El presente libro es una de las obras mayores de Roberto Cortés Conde, quien viene ejerciendo el oficio de historiador económico con maestría desde hace casi medio siglo. En sus investigaciones más tempranas destacó por sus aportaciones a la historia del comercio exterior, la población y la propiedad de la tierra en la Argentina del siglo xix. En los años de la década de 1970 amplió su mirada y codirigió una gran obra colectiva de revisión historiográfica y bibliográfica de la historia económica de América Latina que fue un mojón clave para el desarrollo de la disciplina. Entre 1980 y 2000 produjo una serie de estudios fundamentales sobre la historia de la banca, moneda y deuda pública de Argentina en el siglo xix y principios del siglo xx. Además, en los años de la década de 1990 fue impulsor decisivo –junto con el colega brasileño Tamás Szmrecsányi (fundador, en 1993, de la Asociación Brasileña de Historia Económica; falleció en 2009)– de la participación latinoamericana en la Asociación Internacional de Historia Económica, de la que llegó a ser presidente entre 1998 y 2002. Pero Cortés Conde no cesa de trabajar y ahora nos presenta esta síntesis muy sugerente de la historia económica y, más particularmente, de las políticas económicas en Argentina en el siglo xx.
Una faceta destacable del libro es que haya sido publicado por Cambridge University Press, editorial que cuenta con una prestigiosa colección de estudios latinoamericanos. En este sentido, es de resaltar el trabajo renovador que viene realizando el historiador económico y demográfico Herbert Klein, en la dirección de dicha colección en tiempos recientes, incluyendo títulos de autores de la región latinoamericana que complementan las monografías clásicas de autores angloamericanos.
Pero vayamos al grano. ¿Cuál es la esencia de la interpretación de Cortés Conde sobre el desigual desempeño económico de Argentina en el siglo xx? Demuestra con base en series anuales completas del producto interior bruto –a cuya reconstrucción el propio autor ha contribuido de manera fundamental– que se produjeron algunos períodos relativamente cortos de crecimiento económico en Argentina en el siglo xx, pero que no se logró un crecimiento sostenido, sino más bien uno marcado por fluctuaciones y alternancias de pobre desempeño. Por ello, el autor considera erróneo hablar simplemente de un largo declive de la economía argentina pues, a lo largo del siglo xx, dicha economía ha crecido y casi siempre ha mantenido los índices más altos de ingresos per capita en América Latina. No obstante, como el propio Cortés Conde argumenta, su experiencia en relación con su potencial puede considerarse decepcionante, y también lo es en relación con los logros alcanzados durante la «belle époque» que precedió a la Primera Guerra Mundial.
De hecho, en el primer decenio y medio del siglo xx, la expansión económica argentina fue realmente notable, alcanzando las cotas más altas, por su progreso en la agricultura, los transportes, el comercio, las finanzas y una temprana industrialización, aunque Cortés Conde no hace hincapié en estas temáticas, quizá porque considera que su principal contribución analítica consiste en analizar el período posterior a 1914. En todo caso, sus notas sobre el temprano siglo xx sugieren que ha sido bastante selectivo y hasta sesgado en la elección de la bibliografía secundaria que elige citar, lo cual dificulta una comprensión más profunda de esos años extraordinarios que marcaron el apogeo de la internacionalización de la economía argentina.
