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Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research
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Vol. 8. Núm. 3.
Páginas 194-196 (octubre 2012)
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Vol. 8. Núm. 3.
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Sheilagh Ogilvie: Institutions and European Trade: Merchant Guilds, 1000-1800. Cambridge, Cambridge University Press, 2011, 493 págs.
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Xabier Lamikiz Gorostiaga
Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, España
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¿Qué efecto tuvieron los gremios de comerciantes sobre el crecimiento económico de Europa en el periodo 1000-1800? Desde que Adam Smith atribuyera un efecto nocivo a las corporaciones gremiales, tachándolas de monopolistas y reductoras de competencia, muchos han sido los historiadores económicos que han abundado en esa idea. Sin embargo, en las últimas décadas, y siguiendo la estela de Douglas North, han adquirido notoriedad numerosas investigaciones que defienden justamente lo contrario: la longevidad y la ubicuidad de una institución como el gremio de comerciantes («merchant guild») solo puede explicarse por su capacidad para dar respuestas eficientes a problemas económicos. Pues bien, remando a contracorriente con impresionante fuerza y haciendo gala de un conocimiento teórico y empírico envidiable, Sheilagh Ogilvie desdice a quienes ven en la eficiencia económica la raison d’être de estos gremios. Para ella, las asociaciones gremiales de comerciantes no tenían efectos beneficiosos para el conjunto de la economía; su objetivo, y su única razón de ser, era la obtención de rentas para sus asociados, por un lado, y para los gobernantes que los apadrinaban y protegían, por otro. Este efecto redistributivo de la riqueza lo subraya Ogilvie hasta sus últimas consecuencias, sin apenas dejar resquicio a posibles efectos colaterales beneficiosos. Es un libro muy ambicioso que marcará un antes y un después en la historia de los gremios de comerciantes, y que recibirá, presumiblemente, enérgicas respuestas de historiadores económicos y economistas cuyos trabajos son repetidamente (y uno ha de admitir que muy convincentemente) rebatidos. No en vano el libro es, en palabras de la autora, «a radical reassessment of both merchant guilds in economic history and institutions in economic theory» (pág. 5).

Los 11 capítulos del libro van desgranando uno a uno los ámbitos de intervención de los gremios de comerciantes, los cuales estaban integrados, sobre todo, por comerciantes al por mayor o «wholesalers». Entre estas instituciones, Ogilvie incluye no solo a gremios locales, sino también a gremios de comerciantes establecidos en localidades extranjeras («alien merchant guilds», incluidas las federaciones de gremios de distintas localidades formadas con el objeto de comerciar en el extranjero, más conocidas como «hanse») y a compañías de comercio privilegiadas («privileged merchant companies», como las diferentes compañías de las Indias Orientales, entre otras), aunque respetando las manifiestas diferencias entre estas y los tradicionales gremios de comerciantes. Todas estas corporaciones cuentan con cronologías y geografías desiguales. Destaca el que a partir de 1500 los gremios comenzaran a perder importancia precisamente en las 2 economías más dinámicas de la Edad Moderna, es decir, Inglaterra y los Países Bajos. A partir de entonces, sin embargo, fue en el comercio intercontinental entre Europa y el resto del mundo donde comenzarían a proliferar compañías privilegiadas con características similares a las «alien merchant guilds». Estas compañías contaban con una característica que las sitúa más cerca de los gremios de comerciantes que de las firmas modernas: «they secured and exploited exclusive trading monopolies from rulers» (pág. 38). Si en Inglaterra y los Países Bajos los gremios pasaron a perder rápidamente relevancia tras 1500, no ocurriría lo mismo en otros lugares de Europa. En la península Ibérica, Italia y Europa central perduraron hasta comienzos del siglo xix. En el caso de la América española, los consulados continuaron jugando un papel de primer orden en la economía colonial hasta el momento mismo de la independencia.

El libro arranca con un capítulo introductorio en el que se dibujan sus líneas maestras; le sigue otro en el que se definen las instituciones objeto de estudio. Los capítulos 3 y 4 repasan numerosos trabajos empíricos que atestiguan la naturaleza monopolista tanto de gremios de comerciantes como de compañías privilegiadas: no solo tenían derechos de monopolio, además los ponían en práctica. «This rich scholarship», afirma la autora, «cannot be dismissed as mere uncritical acceptance of outmoded opposition to guilds in the tradition of Adam Smith» (pág. 89). Esta es la respuesta a los teóricos de la eficiencia que no consideran que los gremios de comerciantes fueran monopolistas. El capítulo 5 explora la relación entre gremios y gobernantes, concretada a menudo en la concesión de créditos a los gobernantes a cambio de la defensa o de la ampliación de los derechos de los gremios. La negociación entre ambas partes difícilmente podía acarrear resultados favorables para el conjunto de la economía: «Merchants liked merchant guilds because they reduced the per capita transaction cost of negotiating to get privileges from rulers» (pág. 189).

