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Vol. 7. Núm. 2.
Páginas 310-321 (junio 2011)
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¿Por qué fracasaban las cooperativas agrícolas? Una respuesta a partir del análisis de un núcleo de la Cataluña rabassaire
Why did agricultural cooperatives fail? An answer from the study of a municipality in rabassaire Catalonia
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Jordi Planas, Francesc Valls-Junyent
Autor para correspondencia
fvalls@ub.edu

Autor para correspondencia.
Centre d’Estudis «Antoni de Capmany», Departament d’Història i Institucions Econòmiques, Universitat de Barcelona, Barcelona, España
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Tabla 1. Tipología de las explotaciones campesinas en Pierola antes y después de la filoxera
Tabla 2. Estructura de la explotación de la tierra en Pierola antes y después de la filoxera
Tabla 3. Productos adquiridos por uno de los socios en la Cooperativa Agrícola de Pierola. 1923-26 (pesetas)
Tabla 4. Desglose de los ingresos de uno de los socios de la Cooperativa Agrícola de Pierola 1923-24
Tabla 5. Relación comercial con la Cooperativa Agrícola de Pierola de uno de los socios, 1923 y 1924
Tabla 6. Cuenta corriente de la Cooperativa Agrícola de Pierola en la contabilidad de Joan Pallarès (Tarragona), 1924-1929 (ptas.)
Tabla 7. Productos adquiridos por uno de los socios en el Sindicato Católico Agrícola de Hostalets de Pierola, 1922-1934 (ptas.)
Tabla 8. Contribución de utilidades satisfecha por los 20 principales dirigentes de la Cooperativa Agrícola y del Sindicato Católico y entidades afines
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Resumen

El cooperativismo agrario ha sido considerado un instrumento fundamental para la adaptación de las explotaciones campesinas a la compleja coyuntura que atravesó el sector agropecuario durante los últimos años del siglo xix y los primeros del xx. En el caso español, la historiografía ha resaltado el escaso desarrollo del cooperativismo agrario y su limitada contribución a la modernización agrícola. Aunque en algunas regiones como Cataluña se multiplicaron las iniciativas de tipo cooperativo, no deja de ser cierto que las cooperativas creadas tuvieron muchas dificultades para consolidarse a medio y largo plazo. A partir del estudio de la dinámica cooperativa de un núcleo de la Cataluña vitícola nos proponemos llamar la atención sobre una de las razones que contribuyeron decisivamente al fracaso relativo del cooperativismo en nuestro país: la conflictividad social y política de las primeras décadas del siglo xx.

Palabras clave:
Historia agraria
Cooperativismo
Viticultura
Conflictividad social
Cataluña
Códigos JEL:
Q13
D74
O43
Abstract

Agricultural cooperatives have been considered a fundamental instrument for the adaptation of peasant farms to the complex situation undergone by the agricultural sector during the last years of the nineteenth century and the early twentieth century. The historiography has highlighted the weakness of Spanish agricultural cooperatives and their limited contribution to agricultural modernization. Although in some regions such as Catalonia many cooperative initiatives arose, they found many difficulties to consolidate themselves in the middle and long term. From the study of the cooperative dynamics that took place in a small town situated in the heart of the main wine-growing area of Catalonia, we draw attention to one of the reasons that contributed decisively to the relative failure of cooperatives: the increasing social and political unrest that was present in this area of Catalonia during the 1920s and 1930s.

Keywords:
Agrarian history
Cooperativism
Viticulture
Social conflict
Catalonia
JEL classification:
Q13
D74
O43
Texto completo
1Introducción

Durante el primer tercio del siglo xx las pequeñas explotaciones agrícolas tuvieron que adaptarse a importantes cambios en los mercados de productos y factores. Muchos productos agrícolas experimentaron una tendencia deflacionaria, al mismo tiempo que algunos costes de producción (salarios, fertilizantes, anticriptogámicos) se encarecían y reducían los márgenes de beneficio. Para compensarlo había que aumentar la productividad y desarrollar nuevas especializaciones productivas, cambios que eran sin duda difíciles de llevar a cabo en un contexto depresivo.

El cooperativismo ha sido considerado un instrumento fundamental en este proceso de adaptación (Arribas, 1989; Gallego, 1995; Fernández Prieto, 2001). Los sindicatos y cooperativas agrícolas facilitaban el cambio técnico y la especialización productiva con la difusión de los conocimientos y prácticas agrícolas modernas, abarataban la adquisición de inputs básicos (abonos químicos, simientes, aperos y maquinaria agrícola) con la compra en común y con el recurso del crédito, y mejoraban la posición de los agricultores ante los mercados con la elaboración y venta en común de algunos productos, como por ejemplo el vino.

Sin embargo, la historiografía ha resaltado la debilidad del cooperativismo agrario español y su limitada contribución a la modernización agrícola antes de la Guerra Civil. Aunque el movimiento cooperativo creció de forma constante a partir de la ley de sindicatos agrícolas de 1906, la mayoría de cooperativas tuvieron una vida efímera y aquellas que desarrollaron una acción cooperativa potente y duradera fueron más la excepción que la norma (Garrido, 1995, 1996, 2007). El arraigo del cooperativismo fue muy distinto en unas regiones y otras. Así, por ejemplo, Cataluña, el País Valenciano o Galicia fueron regiones con mucho más dinamismo que las áreas del latifundio1. A pesar de estas diferencias regionales, cuando se ha intentado realizar un balance global sobre el cooperativismo agrario español y una comparación con algunos países de nuestro entorno, las conclusiones apuntan a una menor repercusión económica (Simpson, 1997, 2000; Carmona y Simpson, 2003).

Entre las razones de este «fracaso» del cooperativismo agrario se ha señalado la falta de apoyo del Estado, la escasez del crédito y también la escasa participación de los agricultores acomodados, que dificultaron la viabilidad financiera de la mayoría de las cooperativas y, en definitiva, su consolidación (Garrido, 2007)2. También se ha considerado que los principales organizadores del cooperativismo agrario (la Iglesia católica y los propietarios rurales) tenían como objetivo prioritario el control social de los pequeños agricultores y que la proliferación de cooperativas sólo prosperó cuando el incremento de la conflictividad agraria revaluó su contribución a la paz social (Cuesta, 1978; Castillo, 1979; Carasa, 1991; Majuelo y Pascual, 1991; Garrido, 1994; Sabio, 1995, 2001; Sanz Lafuente, 1997, 2000, 2005). En este artículo queremos insistir, sin embargo, en las dificultades añadidas por el contexto de conflictividad social a la consolidación de las iniciativas de organización cooperativa.

Las variables no estrictamente económicas ya han llamado la atención de otros autores en la explicación del éxito o fracaso del cooperativismo agrario. Puesto que para la participación de los campesinos en las cooperativas la confianza era un elemento clave, la cohesión social y política constituía un factor determinante. En Irlanda, la conflictividad entre propietarios y campesinos unida a una distribución muy desigual de la propiedad explica una propensión menor al cooperativismo. El contraejemplo clásico lo encontramos en Dinamarca, donde la población agraria tenía unas características sociales mucho más homogéneas (O’Rourke, 2007a, 2007b; Henriksen, 1999). Algo parecido habría sucedido en el Midi francés donde la escasa difusión de los contratos de cultivo habría dado lugar a un campesinado propietario bastante homogéneo y, en consecuencia, a un vigoroso movimiento cooperativo (Gavignaud-Fontaine, 1983, 1987). También en España se ha atribuido un mayor éxito del cooperativismo agrario a aquellas regiones que contaban con una base social menos desigual, porque permitía que las cooperativas contaran con un número amplio de agricultores medianos o relativamente prósperos (Garrido, 1996, 2007).

El presente artículo pretende aportar nueva evidencia empírica acerca de la influencia que las divisiones sociales y políticas tuvieron en el desarrollo del cooperativismo agrario. Con este objetivo nos proponemos analizar la dinámica cooperativa de un núcleo de la Cataluña rabassaire, un área especialmente conflictiva durante el primer tercio del siglo xx.

