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Inicio Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research Precios y salarios en Madrid, 1680-1800
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Vol. 7. Núm. 2.
Páginas 295-309 (junio 2011)
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Vol. 7. Núm. 2.
Páginas 295-309 (junio 2011)
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Precios y salarios en Madrid, 1680-1800
Prices and wages in Madrid, 1680-1800
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Enrique Llopis Agelán
Autor para correspondencia
llopisagelan@telefonica.net

Autor para correspondencia.
, Héctor García Montero
Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, España
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Investigaciones de Historia Económica. 2011;7:42210.1016/j.ihe.2011.10.001
Enrique Llopis Agelán, Héctor García Montero
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Tabla 1. Componentes, bienes y servicios y ponderaciones (en %) de la cesta de la compra de los madrileños
Tabla 2. Tasas de crecimiento de los precios en vellón en diversas ciudades de la corona de Castilla (en %)
Tabla 3. Desviaciones típicas de las tasas logarítmicas de variación de los índices de precios de los distintos componentes de la cesta de la compra de los madrileños, 1680-1800
Tabla 4. Desviaciones típicas de las tasas logarítmicas de variación de los índices de precios al consumo en diversas ciudades (precios en plata)
Tabla 5. Promedios anuales de los jornales de los peones de albañil en varias ciudades europeas, 1680-1799 (en gramos de plata
Tabla 6. Índices de los salarios reales de los peones de albañil, 1680-1799 (base 100= 1680-1699)
Tabla 7. Skill Premium en el sector de la construcción en varias ciudades europeas, 1700-1799 (EN %)
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Resumen

El objetivo esencial de este artículo es el análisis de la evolución de precios y salarios reales en la ciudad de Madrid entre 1680 y 1800. Los libros de cuentas de diversas instituciones benéficas han constituido la fuente primordial de esta investigación. Las principales conclusiones del trabajo son: 1) después de 1690, el coste de la vida evolucionó en Madrid y en la mayor parte de ciudades europeas de un modo similar; 2) las fluctuaciones interanuales de los precios fueron bastante menos violentas en Madrid que en Palencia, Sevilla y Toledo; 3) en la segunda mitad del setecientos, Madrid fue una de las urbes del viejo continente en la que más abruptamente descendieron los salarios de los trabajadores no cualificados; 4) durante el siglo xviii, el «skill Premium» en Madrid se mantuvo en niveles altos en la construcción y aumentó considerablemente en el sector servicios; y, 5) el diferencial de salarios entre hombres y mujeres se redujo en dicha centuria debido, probablemente, al incremento del peso del trabajo femenino en el importante sector del servicio doméstico madrileño.

Palabras clave:
Precios
Salarios
Siglo xviii
Madrid
España
Europa
Códigos JEL:
N33
N63
N90
N93
Abstract

The essential aim of this article is to analyze the evolution of prices and real wages in Madrid between 1680 and 1800. The basic source for this research consists of the account books from different charity institutions. The main conclusions are: 1) after 1690, the cost of living in Madrid and in most European cities evolved in a similar way; 2) year on year price fluctuations were less steep in Madrid than in Palencia, Seville and Toledo; 3) in the second half of the 18th century, Madrid was one of Europe's cities where wages of unskilled workers fell more abruptly; 4) during the 18th century, skill premium remained in high levels in construction and increased notably in the services sector; and, 5) the wage gap between men and women decreased during the century owing, probably, to the relative increment in demand for female labour in the important sector of Madrid's domestic services.

Keywords:
Prices
Wages
18th Century
Madrid
Spain
Europe
JEL classification:
N33
N63
N90
N93
Texto completo
1Introducción

En la última década, los salarios se han convertido en una pieza crucial, tal vez la más importante, en la elaboración de diversos panoramas generales del crecimiento económico de numerosas partes de Eurasia entre los siglos xiv y xviii: 1) esa variable sigue siendo utilizada para estudiar los niveles de vida y sus diferentes trayectorias en distintas áreas de Europa y Asia durante el período anteriormente indicado (Allen, 2005), 2) muchas de las estimaciones del crecimiento del producto agrario, que constituía el elemento más voluminoso del PIB de la mayor parte de las economías, en varios países europeos se están efectuando a través de funciones de demanda en las que los salarios desempeñan un cometido vital como proxy de la renta por habitante (Allen, 2000; Malanima, 2003; Álvarez Nogal y Prados de la Escosura, 2007), y, 3) el skill premium ha sido utilizado como uno de los indicadores a largo plazo de la formación de capital humano, fenómeno al que se le ha atribuido un papel esencial en el éxito económico de los países de Europa noroccidental en los siglos modernos (Van Zanden, 2009a).

A nuestro juicio, la nueva historia económica de la época preindustrial está excesivamente basada en los escasos, fragmentarios y no siempre suficientemente representativos registros salariales analizados. En primer lugar, la importancia del trabajo asalariado era relativamente exigua en no pocas áreas de Europa y, sobre todo, Asia (Van Zanden, 2009a)1. En segundo lugar, las rentas salariales, sobre todo en el mundo rural, eran un capítulo más o menos importante de los ingresos de las familias, pero casi nunca constituían su única fuente de obtención de recursos físicos y monetarios2. En tercer lugar, consideramos que la capacidad adquisitiva de los jornales no es un buen proxy de la renta por habitante: por un lado, el precio relativo de los factores de producción registró profundos cambios entre 1450 y 1800, y, por otro lado, la oferta por habitante de trabajo aumentó notablemente en determinadas fases de la Edad Moderna3, especialmente en el caso de las mujeres, y, en consecuencia, las rentas salariales de las familias tuvieron, en el largo plazo, una evolución bastante menos negativa que la de los jornales. En cuarto lugar, el porcentaje de población urbana, sobre todo en las grandes ciudades, que vivía en torno a los umbrales de la marginalidad y que tenía ingresos salariales irregulares era bastante elevado y variable en el tiempo (López Barahona, 2009). Y, en quinto lugar, el skill premium se está calculando casi exclusivamente a partir de series de una o de un reducido número de profesiones urbanas, además, no siempre podemos asegurar que en las comparaciones internacionales se estén calculando las retribuciones relativas entre categorías de trabajadores con idénticas diferencias en sus grados de cualificación.

Las reservas precedentes en absoluto implican que no consideremos que los salarios constituyan una variable vital para el estudio del crecimiento económico y de los niveles de vida en la Europa moderna. A este respecto, conviene recordar que la población asalariada suponía un elevado porcentaje de los activos urbanos y que el peso de las rentas del factor trabajo en los ingresos de bastantes familias tendió a aumentar como consecuencia del empobrecimiento de amplios sectores del campesinado en no pocos territorios (Hoffman et al., 2005)4, de la reducción del número anual de días festivos y de la creciente participación de niños y, sobre todo, mujeres en los mercados laborales, especialmente en el siglo xviii5.

Este trabajo pretende ampliar y mejorar nuestro conocimiento sobre la evolución de los precios y de los salarios urbanos en la España moderna. Está centrado en la ciudad de Madrid y ofrece, para el período 1680-1800, índices del coste de la vida y de sus distintos componentes e índices de salarios reales de diferentes oficios y categorías del sector de la construcción y del sector servicios. Para este último presentamos series tanto de salarios masculinos como femeninos.

Consideramos innecesario repetir los comentarios que recientemente hemos realizado sobre la historiografía europea y española acerca de la evolución de precios y salarios en la Edad Moderna (Llopis y García Montero, 2009; Llopis et al., 2009). No obstante, sí queremos añadir o recalcar algunas cuestiones. Por un lado, los panoramas generales acerca de la evolución de los salarios en la Europa moderna siguen teniendo un excesivo grado de dependencia con respecto a los índices de retribuciones de los albañiles (Van Zanden, 1999; Allen, 2001; Chor, 2005). Por otro lado, pese a los indudables avances que han representado los denominados índices de precios de segunda generación (Feinstein, 1998; Van Zanden, 2005; Hoffman et al., 2005; Llopis et al., 2009)6, las estimaciones sobre las trayectorias del coste de la vida en la Europa moderna no han conseguido todavía resolver algunos problemas: nuestro conocimiento sobre la composición del gasto familiar y sobre sus modificaciones en los siglos xvi, xvii y xviii sigue siendo insuficiente, asimismo, pese a que las cestas de la compra de los nuevos índices de precios integran más bienes y servicios que las de los viejos, las lagunas informativas impiden acabar con todas las carencias y desequilibrios de aquéllas. Además, conviene ser consciente de que la evolución del coste de la vida ha sido reconstruida casi exclusivamente en las ciudades de tamaño mediano y, sobre todo, grande. Y dado que las fuentes habituales de precios urbanos de bastantes mercancías, los libros de cuentas de hospitales y otras instituciones, incluyen los distintos tipos de derechos y sisas sobre el consumo, y todos éstos tendieron a crecer bastante más en los núcleos de mayor dimensión y riqueza (Andrés, 1999), los índices del coste de vida elaborados tienden a exagerar algo las tensiones inflacionistas a escala regional, sobre todo en las fases en las que más se incrementaron los impuestos indirectos.

En lo que atañe a la España moderna, las investigaciones de mayor enjundia acerca del coste de la vida y de los salarios han sido las llevadas a cabo por Earl J. Hamilton sobre Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Valencia y Andalucía, y por Gaspar Feliu sobre Cataluña (Hamilton, 1975, 1988; Feliu, 1991, 2004). Hace poco más de una década se publicó la serie de los salarios de los peones de albañil que trabajaron en el Alcázar y en el Palacio Real de Madrid entre 1590 y 1750 (López García, 1998). Acerca de la fiscalidad, los precios y los salarios de los albañiles en el Madrid del Seiscientos se ha presentado recientemente un magnífico trabajo (Andrés y Lanza, 2009).