El capítulo 6 aborda el tema de la seguridad comercial, que es el aspecto que más parece apoyar la idea de que los gremios beneficiaban al conjunto de la economía. Las teorías que defienden esta tesis guardan 3 afirmaciones implícitas: a) estas instituciones existieron porque resolvían problemas de falta de seguridad propias del comercio de larga distancia; b) la seguridad que proporcionaban al comercio revertía no solo en su beneficio, sino en el de toda la sociedad, y c) fuera de los gremios no existían instituciones alternativas que pudieran hacer que el comercio fuera más seguro. Ogilvie no tiene dudas sobre la inconsistencia de tales afirmaciones: «[g]uild monopolies not only affected efficiency (they reduced it) but also altered distribution (they shifted resources from outsiders to guild members). And this could affect security – negatively» (pág. 206). En realidad, el comercio de larga distancia (en el que, cabe recordar, la mayoría de gremios de Europa no participaban) parece haber crecido más en los periodos y lugares en los que las autoridades públicas, no los gremios, se encargaron de proporcionar seguridad de una manera general.

Algo parecido podría decirse de otro aspecto muy importante, el cumplimiento de contratos («contract enforcement»), tratado en el capítulo 7. Aquí, Ogilvie, entre otras cosas, refuta la idea de Greif (2006a) sobre el efecto positivo de las represalias colectivas aplicadas por gremios durante la revolución comercial de la Edad Media, antes de que apareciera la responsabilidad legal individual. Para la autora, nada hubo de eficiente para el bien común en estas represalias: se llevaban a cabo porque determinados gobernantes y grupos de comerciantes vieron en ellas una jugosa fuente de ingresos. En la misma dirección apuntan los capítulos 8 (sobre problemas de agencia), 9 (información comercial) y 10 (volatilidad de precios): en ninguno de estos casos se puede decir que los gremios de comerciantes o las compañías privilegiadas tuvieran efectos positivos para el conjunto de la economía, sino más bien todo lo contrario. Sobre la información comercial, por ejemplo, la autora escribe que «if anything, the role of merchant guilds was to restrict rather than improve the flow of commercial information – at least to anyone outside their own exclusive membership» (pág. 378).

Ogilvie emplea una extensa bibliografía de la cual va extrayendo numerosas citas y ejemplos (a veces quizás demasiados) que ponen en seria tela de juicio los argumentos esgrimidos por quienes consideran que los gremios de comerciantes eran instituciones eficientes. La historiografía en la que se apoya es vastísima y engloba el conjunto de Europa, aunque la autora se centra más en la revolución comercial de la Edad Media que en los siglos posteriores.

Las críticas de Ogilvie son de gran alcance. Existen 2 importantes teorías sobre instituciones en las que los gremios europeos de comerciantes ocupan un papel central. En primer lugar está la teoría de la eficiencia pura, que defiende que las instituciones existen porque proporcionan soluciones eficientes a problemas económicos. La segunda es la teoría de la eficiencia cultural, propuesta sobre todo por Greif (2006b), quien afirma que las instituciones existen porque son compatibles con creencias culturales específicas («particular cultural beliefs»), y que determinadas creencias dan lugar a la formación de instituciones (como el gremio de comerciantes) que proporcionan la solución más eficiente a problemas económicos. Ogilvie rebate abiertamente la validez de estas teorías mientras subraya la necesidad de prestar atención al marco institucional con una óptica mucho más amplia. Las instituciones ni existen ni funcionan de manera aislada (como parecen asumir los teóricos de la eficiencia), ajenas a su entorno, sino que conviven y se relacionan estrechamente con otras instituciones, cumpliendo no una, sino múltiples funciones. Esto, naturalmente, complica sobremanera su estudio. Pero obviarlo supone correr demasiados riesgos porque, tal como afirma la autora, «[c]laiming that one institution is efficient implies that there are no more adequate alternatives, a claim that cannot be sustained unless one analyses the whole framework of institutions available to people in that economy» (pág. 425). Su análisis sigue precisamente esta premisa, y los resultados obtenidos son muy esclarecedores. El debate está servido y se prevé muy interesante.

Bibliografía
[Greif, 2006a]
A. Greif.
History lessons: the birth of impersonal exchange: the community responsibility system and impartial justice.
J Econ Perspect, 20 (2006), pp. 221-236
[Greif, 2006b]
A. Greif.
Institutions and the Path to the Modern Economy: lessons from Medieval Trade.
Cambridge University Press, (2006),
Copyright © 2012. Asociación Española de Historia Económica
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