Como es conocido, el pleito rabassaire, cuyos orígenes se remontan a finales del siglo xviii, se convirtió en el primer tercio del siglo xx en uno de los principales motivos de conflictividad social y política en Cataluña (Giralt, 1965; Balcells, 1968; Pomés, 2000; Planas y Garrido, 2006). La rabassa morta, una peculiar forma contractual de carácter enfitéutico, había permitido una gran expansión del cultivo de la viña durante los siglos xviii y xix (Vilar, 1964-68; Ferrer Alós, 1987; Colomé, 1990; Moreno, 1995; Valls-Junyent, 1996; Carmona y Simpson, 1999a). Su objetivo era la cesión de una parcela de tierra al cultivador (rabassaire) para que éste la roturara, la plantara de viña y la explotara a cambio de una parte de los frutos. La duración del contrato era indefinida, puesto que no se extinguía hasta la muerte de las cepas plantadas, lo que llevó a que los propietarios aprovecharan la invasión de la filoxera para recuperar la plena propiedad de la tierra y convertir los antiguos contratos de rabassa morta en contratos de aparcería o arrendamientos a partes de frutos a largo plazo, que no permitieran su interpretación como establecimientos enfitéuticos. Sin embargo, desde finales del siglo xix, los rabassaires se habían dotado de organizaciones sindicales y reivindicativas cada vez mejor articuladas, que condujeron a la creación, a inicios de los años 1920, de una potente central sindical con una clara vocación política: la Unió de Rabassaires.

J. Pomés ha precisado la geografía del sindicalismo rabassaire durante las primeras décadas del siglo xx. Sitúa el núcleo central de este movimiento en lo que él denomina como la «comarca sindical de Martorell», delimitada a partir del ámbito de actuación del Sindicato Vitícola Comarcal de Martorell, una de las cooperativas agrícolas más importantes que se fundaron en Cataluña durante el primer tercio del siglo xx. Fue en este ámbito territorial de la provincia de Barcelona donde se crearon la mayoría de las federaciones sindicales agrarias desde fines del siglo xix y donde se estructuró la Unió de Rabassaires (Pomés, 2000). En realidad la movilización rabassaire en esta zona contaba con una larguísima tradición. Como en su día ya señalaron P. Vilar, E. Giralt o E. Lluch, fue en los municipios de los alrededores de Martorell donde a finales del siglo xviii se produjeron los primeros conflictos de los que se tiene referencia en torno al carácter y duración del contrato de rabassa morta (Vilar, 1964-68; Giralt, 1965; Lluch, 1973).

El municipio de Pierola, cuya dinámica cooperativa constituye el objeto de análisis del presente artículo, estaba situado en el corazón mismo de la «comarca sindical de Martorell», la cual a su vez, como puede verse en la figura 1, se hallaba en una posición geográfica absolutamente central respecto al área de implantación de la Unió de Rabassaires.

Figura 1.

El municipio de Pierola en la geografía de la Cataluña rabassaire (1931-1933). Fuente: elaborado a partir de Pomés (2000), pp. 104 y 113.

(0.66MB).

Pierola contaba a finales del siglo xix con un millar de habitantes dedicados en su práctica totalidad a la agricultura, con la viña como cultivo absolutamente predominante (Térmens y Valls-Junyent, 1991). Ya a mediados del siglo xix la superficie plantada de vid significaba más del 90% de la superficie total cultivada (Valls-Junyent, 1996). A la altura de 1890, los 18.000 hl de producción media anual de vino estimada situaban a esta población en el cuarto lugar en el ránquing de municipios productores de vino del distrito de Igualada (Roig Armengol, 1890).

Dentro del término municipal de Pierola, el núcleo de población más importante era Els Hostalets de Pierola. A finales del siglo xix, residía en este núcleo aproximadamente la mitad del padrón de habitantes. Su origen y crecimiento derivó directamente de la expansión vitícola canalizada a través de los contratos de rabassa morta. La inmensa mayoría de las casas fueron construidas entre mediados del siglo xviii y finales del siglo xix por los rabassaires que llevaron a cabo la ingente tarea de roturar el territorio circundante para plantarlo de viña. La plaga de la filoxera no sólo destruyó por completo las viñas que eran su principal sustento, sino que abrió un período de dificultades económicas y sociales que se dilató hasta la Guerra Civil (Térmens y Valls-Junyent, 1991).

Aunque las fuentes documentales disponibles son fragmentarias, la posibilidad de observar el microcosmos de una localidad como la escogida con un elevado grado de detalle nos permitirá extraer algunas conclusiones en torno a las dificultades que, para la consolidación del cooperativismo, comportaba un clima de creciente confrontación social como el que se vivió durante las décadas de 1920 y 1930. Para analizar la dinámica cooperativa de este municipio durante el primer tercio del siglo xx es imprescindible detenerse a precisar, en primer lugar, el contexto económico y social en el cual tuvo que desarrollarse. En consecuencia, el primer apartado se referirá al impacto de la plaga de la filoxera y la crisis vitivinícola de los primeros años del siglo xx. El segundo apartado está dedicado a la creación de la primera cooperativa agrícola que se fundó en el municipio de Pierola en 1915 y a sus vicisitudes durante los primeros años de su existencia. Le sigue un apartado que explica la creación de un sindicato cooperativo alternativo impulsado desde el sector antagónico de la sociedad local y las consecuencias de este dualismo cooperativo. El siguiente apartado se centra en la dinámica sociopolítica que condujo a una fuerte agudización de las tensiones durante los años de la Segunda República y de la Guerra Civil. Cierran el artículo unas conclusiones de carácter general que se pueden extraer de este estudio de caso.

2El impacto de la filoxera y la crisis vitivinícola de inicios del siglo xx

Para un municipio con una fuerte especialización vitivinícola como la que hemos descrito, la plaga de la filoxera tendría unas consecuencias devastadoras. En marzo de 1889, al cavar las viñas, se descubrieron larvas del insecto en las raíces de las cepas (Iglésies, 1968; Gutiérrez Poch, 1985). Pronto la plaga empezó a hacer estragos y los rabassaires comenzaron a abandonar las viñas. A partir de 1893 se sucedieron las bajas de las viñas en los registros de la contribución rústica. En 10 años causaron baja 305 parcelas que comprendían 462ha de viña. Si tenemos en cuenta que la superficie total que ocupaban los viñedos en el municipio hacia 1861 se acercaba al millar de hectáreas (Valls-Junyent, 1996), podemos hacernos una idea del impacto destructor de la plaga.

Las bajas en la contribución rústica venían precedidas de la renuncia a los derechos que los rabassaires tenían sobre las viñas. Destruidas éstas y vistas las dificultades que suponía su replantación, muchos rabassaires renunciaban a los derechos que les daba el contrato con tal de evitar las obligaciones fiscales. Algunos de ellos acabarían por abandonar la localidad y emigrar a centros urbanos como Igualada o Barcelona que les ofrecían nuevas y mejores perspectivas laborales. La mayoría, sin embargo, permanecieron en ella y continuaron su trabajo como viticultores. Los datos extraídos del amillaramiento de 1925 (véanse las tablas 1 y 2) señalan el mantenimiento de la especialización vitícola del municipio en relación al período anterior a la invasión: aunque las 930ha ocupadas por los viñedos en 1861 se habían visto reducidas a 763ha en 1925, los porcentajes que ocupaba la viña respecto a la superficie cultivada total sólo se habían reducido ligeramente, pasando del 88,3% en la primera fecha al 85,1% en la segunda.

Tabla 1.

Tipología de las explotaciones campesinas en Pierola antes y después de la filoxera

  18611925
  Número  Número 
Régimen de propiedad  40  10,5  38  17,2 
Cultivo a rabassa  330  86,6  181  81,9 
Mixtas  11  2,9  0,9 
Total  381  100,0  221  100,0 

Fuentes: Amillaramiento de 1861, Archivo de la Corona de Aragón, Hacienda, reg. 1051; Amillaramiento de 1925, Archivo Municipal de Hostalets de Pierola (AMHP), reg. 33.

Tabla 2.

