1939, estableciendo los precios para todo el ciclo de producción y transformación de la lana, y las normas de venta y exportación. La política de precios fue inflexible, pues se consideró la lana un artículo de primera necesidad para atender las demandas de la intendencia general del ejército y de la población civil.
El objetivo de la economía dirigida estatalmente era la transformación de las materias primas en su punto de producción28, lo que benefició a la región por ser un importante centro lanero del país, dando comienzo a una etapa de prosperidad para la industrial textil lanera castellano-leonesa. Durante la autarquía franquista los núcleos textiles laneros más destacados de Castilla y León fueron: Béjar, Palencia y Pradoluengo, por este orden.
En Béjar, la capacidad de producción de las instalaciones textiles tuvo que aumentar en gran medida durante la Guerra Civil29. Algunas fábricas se vieron obligadas a estar activas de día y de noche y a realizar 3 turnos de trabajo30. La situación dio lugar a la llegada de trabajadores de los pueblos limítrofes y de industriales catalanes que buscaban refugio en la ciudad31. A principios de los años cuarenta, la población de Béjar alcanzó los 12.856 habitantes, superando ligeramente a la de 187732.
La Guerra Civil marcó el paso del sector textil bejarano de artesano a fabril, con la creación de sociedades anónimas participadas por el capital catalán. Los industriales catalanes dieron un gran impulso al sector, instalaron nueva maquinaria, permitieron la capacitación de los obreros textiles, la asimilación de las técnicas catalanas, y pusieron en marcha la hilatura de estambre y nuevas secciones de tinte, apresto y acabado con las que se pudo evitar que los productos semielaborados tuvieran que desplazarse a Cataluña para finalizar el ciclo de producción33.
Por otra parte, el utillaje antiguo y deteriorado por el exceso de trabajo durante el conflicto, necesitaba reposición y modernización. Mientras, la energía hidráulica suministrada por el río Cuerpo de Hombre resultaba insuficiente para hacer frente a las necesidades de fuerza motriz. En los años cuarenta, parte de las necesidades fueron atendidas por la «Electra de Salamanca» y por «Saltos del Duero», pero la insuficiencia del suministro dio lugar a que se retomara de nuevo el proyecto de construcción del pantano de Navamuño34. Este proyecto tampoco en esta ocasión logró salir adelante y muchas fábricas se vieron obligadas a instalar motores térmicos35(tablas 1 y 2).
Número de empresas textiles bejaranas, husos, telares, capacidad de producción (en millones de metros en jornada de 8h) y número de obreros, 1935, 1942 y 1949
Empresas | Husos | Telares | Capacidad | Obreros | ||
Carda | Estambre | |||||
1935* | 25 | 4.522 | 120 | 0,8 | 900 | |
1942 | 42 | 11.870 | 440 | 1,7 | 2.559 | |
1949 | 63 | 15.300 | 22.400 | 507 | 2,5 | 3.050 |
Fuente: Elaboración propia a partir de Ministerio de Economía Nacional, Consejo de Industria (1930, p. 759); Calvet i Puig (1992, pp. 46 y 181); Ministerio de Industria y Comercio, Consejo de Industria (1942, p. 162), y Ministerio de Industria, Consejo de Industria (1951, p. 244).
Nota: El número de empresas, la capacidad de producción y el número de obreros corresponden a 1930.
Establecimientos más destacados de la industria textil lanera bejarana, capital (en millones de pesetas corrientes), potencia instalada (en kilowatios) y número de obreros, 1943
Capital | Potencia | Obreros | |
«García Gascón, S.A.» | 14 | 340 | 450 |
«Tejidos e Hilados de Estambre, S.A.» | 10 | 240 | 300 |
«Manufacturas, S.A.» | 8 | 200 | 150 |
«Francisco Gómez Rodulfo, S.A.» | 6 | 230 | 260 |
«Santiago Rocamora Moratonas» | 2,5 | 175 | 125 |
«Industrial Lanera, S.A.» | 2,1 | 150 | 364 |
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos obtenidos en Ministerio de Industria y Comercio, Dirección General de Industria (1943, pp. 21-22).
Nota: Estas seis empresas eran las que tenían un capital superior a los 2 millones de pesetas, una potencia instalada por encima de los 150 kilowatios y más de 100 obreros.
Salvo «Manufacturas, S.A.» que se dedicaba al lavado y peinado de lanas, las otras 5 empresas eran las que contaban con hilatura de estambre y su capacidad de producción conjunta ascendía a 806.400kg anuales.
Una vez finalizada la Guerra Civil, los industriales bejaranos, a pesar de la escasez de lana en el mercado español, siguieron contando con un importante aprovisionamiento de esta materia prima por trabajar al servicio de la Junta de Burgos y dedicar buena parte de su producción a la confección de géneros militares. Los problemas surgieron a principios de la década de 1950, tras decretarse la libertad del comercio de la lana y la caída de la demanda de las diversas intendencias militares. Los trabajos de las fábricas más importantes se tuvieron que reducir a un solo turno y las más pequeñas llegaron a producir contra pedido36.
El principal problema de la industria textil bejarana era que su porvenir dependía de la actuación oficial. La producción exclusiva para el ejército franquista durante la Guerra Civil y en los años cuarenta permitió a este núcleo eludir la puesta en marcha de reformas necesarias para diversificar la producción y conseguir una mayor calidad de los productos. Tras la reducción de los contratos del Estado, la producción se destinó a las especialidades para el mercado civil y la tendencia fue elaborar tejidos más económicos con mayor proporción de regenerados y fibras artificiales (Consejo Económico Sindical de la Provincia de Salamanca, 1962, pp. 108-109).