¿Qué aporta nuestra investigación a la historiografía de precios y salarios en la Edad Moderna? En primer lugar, Madrid era una de las pocas grandes ciudades europeas que apenas disponía de estudios monográficos sobre dichas variables en los siglos xvi, xvii y xviii. En realidad, casi todas las series de precios de Castilla la Nueva de E.J. Hamilton se construyeron con registros de Alcalá de Henares y sobre todo, de Toledo (Hamilton, 1975). Por su parte, el índice de salarios de Castilla la Nueva de dicho investigador americano para el período 1501-1650 está formado con las retribuciones de los empleados del Honrado Concejo de la Mesta, del Hospital de Antezana de Alcalá de Henares y del Hospital de Tavera de Toledo. La única serie de salarios que ofrece E.J. Hamilton para Madrid, elaborada con las cuentas de las obras del Palacio Real de Madrid, abarca sólo el período 1737-1800 (Hamilton, 1988)7. El hecho de emplear registros de precios y salarios de otras urbes de Castilla la Nueva no es irrelevante, ya que Madrid tenía importantes rasgos peculiares en los ámbitos demográfico, fiscal y económico que la diferenciaban claramente del resto de ciudades españolas y que influyeron en las variables objeto de estudio en este artículo.

En segundo lugar, nuestro índice de precios incluye el pan, el alquiler de vivienda, el vestido, el calzado y prácticamente todos los demás bienes y servicios de cierto relieve que integraban la cesta de la compra de las familias madrileñas. Puede ser considerado, pues, un índice de segunda generación. En él están incluidos 33 bienes y servicios. Teniendo en cuenta la notable rigidez de los salarios nominales y las intensas fluctuaciones de los precios de la mayor parte de los bienes de la cesta de la compra, es evidente la enorme trascendencia que la construcción de un buen índice del coste de la vida tiene para el estudio de la trayectoria de la capacidad adquisitiva de los trabajadores.

Y, en tercer lugar, Madrid, al igual que otras grandes ciudades europeas, era un núcleo de población en el que los servicios tenían bastante más importancia que las actividades manufactureras. En este trabajo ofrecemos salarios de albañiles y carpinteros, lo que facilita las comparaciones internacionales, pero también hemos construido series de retribuciones de once oficios del sector servicios. Por tanto, consideramos que el índice de salarios calculado para Madrid es más representativo que los elaborados para otras ciudades europeas a partir de un número de oficios bastante más reducido.

Entre las décadas de 1630 y 1740, el estancamiento constituye el rasgo que mejor define la trayectoria de la población y de la economía de la ciudad de Madrid. En cambio, en dicha urbe tuvo lugar un apreciable impulso demográfico desde poco antes de mediados del siglo xviii: el número de bautizados creció un 37,6 por 100 de 1730-1739 a 1790-1799 (Carbajo, 1987), además, en la segunda mitad del setecientos Madrid registró transformaciones económicas de cierto relieve: la capital de la Monarquía Hispánica seguía siendo, ante todo, un gran centro político, administrativo y de consumo, pero las actividades comerciales y financieras tendieron a cobrar una creciente importancia (Ringrose, 1985; Cruz, 2000; Tedde, 1983, 1990; Nieto, 2006).

Tras esta introducción, el artículo se organiza del siguiente modo: en el epígrafe 2 se describen las fuentes y el método de elaboración de los índices de precios y salarios, en el 3 se presentan y analizan los índices de precios, prestando una especial atención a las comparaciones con los de otras urbes españolas y europeas, en el 4 se repiten esas mismas operaciones con los salarios, y en el 5 se ofrecen unas breves conclusiones.

2Fuentes y metodología8

Hemos procurado que nuestro índice de precios no tuviese las carencias atribuidas a los llamados índices de precios de primera generación9. Para ello, hemos realizado un esfuerzo de búsqueda en los archivos en aras de lograr: 1) que la cesta de la compra utilizada contuviese todos los componentes esenciales de los presupuestos de las familias urbanas madrileñas del siglo xviii, y, 2) que cada uno de esos componentes estuviese integrado por el mayor número de bienes posible, tanto viejos como nuevos. Concretamente, nuestra cesta de la compra consta de las siguientes rúbricas: alimentación, vestido y calzado, vivienda, combustibles e iluminación y otros gastos. El índice de precios de alimentación se ha construido con registros de veinticuatro productos, el de vestido y calzado con los de cinco, el de combustibles e iluminación con los de dos, el de vivienda con los de un servicio (el alquiler de casas) y el de otros bienes con los datos concernientes al jabón.

Las series de precios y salarios que hemos construido proceden de las contabilidades de tres instituciones benéficas madrileñas: el Colegio de Santa Isabel, la Santa Hermandad del Refugio y la Inclusa de Madrid10. Estas fuentes fueron seleccionadas, tras rastrear otras muchas, debido a que posibilitaban la construcción de series continuas o prácticamente continuas de precios de bastantes bienes y servicios y de salarios de trabajadores de distintos oficios y categorías.La serie de alquileres de casas se ha formado con las rentas de los inmuebles urbanos de El Refugio y de la Inclusa. El tamaño de la muestra de arrendamientos urbanos tiende a crecer a medida que transcurre el siglo xviii: oscila entre los cinco alquileres de la década de 1690 y los veintiocho de las postrimerías del Siglo de las Luces. La muestra utilizada es demasiado reducida, sobre todo en la primera fase de nuestro estudio11. Nos sorprendió que la vivienda en dicha urbe, a diferencia de lo acontecido en otras ciudades europeas (Hoffman et al., 2005; Van Zanden, 2005), se abaratase en términos relativos durante el siglo xviii, pero eso mismo también ocurrió en Sevilla y Palencia (Llopis et al., 2009).

La calidad de los índices del coste de la vida depende, además de las características y abundancia de los registros de precios, del acierto a la hora de componer la cesta de la compra y de establecer las ponderaciones de los distintos bienes y servicios integrantes de la misma12. El tipo de información disponible nos ha inducido a adoptar dos decisiones en este ámbito: utilizar una única cesta de la compra y las mismas ponderaciones para todo el período objeto de estudio13. La determinación de los bienes y servicios de la cesta ha estado condicionada por las noticias referentes al consumo y a los presupuestos familiares en Madrid (Arriquíbar, 1987; Bernardos, 2004) y por las posibilidades de construir series, sin huecos o prácticamente sin huecos, de precios de los diferentes bienes y servicios. En cuanto a las ponderaciones, nos hemos basado principalmente en las cifras de entrada a Madrid de numerosos e importantes productos en 1789. A partir de aquéllas, hemos calculado, aplicando a las cantidades de los correspondientes artículos los precios medios del decenio de 1780, el porcentaje de gasto que suponía cada partida sobre el total (Bernardos, 1997)14. A pesar de la importante ventaja que entraña contar con dicha información, hemos tenido, al no disponer de datos para todos los bienes y servicios, que recurrir a la historiografía española y europea y a informaciones cualitativas y cuantitativas parciales sobre el consumo en el Madrid del siglo xviii para poder completar las ponderaciones de todos los componentes y artículos de la cesta de la compra15. Todos los índices ponderados de precios y salarios empleados en este artículo son del tipo Laspeyres.

El peso relativo otorgado a los componentes de la cesta de la compra es el siguiente (en la tabla 1 se especifica la ponderación asignada a todos los bienes y servicios integrantes de la misma): 70 por 100 a la alimentación, 10 por 100 al vestido y calzado, 6 por 100 al combustible e iluminación, 12,5 por 100 a la vivienda y 1,5 a «otros bienes». Se trata de una cesta de la compra que presenta ciertas novedades con respecto a las empleadas en otras investigaciones para distintas ciudades de la Castilla moderna: se reduce algo la importancia relativa de la alimentación, se incrementa la del vestido y calzado y se introduce el componente vivienda16. También nuestra cesta de la compra incorpora modificaciones en la composición del gasto alimenticio: la mayor y menor ponderación otorgadas a los productos cárnicos y al pan (en otros trabajos se emplea el trigo en vez del pan)17, respectivamente, y la inclusión de un mayor número de productos. Tales cambios están en consonancia con los resultados de investigaciones recientes sobre el consumo urbano en la Castilla del Antiguo Régimen. Éstas últimas han puesto de manifiesto: 1) que el gasto en alimentación absorbía un elevado porcentaje de los presupuestos familiares, pero su predominio, aunque nítido, no era tan apabullante como ha supuesto la historiografía, 2) que el peso relativo del pan en la dieta, pese a su tendencia ascendente18, no alcanzaba valores tan altos como se ha señalado tradicionalmente, 3) que el consumo diario de carne por habitante en el siglo xviii, aunque declinante, se mantenía todavía en muchas ciudades por encima de los 60-70 gramos, y 4) que la variedad de artículos consumidos era mayor que la indicada habitualmente (Bernardos, 1995, 1997, 2004).

Tabla 1.