Estructura de la explotación de la tierra en Pierola antes y después de la filoxera

  18611925
  Viñedo  Otros cultivos  Total  Viñedo  Otros cultivos  Total 
a) Has.
Régimen de propiedad  153,98  93,27  247,25  489,37  121,02  610,39 
Cultivo a rabassa  776,21  30,01  806,22  273,53  12,36  285,89 
Total  930,19  123,28  1.053,47  762,90  133,38  896,28 
b) %             
Régimen de propiedad  16,6  75,7  23,5  64,1  90,7  68,1 
Cultivo a rabassa  83,4  24,3  76,5  35,9  9,3  31,9 
Total  100,0  100,0  100,0  100,0  100,0  100,0 

Fuentes: las mismas que tabla 1.

Sin embargo, después de la filoxera los antiguos rabassaires no conservaban los mismos derechos sobre la tierra. La superficie de viñedo que consta cultivada bajo régimen de rabassa en 1925 no llegaba al 36% del total de viña, mientras que en 1861 había superado el 83% (tabla 2). Esto concuerda con la desaparición del amillaramiento de casi la mitad de las explotaciones bajo régimen de rabassa morta: de 330 (1861) a 181 (1925) (tabla 1). El número de explotaciones en manos de los propietarios no había variado, pero éstas concentraban una parte mucho mayor de tierras (multiplicaban por tres las hectáreas de viña de mediados del siglo xix). Probablemente, se trataba de aquellas tierras que los propietarios habían recuperado después de la plaga de la filoxera, fuera por la renuncia a las viñas que habían cursado los rabassaires, fuera porque les había sido aplicado el desahucio.

La mayoría de estas viñas continuaban explotadas por los mismos rabassaires; sólo que a través de contratos de aparcería que no dejaban ningún rastro en los documentos fiscales como el amillaramiento. Ello constituye, a nuestro juicio, una prueba más de la pérdida de derechos sobre la tierra que padecieron los viticultores en este y otros municipios de la Cataluña vitícola. No obstante, esta degradación jurídica de gran parte de los viticultores no tuvo por qué afectar a la consideración que de sí mismos ellos tenían. Aunque ya no cultivaban las tierras bajo un contrato de rabassa morta clásico, ellos continuaron sintiéndose tan rabassaires como antes. Y lo que sin duda es más importante, conservaron sus aspiraciones de acceder algún día a la propiedad de las tierras que trabajaban. Es lo que manifestarían con su adhesión al Sindicato Rabassaire a comienzos de los años treinta, como veremos más adelante.

Otro elemento significativo de la tabla 1 es que el número de explotaciones mixtas es insignificante. Después de la crisis de la filoxera, en este municipio la estructura agraria seguía muy polarizada y las explotaciones de los rabassaires continuaban representando la mayoría (más del 80% del total). Esta polarización constituía, naturalmente, un elemento de tensión social, antes y después de la filoxera. Sin embargo, desde comienzos del siglo xx la conflictividad se agravó debido a la evolución del conjunto del sector vitícola catalán (Carmona y Simpson, 1999a, 1999b, 2003).

Desde los primeros años del siglo xx la situación de los mercados provocó repetidas crisis de sobreproducción derivadas de la saturación de los mercados consumidores de vino (Pujol, 1984). Entre 1900 y 1907 los precios del vino se redujeron más de un 50% y si se recuperaron en los años siguientes fue como consecuencia de las malas cosechas, debidas a la climatología adversa o bien a la proliferación de plagas como el mildew.

A inicios de 1906 el pleno del ayuntamiento de Pierola debatió la «triste situación y estado precario» en que se encontraba la viticultura y las soluciones para paliarla3. Los viticultores de la localidad se adhirieron a la Sociedad Cooperativa para la destilación de alcoholes vínicos del distrito de Igualada, una iniciativa surgida en esta comarca para mejorar la remuneración de los excedentes de vinos que tenían que venderse a los comerciantes «a precios verdaderamente irrisorios que constituían una ruina para el viticultor»4. Su objetivo era construir una fábrica para destilar vinos, orujos y otros subproductos de la vinificación procedentes de las cosechas de los socios, para producir alcohol y colocarlo ventajosamente en el mercado (Planas, 2010).

La viña americana con que se había efectuado el proceso de replantación era inmune al insecto de la filoxera, pero era más susceptible de contraer enfermedades como el mildew o el black rot, que hacían imprescindible el uso de anticriptogámicos de origen químico y, por tanto, incrementaban los costes de producción en inputs y trabajo. La organización de cooperativas para realizar la compra en común de azufres, sulfatos y fertilizantes químicos, garantizando su calidad y economizando su coste, era pues mucho más necesaria.

Durante la segunda década del siglo xx las viñas del municipio de Pierola se vieron afectadas repetidamente por la plaga de mildew, que en algunos años comportó la pérdida de casi la totalidad de la cosecha. En 1910 ya se advertía la merma de la cosecha «debido a las muchas humedades y lluvias, que ocasionan la repetición continuamente del mildew y con ésta la malura blanca»5. Y en 1915 los efectos del mildew fueron absolutamente devastadores6. Las autoridades municipales se dirigieron al Gobernador Civil, diputados provinciales y otras entidades «exponiéndoles la grave situación de esta comarca por la pérdida total de la cosecha reclamando un auxilio por la calamidad del mildew o cuando menos que se condonara un año de contribución»7.

A esta situación hay que añadir la escasez de algunos productos químicos (fertilizantes, azufre y sulfato de cobre para el tratamiento del oídium y del mildew) como resultado del estallido de la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914. Los principales países productores dejaron de exportarlos al considerarlos estratégicos dado el contexto bélico y, ante la escasez, los comerciantes actuaron de forma especulativa aumentando sus stocks ante la previsible alza de precios8.

Fue en este contexto de dificultades cuando los agricultores de Pierola se organizaron para unir esfuerzos y crear la primera asociación cooperativa. Con anterioridad se habían creado algunas asociaciones de beneficencia o mutualistas que tenían entre sus objetivos la prestación de trabajo en caso de enfermedad, y también asociaciones de carácter lúdico y recreativo. La Cooperativa Agrícola de Hostalets de Pierola, creada precisamente en 1915, fue la primera entidad propiamente cooperativa que fundaron los agricultores de la localidad (Planas y Valls-Junyent, 2009).

3La Cooperativa Agrícola de Pierola

En sus inicios, la Cooperativa Agrícola de Pierola se organizó como un pequeño comercio al servicio de sus asociados. Facilitaba la compra de abonos, azufres y sulfatos, además de comestibles, con pagos al contado, aunque en casos de necesidad servía también a crédito. Su objetivo fundamental era rebajar los precios abusivos a los que se ofrecían estos productos desde el sector comercial, así como remunerar mejor los productos agropecuarios de los socios. En este sentido cabe destacar que uno de los servicios principales de la cooperativa consistía en aprovisionar a sus socios a buen precio de piensos para el cebado de cerdos. Una vez engordados la cooperativa se los adquiría a un precio superior al que pagaban los charcuteros locales, y comercializaba la carne una vez elaborada. Cabe destacar que en Pierola, al igual que en algunos otros pueblos, el engorde de cerdos se convirtió en una fuente de ingresos complementaria muy importante para unas explotaciones que, de todas formas, nunca renunciaron a una orientación predominantemente vitícola.

En el momento de su constitución, la Cooperativa Agrícola de Pierola expedía estos productos desde un pequeño local de una casa particular, pero su reglamento ya recogía, como un objetivo a medio plazo, proporcionarse un local propio9. En 1919 la Cooperativa Agrícola emprendió la construcción del nuevo local que tenía que mejorar no sólo los servicios cooperativos sino también las condiciones de sociabilidad de sus miembros. Entonces la Cooperativa Agrícola contaba con unos 60 socios, de poco más de 250 familias existentes en el municipio (en torno a 140 en el núcleo de Hostalets)10. La gran mayoría de ellos eran miembros del pequeño campesinado de la localidad.