El núcleo textil de la provincia de Palencia también fue favorecido con las contratas del ejército y de los establecimientos benéficos y penitenciarios durante la Guerra Civil y la posguerra. En los años cuarenta, la situación crítica de posguerra dio lugar a cambios en la estructura de la industria lanera palentina, se realizaron fusiones de empresas y se instalaron lavaderos que permitieron completar el ciclo de producción. Las familias Rodríguez y Casañé, con gran tradición en la fabricación de mantas, en 1940 levantaron un lavadero de lana denominado «La Lanera Palentina». Ocho años después, otras 2 de las empresas más antiguas en la ciudad, «La Soledad» e «Hijos de Ortega Suazo», se fusionaron y crearon la sociedad «La Textil Palentina». En 1950 se puso en marcha un nuevo lavadero de lanas, «La Castellana de Lanas», con capital de varias empresas entre las que se encontraba «La Textil Palentina» (García Colmenares, 1992).
En 1948 el número de fábricas de mantas de la provincia de Palencia había quedado reducido a 5 pero su capacidad de producción había pasado de unas 189.000 mantas al año en 1934 a 261.000, y el número de obreros de 379 a 54937. La producción fue en ascenso a lo largo de los años cuarenta, pero los reducidos cupos oficiales de lana no permitieron superar el 35% de la capacidad de producción (Álvarez Martín, 2008, p. 153).
El exceso de capacidad de producción fue un grave problema en los años cincuenta, cuando reapareció la competencia mediterránea. Después de 1950, la disminución de las ventas y el continuo aumento del precio de la lana dieron lugar a la acumulación de stocks y a la reducción de la producción (Consejo Económico Sindical de la provincia de Palencia, 1962, p. 175). La mayor parte de las empresas no pudieron adaptarse a las necesidades del mercado y acabaron por desaparecer antes de los años setenta (tabla 3)
Empresas palentinas dedicadas a la fabricación de mantas, tipo de sociedades en que fueron constituidas y capital fundacional de las Sociedades Anónimas
F.C. | S.R.C. | S.L. | S.A. | Capital | |
Vda. de Fernández e Hijo. «La Soledad» | 1887-1923 | 1923-1948 | 1.000.000 | ||
«Ortega Suazo» | 1897-1916 | ||||
«Hijos de Ortega Suazo» | 1916-1937 | 1937-1941 | 1941-1948 | ||
«La Textil Palentina» | 1948-1963 | 6.000.000 | |||
«David Rodríguez» | 1891-1932 | 1932-1987 | 1.000.000 | ||
«Casañé» | 1906-1932 | 1932-1968 | 1.000.000 | ||
«El Campo» | 1880-1934 | 1934-1959 | 750.000 | ||
«La Aurora» | 1869-1969 |
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos obtenidos de García Colmenares (1992, pp. 263-353).
Nota: F.C. Familiar Comanditaria; S.A.: Sociedad Anónima; S.L.: Sociedad Limitada; S.R.C.: Sociedad de Responsabilidad Colectiva.
La fábrica de mantas de «El Campo» se localizaba en Alar del Rey, y «La Aurora», en Astudillo. El resto de las fábricas estaban ubicadas en la capital.
El tercer núcleo textil lanero destacado de la región, Pradoluengo, durante la Guerra Civil fue militarizado por el ejército franquista para fabricar a destajo boinas rojas, pasamontañas, jerseys, calcetines y mantas. La localidad tuvo que recurrir a las familias de los pueblos del entorno inmediato y de la Rioja burgalesa para la realización de las tareas manuales y el logro de los objetivos de producción impuestos, lo que condujo al aumento de la población.
El suministro al bando sublevado durante el conflicto benefició a aquellos empresarios que consiguieron mantener con posterioridad relaciones comerciales con el ejército franquista. En los años cuarenta, el parque de vestuario de la Sexta Región Militar era el que imponía en Pradoluengo las características técnicas de la producción y los precios, constituyendo la principal salida a la producción de calcetines y otros tejidos de lana. A estos trabajos se sumaban otros extraordinarios encargados por el delegado sindical para las instituciones benéficas.
Desde el final de la Guerra Civil, la industria textil de Pradoluengo fue perdiendo importancia relativa en la provincia de Burgos ante el desarrollo de la industria de fibras artificiales. A finales de la década de 1950, la coyuntura de la industria lanera de la localidad era muy negativa; algunas empresas dedicadas a la confección de paños y mantas se veían obligadas a cerrar, mientras que la producción de calcetines iba en continuo descenso (Marín Garcia, 2007, pp. 387-447) (tablas 4 y 5).
Instalaciones dedicadas a la fabricación de bayetas, calcetines y boinas en Pradoluengo, número de telares mecánicos y manuales, y producción media por telar, 1954
Instalaciones | Telares mecánicos | Telares manuales | |||
Número | Producción | Número | Producción | ||
Bayetas | 37 | 16 | 15m/8h | 49 | 30m/8h |
Calcetines | 41 | 160 | 25pares/8h | ||
Boinas | 7 | 56 | 1.400docenas/año |
Fuente: Ministerio de Industria, Consejo Superior Industria (1954, p. 23).
Nota: En la producción de bayetas se empleaban 400g de lana por metro, en la de calcetines 100g por par y en la de boinas 800g por docena.
Principales empresas de hilados y tejidos de Pradoluengo, capital invertido (en pesetas corrientes), potencia instalada (en caballos de vapor) y número de empleados, 1954
Capital | Potencia | Empleados | |
«Vda. de Felipe de Simón» | 1.300.000 | 46 | |
«Martínez Jorge y Cía» | 600.000 | 35 | 33 |
«Julián Ochoa Rivera» | 250.000 | 15 | 15 |
«Emilio Pascual Zaldo» | 150.000 | 5 | 13 |
«Anastasio de Miguel» | 100.000 | 40 | 13 |
Fuente: Ministerio de Industria, Consejo Superior Industria (1954, p. 23).
Nota: La empresa «Vda. de Felipe de Simón» era la principal productora de boinas de la localidad, y «Martínez Jorge y Cía» fabricaba bayetas, calcetines y mantas.