Componentes, bienes y servicios y ponderaciones (en %) de la cesta de la compra de los madrileños

Componente o partida  Total componente  Partida dentro del componente 
Alimentación  70  100 
Pan    36 
Legumbres y arroz   
Garbanzos    2,4 
Judías    1,8 
Lentejas    1,2 
Arroz    0,6 
Carne    24 
Carnero    15 
Tocino   
Pescado   
Vino    12 
Aceite de oliva   
Leche y huevos    4,5 
Leche de cabra    0,5 
Huevos   
Fruta   
Peras y manzanas   
Castañas    0,5 
Pasas de sol    0,5 
Verduras y hortalizas   
Cebollas   
Ajos   
Sal   
Azúcar de pilón    0,5 
Vinagre    0,5 
Especias    0,5 
Canela    0,125 
Azafrán    0,125 
Pimienta    0,125 
Clavo    0,125 
Vestido y calzado  10  100 
Paño    40 
Bayeta    10 
Lienzo    30 
Mantas   
Zapatos    15 
Combustibles e iluminación  100 
Carbón vegetal    80 
Aceite de oliva    20 
vivienda  12,5  100 
otros bienes     
Jabón  1,5  100 

Fuentes: Bernardos (1997), p. 564-579, y elaboración propia.

Las series de salarios se han construido, en el caso del sector servicios, con las informaciones referentes a las retribuciones de los empleados del Colegio de Santa Isabel y de la Inclusa19 y, en el caso del sector de la construcción, con los datos de jornales que aparecen en las facturas de obras, reparaciones y mantenimiento de los inmuebles de El Refugio20.

La Inclusa y el Colegio de Santa Isabel contrataban a un número relativamente elevado de trabajadores para la atención de diversos servicios administrativos, religiosos, sanitarios, educativos y domésticos. Ello nos ha permitido reunir información sobre la evolución de las retribuciones, tanto en metálico como en especie, de bastantes asalariados masculinos y femeninos de diferentes profesiones y categorías. La parte del salario percibida en especie, en forma de alimentos, combustible e iluminación, alojamiento y aguinaldos, llegaba en algunos casos a representar casi la mitad del salario total21.

Aunque hemos construido más de treinta series de salarios de diferentes oficios y categorías, finalmente sólo vamos a utilizar en este trabajo diez de salarios masculinos, de las que siete son de trabajadores del sector servicios (rector, administrador, contador, tesorero, mayordomo, portero y capellán) y tres de trabajadores del sector de la construcción (albañil, peón de albañil y carpintero), y cuatro series de salarios femeninos (rectora, maestra, tornera y criada). Los motivos de desechar las restantes han sido diversos: presentaban excesivos huecos informativos, no proporcionaban información salarial completa, los registros se referían a pagos por servicios cuya magnitud no es seguro que se mantuviese constante en el transcurso del período objeto de estudio (caso, por ejemplo, de los médicos, cirujanos y sangradores) y los datos correspondían a trabajadores cuyas funciones es probable que registrasen ciertas variaciones. En definitiva, vamos a analizar exclusivamente series homogéneas cuyos registros estén completos o casi completos y no ofrezcan dudas acerca de los servicios laborales prestados.

Los salarios reales se han calculado dividiendo los salarios nominales por el índice del coste de la vida. Por lo que atañe a los salarios masculinos, vamos a examinar ocho series: la de los trabajadores cualificados del sector servicios, la de los trabajadores no cualificados del mismo sector, la de los capellanes22, la del conjunto de trabajadores del sector servicios, la de los trabajadores cualificados del sector de la construcción, la de los trabajadores no cualificados del sector de la construcción y la del total de trabajadores de Madrid23. En lo que respecta a los salarios reales de las mujeres, ofrecemos las series de los cuatro oficios ya reseñados, la de las trabajadoras cualificadas del sector servicios, la de las trabajadoras no cualificadas del sector servicios y la del conjunto de trabajadoras madrileñas. Somos conscientes de que las series más agregadas han sido construidas con muestras que no pueden considerarse representativas. Se trata, por tanto, de propuestas de reconstrucción de carácter provisional de la variable salarios en espera de que nuevas investigaciones ofrezcan datos sustentados en fuentes informativas más amplias.

La serie de salarios reales de los trabajadores cualificados del sector servicios es una media no ponderada de las de los del administrador, rector, contador, tesorero y mayordomo. La de los trabajadores no cualificados del sector servicios es la del portero. El cálculo de la serie de salarios reales del conjunto de los trabajadores del sector servicios se ha realizado suponiendo que la retribución de los porteros era representativa de la de los criados, el oficio cuantitativamente más importante en la ciudad de Madrid, y utilizando las ponderaciones que se infieren de los datos del Censo de Floridablanca de 1787 acerca del peso relativo que en el sector servicios de dicha urbe tenían los trabajadores cualificados, los no cualificados y los eclesiásticos seculares (INE, 1987).

Las ponderaciones empleadas en la elaboración de la serie de salarios reales de los trabajadores cualificados en el sector de la construcción se han obtenido de las cifras de maestros y de oficiales de albañiles y carpinteros de la ciudad de Madrid que aparecen en los «Mapas Generales del Catastro de la Ensenada»24. También hemos considerado el número de peones de albañil y de ayudantes de carpinteros (que aparecen en la rúbrica de aprendices en el oficio correspondiente) que se consigna en dicha fuente para inferir las ponderaciones utilizadas en la confección del índice de salarios reales del sector de la construcción.

Nos hemos atrevido a ofrecer un índice general de salarios masculinos de Madrid. Para elaborarlo hemos supuesto que los salarios de la construcción son representativos de los de los «jornaleros» y artesanos y que la inclusión de los funcionarios reales, que suponían un porcentaje nada despreciable de la población asalariada madrileña, no alteraría el índice de salarios que hemos calculado para el sector servicios. Los datos de población activa del Censo de Floridablanca han sido utilizados para establecer el peso relativo de «jornaleros» y artesanos y el de empleados del sector servicios. Una vez efectuado ese cálculo, ya estábamos en condiciones de estimar la evolución del salario medio masculino en Madrid entre 1680 y 1800. Lógicamente, se trata de unas cifras provisionales basadas en una muestra cuyo grado de representatividad está alejado del óptimo.

La construcción de un índice de salarios femenino resulta bastante más problemática. Básicamente por dos razones: en primer lugar, porque disponemos de escasa información sobre las retribuciones percibidas por las trabajadoras madrileñas, y en segundo lugar, porque sabemos muy poco acerca de la composición de la población activa femenina. Sólo conocemos que las trabajadoras no cualificadas predominaban de manera apabullante y que las criadas suponían un porcentaje muy elevado de aquéllas. En este caso, por tanto, las ponderaciones no han podido cimentarse en soportes documentales. Para formar la serie de salarios de las trabajadoras cualificadas, hemos supuesto que el número de maestras duplicaba al de rectoras de instituciones. En lo que concierne al índice de salarios femenino de trabajadoras no cualificadas, hemos otorgado una ponderación de 0,1 a las torneras y de 0,9 a las criadas. Por último, en la determinación del salario promedio femenino hemos supuesto que las trabajadoras cualificadas representaban el 15 por 100 y las trabajadoras no cualificadas el 85 por 100. Como es obvio, el índice de salarios femeninos ha de considerarse como la primera aproximación a esta compleja variable.La mayor parte de la información sobre salarios en el sector servicios aparece recogida por años, en cambio, las retribuciones de los asalariados de la construcción se consignan por día de trabajo. Para poder comparar los salarios en uno y otro sector ha sido necesario estimar el promedio de días por año que trabajaban albañiles y carpinteros. En Madrid, era frecuente que, salvo en el verano, se trabajase en la construcción sólo 3, 4 o 5 días por semana25. Es probable, pues, que el número de jornales anuales fuese en este sector inferior a 240, que habitualmente se atribuye a los oficios mecánicos en la España del siglo xviii (Díez, 1990)26. Hemos optado por suponer que los empleados en la construcción trabajaban 225 días al año, número algo inferior al que se atribuía al conjunto de artesanos y de trabajadores de los talleres urbanos, pero no muy inferior, ya que muchos albañiles se empleaban en otras actividades los días en los que la construcción se paralizaba.

3Los precios: Madrid dentro del patrón europeo

Las medidas estabilizadoras adoptadas por Medinaceli en 1680 y Oropesa en 1686 acabaron con el desorden monetario que venía aquejando a la Corona de Castilla desde la década de 1620 (Hamilton, 1975; Hamilton, 1988; García De Paso, 2000; Santiago, 2000). Tras la deflación subsiguiente a la aplicación del programa estabilizador, los precios, como pone de manifiesto la figura 1, tendieron a estancarse hasta la segunda mitad de la década de 1740, de hecho, el índice del coste de la vida en Madrid creció a una modesta tasa del 0,09 por 100 entre 1691-1699 y 1742-1750. Esa estabilidad de precios en el largo plazo coexistió con oscilaciones cíclicas y con fluctuaciones interanuales de notable intensidad. El panorama se modificó a partir de los años finales de la década de 1740: de 1742-1750 a 1792-1800, el índice del coste de la vida en Madrid creció al 1,19 por 100. Por tanto, la segunda mitad del siglo xviii fue un período inflacionista, si bien los precios crecieron en esas décadas algo más lentamente de lo que lo habían hecho en el xvi27.

Figura 1.

Índice del coste de la vida en Madrid, 1680-1800 (base 100 = 1690-1699).

Fuentes: Colegio de Santa Isabel: Archivo de Palacio, Fondo del Colegio de Santa Isabel. Libros de gasto ordinario y extraordinario, legajos 26-49; La Inclusa: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, Fondo de la Inclusa, legajos 10324-10333; Archivo de la Hermandad de El Refugio, Fondo del Colegio de Niñas, Libros de cuentas 1680-1800.

(0.23MB).