Por la composición social de los cooperativistas, la construcción del nuevo local representó un esfuerzo enorme y acabaría por conducir a la entidad a una situación financiera muy delicada. Aunque contó con la colaboración de un propietario local, que cedió el terreno en condiciones ventajosas, en 1925 la Cooperativa Agrícola tuvo que suscribir un crédito con el Banco Hipotecario de España por valor de 17.500 pesetas11. Los problemas financieros se agravaron a consecuencia del desarrollo adquirido por la propia actividad cooperativa a partir del momento en que se pudo contar con unas instalaciones más apropiadas en el nuevo local. El incremento de las ventas comportó un endeudamiento creciente con su principal proveedor de abonos y anticriptogámicos, en la medida que se ofrecía la posibilidad a los socios de aplazar el pago de las compras realizadas.

La documentación que han puesto a nuestra disposición los descendientes de uno de los socios permite algunas precisiones respecto a la relación mercantil que la entidad mantenía con sus asociados y la importancia que tenía esta relación para la economía familiar de estos agricultores.

Los datos de la tabla 3 permiten clasificar los productos adquiridos en la Cooperativa en tres apartados. El primero (cerca del 13% del total de compras) correspondería a los anticriptogámicos más frecuentes, utilizados para prevenir y combatir las plagas más habituales de la viña: el sulfato de cobre y el azufre. Algo menos importantes, en cuanto a su valor, fueron las compras de fertilizantes químicos: no llegaron al 12%. Finalmente, en tercer lugar, quedaría el grueso de las adquisiciones realizadas en el almacén de la Cooperativa (más del 70% del total) correspondientes a una amplia gama de artículos destinados a la alimentación de la ganadería.

Tabla 3.

Productos adquiridos por uno de los socios en la Cooperativa Agrícola de Pierola. 1923-26 (pesetas)

  1923  1924  1925  1926  Total 4 años 
Maíz  172,56  668,56  58,75  47,88  947,75 
Harina para pienso  287,00  622,00  285,50  398,00  1.592,50 
Salvado  32,00  48,00  332,50  45,00  457,50 
Fertilizantes químicos  132,00  228,50  90,00  28,00  478,50 
Sulfato de cobre  90,00  95,00  2,75  90,00  277,75 
Azufre  75,00  116,00  26,00  58,00  275,00 
Sal    4,00      4,00 
Otros artículos    51,25    30,00  81,25 
Total  788,56  1.833,31  795,50  696,88  4.114,25 

Fuente: Documentación patrimonial descendientes de Josep Isart Poch, Libreta de cuentas.

Nota: Véanse los porcentajes en la figura 2.

Esta estructura de los suministros obtenidos en la Cooperativa por esta pequeña explotación agraria está en consonancia con su especialización productiva, tal y como se desprende de los datos que hemos podido elaborar a partir de una de las libretas de cuentas de la misma. En la tabla 4 se presenta el desglose de los ingresos computados por este agricultor en las campañas de 1923 y 1924.

Tabla 4.

Desglose de los ingresos de uno de los socios de la Cooperativa Agrícola de Pierola 1923-24

  1923  1924  Total 2 años 
a) Ptas.
Cerdos  318,50  3.107,85  3.426,35 
Vino  1.918,15  7.235,75  9.153,90 
Otros  893,00  89,75  982,75 
Total  3.129,65  10.433,35  13.563,00 
b) %       
Cerdos  10,2  29,8  25,3 
Vino  61,3  69,4  67,5 
Otros  28,5  0,9  7,2 
Total  100,0  100,0  100,0 

Fuente: Las mismas que la tabla 3.

La orientación vitícola de la explotación es evidente. Si para compensar la distorsión derivada de la mala cosecha de 1923 agregamos los ingresos obtenidos durante estos dos años, tenemos que en más de dos tercios proceden de la comercialización del vino. La segunda fuente de ingresos de esta explotación procedía de la comercialización de los cerdos. Durante la segunda y tercera décadas del siglo xx, la demanda creciente de carne y otros productos ganaderos propició una progresiva especialización pecuaria en muchas áreas del entorno de Barcelona. El aumento del precio de la carne de cerdo convirtió el engorde de estos animales en una fuente de ingresos complementaria muy importante para el agricultor que, como hemos visto, tenía grandes problemas para remunerar su actividad vitícola. Para el desarrollo de esta actividad auxiliar la cuestión fundamental era el coste de la alimentación del ganado, puesto que para la explotación familiar el coste de oportunidad de esta actividad a pequeña escala era muy bajo. La posibilidad de acceder al suministro de los alimentos necesarios para cebar los cerdos a través de las compras cooperativas facilitó el desarrollo de esta actividad e hizo atractivas estas organizaciones para explotaciones como ésta12. En el caso que nos ocupa, recordemos, además, que una de las principales razones que impulsaron a la constitución de esta cooperativa fue la necesidad de romper el monopsonio que ejercían los comerciantes locales en la compra de cerdos.

La libreta de cuentas de este cooperativista permite además tener unos órdenes de magnitud respecto a la importancia que las operaciones con la Cooperativa representaban sobre el total de gastos e ingresos en esta explotación. Quizás el dato que llama más la atención de la tabla 5 es el que hace referencia al porcentaje o proporción que representaban las compras realizadas por este agricultor a la Cooperativa respecto al total de gastos registrados en su contabilidad. En 1923 se acercaron al 20% y en 1924, con el aumento de las adquisiciones realizadas en el almacén de la Cooperativa, sobrepasaron el 43%. En el conjunto de los dos años tenemos que casi una tercera parte de los gastos de esta explotación derivaban de las compras de inputs diversos en la Cooperativa. Una relación mercantil entre el socio y la organización tan intensa permite concluir que, para explotaciones agrarias de este tipo, la participación en una cooperativa como la que nos ocupa tenía que suponer mejoras importantes en su cuenta de explotación a través de la adquisición en condiciones ventajosas de un amplio abanico de inputs.

Tabla 5.

Relación comercial con la Cooperativa Agrícola de Pierola de uno de los socios, 1923 y 1924

  1923  1924  Total 2 años 
a) Pesetas       
Ingresos por trabajos por cuenta de la Cooperativa  0,00  601,50  601,50 
Ingresos por la comercialización de la producción agrícola y ganadera  3.129,65  10.433,35  13.563,00 
Total ingresos  3.129,65  11.034,85  14.164,50 
Pagos por suministros de la Cooperativa  788,56  1.833,31  2.621,87 
Otros gastos  3.274,25  2.400,70  5.674,95 
Total gastos  4.062,81  4.234,01  8.296,82 
b) %       
% ingresos de la Cooperativa respecto al total  0,0  5,5  4,2 
% gastos por suministros de la Cooperativa sobre el total  19,4  43,3  31,6 

Fuente: La misma que tabla 3.

El suministro de piensos, fertilizantes y productos anticriptogámicos constituía la principal actividad de la Cooperativa Agrícola de Pierola, como en la mayoría de cooperativas agrícolas que se fundaron a inicios del siglo xx (Garrido, 1995, 1996, 2007). La demanda creciente de productos químicos que exigían los cultivos para adaptarse a las nuevas condiciones de los mercados agrícolas (Pujol, 1998b), la necesidad de garantizar su calidad y de abaratar su precio a través de las compras colectivas, fue cubierta en buena medida por las cooperativas. El suministro de estos insumos tenía una complejidad mucho menor que la elaboración agroindustrial, la venta en común de productos agrícolas o la organización de un servicio de crédito, tan necesario debido a la estacionalidad de los flujos de ingreso de la actividad agrícola13. Es, sin embargo, destacable que el tipo de actividad cooperativa que revestía una menor complejidad organizativa chocara con los graves problemas de financiación que antes hemos apuntado y que detallamos a continuación, un hecho que subraya la debilidad de muchas de estas cooperativas creadas en estos años.

Uno de los principales proveedores de la Cooperativa Agrícola de Pierola fue el comerciante mayorista de productos para la agricultura Joan Pallarès, domiciliado en Tarragona. Suministraba abonos, sulfato de cobre y principalmente azufre (que era la especialidad de esta casa comercial). La adquisición de estos productos por parte de la Cooperativa se hacía a crédito. En realidad las compras no sólo no se pagaban nunca al contado, sino que el comerciante de Tarragona iba anotando los importes correspondientes en una cuenta corriente de su contabilidad a los saldos de la cual cargaba el interés del 6% anual (tabla 6).