Tras la Guerra Civil, los principales problemas de la industria textil algodonera fueron las dificultades para disponer de materia prima y energía eléctrica. La carencia de algodón estuvo provocada por la contracción de las importaciones a partir de 1939. Para paliar esta escasez se fomentó el cultivo del algodón en España y la Dirección General de Industria propuso a las empresas textiles algodoneras el empleo de fibras celulósicas cortadas y lino algodonizado38. Muchos establecimientos industriales algodoneros pasaron a simultanear la fabricación de tejidos de algodón con el rayón, del que se podía emplear hasta un 30% en las mezclas. La escasez de energía obligaba a los pequeños talleres a equiparse con motores y grupos electrógenos, pero la disponibilidad de energía que precisaban las fábricas algodoneras de mayor tamaño condicionaba su establecimiento en las zonas en las que fuera posible el abastecimiento eléctrico. El núcleo de Valladolid era el único en la región que reunía las condiciones para proveer de energía eléctrica a las fábricas algodoneras al ser su espacio configurado como el nudo central del primer diseño de la Red Eléctrica Nacional de España y por actuar como punto redistribuidor de dicha energía (Amigo Román, 1992, p. 146).
La situación anormal del mercado en la década de 1940 contribuyó al resurgir del núcleo textil de Valladolid39. La fabricación de géneros diversos se inicia en la ciudad con la puesta en marcha de «Textil Castilla, S.A.», constituida en 1943 y destinada al blanqueo, tinte, estampación, aprestos y acabados de tejidos de algodón, lana, seda, lino y sus mezclas, para atender a las fábricas de tejidos de la provincia, de las limítrofes, principalmente de Burgos, y a las ubicadas en la zona norte de España. Incluso llegó a trabajar activamente para los industriales catalanes. El fin de esta instalación era estimular el sector de fabricación de tejidos de todas clases en la zona del bando franquista y ampliar el ciclo de producción, dado que la sección de acabados no resultaba rentable en el interior peninsular donde las empresas se caracterizaban por su reducido tamaño y producción, y por una capacidad económica insuficiente.
La producción de «Textil Castilla» generalmente era inferior a 2 tercios de su capacidad por las dificultades para adquirir colorantes y otros productos químicos básicos, y por la escasa producción de tejidos en la zona donde estaba ubicada, sobre todo por las bajas entradas en almacén de piezas en crudo de tejidos de algodón cuyo porcentaje de manipulación mermaba año tras año, siendo sustituidos por los tejidos de rayón.
Tras esta empresa, en la provincia de Valladolid se pusieron en marcha varias fábricas de tejidos de rayón y algodón dependientes del abastecimiento de hilados de Cataluña, y su producción principal eran los artículos de forrería.
A mediados de los años cuarenta, las 6 fábricas más destacadas contaban con 112 telares y un cupo mensual de 41.433kg de hilados. Tres de ellas empleaban algodón, rayón y viscosilla en la producción de forros para trajes: «Textil Pisuerga, S.A.», «Valladolid Textil, S.A.» y «Comercial Industrial Vallisoletana, S.A.»40. Las otras 3 empleaban únicamente el algodón como materia prima. Las de «Manuel González Aquiso» y «Ovidio Movellán Mancho», estaban ubicadas en la capital y se dedicaban a la elaboración de lonas, costales y toallas. La tercera, perteneciente a «Santiago Fontrodona», fabricaba piezas interiores de abrigo en la localidad de Mojados.
A pesar de la dependencia de hilados de Cataluña, las primeras instalaciones para elaborar hilados de algodón y mezcla en Valladolid no se pusieron en marcha hasta los años cincuenta. La razón fue el retraso en las obras de las principales centrales eléctricas de Saltos del Duero para atender las necesidades energéticas de las fábricas vallisoletanas41. «Hilaturas de Castilla, S.A.» fue autorizada en 1952, e «Hilandería Moderna, S.A.» comenzó su actividad a finales de 1953 (tabla 6).
Número de empresas, producción (en toneladas), maquinaria instalada y mano de obra empleada en la industria textil algodonera y de fibras artificiales de la provincia de Valladolid, 1957
Número | Producción | Maquinaria | Empleados | |
Hilados | 2 | 295 | 6.200 husos | 120 |
Tejidos | 9 | 322 | 237 telares | 400 |
Tintados y acabados | 1 | 1.393 | 176 |
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la publicación del Consejo Económico Sindical Nacional (1960).
Nota: La producción de tejidos es la correspondiente a la de tejidos corrientes, especiales y géneros de punto (calcetines). El número de telares corresponde únicamente a los tejidos corrientes.
Los empleados en la industria de hilados se corresponden con los de «Hilandería Moderna, S.A.». De los 400 empleados de la industria de tejidos, 200 constituían la plantilla de «Textil Pisuerga». El 80% de los empleados en estas 2 empresas eran mujeres.
Una vez concluida la coyuntura excepcional de la década de los cuarenta, la industria textil vallisoletana comenzó a sufrir la caída de la demanda y un exceso de capacidad de producción. Las escasas perspectivas de mejora dieron lugar al despido de obreros y al cierre de empresas. Las 3 sociedades más importantes que consiguieron mantenerse por más tiempo fueron: «Hilandería Moderna», «Textil Pisuerga» y «Textil Castilla».
3.3. El predominio de las fibras artificialesAntes de la Guerra Civil, la industria de fabricación de fibras artificiales continuas estaba representada por 3 empresas: «S.A. Fibras Artificiales», constituida en 1923 en Blanes (Gerona) y ligada al capital francés; «La Seda de Barcelona, S.A.», establecida en 1925 en Prat de Llobregat con la colaboración y dependencia de grupo holandés AKU; y SESA, burgalesa y de capital nacional.
A principios de los años cuarenta, el desarrollo de la industria nacional de fibras artificiales fue impulsado por el régimen franquista con el fin de encontrar soluciones al déficit de fibras naturales y a la escasez de divisas para su importación, y por su contribución a la defensa del país al proporcionar celulosa para la fabricación de pólvora y explosivos.