La tabla 2 revela que, durante el siglo xviii, los precios evolucionaron en Madrid de manera algo distinta a como lo hicieron en otras urbes de la Corona de Castilla, sobre todo en la segunda mitad de dicha centuria, cuando el coste de la vida tendió a aumentar. En este último período, la tasa de crecimiento de los precios en Madrid, pese a la expansión de dicha urbe, fue un 25, un 26 y un 32 por 100 inferior a las de Toledo, Sevilla y Palencia, respectivamente (Feliu, 2004)28. Los monarcas españoles, sobre todo tras los motines de subsistencias de 1699 y 1766, reforzaron su apoyo institucional, político y financiero al aprovisionamiento de víveres de Madrid, especialmente al de trigo y harina. En las últimas décadas del siglo xvi y en buena parte parte del xvii, el «pan» y «trigo» de registro (Castro, 1987)29 habían constituido instrumentos esenciales del sistema organizado por las autoridades para facilitar el abasto madrileño. En el siglo xviii se intensificaron las actuaciones de los corregidores y, a veces, de los obispos a fin de que los comisionados y agentes del pósito de Madrid, en los años estériles, pudiesen adquirir trigo a precio de tasa en áreas castellanas relativamente alejadas de dicha urbe30. Ahora bien, las subvenciones públicas al pósito de Madrid, sobre todo en las últimas décadas del siglo xviii y en los primeros años del xix, fueron las medidas que más influyeron en la regularidad del aprovisionamiento y en la moderación del precio del pan en la Corte: Concepción de Castro estima que aquéllas, entre 1785 y 1805, ascendieron a un mínimo de 135 millones de reales (Castro, 1987). Teniendo en cuenta los niveles de consumo de trigo y pan a finales del Setecientos, podemos hacernos una idea de la relevancia de tales subvenciones públicas. Si en esas dos décadas el apoyo financiero del Ayuntamiento y de la Real Hacienda al pósito de la capital de la Monarquía hubiese sido idéntico todos los años, dichos fondos públicos habrían abaratado el pan de los madrileños en algo más de un 8 por 100. Ahora bien, caso de que los subsidios se hubiesen concentrado en los años en que el incremento del precio del trigo en la Corte superó el 20 por 100, opción que parece más lógica, el porcentaje de abaratamiento de dicho producto habría sobrepasado, en esos momentos de carestía, el 25 por 100.

Tabla 2.

Tasas de crecimiento de los precios en vellón en diversas ciudades de la corona de Castilla (en %)

  Madrid  Sevilla  Palencia  Toledo 
1690/1698-1740/1748  0,16  -0,01  -0,02  0,16 
1740/1748-1792/1800  1,12  1,52  1,64  1,50 

Fuentes: Llopis et al. (2009), p. 62-72, Reher y Ballesteros (1993), p. 133-134.

Una parte considerable de los restantes abastos básicos (carne, carbón, tocino, aceite, jabón y velas de sebo) fue gestionada en Madrid por instituciones públicas de manera prácticamente ininterrumpida desde 1743: por la Junta de Abastos, primero, y por el ayuntamiento, después. Como las autoridades procuraban evitar los fuertes incrementos de los precios de tales productos, dichas instituciones registraban pérdidas notables en el abasto madrileño de tales artículos en los años de carestía31. De modo que las instituciones públicas también subvencionaron de manera indirecta el consumo de carne, carbón, tocino, aceite, jabón y velas de sebo de los madrileños.

Teniendo en cuenta el elevado peso en la cesta de la compra de los productos subvencionados, no puede resultar extraño, por consiguiente, que en Madrid las tensiones inflacionistas fuesen algo más moderadas en la segunda mitad del siglo xviii32 y, sobre todo, que la intensidad de las fluctuaciones interanuales del coste de la vida resultase, en todas las fases del período objeto de estudio, inferior a la registrada en Sevilla, Toledo o Palencia (véase la figura 4). Entre 1680 y 1800, la volatilidad de los precios, medida por la desviación típica de las tasas logarítmicas de variación del coste de la vida, fue en Madrid un 44, un 35 y un 45 por 100 más baja que en Toledo, Sevilla y Palencia, respectivamente. En definitiva, los índices de precios avalan la tesis de que los consumidores madrileños gozaron de ciertos privilegios. Ello fue uno de los factores que contribuyó a que la Corte atrajese excedentes de población de diversos territorios peninsulares (Pérez Moreda y Reher, 1997).

Las tendencias de los precios de los distintos componentes de la cesta de la compra de los madrileños fueron, como puede comprobarse en la figura 2, las mismas que las del índice general del coste de la vida, excepto la de la vivienda: las rentas de los inmuebles urbanos, según nuestros datos, descendieron algo más de un 25 por 100 entre finales del siglo xvii y comienzos de la década de 1740, además, el alza de los alquileres de viviendas fue relativamente poco intenso en las últimas seis décadas del siglo xviii: de sólo un 45 por 100 entre 1736-1744 y 1792-1800.

Figura 2.

Índices de precios de los principales componentes de la cesta de la compra de los madrileños, 1680-1800 (base 100 = 1690-1699).

Fuentes: Colegio de Santa Isabel: Archivo de Palacio, Fondo del Colegio de Santa Isabel. Libros de gasto ordinario y extraordinario, legajos 26-49; La Inclusa: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, Fondo de la Inclusa, legajos 10324-10333; Archivo de la Hermandad de El Refugio, Fondo del Colegio de Niñas, Libros de cuentas 1680-1800.

(0.31MB).

En el siglo xviii, la alimentación fue el componente de la cesta de la compra de los madrileños que más se encareció, pero no lo hizo mucho más que los combustibles y que el vestido y el calzado: entre 1690-1699 y 1791-1800, el índice de precios de la alimentación aumentó un 103,4 por 100, el de los combustibles un 88,0 por 100 y el del vestido y el calzado un 86,7 por 100. Por consiguiente, la dirección de los cambios en los precios relativos fue la misma que la observada en otras zonas de Europa: tendieron a mejorar los términos de intercambio para los bienes intensivos en el factor tierra (Hoffman et al., 2005)33. Sin embargo, en Madrid la magnitud de dichos cambios fue modesta: durante todo el siglo xviii el encarecimiento en términos relativos de los alimentos y de los combustibles con respecto al vestido y al calzado fue del 17,5 y del 1,5 por 100, respectivamente. Ello pudo responder al hecho de que el abastecimiento manufacturero de Madrid dependía todavía en un elevado porcentaje de los talleres locales y, sobre todo, regionales (Nieto, 2006), en los que se introdujeron relativamente pocas innovaciones tecnológicas, organizativas y de producto en el transcurso de dicha centuria (Benaul y Sánchez, 2004).

En el tabla 3 hemos expresado las trayectorias de las desviaciones típicas de las tasas logarítmicas de variación del índice del coste de la vida y de los índices de precios de los distintos componentes de la cesta de la compra de los madrileños. Los resultados de este pequeño ejercicio estadístico concuerdan con lo esperable: los precios de los alimentos y de los combustibles eran más flexibles que los de la vestimenta y el calzado y mucho más flexibles que los de la vivienda. Por otro lado, en Madrid, la inestabilidad de precios fue mayor entre 1680 y 1714, período marcado por la deflación subsiguiente a la estabilización monetaria, primero, y por la Guerra de Sucesión y las profundas crisis de subsistencia, después, que en el resto del setecientos. La intensidad de las fluctuaciones interanuales de los precios se redujo en 1750-1790. Ello pudo tener relación con las medidas liberalizadoras sobre los tráficos externos e internos de granos adoptados por los gobiernos de Fernando VI y de Carlos III en 1756-1757 y 1765, respectivamente (Llopis y Sotoca, 2005)34, y, en general, con los avances en la integración de los mercados (Persson, 1999). La inestabilidad de los precios aumentó en la última década del siglo xviii debido a las perturbaciones que los conflictos bélicos ocasionaron en los tráficos35.

Tabla 3.

Desviaciones típicas de las tasas logarítmicas de variación de los índices de precios de los distintos componentes de la cesta de la compra de los madrileños, 1680-1800

Período  Alimentación  Vestido y calzado  Combustibles  Alquiler de vivienda  Índice del coste de la vida 
1680-1714  0,114  0,077  0,130  0,018  0,088 
1714-1750  0,081  0,027  0,083  0,019  0,063 
1750-1790  0,076  0,035  0,044  0,016  0,058 
1790-1800  0,089  0,035  0,054  0,014  0,070 

Fuentes: Colegio de Santa Isabel: Archivo de Palacio, Fondo del Colegio de Santa Isabel. Libros de gasto ordinario y extraordinario, legajos 26-49; La Inclusa: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, Fondo de la Inclusa, legajos 10324-10333; Archivo de la Hermandad de El Refugio, Fondo del Colegio de Niñas, Libros de cuentas 1680-1800.