Tabla 6.

Cuenta corriente de la Cooperativa Agrícola de Pierola en la contabilidad de Joan Pallarès (Tarragona), 1924-1929 (ptas.)

  DebeHaberPagos 
  Compras  Intereses  Otros  Total   
1924  5.695,40  271,50  15.542,55  21.509,45  1.975,50 
1925  5.050,00  1.185,80  34,00  6.269,80  0,00 
1926  13.659,45  627,25    14.286,70  15.000,00 
1927  6.347,30  2.071,20    8.418,50  2.000,00 
1928  7.383,50  1.088,55    8.472,05  5.000,00 
1929  3.250,00  3.139,25  61,80  6.451,05  7.688,95 
TOTAL  41.385,65  8.383,55  15.638,35  65.407,55  31.664,45 

Fuente: Documentación patrimonial familia Fajardo, Extractos de la Cuenta Corriente de la Cooperativa Agrícola de Pierola con Joan Pallarès.

Las cifras que contiene la tabla denotan las dificultades que tenía la Coopertiva para abonar a Pallarès las cantidades que el comerciante acreditaba en concepto tanto de productos adquiridos, como de los cada vez más elevados importes a que ascendían los intereses acumulados. En este sentido debe tenerse en cuenta que estas dificultades ya venían de ejercicios anteriores a los resumidos en la tabla. Las 15.542,55 pesetas que figuran en la casilla de «otros» correspondiente a 1924 eran el importe de la deuda acumulada por la Cooperativa con el comerciante tarragonés en aquella fecha. En segundo lugar, destaca el pago realizado en 1926, el de mayor monto del período para el cual disponemos de datos. Las 15.000 pesetas abonadas a Pallarès seguramente proceden del crédito hipotecario que aquel año la Cooperativa suscribió con el Banco Hipotecario de España. Es probable que el recurso a la hipoteca estuviera motivado por la negativa del proveedor de Tarragona a conceder más crédito a la Cooperativa. Finalmente, si sumamos los totales del haber y del debe tenemos que a la altura de 1929 la cuenta arrojaba un saldo favorable a Pallarès de 33.743,10 pesetas. La magnitud de esta cifra fue lo que llevó a Joan Pallarès a proceder a su reclamación por la vía judicial que, aunque no disponemos de los detalles del proceso, parece ser que acabó con una nueva hipoteca sobre el edificio a duras penas levantado por los cooperativistas14.

En definitiva, estamos ante una muestra contundente de las dificultades financieras que esta cooperativa –al igual que muchas otras de las mismas características que existían en esta época en Cataluña y en España– tuvo que afrontar para dotarse de unas infraestructuras acordes a la ambición del proyecto cooperativo que pretendía llevar a cabo y también en el desarrollo de sus actividades cotidianas.

¿A qué hay que atribuir estas dificultades? ¿Era este un proyecto excesivamente ambicioso para que unos modestos agricultores lo llevaran a cabo? Sin duda la falta de apoyo financiero por parte del Estado o bien de una organización cooperativa de segundo grado dificultaba el éxito de estas iniciativas de ámbito local. Hay que añadir además la incapacidad para sumar a la iniciativa el conjunto del colectivo de agricultores de la localidad. En el caso que nos ocupa, la profunda división social y política que existía en la pequeña localidad de Pierola motivó que no se unieran los esfuerzos en torno a la iniciativa de la Cooperativa y que, al contrario, se creara un proyecto paralelo casi idéntico, que restó capacidad y eficacia a ambas iniciativas.

La constitución de la Cooperativa Agrícola de Pierola respondió a un proyecto de carácter estrictamente económico con el objetivo por parte de los pequeños agricultores de hacer frente a una coyuntura especialmente adversa. Inicialmente habían pretendido dejar de lado completamente las divergencias políticas que existían en la población, de forma que en los estatutos de la sociedad se estipuló que «queda totalmente excluida la política en los departamentos cooperativos, no cabiendo hablar en ningún concepto político ni religioso»15. La junta directiva de la entidad en los primeros años tuvo un carácter políticamente transversal, participando en ella elementos de diversas tendencias políticas. Sin embargo, tal y como muchos años después reconocería el que fuera el último presidente de la entidad, «en efecto la política acabó jugando su papel»16. A partir de 1919 desapareció la por algunos anhelada transversalidad política de la Cooperativa. La entidad acabó controlada por personas ideológicamente muy próximas al republicanismo de izquierdas que en 1931 acabaría dando lugar a la creación de Esquerra Republicana de Catalunya. Esta orientación política que imprimieron sus dirigentes a la entidad a sus pocos años de vida hizo que la creación de la Cooperativa Agrícola y la construcción de su majestuoso edificio no quedaran sin respuesta por parte del sector antagónico de la sociedad local.

4La réplica conservadora y el dualismo cooperativo

En 1919 inició sus actividades el Sindicato Católico Agrícola de Hostalets de Pierola, que un año después contaba con un número de socios similar al de la Cooperativa17. Como veremos, al igual que la Cooperativa Agrícola, su actividad principal era el suministro de abonos, sulfatos y azufres, aunque también realizaba pequeños préstamos en metálico a través de una caja de crédito. Su actuación más destacada consistió en el establecimiento de un molino de aceite cooperativo.

Hay que inscribir la creación de este sindicato en la ofensiva del catolicismo social desplegada desde 1917. Este año se había constituido la Federación Católico-Agraria Barcelonesa para agrupar los sindicatos agrícolas existentes en el ámbito de la diócesis de Barcelona y fomentar la creación de nuevos sindicatos agrícolas adscritos a la jerarquía eclesiástica. Formaba parte de la Confederación Nacional Católico Agraria y en el suministro de inputs agrícolas actuaba como intermediaria entre los sindicatos federados (como cooperativa de segundo grado) y las demás federaciones españolas18.

En 1920 la Federación Católico-Agraria Barcelonesa tenía adheridos unos 25 sindicatos; pero pronto entró en crisis y sólo funcionó hasta el año 1926, en que se constituyó la Unión de Sindicatos Agrícolas Católicos de Cataluña, con sede en Barcelona. En comparación con las demás federaciones católicas catalanas, la Federación barcelonesa tuvo una implantación muy escasa. Pero donde realizó una labor más destacable fue en la zona más genuinamente rabassaire, donde el catolicismo agrario tenía un mayor interés por consolidar su presencia y contrarrestar la influencia del sindicalismo rabassaire (Pomés, 2000). Como se ha puesto de manifiesto en el primer apartado del presente artículo, era precisamente en esta zona donde se encontraba el municipio de Pierola.

En el desarrollo del Sindicato Católico Agrícola de Hostalets de Pierola tuvieron también una intervención decisiva los servicios técnicos de agricultura de la Mancomunitat de Cataluña. Esta institución pública que agrupaba las cuatro diputaciones catalanas a través del servicio de Acción Social Agraria tenía como objetivo el desarrollo del cooperativismo agrario y proporcionaba asesoramiento técnico y jurídico a los sindicatos y cooperativas agrícolas (Casanovas, 1996; Balcells et al., 1996). Entre 1922 y 1923 trabajó en la puesta en marcha del molino de aceite cooperativo del Sindicato Católico de Hostalets de Pierola, así como en la creación de la caja rural y en el proyecto de una bodega cooperativa del sindicato, que no llegó a culminarse.

Como en el caso de la Cooperativa Agrícola, desgraciadamente tampoco se ha conservado el archivo del Sindicato Católico. El conocimiento que tenemos de las actividades desarrolladas por esta organización es a través del archivo patrimonial del que fuera uno de sus socios. Con el repertorio de recibos y anotaciones dispersas de este modesto agricultor hemos recogido en la tabla 7 las operaciones que constituyen el grueso de la relación mercantil que sostuvo con el Sindicato desde principios de los años veinte hasta mediados de la década de 1930.

Tabla 7.

Productos adquiridos por uno de los socios en el Sindicato Católico Agrícola de Hostalets de Pierola, 1922-1934 (ptas.)