En este contexto autárquico y nacionalista se concibió y elaboró el llamado Plan Nacional de Fibras Textiles. Para facilitar la marcha del Plan, la fabricación de fibras celulósicas en ciclo productivo completo que aprovechase los recursos forestales y agrícolas del país fue declarada de interés nacional por Decreto de 15 de marzo de 1940. Al amparo de dicho Decreto se proyectaron 3 empresas para fabricar fibras cortadas: «Fabricación Española de Fibras Textiles Artificiales, S.A.» (FEFASA), «S.A. Industria Paja de Arroz», y la «Sociedad Nacional Industrial, Aplicaciones Celulosa Española» (SNIACE)42. El Ministerio de Industria y Comercio fue el encargado de determinar las restricciones en el uso de fibras de importación y el porcentaje de fibras celulósicas que se podían mezclar con la lana y el algodón en la fabricación de tejidos. A partir de entonces, el consumo de fibras artificiales en España fue en continuo aumento por la posición competitiva de las fibras artificiales con respecto a las naturales en el mercado mundial y por el inicio de la producción de fibras cortadas en el territorio nacional43. Las importaciones de celulosa se redujeron hasta una cuarta parte y los Sindicatos Nacionales comenzaron a dar un trato de favor a las fábricas de titularidad pública y a las declaradas de interés nacional.
El hecho de que la producción de fibras textiles artificiales fuera declarada de interés nacional, así como las industrias dedicadas a tal fin, conllevó la imposición del consumo de dichas fibras al sector textil nacional al objeto de asegurar el beneficio de las empresas productoras e iniciar el proceso de sustitución de importaciones de fibras textiles naturales. La salida al mercado de la producción de SNIACE y FEFASA a principios de los años cincuenta coincidió con una situación de crisis de la industria textil. La obligación impuesta a la industria textil algodonera de emplear fibras artificiales, mientras que los industriales sederos y laneros quedaron excluidos de la obligación, lesionó los intereses de dicho sector que tuvo que enfrentarse a los cupos forzosos de fibra a un precio superior al del mercado internacional, a la inferior calidad de la misma y a las necesidades de adaptar el proceso productivo y la maquinaria, en un momento en el que la industria algodonera se encontraba en una situación crítica por la caída de las ventas en el mercado interior. La zona más afectada fue Cataluña, donde el sector tenía mayor tradición. Los industriales algodoneros catalanes consideraban que el problema era de desequilibrio entre la cantidad de fibra artificial producida y la capacidad de absorción de la industria que la empleaba44. Quizá esta observación fue lo que incentivó la concentración en Burgos de empresas que empleaban como materia prima fibras artificiales participadas por el capital catalán, dado que en dicha localidad el sector había iniciado su expansión en los años cuarenta al amparo de SESA y contaba con la proximidad de FEFASA, ubicada en Miranda de Ebro.
SESA recuperó su actividad al abrigo del desarrollo de las posibilidades industriales de la provincia de Burgos, favorecido por constituir esta provincia durante la Guerra Civil el eje de la España bajo el mando franquista. El negocio incipiente de esta empresa estuvo garantizado por la protección del mercado nacional y por los recelos de la Administración española frente a los inversores extranjeros.
SESA se convirtió en una de las factorías más dinámicas de la capital45. Su expansión contribuyó a la configuración de un núcleo textil al oeste de la ciudad en el que se empleaba como materia prima el rayón, bien solo bien mezclado con otras fibras, y en el que desempeñó un importante papel el capital catalán con el fin de controlar la producción de tejidos para abastecer a las fábricas de confección ubicadas en Cataluña46.
En los años cuarenta, los establecimientos dedicados a la fabricación de tejidos de seda, lana y mezclas, hilaturas de diversas clases y géneros de punto, daban empleo al 45% de los trabajadores del sector fabril de la ciudad. Estos establecimientos, en su mayoría pequeños y familiares, realizaban procesos de fabricación sencillos de carácter artesanal o semiartesanal, aunque los pertenecientes a las empresas «Renedo», «Industrias Paquín», «Textiles Campeador» y «Fabril Sedera» llevaron a cabo la ampliación de sus instalaciones e incorporaron procesos productivos técnicamente complejos. «Fabril Sedera», constituida en sociedad anónima en 1948, era la única factoría burgalesa que realizaba operaciones de tintado, apresto y acabado de tejidos.
A principios de la década de 1950, cerca de las 40 empresas que empleaban fibras artificiales en la provincia de Burgos, contaban con 2.156 telares autorizados y 2.584 obreros, tenían una capacidad de producción de 12.299.100m de tejidos al año, y su capital conjunto se aproximaba a los 63 millones de pesetas (tabla 7). A lo largo de esta década se mantuvieron las inversiones orientadas a la ampliación y modernización de las factorías, pero apenas se registraron iniciativas para la instalación de nuevas empresas47.