Hemos comparado los índices, en plata, del coste de la vida en Madrid, Palencia, Sevilla, Toledo, Barcelona, Milán, Ámsterdam, Amberes, Londres, Estrasburgo, Augsburgo, Gdansk, Viena y Varsovia36. La evolución de los índices de precios de las ciudades castellanas difiere de la de las restantes urbes en la primera década de dichas series: Madrid, Palencia, Sevilla y Toledo registraron una severa deflación después de la aplicación de las medidas de estabilización monetaria de 1680 y 1686 (Hamilton, 1988; Santiago, 2000; García De Paso, 2000)37. Por el contrario, entre la última década del siglo xvii y los años que precedieron al estallido de las guerras napoleónicas, los precios evolucionaron de manera bastante similar en todas las ciudades que integran la muestra: en términos de plata, el coste de la vida, una vez superados los grandes conflictos bélicos de finales del siglo xvii y de comienzos del xviii, tendió a abaratarse hasta la década de 1740 (en alguna urbe, como en Ámsterdam, esa caída prosiguió hasta el decenio siguiente), en cambio, a partir de 1750 el importe en plata de los bienes y de los servicios tendió a aumentar, si bien de manera relativamente moderada hasta 1790. Entre 1690-1699 y 1783-1792, el índice del coste de la vida se incrementó un 14,9 por 100 en Madrid; un 31,0 por 100 en Palencia; un 32,3 por 100 en Toledo; un 24,7 por 100 en Sevilla; un 12,8 por 100 en Barcelona; un 7,2 por 100 en Ámsterdam; un 7,7 por 100 en Amberes; un 6,4 por 100 en Augsburgo; un 14,2 por 100 en Gdanzig; un 10,1 por 100 en Londres; un 15,8 por 100 en Milán; un 10,1 por 100 en Estrasburgo; un 15,6 por 100 en Viena, y un 56,3 en Varsovia. De modo que Madrid participó en este ámbito de la norma europea, al menos de la imperante en las urbes de la Europa noroccidental y central. Probablemente, la mayor integración económica del espacio europeo (Persson, 1999) contribuyó a que las similitudes en la tendencia y en la magnitud de los movimientos de los precios se reforzasen durante la mayor parte del siglo xviii. No obstante, el moderado ascenso de los precios en Madrid durante la segunda mitad del siglo xviii fue también consecuencia, al menos en buena medida, de la intensa política de protección a los consumidores. El desencadenamiento de las guerras napoleónicas provocó la desintegración económica de extensas áreas y, por ende, una mayor heterogeneidad en la evolución de los precios en las distintas ciudades europeas (O’Rourke, 2006).

El tabla 4, en la que hemos expresado la evolución de las desviaciones típicas de las tasas logarítmicas de variación de los índices del coste de la vida en catorce ciudades europeas, permite efectuar algunas comparaciones intertemporales e interespaciales acerca de los niveles de inestabilidad de los precios en plata. En la mayor parte de las ciudades de la muestra, la intensidad de las fluctuaciones interanuales de los precios alcanzó sus valores máximos en los períodos de importantes conflictos bélicos: los años finales del siglo xvii y los primeros del xviii o la última década del setecientos. Por otro lado, el mínimo de inestabilidad se registró en nueve ciudades en 1750-1790, en tres en 1714-1750, en dos (Augsburgo y Viena) en 1790-1800 y en una (Milán) en 1680-1714. En Madrid, la evolución temporal de la intensidad de las fluctuaciones interanuales de los precios fue la misma que siguió la mayor parte de ciudades europeas, registrándose los máximos de dicha variable entre 1680-1714. Fundamentalmente dos factores condicionaron el grado de inestabilidad de los precios en el siglo xviii: las grandes guerras, que perturbaron los tráficos comerciales, y los avances en la integración del espacio económico europeo.

Tabla 4.

Desviaciones típicas de las tasas logarítmicas de variación de los índices de precios al consumo en diversas ciudades (precios en plata)

Período  Madrid  Toledo  Sevilla  Palencia  Barcelona  Ámsterdam  Amberes 
1680-1714  0,084  0,146  0,157  0,118  0,068  0,098  0,111 
1714-1750  0,061  0,100  0,078  0,127  0,075  0,061  0,035 
1750-1790  0,058  0,113  0,070  0,093  0,054  0,060  0,039 
1790-1800  0,070  0,140  0,090  0,214  0,080  0,108  0,063 
Período  Augsburgo  Gdansk  Londres  Milán  Estrasburgo  Viena  Varsovia 
1680-1714  0,132  0,085  0,090  0,095  0,117  0,095  0,090 
1714-1750  0,071  0,072  0,055  0,099  0,079  0,110  0,090 
1750-1790  0,086  0,069  0,058  0,107  0,049  0,063  0,052 
1790-1800  0,052  0,111  0,104  0,125  0,097  0,061 

Fuentes: Las mismas de la Tabla 2, Feliu (2004), p. 165-167, Allen http://www.nuff.ox.ac.uk/users/Allen.

La comparación de los niveles absolutos de inestabilidad de los índices de precios al consumo en las diferentes ciudades europeas debe hacerse con cierta prudencia: los resultados de ese ejercicio están influidos por el tipo de cestas de la compra empleadas, por el número de bienes y servicios que las integran, por la decisión adoptada acerca del alimento fundamental incorporado a la misma (el pan o el principal cereal panificable38) y por las ponderaciones asignadas a los bienes y servicios cuyos precios eran bastante más rígidos que los de los alimentos y los de los combustibles (el vestido y el calzado, otros productos manufacturados y la vivienda). En cualquier caso, las cifras de la tabla 4 sugieren que, durante los períodos en los que no se registraron importantes conflictos bélicos, eran las ciudades marítimas con mejores redes mercantiles las que presentaban menores niveles de inestabilidad de los precios. En este ámbito, Madrid no se hallaba muy lejos de ellas, sin embargo, es difícil determinar en qué medida ello obedecía a la mejora en el sistema de abastecimiento de la ciudad en el siglo xviii y en qué medida la moderación de las oscilaciones interanuales del coste de la vida respondía a la magnitud de las subvenciones del municipio y de la Monarquía al consumo de alimentos básicos en los años de crisis de subsistencias.

En suma, en el siglo que separa a 1690 de 1790, el perfil temporal y la intensidad de los movimientos a largo plazo de los precios en Madrid fueron bastante similares a los registrados en la mayor parte de ciudades europeas, no obstante, las tensiones inflacionistas fueron algo más fuertes en la capital de la Monarquía Hispánica que en las urbes de la Europa noroccidental en la segunda mitad del siglo xviii. Asimismo, en lo que atañe a la trayectoria de la inestabilidad del coste de la vida en ese mismo período, Madrid también participó de la norma de las urbes europeas.

4El hundimiento de los salarios masculinos en la segunda mitad del siglo xviii

La figura 3, en la que hemos expresado la evolución de los salarios reales de los varones en el sector servicios, apunta a que la fortuna de los trabajadores cualificados fue bastante distinta de la de los no cualificados a partir de 1715. Después de la Guerra de Sucesión, los salarios reales de los trabajadores cualificados crecieron fuertemente, alcanzándose los máximos absolutos en la primera mitad de la década de 1730, luego tendieron a descender, pero en toda la segunda mitad del siglo xviii se mantuvieron en niveles bastante superiores a los de finales del siglo xvii: en 1790-1799 fueron un 24 por 100 más elevados que en 1680-1689. En cambio, los salarios reales de los trabajadores no cualificados del sector servicios no se incrementaron después de 1715 y tendieron a descender desde 1733, acelerándose dicha caída a partir de 1760, de modo que la capacidad adquisitiva de los trabajadores no cualificados de este sector era en 1790-1799 un 43 por 100 inferior a la de 1680-1689. La práctica desaparición de la parte del salario percibida en especie y su sustitución por una retribución en metálico contribuyó, en el largo plazo, a ese fuerte descenso. Por su parte, los salarios reales de los capellanes permanecieron estancados hasta finales de la década de 1730, pero luego crecieron de manera bastante intensa durante un decenio, a partir de mediados de siglo registraron una brusca caída, hasta el extremo de que en 1790-1799 eran inferiores en un 6 por 100 a los de 1680-1689.

Figura 3.

Salarios reales anuales masculinos de los trabajadores del sector servicios en Madrid, 1680-1800 (en reales de vellón de 1690-1699).

Fuentes: Las mismas de la figura 1 y Colegio de Santa Isabel: Archivo de Palacio, Fondo del Colegio de Santa Isabel. Libros de salarios (1680-1800).

(0.35MB).

En el sector de la construcción, los salarios reales de los trabajadores cualificados y de los no cualificados evolucionaron de una manera muy similar: permanecieron prácticamente estancados, aunque no sin agudas fluctuaciones originadas por los movimientos de los precios, en las dos últimas décadas del siglo xvii y en la primera mitad del xviii, y tendieron a reducirse a partir de mediados de esta última centuria (véase fig. 4) (Hamilton, 1988)39. La retribución de los albañiles cayó algo más que la de los peones de albañil: un 37 y un 29,5 por 100 de 1680-1689 a 1790-1799, respectivamente.

Figura 4.

Salarios reales diarios de los trabajadores de la construcción en Madrid, 1680-1800 (en reales de vellón de 1690-1699.

Fuentes: Las mismas de la figura 1.

(0.3MB).

Las series de Andrés y Lanza (2009) y las nuestras permiten conocer la evolución de los salarios reales en el sector de la construcción de Madrid en los siglos xvii y xviii. La figura 5 revela que la capacidad adquisitiva de albañiles y peones descendió notablemente en dos períodos, los dos cuartos centrales del seiscientos y la segunda mitad del setecientos, y permaneció prácticamente estancada entre 1675 y 1750. Entre el primer cuarto del siglo xvii y el último del xviii, los salarios reales en el sector de la construcción se redujeron casi a la mitad (cayeron un 48,6 por 100).

Figura 5.

Índice de salarios reales en el sector de la construcción en Madrid, 1680-1800 (en reales de vellón de 1690-1699).

Fuentes: Las mismas de las figuras 1 y Andrés y Lanza (2009).

(0.11MB).

La figura 6, en la que hemos representado la evolución de los salarios reales masculinos en la construcción, en los servicios y en el conjunto de la economía madrileña, revela que la capacidad adquisitiva de los trabajadores del primer sector descendió algo más que la de los del segundo: un 33,2 por 100 frente a un 28,4 por 100 entre 1680-1689 y 1790-1799. Por su parte, el salario promedio masculino cayó en Madrid, en ese mismo período, un 30 por 100.

Figura 6.

Salarios reales anuales masculinos en la construcción en el sector servicios y en el conjunto de la economía de Madrid, 1680-1800 (en reales de vellón de 1690-1699).