  Sulfato de cobre  Azufre  Fertilizantes químicos  Patatas de siembra  Molturación de aceitunas  Total año 
1922  10,00          10,00 
1923  35,40  10,00  88,75  18,00  20,25  172,40 
1924    29,00  90,00      119,00 
1925             
1926  41,85  39,25  85,50  18,00    184,60 
1927             
1928          3,05  3,05 
1929             
1930  81,60  43,50  106,00  13,60  28,40  273,10 
1931        15,40  32,00  47,40 
1932  70,70  23,50        94,20 
1933  61,50  39,30  2,75  7,00  51,50  162,05 
1934  40,00  49,80        89,80 
TOTAL  341,05  234,35  373,00  72,00  135,20  1.155,60 

Fuente: AMHP, Fondo patrimonial Pere-Lluc, recibos y papeles sueltos.

Notas: En los años 1925, 1927 y 1929 no se ha detectado ninguna operación. Es posible que se deba al extravío de la documentación. Véanse los porcentajes en la figura 3.

Las figuras 2 y 3 permiten comparar las operaciones realizadas por este socio del Sindicato Católico y las que hemos tenido ocasión de analizar de uno de los socios de la Cooperativa Agrícola. La comparación permite extraer algunas conclusiones interesantes.

Figura 2.

Productos adquiridos por uno de los socios en la Cooperativa Agrícola, 1923-1926. Fuente: tabla 3.

(0.18MB).
Figura 3.

Productos adquiridos por uno de los socios en el Sindicato Católico, 1922-1934. Fuente: tabla 7.

(0.17MB).

Aunque el tipo de operaciones que realizaban ambos agricultores con sus respectivas entidades cooperativas eran muy similares, constatamos dos diferencias significativas. En primer lugar, el mayor peso de los productos para la alimentación del ganado porcino en las compras del socio de Cooperativa Agrícola. Como sabemos, el aprovisionamiento a buen precio de piensos había sido una de las razones para la creación de la Cooperativa Agrícola. Y en segundo lugar, el servicio de molturación de aceitunas que ofrecía el Sindicato Católico en su almazara y del cual no disponía la Cooperativa Agrícola.

A pesar de estas diferencias, debemos insistir en que las dos entidades tenían grandes similitudes en cuanto a los servicios que ofrecían y a su modo de operar. En este sentido cabe señalar que ambas también intentaron ofrecer crédito a sus asociados. En el caso de la Cooperativa, seguramente de forma mucho más informal que en el Sindicato Católico. Esta entidad ya en sus inicios se dotó de una caja rural. Aunque disponemos de muy poca información de las operaciones de la misma, hemos podido documentar algunos créditos a los socios del Sindicato para financiar la adquisición de fertilizantes. El tipo de interés que se aplicaba era del 4 por ciento y el plazo de devolución del crédito se fijaba (en las operaciones que hemos podido ver) en 6 meses. Se exigía una garantía para estos créditos que habitualmente consistía en alguna cuba de vino propiedad del asociado19.

El funcionamiento paralelo en una población tan pequeña de dos entidades tan similares limitaba las economías de escala en la adquisición en común de inputs agrícolas, que era la principal función cooperativa que desarrollaban. Prueba de ello es que ya en 1920 un comerciante local declinó la representación de un mayorista de fertilizantes en Pierola por la falta de mercado al margen de las cooperativas: «Sólo le diré que si quieren poner algo de guano depositado en casa pueden hacerlo, pero yo no respondo si lo venderán por la razón de que en esta localidad hay establecida Cooperativa y Sindicato, en cuyas Sociedades están inscritos cuasi todos [los] labradores del pueblo y están provistos de abonos»20.

Atendiendo al tamaño reducido de la población, la existencia de una única cooperativa habría sido mucho más eficiente. Habría permitido reducir los costes de inversión (que pesaron como una losa para la Cooperativa Agrícola) y también los costes de gestión, y habría permitido realizar economías también en las compras de insumos al aumentar la escala de los suministros. A su vez se habrían podido ofrecer otros servicios cooperativos que los agricultores de la localidad se veían obligados a buscar en entidades similares de poblaciones vecinas como Piera o Martorell. Este sería el caso, por ejemplo, de un agricultor que por lo menos en las campañas de 1927 y 1929 utilizó el servicio de trilla mecánica del Sindicato Católico Agrícola del Santo Cristo de Piera21. Curiosamente, por estas fechas este mismo agricultor desempeñaba el cargo de vocal en la Junta Directiva de la Cooperativa Agrícola de Pierola22. Sucedía un caso similar con uno de los dirigentes del Sindicato Católico Agrícola de Hostalets de Pierola que, ante la falta de oferta por parte de las entidades cooperativas de la localidad del servicio de molturación de granos, acudió en la campaña de 1934 al expresado sindicato de Piera para molturar 308kg de cebada23.

Simple y llanamente, mientras que las dos entidades cooperativas de Pierola duplicaban servicios, los agricultores de la población, incluidos los directivos de ambas cooperativas, no tenían más remedio que acudir para realizar la trilla mecánica o la molturación de granos a entidades de pueblos vecinos. En conclusión: la duplicidad de servicios limitaba sus posibilidades y agravaba los problemas de financiación de la actividad cooperativa, a la vez que forzaba a los demandantes de servicios cooperativos a acudir a entidades distintas e incluso alejadas geográficamente.

Este sería también el caso de un servicio como el de la destilación de los subproductos de la vinificación, tan importante para una población de decidida vocación vitícola como la que nos ocupa. En el municipio de Pierola había dos delegaciones del Sindicato Vitícola Comarcal de Martorell, que en 1918 edificó una fábrica para la obtención de alcoholes y tartratos con los subproductos de la vinificación. En 1931 aquellas delegaciones sumaban 146 asociados24. Teniendo en cuenta que el número de cabezas de familia existentes en el municipio se situaba en torno a los 250, el número de asociados era muy notable y es muy probable que llegara a superar la suma de asociados de las dos cooperativas existentes en el municipio. Según un observador, el Sindicato Vitícola Comarcal de Martorell fue la entidad cooperativa que tuvo una mayor repercusión en el municipio (Montserrat Valls, 2006).

El porqué de la existencia de dos asociaciones que realizaban las mismas funciones cooperativas sólo se explica por la división social existente. La red asociativa local de la que estas entidades formaban parte no podía sustraerse a la dinámica social de la que habían surgido. En un período convulso como fue el primer tercio del siglo xx estas asociaciones tuvieron un papel protagonista en la conflictividad social y política que se vivió a nivel local y general. A través de ellas la confrontación social adoptó un carácter institucional, en la medida en que los enfrentamientos desembocaron en la creación de asociaciones de signo político contrapuesto que entraban en abierta competencia. El caso estudiado es sólo un ejemplo más de una dinámica bien conocida en las comarcas de la Cataluña meridional, donde en algunas localidades competían dos bodegas cooperativas, una de extracción más popular (o «de los pobres») y otra que habían organizado los propietarios (o «de los ricos») (Gavaldà, 1989; Gavaldà y Santesmases, 1993; Mayayo, 1985, 1989; Santesmases, 1996).

5Cooperativismo, dinamismo asociativo y confrontación social y política

Las dos cooperativas agrícolas de Pierola formaban parte de un entramado asociativo local en el que afloraban las diferencias sociales y políticas de sus miembros. En este entramado había, además de las cooperativas, asociaciones mutualistas y otras que cumplían funciones relacionadas con la sociabilidad local, pero todas ellas estaban muy interrelacionadas. Prueba de esta estrecha vinculación es que en 1923 la junta directiva de la Hermandad de Socorros Mutuos de San Sebastián acordó «que en vista de existir en la Caja de esta Hermandad un fondo más que suficiente para atender á las necesidades de dicha sociedad, [...] destinar la cantidad de mil pesetas e imponerla a la Caja del Sindicato Católico Agrícola establecida en este pueblo»25. Presidía entonces la hermandad Jaume Valls Sagristà uno de los fundadores de la Cooperativa Agrícola (fue secretario de su primera junta directiva en 1915), pero que, dada su ideología conservadora, pronto abandonó esta organización y fue uno de los impulsores y dirigentes del Sindicato Católico Agrícola. Concretamente sabemos que a lo largo de los años 1920 ocupó el mismo cargo de secretario y el de vicesecretario en la Junta Directiva del Sindicato Católico26.

