El interés por la redescubierta historia global está generando un número considerable de publicaciones y favoreciendo la renovación de la oferta docente, dada la enorme ventaja que encierra esta línea de estudio al incidir en enfoques multidisciplinares y visiones amplias de los procesos, tanto cronológica como geográficamente. Ina Baghdiantz es profesora en la Tufts University, donde lleva impartiendo desde 1998 diversas asignaturas relacionadas con la historia del consumo. Este volumen responde precisamente a su labor docente, no en vano la dedicatoria está dirigida a sus estudiantes, y se intuye que la idea del libro se gestó tras la impartición del curso «Consumption, power and identity: History of food and clothing». Como todo texto con afán de manual universitario no es comparable con un libro de investigación propiamente dicho y ha de valorarse por su finalidad: visión general de la materia, claridad explicativa, servir de volumen de referencia al que acudir cuando se quiera profundizar y, por supuesto, despertar interés y reflexión en el estudiante. En este sentido, este volumen cumple con estas premisas.
El hilo conductor es el impacto que bebidas excitantes (té, cacao, café), edulcorantes (azúcar de caña) o drogas como el tabaco y el opio entre otros productos, como textiles, pieles o porcelanas, tuvieron en los mercados europeos y asiáticos. En Europa se incide especialmente en Francia, Inglaterra, Provincias Unidas e Imperio Otomano, y en el caso de Asia en China, Japón e India. Otras zonas (Sur de Europa, Rusia, América, África) están presentes, pero con menor énfasis en el discurso.
El libro está estructurado en ocho capítulos, cada uno de los cuales concluye con una serie de preguntas a modo de pregunta-síntesis-test de comprensión. Las referencias bibliográficas son, sobre todo, obras y artículos básicos que todo estudiante debería leer si quiere iniciarse en la ardua tarea que conlleva el ensamblaje de todas las piezas que componen la evolución del consumo en los siglos XVII y XVIII, y su impacto a escala mundial. Es cierto que la bibliografía es en su mayoría anglosajona, y se podría achacar al libro que cada capítulo es en realidad un resumen de la bibliografía empleada. Si cotejamos las notas a pie de página, así se deduce. Pero a mi juicio, esa es precisamente la finalidad de un manual, sintetizar las ideas primordiales y debates existentes. En este sentido la autora ha sido honesta. Es más, así como en la introducción se ofrece una breve recopilación de las principales teorías sobre consumo desde diversas disciplinas (Norbert Elias, Pierre Bordieu, Jean Braudillard, Thorstein Veblen, Neil McKendrick, John Brewer, J.H. Plumb, Ferdinand Braudel, Daniel Roche, Werner Sombart, Max Weber, Mary Douglass, Baron Isherwood, Clifford Geertz, Jan de Vries…), se echa en falta un último capítulo compilador que ofrezca la propia reflexión de la autora sobre el proceso que tuvo lugar antes de 1850, que lance preguntas abiertas y/o sugiera líneas de investigación a los discentes, posibles investigadores.
El libro muestra el proceso, a veces simplificado o sesgado por países, de consolidación del consumo de ciertos productos en las diversas sociedades. A lo largo de los sucesivos capítulos se ofrecen pinceladas de todos los temas relacionados con esta transformación, así como de los agentes implicados, de forma que un entramado de ideas va subyaciendo de la lectura propiciando la reflexión.
Se hace, por ejemplo, de forma acertada, mención al papel de los botánicos y los jardines botánicos, primeros laboratorios experimentales donde aclimatar las plantas y flores halladas, pero también a la paulatina europeización de los productos orientales como el café, que llegó a ser considerado un producto típicamente francés por los suecos (p. 203). La rápida adaptación de plantas americanas como la batata, el maíz, la yuca o el cacahuete tuvieron una gran acogida en China al requerir menos agua para su cultivo, incidiendo sobre la dieta. En Europa, los médicos dedicaron buena parte de su tiempo a clasificar los recién descubiertos alimentos y animales, como el pavo, según criterios de la pirámide alimenticia de Galeno hasta el siglo XVII cuando esta distribución de la comida fue abandonada a medida que afloraban los beneficios de las nuevas viandas. El maíz y la patata, por ejemplo, acabaron consolidándose en el agro europeo en su calidad de productos «anti famine» (p. 91) al igual que las no menos importantes alubias.
La descripción del origen y proliferación de estos y otros productos se complementa con un análisis del propio concepto de moda y de lujo, de su significado en diferentes culturas, y de su vinculación con la posición social, indisoluble del acto de consumir. La cultura material y su relación con los cambios en la higiene, y en la propia configuración de los hogares y el concepto de bienestar también están presentes (p. 173). Los tejidos como artículos de lujo sirven a la autora para destacar la importancia de los «hacedores de moda», de las «it-girl» del pasado, como lo fueron las reinas y amantes de los reyes, pero también del papel de las muñecas como modelos y muestrarios de las nuevas tendencias, o la aparición de las primeras revistas de moda −Le Merchant Galant− en Francia. Moda unida a la moral o, mejor dicho, a la justificación moral de ciertos actos relacionados con el consumo (leyes suntuarias, festividades religiosas y ayuno…). No en vano el impacto que las importaciones exóticas tuvieron sobre la actividad económica avivó el debate entre mercantilismo y librecambio, y cuestionó la siempre aclamada protección de la industria nacional por parte de los productores, que pronto entendieron cuan lucrativo era copiar e imitar. Comercio y finanzas están asimismo presentes, no solo a través del afianzamiento de las redes de comerciantes sino de los éxitos y fracasos, como acaeció con la tulipomanía en las Provincias Unidas (p. 158), pero también en el Imperio Otomano y la llamada Tulip Era (1718-1730) con su consiguiente crisis.
Ina Baghdiantz McCabe trata sin duda de acercarse al consumo ofreciendo una visión objetiva, todo lo objetivo que un historiador puede ser, a través de diversas aproximaciones y teorías vigentes, aunque dejando entrever su postura: las dinámicas de consumo se transforman como respuesta a los cambios en los ingresos, y en el gusto en todas las regiones del mundo. En el debate sobre la divergencia/convergencia, como especialista en orientalismo y diásporas, se inclina por la escuela de California (Pomeranz, R. Bin Wong o Gunder Frank…) al considerar de forma muy positiva que esta haya cuestionado el consumismo como un fenómeno puramente europeo, en el que Europa y Asia quedaban relegadas a cumplir meros papeles estancos en lugar de reconocer las mutuas influencias, y el efecto lanzadera de los intercambios. El afán por recabar información, objetos, vegetales, etc. sentó uno de los pilares de la llamada globalización. Así, regalar y coleccionar lo exótico, lo ajeno, formaba parte de los intercambios comerciales y de la propia política imperial.
En resumidas cuentas, este libro permite reflexionar sobre la historia económica de la Edad Moderna, a través del hilo conductor del consumo. Consumo que se analiza como un proceso socio-económico, pero también cultural y transnacional, en el que cada grupo social interpreta los objetos y le otorga un significado particular. Sin duda, un texto atractivo para un alumno. En los nuevos planes de estudio que se avecinan no estaría de más tomar nota de cómo se renuevan los temarios, llámese consumo, innovación, violencia organizada, turismo, energía, convergencia… o lo que a cada uno más le apasione para explicar, cuando menos, la realidad pasada y presente y, con ello, tal vez aventurar una futura.