Fuentes: Las mismas de la figura 3.

(0.34MB).

Hemos reflejado los salarios femeninos en la figura 7. La retribución de las trabajadoras no cualificadas descendió relativamente poco entre 1680-1689 y 1790-1799: sólo un 6 por 100 (Sarasúa, 1994)40. Ello obedeció al hecho de que las criadas percibían buena parte de su salario en especie. En nuestro caso, éste último representó, en todo el período objeto de estudio, el 66,4 por 100 del total. Por su parte, la mano de obra cualificada femenina del sector servicios corrió, según nuestras cifras, peor suerte que la masculina: la capacidad adquisitiva de sus retribuciones también aumentó después de la Guerra de Sucesión, pero el movimiento alcista duró menos y la tendencia descendente posterior fue más intensa, de hecho, los salarios reales de las trabajadoras cualificadas del sector servicios cayeron un 33,4 por 100 de 1680-1689 a 1790-1799.

Figura 7.

Salarios reales anuales de trabajadoras cualificadas y no en Madrid, 1680-1800 (en reales de vellón de 1690-1699). Fuentes: Las mismas de la figura 3.

(0.27MB).

Globalmente, los salarios femeninos descendieron un 14 por 100 entre 1680-1689 y 1790-1799, aproximadamente la mitad que los masculinos. En un período inflacionista, como lo fue la segunda mitad del siglo xviii, las mujeres trabajadoras pudieron perder menos capacidad adquisitiva por el hecho de que la parte de su salario que percibían en especie era, en promedio, mayor que la de los hombres. En Europa, el diferencial entre el salario masculino y el femenino se había incrementado en el siglo xvi debido al crecimiento de población y, por ende, a la mayor abundancia relativa del factor trabajo. En la Europa noroccidental, esa brecha continuó ampliándose en los siglos xvii y xviii (Van Zanden, 2009a, p. 135). Dos fenómenos pudieron contribuir a que Madrid no participase de esta tendencia en el setecientos: el elevado peso de las criadas, cuya retribución en especie tenía una capital importancia, en la estructura ocupacional de las mujeres y la feminización del servicio doméstico (Sarasúa, 1994).

Por el contrario, el aumento de la demanda de mano de obra cualificada, fruto del desarrollo de las actividades comerciales, financieras y administrativas en el Madrid del siglo xviii, benefició bastante más a los varones que a las féminas. En definitiva, el diferencial salarial por género se redujo en el segmento de mano de obra no cualificada y se amplió en el de cualificada, y dado el nítido predominio que el primero tenía en la población activa de la ciudad, es lógico que la brecha entre las retribuciones de hombres y mujeres se recortase algo.

Tomando como referencia los peones de albañil, Madrid era todavía, a finales del siglo xvii, la tercera ciudad europea, como puede constatarse en la tabla 4 por la cuantía de los salarios plata. En contrapartida, el coste de la vida era entonces muy elevado en las urbes españolas (Van Zanden, 1999; Allen, 2001). Además, Madrid fue, durante el siglo xviii, una de las ciudades europeas en que peor se comportaron los salarios de los peones de albañil: entre 1680-1699 y 1780-1799, aquéllos, expresados en gramos de plata, aumentaron un 18,4 por 100 en Londres, un 10 por 100 en Barcelona y un 7,7 por 100 en Ámsterdam, permanecieron prácticamente estancados en Amberes y Gdansk, y cayeron un 7 por 100 en Viena, un 25,3 por 100 en Madrid y un 26,4 por 100 en Milán. A finales del siglo xviii, el nivel salarial de Barcelona ya era superior al de Madrid y el de esta última urbe se hallaba claramente por debajo del de las grandes ciudades de la Europa noroccidental. En tales variaciones en los niveles relativos en el largo plazo influyeron los factores monetarios, pero, probablemente, las principales claves explicativas radicaron en la dispar evolución de las productividades en los distintos países (Allen, 2001)41 y regiones europeas y en las diversas trayectorias de las relaciones entre oferta y demanda de trabajo en las diferentes urbes.

Tabla 5.

Promedios anuales de los jornales de los peones de albañil en varias ciudades europeas, 1680-1799 (en gramos de plata

Período  Madrid  Barcelona  Amberes  Ámsterdam  Londres  Milán  Viena  Gdansk 
1680-1699  8,21  6,94  6,93  8,56  10,21  3,60  3,31  3,96 
1700-1719  6,65  6,44  6,92  8,82  10,25  3,37  3,16  4,00 
1720-1739  5,94  4,97  6,92  9,03  10,44  3,17  3,15  3,65 
1740-1759  5,54  4,61  6,92  9,01  11,14  2,99  3,04  3,46 
1760-1779  5,52  5,06  6,92  9,23  11,14  3,02  2,93  3,72 
1780-1799  6,13  7,64  6,92  9,23  12,09  2,65  3,08  3,94 

Fuentes: Las mismas de la figura 1, Feliu (1991), Vol. II, p. 107-108; Feliu (2004), p. 165-167. Allen http://www.nuff.ox.ac.uk/users/Allen

La tabla 5, en la que hemos reflejado la trayectoria de los índices de los salarios reales de los peones de albañil de varias ciudades europeas, apunta a que la caída de la capacidad adquisitiva de los trabajadores urbanos fue relativamente intensa en Madrid. Entre 1680-1699 y 1780-1799, los salarios reales de los peones de albañil disminuyeron un 6,5 por 100 en Londres, un 11,6 por 100 en Amberes, un 13,7 por 100 en Ámsterdam, un 19,5 por 100 en Barcelona, un 20,3 por 100 en Viena, un 21,5 por 100 en Gdansk, un 31,4 por 100 en Madrid y un 38,2 por 100 en Milán. Se confirma, pues, el intenso abaratamiento del factor trabajo en la Europa del Sur durante el siglo xviii.

Tabla 6.

Índices de los salarios reales de los peones de albañil, 1680-1799 (base 100= 1680-1699)

Período  Madrid  Barcelona  Amberes  Ámsterdam  Londres  Milán  Viena  Gdansk 
1680-1699  100,0  100,0  100,0  100,0  100,0  100,0  100,0  100,0 
1700-1719  98,5  87,4  97,0  98,6  106,4  98,2  98,5  99,7 
1720-1739  101,5  95,8  105,2  107,7  109,6  111,9  108,1  100,1 
1740-1759  92,0  87,6  102,5  97,6  113,8  91,6  92,5  90,5 
1760-1779  78,1  74,8  101,2  94,7  98,3  78,7  82,0  85,0 
1780-1799  68,6  80,5  88,4  86,3  93,5  61,2  79,7  78,5 

Fuentes: Las mismas de la tabla 5.

La tabla 6 pone de relieve que el skill premium en el sector de la construcción era, en el siglo xviii, bastante más elevado en Madrid que en Barcelona y que en casi todas las ciudades europeas. Estas cifras deben manejarse con precaución porque no es seguro que en todos los casos las comparaciones se lleven a cabo entre categorías profesionales con idénticos diferenciales de cualificación. No obstante, el agudo contraste entre los niveles del skill premium en Madrid y Barcelona sí apunta claramente a que los procesos de formación de capital humano ya eran notablemente distintos en dichas dos urbes en el siglo xviii42. Por otro lado, entre las ciudades europeas en las que los salarios de los craftsmen eran más del doble que los de los labourers en la primera mitad del siglo xviii, Madrid fue la única en la que el skill premium no descendió notablemente en las cinco últimas décadas de dicha centuria. Además, el diferencial entre la retribución de la mano de obra cualificada y no cualificada masculina en el sector servicios madrileño aumentó fuertemente entre 1680 y 1799: ascendió al 73 por 100 en 1680-1699, al 90 por 100 en 1700-1749 y al 156 por 100 en 1750-1799.

Tabla 7.

Skill Premium en el sector de la construcción en varias ciudades europeas, 1700-1799 (EN %)

Período  Madrid  Barcelona  Milán  Nápoles  París  Londres  Ámsterdam 
1700-1749  122  55  91  45  59  40  31 
1750-1799  119  68  89  48  64  55  29 
Período  Estrasburgo  Augsburgo  Viena  Estocolmo  Edimburgo  Varsovia  Estambul 
1700-1749  51  45  53  74  131  180  55 
1750-1799  56  46  60  17  83  116  83 

Fuentes: Las mismas de la tabla 4; Van Zanden (2009b), p. 127.