En cambio, su análisis de las políticas económicas en Argentina que siguieron al estallido de la gran guerra es magistral. A partir de 1914, se cortaron los flujos de inversiones extranjeras y también los masivos flujos migratorios provenientes de Europa, ambos motores importantes del dinamismo económico argentino hasta esa fecha. Cortés Conde hace hincapié en el impacto de la guerra sobre las importaciones de bienes de capital y bienes intermedios, que cayeron de manera drástica y no se recuperaron hasta principios de los años de la década de 1920. Pero donde destaca su análisis es en la reconstrucción de las variables financieras domésticas, que nos ilustran las fuertes fluctuaciones monetarias y bancarias, de las reservas en oro y de la deuda pública. Demuestra que, a pesar de las dificultades, siguió operando la Caja de conversión y que el Banco de la Nación logró cubrir buena parte de los déficits del gobierno, los cuales tendieron a aumentar durante el período a raíz de la caída de ingresos aduaneros en los años de la guerra. Por otra parte, a lo largo de estos años y hasta 1930, el país siguió cubriendo en oro el servicio de su deuda externa soberana y el pago anual de dividendos de las numerosas y grandes empresas extranjeras en el país. Cortés Conde señala que estos pagos absorbieron una parte significativa de los ahorros del país, lo cual restó dinamismo a la economía. Por otra parte, señala que pese al escaso crecimiento económico anual, este fue acompañado por una pequeña mejoría en los ingresos per capita, sobre todo durante los años de la década de 1920. Sin duda, ello influyó en la renovación de los flujos migratorios de trabajadores españoles e italianos, sobre todo entre 1922 y 1926. Pero con el «crack» de Wall Street en 1929 todo cambió.
En la siguiente sección del libro, el autor nos presenta una visión mucho más matizada de lo que es habitual en muchas interpretaciones de la Argentina en los años de la década de 1930. Describe con una gran abundancia de gráficas muy precisas la evolución de las tendencias monetarias, comerciales y de la deuda pública. Resume los cambios en la política monetaria con la desaparición de la Caja de conversión y el establecimiento de control de cambios en 1931, las reformas fiscales emprendidas a raíz de la caída de los ingresos aduaneros durante la Gran Depresión, y las complejas negociaciones comerciales y de la deuda externa que fueron el meollo del famoso Pacto Roca-Runciman, firmado con Gran Bretaña en 1933. Esta sección es acompañada por una discusión muy original de las reformas de la deuda pública, así como un análisis penetrante de los primeros años del flamante Banco Central, creado en 1935 y encabezado por Raúl Prebisch, economista muy ortodoxo en esa época. Al mismo tiempo, Cortés Conde aclara algunas de las razones por las cuales la economía argentina comenzó a crecer de nuevo desde 1934, lo cual se relaciona con diversos factores, entre los cuales se contaban políticas monetarias y financieras inteligentes, flexibles e innovadoras, aunque sin duda también fue fundamental el dinamismo de una ola industrializadora en una época en la cual todos los países del mundo se tornaron proteccionistas a raíz de la crisis internacional.
Después sigue lo que es sin duda el capítulo más polémico del libro, que el autor titula «La economía política del peronismo», aunque ofrece un análisis matizado por la combinación de elementos que presenta. Argumenta que, en realidad, antes del triunfo del peronismo en las elecciones de 1946 se había producido un proceso de notable éxito en el sector industrial en Argentina en respuesta a los múltiples retos que planteaba la Segunda Guerra Mundial, ya que las empresas argentinas lograron trabajar a un alto nivel de capacidad, pese a la falta de repuestos y la casi nula importación de bienes de capital. Sin embargo, ello implicó que al término del conflicto bélico existieran fuertes carencias tecnológicas y de descapitalización en la industria, al igual que en el sector de transportes e infraestructura. Las nuevas políticas económicas del gobierno de Juan Domingo Perón tuvieron efectos contradictorios. Por un lado, dichas políticas impulsaron un aumento en los ingresos de los trabajadores y un incremento enorme de la sindicalización, pero por otro lado resultaron perjudiciales para amplios sectores empresariales. Sin embargo, Cortés Conde pone especial atención en los aspectos menos conocidos del período, en particular la política fiscal y de deuda pública, la política monetaria y el financiamiento suministrado a través del Banco Central. En el caso de esta última entidad, que fue manejada desde el gobierno como un instrumento de promoción de determinados objetivos económicos, se demuestra que canalizó un volumen desproporcionado de crédito a los bancos oficiales, Banco de la Nación, Banco de Crédito Industrial y Banco Hipotecario Nacional, lo que permitió impulsar determinadas industrias y numerosas obras públicas y de vivienda popular, pero también restringió opciones para muchas empresas pequeñas y medianas, que sobrevivieron gracias a la expansión del mercado interno, pero siempre con dificultades. A su vez, el Banco Central fue clave en el manejo de nuevas instituciones como el IAPI, agencia estatal que controlaba buena parte del comercio exterior. En resumidas cuentas, Cortés Conde nos describe el surgimiento de un capitalismo estatal que podría describirse como un verdadero Leviatán, fincado en numerosos y grandes bancos y empresas estatales, conviviendo con el capitalismo privado en el campo y en la mayoría de las esferas del comercio y la industria.