Industrias burgalesas de tejidos de rayón y sus mezclas con más de 10 telares, emplazamiento, capital social (en miles de pesetas), número de telares, capacidad de producción anual (en metros) y número de obreros, 1951
Ubicación | Capital | Telar | Capacidad | Obreros | |
«Renedo, S.A.» | Burgos | 18.500 | 358 | 1.500.000 | 872 |
«Manuf. Urpi Rifa, S.A.» | Burgos | 5.100 | 120 | 560.000 | 176 |
«Textiles del Norte, S.L.» | Burgos | 3.000 | 100 | 1.400.000 | 172 |
«Textiles Nuño Rasura» | Burgos | 1.300 | 100 | 500.000 | 90 |
«Sederías Burgalesas, S.A.» | Burgos | 2.000 | 86 | 250.000 | 66 |
«Rayse, S.L.» | Miranda de Ebro | 1.800 | 80 | 650.000 | 127 |
«Textiles Campeador, S.L.» | Burgos | 600 | 72 | 300.000 | 41 |
«Enrique Valls Pujol» | Burgos | 1.000 | 52 | 325.000 | 20 |
«Rueca Castellana, S.A.» | Burgos | 2.320 | 50 | 320.000 | 47 |
«Miguel Molina Hidalgo» | Miranda de Ebro | 1.000 | 50 | 500.000 | 77 |
«Industrias Paquín, S.L.» | Burgos | 1.500 | 49 | 325.000 | 155 |
«Textil Segarra» | Burgos | 1.960 | 48 | 232.000 | |
«Ind. de la Fibra, S.A.» | Burgos | 2.000 | 48 | 200.000 | 25 |
«Medir, S.A.» | Burgos | 915 | 42 | 448.550 | 52 |
«Sedicolor, S.A.» | Burgos | 500 | 42 | 200.000 | 44 |
«Ramón Camps Camp» | Burgos | 1.250 | 40 | 250.000 | 43 |
«Miguel Moreno Rueda» | Burgos | 1.000 | 38 | 500.000 | 42 |
«Escayola Padrós, S.A.» | Burgos | 500 | 37 | 200.000 | 37 |
«Fabril Sedera, S.A.» | Burgos | 6.500 | 30 | 1.150.000 | 153 |
«Esp. Textiles, SEF» | Burgos | 950 | 30 | 200.000 | 30 |
«G. Guy Taty» | Burgos | 925 | 30 | 180.000 | 31 |
«M. y M. Guy» | Burgos | 950 | 30 | 175.000 | 28 |
«Textil Castilla» | Burgos | 500 | 25 | 500.000 | 26 |
«Joaquín Olano» | Burgos | 750 | 24 | 150.000 | 41 |
«Tejidos Castellanos» | Burgos | 500 | 24 | 250.000 | 29 |
«Félix Busquets Dacha» | Burgos | 700 | 24 | 120.000 | 21 |
«Ramón Rodergas» | Burgos | 1.700 | 24 | 123.800 | 30 |
«Gregorio García Diez» | Burgos | 360 | 24 | 150.000 | 34 |
«Manuf. Textiles Arlanza» | Burgos | 500 | 20 | 125.000 | 20 |
«Vicente Gil» | Burgos | 400 | 20 | 150.000 | 24 |
«Bordados Ind. Porta» | Aranda de Duero | 200 | 20 | 70.500 | 10 |
«Textiles Marvi, S.L.» | Burgos | 1.000 | 16 | 75.500 | 8 |
«Ramón Aubeso Rovira» | Burgos | 457 | 12 | 218.750 | 13 |
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de Ministerio de Industria, Consejo Superior Industria (1951, pp. 59-60).
Nota: Además de las 33 empresas anteriormente reseñadas, en la provincia de Burgos había otras 7 instalaciones con menos de 10 telares, 2 de ellos ubicadas en la capital.
Exponente del impulso industrial de Burgos en los años cuarenta fue la instalación en Miranda de Ebro de la empresa FEFASA, que pretendía realizar el proceso de fabricación de fibra celulósica partiendo de la paja de los cereales. La política autárquica de sustitución de importaciones empleando materias primas nacionales fue un factor esencial para la fundación de FEFASA. Su instalación en Miranda de Ebro fue debida al interés mostrado por la Corporación Municipal de Burgos y al peso político de los órganos representativos burgaleses durante el régimen franquista. Su ubicación en Miranda convirtió a la localidad en uno de los 3 focos de atracción de la provincia, junto a la capital y Aranda de Duero (Delgado Urrecho, 1987, pp. 70-73).
Miranda de Ebro se consideró un emplazamiento idóneo por disponer de suficiente terreno para las instalaciones, de red hidrográfica y por su situación con respecto a la red de transportes para facilitar la provisión de la paja de cereales procedentes de Castilla y León, Navarra y Aragón, y de los productos químicos necesarios, como la sosa cáustica, el sulfuro de carbono, el ácido sulfúrico y el cloro, suministrados por empresas del norte de España48.
FEFASA fue constituida por iniciativa privada el 29 de junio de 1940 y declarada de interés nacional en agosto de ese mismo año. Desde el principio, el grupo alemán «Phrix-Konzern» colaboró con la empresa, aportando parte del capital, cediendo patentes y licencias, y facilitándole la maquinaria49. Las dificultades financieras para la puesta en marcha del proyecto llevaron a FEFASA a solicitar la ayuda del Instituto Nacional de Industria en 194450. El Instituto Nacional de Industria acudió en su auxilio por entrar en los planes de industrialización nacional dicho organismo, suscribiendo en dicho año 67 millones de pesetas para cubrir el capital total necesario previsto en 167 millones, de los que 75 habían sido aportados por la empresa privada y 25 por el grupo alemán.
El funcionamiento de la planta piloto de fibra corta con capacidad para 10 toneladas diarias, comenzó en 1948 tras superar las dificultades para la llegada de la maquinaria de Alemania y el problema de suministro de energía. Pero la instalación de la fábrica no fue concluida hasta 1952, alcanzando una capacidad de producción diaria de 44 toneladas de fibra. Requirió para ello una ampliación del capital hasta los 280,5 millones de pesetas (Santamaría Alday y Asenjo Conde, 1988).
El porcentaje de producción de fibra corta de FEFASA, con respecto al total nacional, fue en aumento hasta finales de los años cincuenta, logrando superar la mitad de la producción del conjunto de las empresas ubicadas en el territorio español, lo que da una idea del impacto que tuvo la intervención pública para la empresa y para el sector (tabla 8).
producción de fibra corta de FEFASA (en toneladas), porcentaje con respecto al total nacional, y número de obreros, 1948-1952
Producción | Porcentaje | Obreros | |
1948 | 232 | 2,48 | |
1949 | 1.452 | 12,28 | 740 |
1950 | 2.337 | 16,00 | 1.052 |
1951 | 2.667 | 19,71 | 1.152 |
1952 | 6.827 | 33,83 | 1.343 |
Fuente: AINI: FEFASA. Memorias, 1948-1952.