Según Van Zanden, el skill premium dependía de la cuantía de los tipos de interés (que, a su vez, venía determinada básicamente por la calidad del marco institucional), de la eficiencia de los sistemas educativo y de aprendizaje, del funcionamiento de los gremios y del grado de integración de los mercados de trabajo (Acemoglu, 2002, 2003; Van Zanden, 2009a, 2009b)43. ¿Qué fallaba en Madrid? En el siglo xviii, los tipos de interés de los préstamos hipotecarios (censos) y de la Deuda Pública (juros y vales reales) en la Corona de Castilla (Marcos, 2000)44 no fueron significativamente más altos que los imperantes en la mayor parte de países de la Europa occidental (Van Zanden, 2009a), pero desconocemos el peso de estos activos financieros en la totalidad de operaciones crediticias y los tipos de interés promedio en las mismas en los distintos territorios del viejo continente en el Setecientos. En Madrid, no llegó a organizarse un gremio en el sector de la construcción, por tanto, la negociación salarial estaba sujeta a menos cortapisas que en otras industrias y el alto skill premium no pudo obedecer a las restricciones impuestas por los trabajadores cualificados a la promoción profesional de los peones de albañil. En cuanto al funcionamiento de los mercados de trabajo en las urbes de la Corona de Castilla en el setecientos, sabemos todavía muy poco, no obstante, sí nos consta que el mantenimiento y, sobre todo, el crecimiento de la población de la ciudad de Madrid exigían un intenso flujo anual de inmigrantes y que la edad media de estos últimos se situaba entre los 20 y 25 años (Pérez Moreda y Reher, 1997). De modo que Madrid contó siempre, incluso en las fases de atonía demográfica, con una oferta amplia y flexible de mano de obra, pero muy probablemente la cualificación de la inmensa mayoría de los inmigrantes fuese muy escasa. El fuerte incremento del skill premium en el sector servicios (salarios masculinos) sugiere que la formación de capital humano no progresó en el Madrid del setecientos, sobre todo en su segunda mitad, al ritmo que requería el crecimiento de la demanda de mano de obra cualificada fruto de la cierta expansión y de la mayor especialización de los sectores comercial y financiero. En suma, seguramente también concurrieron otros fallos, pero el encarecimiento relativo de mano de obra cualificada parece haber respondido, al menos en buena medida, a la incapacidad del sistema educativo y del de aprendizaje laboral para atender a las nuevas necesidades de fuerza de trabajo resultantes del crecimiento en Madrid, aunque modesto, de sectores algo más intensivos en capital humano.

En síntesis, la evolución de la capacidad adquisitiva de los jornales de los madrileños en el siglo xviii no se apartó completamente del patrón general de las urbes europeas: estancamiento o suave tendencia ascendente en las cuatro o cinco primeras décadas de dicha centuria y movimiento a la baja después de 1740 o 1750. La singularidad de Madrid estribó en que la tendencia descendente de los salarios reales de la segunda mitad del siglo xviii fue de las más intensas del continente europeo y que aquéllos ya habían disminuido fuertemente en la centuria precedente45. Aunque quedan muchos elementos por investigar antes de poder ofrecer una explicación suficientemente fundamentada, hay indicios de que la combinación de los efectos expulsión y atracción provocaron una aceleración del flujo de inmigrantes hacia Madrid que resultó clave en la fuerte merma de la capacidad adquisitiva de los jornales en la segunda mitad del Setecientos. El crecimiento de la población, en un contexto de importantes restricciones en el acceso a la reserva de suelo agrícola y de práctica inexistencia de cambios técnicos y organizativos, estaba generando un excedente de mano de obra cada vez mayor en los núcleos rurales de la Corona de Castilla (Llopis, 2002), el escaso dinamismo económico de la inmensa mayoría de las restantes urbes de dicho territorio entrañaba que su capacidad para absorber ese superávit demográfico fuese reducida, las notables subvenciones al abasto de alimentos básicos de los moradores de la capital de la Monarquía Hispánica y la amplia oferta de instituciones caritativas en ésta fueron un importante reclamo para muchos castellanos, el crecimiento de los ingresos de las casas nobiliarias, comerciantes y hombres de negocios asentados en Madrid hubo de provocar un alza del consumo suntuario y de determinadas actividades económicas en dicha ciudad (Nieto, 2006)46, y, además, una vez que la corriente inmigratoria se intensificó y que la ciudad volvió a expandirse, el consumo popular también tuvo que aumentar y que contribuir a elevar los niveles de actividad y a generar efectos acumulativos. El predominio del efecto expulsión y el limitado alcance de las transformaciones de la economía madrileña nos ayudan a entender ese descenso tan abrupto de la capacidad adquisitiva de los jornales en la capital de la Monarquía Hispánica en la segunda mitad del siglo xviii.

5Conclusiones

En lo que concierne a los precios, querríamos subrayar tres conclusiones:

  • 1)

    Tras la consecución de la estabilidad monetaria después de las reformas llevadas a cabo por los gobiernos de Carlos II en 1680 y 1686, el índice del coste de la vida, en el largo plazo, evolucionó en Madrid de una forma bastante parecida a como lo hizo en la mayor parte de ciudades europeas,

  • 2)

    Los cambios en los precios relativos en la capital de la Monarquía Hispánica siguieron, excepto en el caso de la vivienda, la pauta europea, si bien las modificaciones fueron más tenues que en otras ciudades del viejo continente,

  • 3)

    Las trayectorias de los índices de precios al consumo en Madrid y en las restantes ciudades de la Corona de Castilla presentan diferencias de cierto relieve que no pueden atribuirse en exclusiva al distinto tipo de cesta de la compra empleado en la elaboración del primero y de los otros, la inexistencia de mercados de bienes plenamente integrados y la distinta evolución de los sistemas de abastecimiento pudieron contribuir a tales discordancias, pero consideramos que la mayor intensidad de la política de protección a los consumidores en la capital de la Monarquía Hispánica fue el principal factor determinante de las peculiaridades del caso madrileño: de la intensidad algo menor del movimiento ascendente de los precios en la segunda mitad del siglo xviii y, especialmente, de la relativa moderación de las fluctuaciones interanuales del coste de la vida en todo el período objeto de estudio.

En suma, los consumidores madrileños gozaron de ciertos privilegios en lo que atañe a su aprovisionamiento de alimentos básicos.

Por lo que respecta a los salarios, tras recordar la cautela a la que obliga la insuficiente representatividad de nuestras series del sector servicios, desearíamos subrayar los siguientes extremos:

  • 1)

    El salario real promedio masculino cayó en Madrid alrededor de un 30 por 100 entre 1680-1689 y 1790-1799, siendo el descenso en la construcción algo mayor que en el sector servicios,

  • 2)

    El salario real promedio femenino se redujo solo un 14 por 100, por tanto, el diferencial retributivo entre géneros disminuyó en el siglo xviii,

  • 3)

    En Madrid, el skill premium se mantuvo en niveles muy altos en la construcción y aumentó considerablemente en el sector servicios (mano de obra masculina),

  • 4)

    Los salarios reales masculinos evolucionaron en Madrid de un modo similar al que lo hicieron en la mayor parte de urbes europeas, si bien la caída de la capacidad adquisitiva de las retribuciones de los trabajadores madrileños superó a la registrada en casi todas las ciudades del viejo continente en la segunda mitad del siglo xviii.

Por consiguiente, del progreso económico de esta centuria, que en la España interior fue escaso (Llopis, 2002), poco o nada se beneficiaron los asalariados madrileños (Van Zanden, 1999)47, es más, las familias de estos últimos tuvieron que intensificar su actividad laboral en el mercado de trabajo y fuera de él para no ver recortados sustancialmente sus ingresos reales. La feminización del servicio doméstico fue, probablemente, sólo parte del mayor esfuerzo de las mujeres desarrollado fuera de sus hogares y orientado a la obtención de crecientes recursos pecuniarios y físicos48. En cambio, del considerable abaratamiento de la fuerza de trabajo sacaron provecho los ricos de la capital de España, quienes dedicaban una parte no desdeñable de sus presupuestos familiares al pago de los salarios de sus sirvientes.

Financiación

Este trabajo se ha beneficiado de la financiación proporcionada por los proyectos de investigación SEJ2005-050707/ECON y HAR2009-12436/HIST del Ministerio de Educación y Ciencia.

Agradecimientos

Queremos agradecer a D. José del Corral, archivero de La Santa Hermandad del Refugio de Madrid, las facilidades que nos ha dado para consultar los fondos documentales de dicha institución. Las orientaciones de José U. Bernardos y de José A. Nieto nos han sido de gran utilidad para la elaboración de la cesta de la compra y para estimar el número de días al año que habitualmente trabajaban los albañiles madrileños. Las de Carmen Sarasúa lo han sido en lo referente a los criados madrileños. Las deficiencias y errores sólo son imputables a los autores. Una versión preliminar de este artículo apareció como Documento de Trabajo de la AEHE. Llopis y García Montero (2009).

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Por ejemplo, en el siglo xvi, el porcentaje de población rural china que participaba en el mercado de trabajo era de sólo el 1 por 100.

Además, en no pocos sectores urbanos agremiados la retribución de oficiales y aprendices incluía una amplia variedad de derechos y costumbres no pecuniarios. Sobre el caso parisino, véase Sonenscher (1983), p. 147-172.

Sobre la intensificación del factor trabajo en los países de Europa noroccidental, véase De Vries (2009), p. 95-151.

Se ha señalado que el incremento en la desigualdad económica en la Europa moderna fue consecuencia de la interacción del crecimiento demográfico con la progresiva concentración de la propiedad territorial y con la ley de Engel.

Acerca de este último aspecto en la Inglaterra del siglo xviii, véase Angeles (2008), p. 156-159.

Las principales novedades de las cestas de la compra de estos nuevos índices son: la sustitución de los cereales por el pan, la inclusión del alquiler de viviendas y la incorporación de una mayor variedad de bienes nuevos y viejos.

Los salarios de Castilla la Nueva del período 1651-1736 que ofrecen Reher y Ballesteros son en realidad de Valencia (Reher y Ballesteros, 1993, pp. 106-108). En algunos trabajos se atribuyen a Madrid las series que Hamilton elaboró para Castilla la Nueva; por ejemplo, Allen (2001), p. 416 y 426; Özmucur y Pamuk (2002), p. 310.

Una descripción más amplia de este apartado de fuentes y metodología puede consultarse en Llopis y García Montero (2009).

Las cifras anuales de los índices del coste de la vida y de sus componentes pueden consultarse en Llopis y García Montero (2009), p. 35-37.

El colegio de Santa Isabel era una institución de patronazgo real dedicada a ofrecer servicios educativos a niñas huérfanas. La Santa Hermandad de El Refugio constituía una entidad privada que proporcionaba asistencia a los menesterosos y que también poseía un colegio de niñas. Por último, la Inclusa era la institución pública que acogía a los niños expósitos.

