Este libro tiene como antecedente la tesis doctoral The Impact of Revolution: Business and Labor in the Mexican Textile Industry, Orizaba, Veracruz, 1900-1930, leída por la autora en la Universidad de Harvard y distinguida, en 2000, con el premio Alexander Gerschenkron de la Economic History Association. No obstante, Industry & Revolution dista mucho de ser simplemente la adaptación de The Impact of Revolution al formato requerido por una editorial académica de reconocido prestigio. Se trata de una obra original que mejora la merecidamente premiada tesis doctoral que la precedió. Industry & Revolution fue premiado en 2014 por The Conference on Latin American History.
La obra de la profesora Gómez-Galvarriato, una de las renovadoras de la Historia Económica mexicana, cumple con todos los requerimientos de un ensayo de calidad en nuestro campo; asimismo, su diseño y una cuidada redacción facilitan su lectura. Diría que Industry & Revolution busca –lo que seguramente ha requerido no poco esfuerzo y acierto– más la comunicación con lectores de variada procedencia que la exhibición de un saber especializado acorde a los cánones estrictos de la Historia Económica. Además, el libro pasa revista a un acontecimiento, la Revolución mexicana, que forma parte de los «mitos fundacionales» de la sociedad mexicana contemporánea. Una sociedad que, al igual que la española, especialmente en algunos de sus componentes periféricos, no ha llegado todavía a buenos términos con su historia. Períodos y personajes de la historia mexicana (el precolombino, la Reforma, Benito Juárez, Madero, Villa, Zapata, etc.) siguen siendo «sobrevalorados», mientras que con otros (el Virreinato, Maximiliano, Porfirio Díaz, etc.) sucede lo contrario.
La autora analiza el impacto de la Revolución mexicana en el largo plazo. Si la historiografía inicialmente consideraba la Revolución como impulso decisivo al crecimiento económico y a la justicia social en México, la revisión de la década de 1960 puso en duda que esta, junto con sus positivas consecuencias, hubiera ocurrido, ya que la realidad circundante no dejaba de ser manifiestamente mejorable. Industry & Revolution propone una interpretación novedosa y consistente con todos los hechos conocidos: la existencia de la Revolución mexicana resulta incuestionable y vino acompañada de logros sociales para los trabajadores de centros industriales como el constituido por el valle de Orizaba, donde se concentraba buena parte de la producción textil mexicana moderna. Los obreros industriales organizados tuvieron un papel en la Revolución mexicana más importante que el que generalmente se les atribuye. Y ello pese a que tanto su peso en la población activa como su participación en los ejércitos revolucionarios fueron minoritarios. Las reivindicaciones de los trabajadores del valle de Orizaba –también de otros lugares de la República– fueron conseguidas en buena medida y contribuyeron a orientar los objetivos de la propia Revolución.
Ahora bien, los cambios producidos por la Revolución acabaron favoreciendo el estancamiento económico y la persistencia de la pobreza en décadas posteriores. Un buen ejemplo de ello es el triste final de la historia tan vivamente narrada en algunos de sus pasajes por la autora. El modelo productivo resultante de los repetidos acuerdos salariales entre patronal y trabajadores amparados por el gobierno y su política proteccionista no incentivaba el aumento de la productividad por medio de la mejora tecnológica. Así, las mejoras de las condiciones de vida de los trabajadores textiles del valle de Orizaba fueron soportadas por los consumidores mexicanos y, además, la actividad productiva acabaría resultando inviable. La liberalización exterior de finales de los ochenta acabaría poniendo fin al modelo resultante de la Revolución mexicana.
Balance, pues, contradictorio de un acontecimiento histórico trascendental en la historia del México contemporáneo, que todavía hoy es tratado frecuentemente de manera hagiográfica y con fines de legitimación política.
Industry & Revolution presta atención a la modalidad particular de industrialización mexicana, un caso aparentemente representativo de la periferia económica mundial. Ahora bien, México parece constituir antes la excepción que la regla, pues la industria textil mecanizada aparece ya en la década de 1830, antes que en ningún otro país iberoamericano y solo más tarde que en Egipto entre los periféricos. La industrialización mexicana se sobrepuso a las dificultades interpuestas, principal pero no solamente por la inestabilidad política de las décadas centrales del siglo xix. Sin embargo, solo pudo avanzar decididamente durante el Porfiriato (1877-1912), cuando se combinaron la estabilidad política y los cambios institucionales a ella asociados, la disminución de los costes de transporte, la desaparición de los impuestos sobre la circulación interestatal de mercancías, la protección arancelaria, la mejora de la financiación de las empresas industriales y la transformación de la comercialización. Paralelamente, el número de trabajadores industriales creció, al tiempo que aparecían sus primeras organizaciones y se iniciaba la conflictividad social tanto dentro de las nuevas y grandes unidades productivas como en las colonias obreras surgidas en torno a ellas.