A pesar de que el interés de la factoría de FEFASA radicaba en obtener cifras de producción de fibra corta de autarquía a partir de materia prima nacional, tuvo que emplear celulosa de importación hasta 1954, cuando SNIACE estuvo en condiciones de poderle abastecer de la misma. La posibilidad de obtener celulosa a partir de la paja de cereales se retrasó hasta 1956, pero la celulosa obtenida no resultaba apta para la producción de fibra corta, obligándole a orientar su producción a la elaboración de papel.
4. ConclusionesDesde mediados del siglo xix, el retraso en la transformación de la estructura productiva del sector textil castellano reveló la incapacidad del núcleo castellano para competir con el catalán. A finales del siglo xix, la creciente integración del mercado nacional y la disminución de la demanda derivada de la coyuntura agraria y de la caída de las contratas del ejército tras la pérdida de las últimas colonias ultramarinas, iniciaron un proceso de decadencia de la industria textil castellana que se puso de manifiesto en la falta de competitividad y de flexibilidad productiva para adaptarse a los cambios en el mercado. La tendencia al aumento del precio de las materias primas después de la Primera Guerra Mundial y los cambios en los uniformes militares tras la dictadura de Primo de Rivera agravaron la situación.
El menor precio relativo de las fibras artificiales frente a las naturales al término de la Primera Guerra Mundial despertó el interés de los empresarios textiles castellanos que fundaron SESA. Esta empresa dedicada a la fabricación de rayón tuvo una importante incidencia en la industria textil de Burgos al constituir la base para el desarrollo de relaciones interempresariales que contribuyeron a la creación de nuevas sociedades del sector en la capital.
A pesar de los procesos de mejora y diversificación que los núcleos principales de la región llevaron a cabo para adaptarse a las nuevas circunstancias, los 30 primeros años del siglo xx significaron para la industria textil regional la continuación de la etapa de crisis iniciada a finales de la centuria anterior debido a la falta de una red de comercialización y distribución de la producción, los bajos niveles de enseñanza técnica y profesional, la escasa inversión y el retraso en la mecanización. El recurso a la energía hidráulica y la falta de pantanos que regulasen los caudales pudo desincentivar la inversión en nuevas técnicas de producción y contribuir a una menor calidad de los productos, a la menor diversificación y a unos mayores precios.
La situación excepcional generada por la Guerra Civil y la inmediata posguerra supuso una efímera vitalidad para los centros textiles castellanos, muchos de ellos desahuciados al comienzo del conflicto bélico. Esta pujanza obedeció a la importancia estratégica que cobró la región en el desarrollo del conflicto y en la década de 1940. El factor que más contribuyó a mejorar la competitividad de la industria textil castellano-leonesa fue el apoyo institucional que se hizo patente en el cambio en los factores de localización impuestos por el régimen franquista para atender las necesidades de defensa nacional y en el objetivo de transformar las materias primas en su punto de producción. Hasta finales de los años cuarenta, la industria textil castellana atravesó una etapa de prosperidad basada en el abastecimiento del mercado interior y al ejército franquista.
Por otra parte, la política franquista de los años cuarenta propició la inserción del capital catalán en el textil castellano. El capital catalán se invirtió en la relativa modernización tecnológica del sector, en la ampliación de las empresas existentes y en el establecimiento de plantas fabriles de mayor tamaño. Las firmas castellanas en las que participó fueron una prolongación financiera y tecnológica del sector textil catalán. El objetivo era obtener primeras transformaciones y llevar a cabo los procesos de acabado y confección en la región catalana.
Pero la expansión del sector textil castellano tras la Guerra Civil se realizó mediante la implantación de un proceso de modernización no adecuado a las condiciones del mercado en una situación de libertad, por lo que los resultados a la larga tendieron a ser negativos.
La producción prácticamente exclusiva para el ejército permitió a los núcleos textiles laneros de la región eludir la puesta en marcha de reformas necesarias para diversificar la producción y mejorar la calidad de los productos. A su vez, dificultó la capacidad de la industria para adaptarse a los cambios en el consumo y a otros segmentos de mercado en los que tendría que competir con eficientes empresas mediterráneas.
La política franquista de intervención y control del mercado no permitió aprovechar la ventaja que supuso el contar con el apoyo institucional. Los problemas fundamentales que dificultaron la modernización del textil castellano fueron: la escasez de financiación en innovación, la antigüedad de la maquinaria, la pequeña dimensión de las explotaciones, la baja productividad de la mano de obra, los elevados costes de producción y sus mecanismos anticuados de comercialización. Además de la escasez de materias primas, las restricciones energéticas, la contracción del mercado y las dificultades de exportación que afectaron a toda la industria textil nacional.
Tras la liberalización del sector a principios de la década de 1950, reaparece con fuerza la competencia catalana. La mayor parte de las empresas textiles de Castilla y León contaban con instalaciones de reducido tamaño, apenas habían diversificado su producción y su mercado no rebasaba el ámbito regional. El aumento de la competencia obligaba a la industria textil regional a mejorar la productividad y reajustar precios y calidades. Para ello era preciso renovar la maquinaria, especializar las unidades fabriles y disponer de mano de obra cualificada, pero el atraso acumulado y la fuerte tradición dificultaban la innovación en métodos de producción y comercialización.
El único enclave que pudo soportar la competencia de la industria similar catalana fue el de fibras artificiales de Burgos. El sector experimentó un gran desarrollo en la capital y en Miranda de Ebro gracias a la política autárquica y a la búsqueda de sustitutivos a las fibras naturales, de menor precio y de origen nacional. Pero, en la década de los sesenta, el triunfo de los tejidos sintéticos (nailon) sobre los artificiales (rayón) dará lugar a la decadencia definitiva de la industria textil castellano-leonesa.
Una versión preliminar de este trabajo fue presentada el 15 de junio de 2010 en el XII Seminario de Historia Económica de Segovia.