La caída del peronismo en 1955 abrió una nueva etapa muy compleja de la historia argentina, marcada por la dificultad en superar las contradicciones que fueron legado del peronismo. Por ello, el autor denomina este capítulo «Una sociedad dividida, 1955-1973», la cual ilustra la dificultad tanto de los gobiernos civiles como de las administraciones militares en asegurar un crecimiento sostenido. Un motivo fundamental lo atribuye el autor a la fuerte descapitalización de la economía argentina. Por otra parte, argumenta que no se lograron recuperar de manera sustancial las exportaciones agropecuarias, situación que generó crecientes cuellos de botella en la balanza comercial y de pagos. Al mismo tiempo, se desataron conflictos muy profundos sobre la distribución del ingreso, los cuales eran políticamente muy difíciles de modificar debido al poder político latente del peronismo, y a que los sectores trabajadores disfrutaban de salarios y beneficios sindicales relativamente altos. Por ello, la conflictividad entre clases sociales se mantuvo largo tiempo y dio pie a repetidas intervenciones militares, ostensiblemente para lograr un mayor grado de estabilidad, pero también para impedir el regreso al poder del general en el exilio. No obstante, este capítulo centra su atención más bien en temas anteriormente poco estudiados de la política fiscal y monetaria de las administraciones civiles y radicales de Frondizi e Illia (1958-1965), y los gobiernos militares de Onganía, Levingston y Lanusse (1966-1973). El estudio de las principales tendencias económicas desvela un período significativo de crecimiento económico en los años de la década de 1960, gracias en buena medida a las reformas que había impulsado Frondizi.
El capítulo sexto lleva como título «El largo declive» y cubre el período de 1974 a 1989: aquí se reseña de manera muy somera la compleja y contradictoria evolución de las políticas económicas en el corto período de gobierno peronista (1974-1976), y con algo más de detalle las políticas económicas de la dictadura militar (1976-1983), con atención a las reformas de ajuste liberal emprendidas al inicio del régimen militar, las reformas a la banca central, la recesión de 1978, la crisis bancaria de 1981 y el gran aumento del endeudamiento externo en estos años. Después se presenta una síntesis de las políticas económicas de las administraciones radicales, en particular del presidente Alfonsín en los años 1984-88, incluyendo el fracaso del plan Austral que luego desembocaría en la hiperinflación que castigó a Argentina, al igual que a otros países latinoamericanos, a fines del decenio de 1980.
Cortés Conde cierra su historia en 1989 porque argumenta que a partir de entonces se trata de una nueva fase muy diferente de la historia económica argentina, pero también porque, como historiador, es difícil evaluar las consecuencias de las políticas económicas adoptadas en los 2 decenios siguientes. El libro concluye con una serie muy útil de gráficas del producto interior bruto de la Argentina en los distintos períodos del siglo xx, que ofrecen una visión panorámica pero precisa de los principales cambios experimentados en el largo tiempo. A ello se agrega un apéndice amplio de estadísticas de referencia que serán de utilidad para los estudiosos, profesores y alumnos durante los años venideros.