En el ámbito político, ambas organizaciones cooperativas no fueron ajenas a los enfrentamientos que se produjeron a nivel local y que eran fiel reflejo de los que se desarrollaron a nivel general. La fundación del Sindicato Católico Agrícola, en 1919, estuvo precedida por la creación, un año antes, de una sociedad política-recreativa denominada Unión Regionalista Hostaletense, que tenía entre sus objetivos «propagar las ideas Regionalistas»27y que a partir de su constitución en 1918 funcionó de facto como la sección local del partido de Cambó, la Lliga Regionalista.

En 1924 emprendió la construcción de un local social propio, el Casal Català, que aglutinaría al sector social antagónico al de la Cooperativa Agrícola. La propia iniciativa de construir el Casal Català puede interpretarse como una respuesta a la construcción del edificio de la Cooperativa (Planas y Valls-Junyent, 2009). El presidente de la Unión Regionalista, Joan Vallès Llopart, tuvo una activa intervención en la constitución del Sindicato Católico Agrícola y en la consecución de la ayuda que, como hemos visto, recibió de los servicios técnicos de la Mancomunitat de Cataluña, gobernada por la Lliga Regionalista. Además ejerció de tesorero en el Sindicato desde 1919 hasta por lo menos 1930. Alineado con el catalanismo conservador de la Lliga, fue concejal del Ayuntamiento de Pierola desde 1914 y alcalde entre 1919 hasta 1923, en que fue destituido como consecuencia del golpe de Estado de Primo de Rivera. El resto de los dirigentes del Sindicato Católico también se situaban políticamente en la órbita de la derecha regionalista y desarrollaron cargos de responsabilidad a la vez en la Unión Regionalista Hostaletense y en la Hermandad de Socorros Mutuos de San Sebastián antes mencionada.

Por su parte, la Cooperativa Agrícola también se vio fuertemente involucrada en la dinámica social y política de la localidad. En 1920 se constituyó una entidad denominada Fomento Recreativo cuya finalidad era «procurar entre los individuos que la forman todas las distracciones y pasatiempos que se crean convenientes» y que se ubicaría «en uno de los departamentos del edificio que se construye por cuenta de la Cooperativa Agrícola de esta vecindad»28. Creada por los mismos dirigentes de la Cooperativa como asociación recreativa, sería muy permeable a las inquietudes políticas. Con el advenimiento de la Segunda República cambió su denominación por la de Fomento Republicano y se constituyó como sección local de la recién creada Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)29. Durante los años treinta los principales dirigentes de la Cooperativa se posicionaron a favor de opciones políticas de izquierda más o menos radicales, desde ERC hasta la Confederación Nacional del Trabajo, pasando por el Partido Socialista Unificado de Cataluña y, muy especialmente, la Unió de Rabassaires.

En la tabla 8 comparamos la extracción social de los principales dirigentes de la Cooperativa Agrícola y organizaciones afines, con la de los dirigentes del Sindicato Católico y demás entidades vinculadas a él. Se puede comprobar que los dirigentes de la Cooperativa Agrícola eran de una extracción social claramente más modesta que los del Sindicato Católico. Mientras que los 20 principales dirigentes de la Cooperativa y organizaciones afines tributaban por utilidades 21.720 pesetas, los 20 dirigentes de las organizaciones competidoras vinculadas a la Cooperativa tributaron en su conjunto por un importe un 40% inferior (13.340 pesetas). Esta diferencia se hace muy evidente si reducimos nuestra comparación al núcleo duro de ambas direcciones. Mientras que los cinco principales dirigentes del Sindicato Católico (entendiendo por tales los cinco que más frecuentemente encontramos ocupando cargos directivos tanto en el propio Sindicato como en las organizaciones afines) tributaron en concepto de contribución de utilidades un promedio más de tres veces superior a sus homólogos de la Cooperativa Agrícola.

Tabla 8.

Contribución de utilidades satisfecha por los 20 principales dirigentes de la Cooperativa Agrícola y del Sindicato Católico y entidades afines

Clasificación de los principales dirigentes asociativos según el tiempo que ocuparon cargos  Dirigentes del Sindicato Católico y organizaciones vinculadas (total ptas.)  Dirigentes de la Cooperativa Agrícola y organizaciones vinculadas (total ptas.)  Dirigentes del Sindicato Católico y organizaciones vinculadas (promedio ptas.)  Dirigentes de la Cooperativa Agrícola y organizaciones vinculadas (promedio ptas.) 
Los 5 primeros  12.260  3.650  2.452,0  730,0 
Del 6 al 10  3.710  3.650  742,0  730,0 
Los 10 últimos  5.750  6.040  575,0  604,0 
TOTAL  21.720  13.340  1.086,0  667,0 

Fuentes: AMHP, Reparto contribución de utilidades, 1930, reg. 42. La composición de las juntas directivas de las asociaciones vinculadas a la Cooperativa Agrícola y al Sindicato Católico se extrae de los respectivos expedientes conservados en el AGDGC.

Con la proclamación de la República se abrieron entre los rabassaires unas enormes expectativas de conseguir cambios legislativos para acceder a la propiedad de la tierra que trabajaban. La Cooperativa Agrícola de Pierola sirvió entonces como plataforma organizativa de los rabassaires del municipio de Pierola en su lucha contra los propietarios. Bajo el amparo de esta organización e impulsada por sus propios dirigentes, se creó en Pierola una delegación local de la Unió de Rabassaires. Se trataba de un sindicato agrícola que agrupaba al mismo sector de campesinos adherido a la Cooperativa Agrícola, pero que tenía una orientación claramente reivindicativa30.

El Sindicato de Agricultores Rabassaires de Pierola consiguió una implantación notable al brindar apoyo a los agricultores en sus demandas de revisión de contratos de cultivo. En el momento de su constitución contaba con 124 socios, alcanzando los 149 afiliados dos años más tarde. Si tenemos en cuenta que en el municipio vivían unas 250 familias, suponía un nivel de afiliación de aproximadamente el 60 por ciento31. El magnetismo que ejerció el movimiento rabassaire entre el campesinado tiene que explicarse a partir de las graves dificultades económicas que afectaban a las pequeñas explotaciones vitícolas. Ante la crisis vitícola, estos campesinos veían entonces la oportunidad de conseguir el control de la propiedad de la tierra que trabajaban o, como mínimo, una reducción de la renta que pagaban al propietario, como solución para conseguir reequilibrar su cuenta de explotación.

ERC fue capaz de canalizar estas aspiraciones y liderar este movimiento reivindicativo de forma que, en estos primeros años treinta la Cataluña rabassaire se convirtió en una sólida base social del partido de Macià y Companys. El municipio de Pierola no fue una excepción. En las elecciones municipales de 14 de enero de 1934 venció la candidatura de ERC encabezada por Joan Valls Pujol, que era presidente del Sindicato Rabassaire y, al mismo tiempo, vicepresidente de la Cooperativa Agrícola. La candidatura de la Lliga, encabezada por uno de los hombres de peso del Sindicato Católico y la Unión Regionalista Hostaletense, Jaume Valls Sagristà, sólo consiguió 2 de los 7 concejales que componían el pleno del ayuntamiento.

La llegada al poder municipal de ERC se producía en un contexto general de tensión derivada de la espera de la promulgación de la Ley de Contratos de Cultivo por parte del Parlamento de Cataluña, que tenía que resolver definitivamente la cuestión rabassaire. Sin embargo, la aprobación de esta ley exacerbó aún más la confrontación entre propietarios y rabassaires. El Instituto Agrícola de San Isidro promovió su impugnación ante el Tribunal de Garantías Constitucionales y, cuando la ley quedó anulada, el malestar acumulado en las comarcas rabassaires fue el combustible que encendió la jornada revolucionaria del 6 de octubre.