Agradezco los comentarios y sugerencias realizados por los profesores de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de Salamanca que asistieron a dicho Seminario, así como los de los compañeros del Área en las ocasiones en las que se han discutido distintas cuestiones referidas al texto. Especialmente se agradecen las observaciones realizadas por los evaluadores de esta revista. Los errores que persisten son de mi exclusiva responsabilidad.
La fase protoindustrial pura apenas existe en España, salvo en el prelitoral catalán y en Galicia. Hay que tener en cuenta que hay regiones que sin protoindustria logran la industrialización, y otras que con protoindustria o sin ella se desindustrializan. Sobre la protoindustrialización en España véase González Enciso (1984).
García Sanz (1994, pp. 429-430). Los avances de la industria algodonera catalana en la segunda mitad del siglo xix son expuestos en Nadal i Oller, (1991, pp. 16-42; 1992, pp. 113-117).
Parejo Barranco (1986, pp. 402-411). Importantes aportaciones teóricas al estudio del sector textil son las de Parejo Barranco (1986) y Carmona Badía (1990, pp. 17-27).
La clandestinidad de algunas empresas instaladas que no figuran en los Registros de Industria de las Delegaciones Provinciales se pone de manifiesto en la carta del ingeniero jefe de la Delegación de Industria de Salamanca enviada al alcalde de Béjar en octubre de 1937. Un fragmento de esta carta se recoge en Calvet i Puig (1992, p. 96).
Representaba el 8,48% de los contribuyentes y el 6,9% de las cuotas. Dirección General de Rentas Públicas: Estadísticas Administrativas de la Contribución Industrial y de Comercio. Año 1930.
Nadal i Oller (1991, p. 60), y Parejo Barranco (1992, p. 110). Según Parejo, el diferencial de precios afectó a los tejidos de lana y algodón a partir de 1894.
En Cataluña, los fabricantes algodoneros desempeñaban además el papel de comerciantes y banqueros, asumiendo la financiación del circulante y ofreciendo crédito a los comerciantes y tenderos que distribuían sus artículos en el mercado nacional. Nadal i Oller (1992, p. 118).
La falta de una sólida educación media técnica y profesional y la debilidad de los estudios de carácter científico y técnico es una característica general del sistema educativo español que se agrava para el caso de Castilla y León, donde se carecía de escuelas dedicadas a este tipo de formación. Núñez (2005, pp. 171-178).
Aunque la primera Escuela Industrial se crea en Béjar en 1852, el establecimiento definitivo de la misma tiene lugar tras ser creada oficialmente por Real Decreto del Ministerio de Fomento de 29 de enero de 1886. Sobre las etapas que atraviesa la Escuela de Artes y Oficios de Béjar, véase Hernández Díaz (1983, pp. 201-258).
En el aprendizaje por la práctica el aprendiz pagaba una cuota de entrada variable según el oficio y se fijaba un tiempo de aprendizaje en el que no se cobraba nada. Archivo General Militar de Segovia (AGMS): Registro 129, legajo 33, 1920-1924.
En España, y sobre todo en Cataluña, en el período de entreguerras las mujeres asalariadas incrementaron su participación en las ocupaciones industriales más tradicionales y de menor productividad con el fin de minimizar los efectos del coste laboral. Las mujeres eran excluidas de cargos técnicos y de responsabilidad y sus niveles salariales eran inferiores. La feminización del trabajo textil pudo ser operativa en la medida que se fueron expandiendo nuevas perspectivas de ocupación masculina en los nuevos sectores industriales que se estaban desarrollando como la construcción, la electricidad y las industrias metálicas. Llonch Casanovas (2004, pp. 124-129).
Varias de las referencias a las aportaciones de capital en las empresas textiles palentinas a través del matrimonio vienen recogidas en García Colmenares (1992). También Rosa Ros menciona las alianzas matrimoniales de las familias de los principales industriales bejaranos, Ros Massana (2001, p. 410).
En las empresas familiares, el acceso a la información y la flexibilidad es la fuente principal de la ventaja competitiva. La cultura y las instituciones afectan a los distintos comportamientos. Si las empresas familiares son defensoras de técnicas y métodos tradicionales pueden resistirse a introducir cambios. Colli y Rose (2007).
En las provincias mediterráneas este proceso estaba casi concluido a principios del siglo xx. Benaul Berenguer (1994).
García Pérez (1996, pp. 202-203) y Ojeda San Miguel (2003, p.160) consideran también que el recurso a la energía hidráulica limitó el desarrollo del sector textil lanero en Extremadura y La Rioja, respectivamente.
En los ciclos recesivos de la industria textil, la sobrecapacidad era atenuada con la contratación externa en determinadas fases del ciclo productivo. Llonch Casanovas (2004, p. 115).
La huelga de 1913-1914 fue la razón de que Béjar no reaccionara tras el comienzo de la Primera Guerra Mundial y no aprovechara las ofertas de los ejércitos en liza, especialmente del francés. Sánchez Martín (2001) y Rodríguez Frutos (1978).
El primer concurso entre los fabricantes nacionales para la presentación de muestras de tejidos destinados a la confección de uniformes de color caqui en lugar del añil tuvo lugar en 1924, año en el que el paro laboral alcanzó al 58% de los obreros asociados en Béjar (1.307 de 2.246). Zúñiga (1981, pp. 6-16).
La producción de fajas alcanzó su apogeo entre 1895 y 1900. La primera máquina circular a mano para la fabricación de boinas se introdujo en 1885, mientras que la fabricación de calcetines se inició en torno al cambio de siglo. Martín García (2007, pp. 415-418).
En 1933 trabajaban en el sector textil de Pradoluengo 600 obreros de los que tan solo 150 eran hombres. Martín García (2007, pp. 421-428).
Los centros textiles de la capital palentina, Astudillo y Alar del Rey pudieron emplear el vapor como fuente de energía gracias a la proximidad de la cuenca hullera de Guardo. García Colmenares (1991, p. 151).