Para la autora, y es esta otra idea original y controvertida, la Revolución industrial tuvo consecuencias más duraderas y profundas que la transformación social que acompañó y siguió a la Revolución mexicana. Si mi lectura es correcta, la Revolución industrial, incluso en su peculiar variante mexicana, originó transformaciones socioeconómicas y actores políticos que tuvieron una presencia mayor y más duradera que la Revolución mexicana. Sin embargo, la omnipresencia de esta última en el discurso político y en la historiografía parece haber hecho pasar a un segundo plano la existencia misma de la primera, que la precede y sobre la que influye poderosamente. Gómez-Galvarriato ofrece así una visión más ecuánime de un fenómeno histórico, la Revolución mexicana, en el que frecuentemente se exagera el componente campesino y se olvida la indiscutible modernización de la economía y la sociedad mexicanas durante el Porfiriato. Modernización de la que da buena cuenta Industry & Revolution.
Otro de los aspectos que me parece importante mencionar es que el trabajo de Gómez-Galvarriato, con su gran consistencia en lo que a fuentes primarias se refiere y su apego a los hechos sin apriorismos, pone en cuestión la validez de interpretaciones sobre la economía del Porfiriato que más bien asumen que demuestran la existencia de un «crony capitalism». Más y mejor trabajo con fuentes primarias, como el que impregna Industry & Revolution, sería muy recomendable para quienes, en línea con el neoinstitucionalismo, practican una Historia Económica más preocupada por encajar en la dominante infravaloración sistemática de los logros al sur del río Bravo que en mostrar los claroscuros de una realidad compleja y cambiante.
Además de los capítulos de introducción y conclusiones, especialmente interesantes para el lector menos especializado, el libro consta de otros 8. El primero ofrece una magnífica descripción de la industria textil mexicana desde fines del Virreinato hasta el primer tercio del siglo xx, en la que no está ausente una perspectiva comparada internacional. El segundo se ocupa de la Compañía Industrial Veracruzana S. A., uno de los protagonistas de la modernización experimentada por la producción y comercialización del sector textil mexicano durante el Porfiriato. Las características socio-económicas de la fuerza de trabajo, que no parecen adecuarse a una visión paternalista-compasiva de la misma, son examinadas en el tercer capítulo. Las organizaciones obreras, que surgen casi coincidiendo con la aparición de la industria moderna en el valle de Orizaba, sus logros y los principales conflictos, así como la represión, anteriores a la Revolución mexicana, se tratan en el cuarto. En el quinto se pasa revista a la peculiar forma en que los trabajadores de la moderna industria textil mexicana participaron e influyeron en la Revolución y concluye con una interesante crítica a la historiografía dominante: buena parte de los grandes logros legalmente reconocidos en el Artículo 123 de la Constitución de 1917 subsistieron donde ya habían sido obtenidos y fueron poco más que papel mojado donde la fuerza del movimiento obrero fue insuficiente para hacerlos realidad. Las relaciones entre el movimiento obrero y los gobiernos posrevolucionarios se tratan en el capítulo sexto. El séptimo presenta un exhaustivo examen de la evolución de los salarios reales y de la jornada laboral de los trabajadores de CIVSA durante el primer tercio del siglo xx. El capítulo octavo presenta un poco convencional retrato de la vida cotidiana de los trabajadores de unas fábricas que surgieron ex novo junto a colonias obreras. Todo parece indicar que ya desde antes de la Revolución mexicana, y aún más durante y después, la vida en el valle de Orizaba no solo distaba de ser siniestra, sino que ofrecía oportunidades de las que carecían –y carecerían– muchos ciudadanos de México. El impacto de la Revolución mexicana sobre el modelo productivo de CIVSA es detenidamente tratado en el capítulo noveno. Tras conflictos y desacuerdos, un duradero statu quo se impuso hasta que, en la década de 1980, resultó insostenible: gobierno, empresarios y trabajadores pospusieron durante décadas una modernización tecnológica y organizativa inevitable a largo plazo a cambio de los beneficios a corto.