En Pierola, después de los hechos ocurridos en octubre de 1934, el alcalde rabassaire fue destituido por su supuesta implicación en los mismos y se creó una junta gestora municipal. Formó parte de ella el mencionado Jaume Valls Sagristà, que acabaría por ocupar el cargo de alcalde en junio de 1935. A la represión política hay que sumar las represalias que tomaron algunos propietarios contra aquellos rabassaires que más se habían distinguido por su activismo sindicalista.

Uno de los incidentes entre propietarios y rabassaires de Pierola llegó incluso a las Cortes de la República en Madrid: un diputado de ERC defendió una proposición no de ley que exigía el fin de las detenciones arbitrarias de rabassaires y el cumplimiento de la ley por parte de la fuerza pública, que en muchos casos se limitaba a favorecer a los propietarios en contra de los cultivadores, sin atender a los procedimientos administrativos y judiciales legalmente establecidos32. Estas situaciones no hacían más que incrementar la tensión y crear un ambiente de confrontación que de nuevo afloró después de las elecciones generales de febrero de 1936, al ser rehabilitados los ayuntamientos destituidos en octubre de 1934.

El estallido de la Guerra Civil y el triunfo de la revolución en Cataluña repercutieron en la dinámica asociativa y cooperativa local. El 27 de agosto de 1936 la Generalitat de Cataluña aprobó un decreto de sindicación obligatoria de los cultivadores de la tierra que estableció la organización conjunta de los sindicatos agrícolas existentes y la entrada en la organización de todos los agricultores no sindicados. En el municipio de Pierola esta organización conjunta implicó la fusión de la Cooperativa Agrícola y el Sindicato Católico Agrícola y la creación de un Sindicato Agrícola de Hostalets de Pierola, organización que desde entonces se confunde con la Cooperativa Agrícola preexistente (en muchos documentos se mantuvo la denominación, un signo de su preponderancia en el nuevo Sindicato Agrícola) e incluso con el Sindicato Agrícola de Agricultores Rabassaires.

La existencia de una única organización cooperativa y su responsabilidad en el aprovisionamiento de la población de productos de primera necesidad incrementó sustancialmente sus actividades, como puede percibirse en la figura 4.

Figura 4.

Movimiento de caja de la cooperativa agrícola de Pierola. Octubre 1935-enero 1939 (Medias móviles de 5 meses en valores constantes expresados en ptas. de 1913). Fuente: Documentación patrimonial familia Fajardo. Libro de caja de la Cooperativa Agrícola de Pierola (1935-39).

(0.26MB).

Aunque no pueden olvidarse las circunstancias excepcionales derivadas del contexto revolucionario y bélico desde el 18 de julio de 1936, en una situación de escasez y de especulación en torno al comercio de estos productos, el gráfico es indicativo de las posibilidades que habría permitido la agrupación del conjunto de agricultores de la localidad en una única organización cooperativa. Después de descontar los efectos del proceso inflacionario y aún con la caída de actividad que experimentó en 1938, el movimiento de caja del nuevo Sindicato Agrícola de Pierola duplica las cifras de la Cooperativa antes de la guerra. En 1937 el Sindicato Agrícola de Pierola era la primera cooperativa agrícola local en número de socios (250) y la segunda en volumen de ventas realizadas (79.958 pesetas) del conjunto de cooperativas adheridas a la Federación Comarcal de Cooperativas de Igualada. Este mismo año realizó una emisión de moneda social propia por valor de 9.000 pesetas, en monedas metálicas de 5 y 10 céntimos y de 1, 2 y 5 pesetas. Se trataba de una respuesta espontánea de las instituciones locales ante la desaparición de moneda fraccionaria provocada por el atesoramiento de sus tenedores (Bricall, 1979). El propio ayuntamiento de la localidad reconocía que «la manca de moneda fraccionaria causava greus pertorbacions al veïnat» y, puesto que «ni l’Estat, ni la Generalitat no havien solucionat aquest problema que es deixa sentir arreu de Catalunya malgrat el temps que fa que el problema es deixa sentir», acordó la emisión de papel moneda de curso local obligatorio por un valor total 5.000 pesetas33. La emisión de moneda del Sindicato Agrícola de Pierola casi duplicaba la realizada por el gobierno local, una prueba más de la capacidad económico-financiera adquirida por el Sindicato Agrícola en estos momentos críticos.

6Conclusiones

La entrada de las tropas franquistas en la localidad el 23 de enero de 1939 puso punto y final a la trayectoria del Sindicato Agrícola y, por tanto, de la Cooperativa Agrícola fundada en 1915. El local de la sociedad fue clausurado y todos sus géneros incautados por las fuerzas ocupantes. El edificio fue ocupado por Falange para convertirse más tarde en sede de la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos. Pero al estar hipotecado y sin posibilidad de retornar las deudas contraídas con el comerciante tarragonés Joan Pallarès, el inmueble pasó en 1944 a su propiedad34. A partir de entonces se inició un deterioro progresivo del edificio y en 1977 el propietario solicitó la declaración de ruina y se procedió a su demolición. Los esfuerzos por evitarlo de los antiguos socios y de los descendientes de aquellos (constituidos en comisión gestora para la recuperación del patrimonio de la Cooperativa) fueron infructuosos (Pujol González, 2002).

La desaparición de la Cooperativa de Pierola –incluso física con su demolición– constituye todo un símbolo de la debilidad de muchas de estas cooperativas agrícolas organizadas con muchos esfuerzos por los pequeños campesinos durante las primeras décadas del siglo xx. Como muchas de estas sociedades, la Cooperativa de Pierola fue una iniciativa exclusivamente local, que no llegó a vertebrarse con ninguna federación o cooperativa de segundo grado, ni tuvo apoyos externos que contribuyeran a su viabilidad financiera. Pero, además, tuvo que lidiar con otro gran obstáculo para lograr consolidarse. Aunque había nacido con la voluntad de convertirse en una organización cooperativa que agrupara a los distintos sectores del campesinado local, evitando cualquier orientación de tipo político, el contexto de conflictividad social lo hizo imposible y pronto se convirtió en la organización que agrupaba a los sectores populares más afines con el movimiento rabassaire.

La respuesta del sector local antagónico no se hizo esperar. Un grupo capitaneado por propietarios y labradores acomodados impulsó la creación de otra cooperativa, el Sindicato Católico Agrícola. Esta entidad desarrolló una actividad paralela a la de la Cooperativa, con lo que le restó capacidad económica y dificultó su consolidación. El Sindicato Católico tuvo un mayor apoyo exterior, tanto por parte de la administración pública (los servicios técnicos de la Mancomunitat) como de la Federación Católico-Agraria Barcelonesa. Sin embargo, la vida efímera de esta federación limitó la ayuda al Sindicato Católico de Pierola y su desarrollo como cooperativa.

Lejos de estimular la mejora de la prestación de servicios, la competencia entre dos cooperativas en un ámbito tan reducido y sin el apoyo externo adecuado fue un obstáculo para su desarrollo. Ello obliga a replantear la idea de vitalidad y dinamismo del cooperativismo agrario de las primeras décadas del siglo xx, puesto que la multiplicidad de iniciativas derivó en una atomización de los esfuerzos cooperativos que restó capacidad económica a estas organizaciones y, por tanto, las mejoras materiales que podían haber ofrecido a los agricultores acabaron siendo más bien exiguas.

Sin embargo, esta multiplicidad de asociaciones fue, en muchos casos, inevitable atendiendo al contexto social. La participación de los campesinos en las cooperativas estaba muy condicionada a la confianza que inspiraran sus dirigentes. La división social y política limitaba esta confianza y, por tanto, favorecía la existencia de iniciativas independientes y con menores posibilidades de consolidación. En definitiva, las cooperativas, como organizaciones de carácter colectivo, no podían abstraerse de la dinámica social y política en que estaban inmersas, y un contexto de conflictividad como el que existía en muchas zonas rurales de Cataluña en este período dificultaba la cooperación entre sectores sociales distintos. Del caso estudiado puede concluirse, por tanto, que la confrontación social y política existente en el ámbito local acabó desempeñando un papel fundamental en el fracaso de muchas de estas cooperativas.

Financiación

Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigación HAR2009-13748-C03-01 financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y también en el proyecto 2009-ACOM-00002 financiado por la Generalitat de Catalunya.

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