Durante el período de entreguerras, las dificultades y el nacionalismo económico dieron lugar a establecimiento de alianzas, ofensivas y defensivas, entre los propietarios europeos de fábricas de rayón, configurando un denso entramado empresarial. Dicho entramado era controlado por los pioneros que cedieron sus patentes y know-how a cambio de mercados. Los 3 grupos que controlaban el sector en Europa eran: la firma «Courtaulds» inglesa, el grupo francés «Comptoir» y la firma holandesa «Algeme Kunstzijde Uni (AKU)». Puig Raposo (2002, pp. 124-129).
En 1930 la empresa daba empleo a unos 400 trabajadores. Pascual Ruiz-Valdepeñas y Andrés López (2006, p. 143).
El algodón había que adquirirlo en Cataluña y los precios de la lana se multiplicaron por 18 entre 1940 y 1959. Álvarez Martín (2008, pp. 138-143).
Los porcentajes se han calculado a partir de los datos que aporta la publicación Banco de Bilbao (1979).
En 1935, la localidad contaba con 4.522 husos y 120 telares, 2 años después, el número de husos era próximo a los 12.000 y el de telares a 300. Calvet i Puig (1992, pp. 45-46).
Los centros laneros vallesanos consumieron cerca de 5 veces más de lana lavada que Béjar entre 1937 y 1939, lo que indica que continuaron siendo cuantitativa y cualitativamente superiores incluso durante la Guerra Civil. García Sanz (2010, p. 807).
Antes del la Guerra Civil, parte de estos industriales catalanes, como consecuencia de la discusión en el Parlamento del Estatuto catalán y la posibilidad de un boicot a su industria por los consumidores de España, habían manifestado su intención de desplazarse a Béjar, al menos con parte de la fabricación. Archivo del Banco de España (ABE), Dirección General de Sucursales (DGS), leg. 2214, 1934.
Según los datos del Censo de Población del INE, la población de derecho de Béjar en 1877 ascendía a 12.772 habitantes.
El catalán Santiago Rocamora fue el que dio comienzo a la hilatura de estambre en la localidad bejarana en 1938. Ministerio de Industria (1951, p. 244).
Por Real Orden de 23 de septiembre de 1861, se autorizó la realización de estudios para la construcción de un pantano en Navamuño con el fin de regular el caudal del río Cuerpo de Hombre. Este proyecto y los siguientes fueron abandonados por los enfrentamientos por el aprovechamiento del río entre Béjar y Candelario. AGMS, Registro 129, legajo 33, y Archivo del Banco de España (ABE), Dirección General de Sucursales (DGS), leg. 2214.
En 1947, la industria textil bejarana tenía instalada una potencia de 1.200 KVA (kilovoltio-amperios) en motores térmicos. Ministerio de Industria y Comercio (1947, p. 158).
La producción de paños destinados a intendencia pasó de 425.000m en 1950 a 275.000 en 1951. Ministerio de Industria (1951, p. 245).
A pesar de las medidas tomadas, en los años cuarenta no se consiguió cubrir más que una mínima parte de las necesidades de materia prima de esta industria, porque el algodón de origen nacional resultó escaso y caro (un 70% más que el algodón de importación) y porque las instalaciones proyectadas de fibras artificiales cortadas no comenzaron su producción hasta finales de la década de 1940. Sindicato Nacional Textil (1950, p.94), y Revista de la Industria Textil (abril-junio de 1956, p. 7).
Las Memorias de la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Valladolid de los años cuarenta y cincuenta recogen buena parte de la información aquí tratada sobre la marcha de la industria textil de géneros diversos de la ciudad.
Las 2 primeras fueron constituidas en 1944 y 1945, respectivamente, y la última fue instalada en Tudela en 1949 y trasladada a la capital en 1954. AHPVA, Sección de Hacienda, leg. 3565.
La ampliación de la central del Esla concluyó en 1947 y la construcción del salto de Villalcampo finalizó en 1949. Gómez Mendoza et al. (2007).
El proyecto de «S.A. Industria Paja de Arroz» no llegó a realizarse y la producción de SNIACE no comenzó a ser representativa hasta 1951. INI (1966).
En 1948 la producción de rayón en España ascendía a 7.200 toneladas y la de fibras cortadas a 9.800, mientras el consumo por habitante y año había pasado de 0,13 kilogramos en 1940 a 0,6kg. Servicio de Estadística del Sindicato Vertical Textil (1949, pp. 24-25).
Sobre la mayor competitividad de las fibras artificiales da cuenta el artículo «Una amenaza que se intensifica: la competencia de las fibras artificiales a las naturales», Revista de la Industria Textil (Octubre de 1954, pp. 13-14).
Escrito del Consorcio de Industriales Textiles Algodoneros al Excmo. Sr. Ministro de Subsecretario de la Presidencia de 18 de junio de 1953. Archivo General de la Administración (AGA): Sección de Presidencia, Secretaría General del Movimiento, caja 91, expediente 456.
En la década de 1950, SESA llegó a superar los 1.000 empleados y alcanzó una capacidad de producción de 7 toneladas diarias. Pascual Ruiz-Valdepeñas y Andrés López (2006, pp. 144-151), y Puig Raposo (2002, p. 138).
La importancia del capital catalán se detecta atendiendo a la denominación de las firmas textiles artificiales ubicadas en Burgos en 1951. Véase tabla 7.
En 1957, la firma más importante, «Renedo, S.A.», había ampliado su capital social hasta los 43 millones de pesetas. En dicho año obtuvo una producción de 1,5 millones de metros de tejidos. Archivo del Banco de España (ABE), Dirección General de Sucursales (DGS), leg. 2208, 1957.
Archivo del Instituto Nacional de Industria (AINI), leg. 326.4, exp. 45, 1944, y AINI, leg. 275, exp. 4765, 1941.
La opción política y económica inicial del franquismo, inspirada por las potencias fascistas, quedó reflejada en los proyectos industriales impulsados por la cooperación técnica alemana y también italiana. Catalán (1995, p. 105).