Caro López (1983), en su estudio sobre la vivienda y los alquileres madrileños de los siglos xvii y xviii, trabaja con una muestra de alquileres mucho mayor; sin embargo, aquél se sustenta en una información heterogénea, tanto por su procedencia como por su calidad, que no cubre todo el período. El autor no ofrece una serie continua, sino cifras para años o períodos sueltos; además, albergamos dudas acerca del tratamiento estadístico de los datos.

En economías, como las de Antiguo Régimen, en las que los salarios reales y, por ende, el consumo registraban considerables movimientos interanuales debido a la elevada volatilidad de los precios de algunos de los bienes que más pesaban en la cesta de la compra, el método óptimo de cálculo del índice de coste de la vida consistiría en un sistema de ponderaciones móviles en el que año a año se contemplasen las alteraciones no sólo en los precios, sino también en las cantidades consumidas de los diversos bienes y servicios. Ahora bien, esta opción ha de desecharse por no estar en condiciones de precisar las elasticidades precio y renta de demanda de los distintos bienes y servicios.

Estas mismas alternativas han sido empleadas en la construcción de buena parte de los índices de coste de la vida del período preindustrial, incluso en los casos de monografías que abarcan más de dos o tres centurias. Por ejemplo, Allen (2001), p. 419-424; Clark (2007), p. 107. Por otro lado, la literatura no apunta a cambios drásticos en los modelos de consumo de las familias de asalariados madrileños en el siglo xviii, aunque es probable que se produjera un pequeño aumento del consumo de alimentos de bajo coste por caloría aportada en detrimento de los de alto, sobre todo entre los grupos de rentas más bajas (Bernardos, 2004, p. 280-282).

Esta documentación incluye datos de los siguientes productos de la cesta de la compra empleada en este trabajo: pan, carne de carnero, pescado, vino, aceite de oliva, huevos, legumbres, sal, azúcar, carbón vegetal y jabón. También contiene información sobre la entrada en Madrid de frutas, verduras y lácteos. El problema en este caso radica en que esas denominaciones genéricas integraban diversos productos y la fuente no especifica la importancia relativa de cada uno de ellos. En cualquier caso, también estos datos nos han proporcionado pistas para la elaboración de la cesta de la compra de los madrileños.

Sobre todo en el caso de los textiles y el calzado y la vivienda (Feinstein, 1998, p. 635; Allen, 2001, p. 419-424; Özmucur y Pamuk, 2002, p. 296-300; Van Zanden, 2005, p. 175-183; Clark, 2007, p. 107, y Moreno, 2002, p. 78-87).

A conclusiones similares llegó Soubeyroux (1980) en su estudio sobre el pauperismo en el Madrid del siglo xviii, al otorgar el 70 por 100 del gasto a la alimentación y el 30 por 100 al resto de bienes y servicios. Sin embargo, en los índices del coste de la vida de Martín Aceña (1992) y de Reher y Ballesteros (1993) para Castilla la Nueva, la alimentación entraña el 88,5 por 100 de los presupuestos familiares y el vestido y el calzado el 4 por 100.

Sobre la conveniencia de emplear pan en vez de cereales panificables en las cestas de la compra urbanas, véase Van Zanden (2005), p. 175-176.

Durante la Edad Moderna, en buena parte de territorios europeos la caída de los salarios reales forzó a muchos trabajadores a sustituir calorías relativamente caras por calorías más baratas (Allen, 2001, p. 430-431).

En concreto, las fuentes utilizadas para el colegio de Santa Isabel han sido: Archivo de Palacio, Fondo Colegio de Santa Isabel, Libros de cuentas de gasto ordinario y extraordinario legajos 26-49, Libros de salarios y Libros de cuentas, 1680-1800; para la Inclusa: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, Fondo de la Inclusa, legajos 10324-10333.

Además, hemos incorporado la serie de Bona (1868) para los oficiales carpinteros.

A partir de 1738 desaparecen casi todos los pagos en especie, excepto en los casos de las criadas y de los aguinaldos navideños en la Inclusa.

Hemos considerado que los capellanes no encajaban bien en ninguna de los otros dos grupos de trabajadores del sector terciario.

Todas las series anuales de salarios pueden consultarse en Llopis y García Montero (2009), p. 44-52.

Pilar Gómez de Enterría tuvo la gentileza de proporcionarnos dichas cifras.

La lluvia y el viento dificultaban o impedían determinados trabajos en el sector de la construcción. Véase la interesante estadística ofrecida por José A. Nieto acerca de los días por semana trabajados por los albañiles madrileños en 1773-1774, 1783 y 1788.

Allen (2001), p. 425, supone que los albañiles europeos trabajaban 250 días por año.

Entre 1501-1510 y 1591-1600, el índice de precios en Castilla la Nueva había crecido al 1,44 por 100 (Martín Aceña, 1992).

Las cestas de la compra de los índices del coste de la vida de Madrid, Palencia y Sevilla son bastante similares. Llopis et al. (2009), p. 38-45. También las de los de Madrid y Barcelona, ya que la estructura de gasto familiar de la segunda urbe ha sido inferida, al menos en buena medida, de las cantidades de bienes que entraron en la primera a finales de la década de 1780, fuente que también hemos empleado en este trabajo.

Los pueblos situados en un radio de 20 leguas en torno a Madrid estaban obligados a surtir anualmente a dicha urbe con determinados cupos de pan, los más próximos, o de trigo, los más lejanos. El cupo global a repartir llegó a superar las 1.000 fanegas diarias de pan en los años de malas cosechas. Los pueblos no se liberaron de esta carga hasta 1758.

Es significativo que la tasa de granos, hasta su supresión en 1765, fuese más respetada en las tradicionales áreas en las que los comisionados y agentes del depósito de Madrid acopiaban trigo para dicha urbe. Llopis y Jerez (2001), p. 49-50. Sobre el pósito madrileño, véase Castro (1987), p. 237-295.

Por ejemplo, 4,3 millones de reales en 1795, 16,0 en 1796 y 13,0 en 1797 (Bernardos, 1997, p. 495-505).

En esa época tuvo lugar un crecimiento y una renovación del comercio madrileño: el incremento del consumo propició la multiplicación de tiendas y mercados que tendieron a especializarse y a tener mayor capacidad. Nieto (2006), p. 308. No obstante, desconocemos en qué medida estos cambios contribuyeron a moderar la inestabilidad y la tendencia alcista de los precios.

En Europa, los bienes y servicios que más se encarecieron, los combustibles, los alimentos básicos y los alquileres de vivienda, eran relativamente intensivos en el factor tierra.

Entre 1765 y 1790, la inestabilidad de los precios del trigo se redujo en la mayor parte de los mercados españoles, tanto del interior como de la periferia.

Cuando las urbes costeras veían reducidas sus posibilidades de abastecimiento externo de granos, la volatilidad del precio del trigo se elevaba en los mercados del interior.

Por razones de espacio no presentamos las series de precios de las ciudades españolas y europeas ni en cuadros ni en gráficos. La serie de Barcelona fue construida por Feliu (2004) y las series de ciudades no españolas proceden de Allen http://www.nuff.ox.ac.uk/users/Allen.

Entre 1620 y 1680, las frecuentes manipulaciones monetarias y la inflación del vellón habían provocado una progresiva desconfianza hacia la moneda y la práctica retirada de la plata de la circulación. Ello hizo preciso la adopción de un drástico programa de estabilización monetaria.

Como es bien conocido, en muchas urbes el pan se encarecía menos que el trigo en los años de escasez, en tanto que aquél se abarataba menos que éste en los años de abundancia. Ello obedecía a las regulaciones municipales de los precios del pan.

Las series de salarios de trabajadores de la construcción del Palacio Real de Madrid, elaboradas por Hamilton para el período 1737-1800, tienen un perfil temporal muy similar al de las que hemos presentado en este trabajo sobre ese mismo sector.

Los datos de salario en metálico de criadas que hemos recopilado se parecen bastante a los publicados en el Diario de Avisos de Madrid.

El crecimiento de la productividad en los siglos xvii y xviii permitieron a Holanda e Inglaterra escapar de la trampa malthusiana.

En este ejercicio sí podemos estar seguros de que las diferencias retributivas correspondan a las mismas categorías profesionales en una urbe y en otra.

Acemoglu, cuyos trabajos se centran en la época contemporánea, sobre todo en la segunda mitad del siglo xx, sostiene que el skill premium viene determinado por las variaciones inducidas por el cambio tecnológico en la estructura de la demanda de trabajo, por la abundancia o escasez relativa de mano de obra cualificada, por el comercio internacional, por las instituciones del mercado laboral y por los cambios en la organización de las empresas y en las relaciones entre éstas y los trabajadores.

El tipo de interés de los juros se redujo del 5 al 3 por 100 en 1727, mientras que el rédito máximo de los censos se fijó en el 3,3 por 100 en 1705 y en el 3 por 100 en 1750.

El salario real de los albañiles había descendido un 23,5 por 100 de 1600-1624 a 1675-1699.

La construcción y las industrias de bienes de lujo cobraron una creciente importancia en la economía madrileña en la segunda mitad del siglo xviii.

La evolución de los salarios reales ha inducido a Van Zanden a señalar que buena parte de la población europea se benefició poco del progreso económico de los siglos xvi, xvii y xviii.

Sobre el crecimiento de la mano de obra descualificada y desagremiada y sobre la intensificación de la pluriactividad femenina en el Madrid del Setecientos, véase López Barahona (2009), p. 53-83.

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