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Vol. 12. Núm. 3.
Páginas 192-193 (octubre 2016)
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Vol. 12. Núm. 3.
Páginas 192-193 (octubre 2016)
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Fernando Collantes Gutiérrez & Vicente Pinilla Navarro. Peaceful Surrender. The Depopulation of Rural Spain in the Twentieth Century. Newcastle Upon Tyne, Cambridge Scholars Publishing, 2011, VIII+202 págs., ISBN: 978-1-4438-2838-3.
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Lourenzo Fernández Prieto
Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, La Coruña, España
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Este es un libro de hace 4 años, pero no es un libro viejo. El tema, el enfoque, el tratamiento y la escritura hacen de él un libro de factura casi clásica, al estilo de un manual de largo recorrido. Su estructura, muy pensada, presenta preguntas y problemas de investigación que se van resolviendo a lo largo de 10 capítulos de una forma ordenada y a la vez envolvente, con recapitulaciones constantes y apartados conclusivos en cada parte, que lo hacen igual de útil como libro de investigación, que como manual.

Es un libro claro. El problema que aborda, la despoblación rural en la España del siglo XX, está en el título. La respuesta también: la rendición pacífica del mundo rural. Los sucesivos capítulos desarrollan su argumento: despoblación rural en Europa; en España; despoblación y crecimiento económico; por qué no antes de 1950; cambio económico rural desde 1950; penalización rural de los niveles de vida; las políticas; consecuencias de la despoblación; fin de la despoblación; el cambio rural español en la perspectiva europea.

Todo el libro se centra en describir, analizar y explicar el proceso de despoblación y vaciado humano de los territorios rurales españoles del período 1950-1991, preguntándose por sus razones económicas y por algunos de sus efectos. Por qué en ese período y, finalmente, cómo el proceso empieza a revertirse para los territorios centrales y orientales (no para los occidentales: mapa 9-1), después de 1991, por la aplicación española de políticas y programas europeos.

Concebido desde la historia económica, todo el trabajo está imbuido de un enfoque estructural coherente y conscientemente asentado en alguna de la mejor literatura teórica sobre crecimiento económico, demografía y desarrollo rural (Capítulo 3). Pretende contribuir a rellenar —y lo hace magistralmente— un hueco en el campo de los estudios de historia de la población para la segunda mitad del siglo XX. Dialoga para ello con el magnífico trabajo que Fernando Mikelarena y Pilar Erdozáin publicaron en 1996 sobre la población rural española del siglo XIX, también con los trabajos de Naredo (1971), de Leal, Naredo, Leguina, Tarrafeta (1975), y discute la interpretación de Simpson (1995), marcada por un uso incorrecto del término éxodo rural, que confunde población ocupada en la agricultura con población rural. Formulan, además, los autores un riguroso planteamiento analítico y metodológico para definir las fuentes y su tratamiento, previa definición de criterios y categorías.

El enfoque de Collantes y Pinilla es fruto de un nuevo punto de vista generacional y actual, que se plantea el problema del siglo XX desde la distancia del XXI. La falta de análisis histórico sobre la segunda mitad del siglo XX tenía que ver, en parte, con el dominio de las ciencias sociales y prospectivas de un presente, que por fin ha dejado de ser. Aquel presente de la posguerra judtiana que siguió a 1945 y que se convirtió en estructura en crecimiento prácticamente hasta las crisis —ambiental, económica, política— del siglo XXI. Los autores hacen intentos por superar aquella clásica atribución de un papel subsidiario a la agricultura en el desarrollo económico del capitalismo, que sobre el modelo ideal inglés consagró el modelo desarrollista de etapas de W.W Rostow. Conciben la comunidad y la economía rural más allá de la agricultura, superando la concepción del espacio rural como un espacio tradicional y de atraso. Así, frente a los estudios enmarcados en el paradigma del desarrollo, propios de la era de la modernización y de la lógica de la revolución verde, que abordaban el éxodo rural como consecuencia ineludible del proceso de crecimiento y desarrollo, ambos autores se plantean la necesidad de explicar los resultados de ese proceso de despoblamiento y sus consecuencias para el territorio, sus habitantes, la agricultura, la ganadería y —en mucha menor medida— el medio ambiente. Un proceso que arranca en 1950, coincidiendo con aquella famosa frase del Ministro Cavestany de menos agricultores y más agricultura que acertadamente reproducen (pp. 85 y 105).

Precisamente a partir de la interpretación de esta frase de aquel ministro, ingeniero, propietario y falangista que pasó por ser —más en la memoria que en la historia— un imposible liberalizador, pueden encontrarse algunos de los desarrollos más interesantes de este trabajo de Collantes y Pinilla. Porque otro de sus objetivos manifiestos es enmarcar el proceso español en las tendencias generales, pero indagando también en lo que es históricamente específico del caso español. Es en este punto en el que creo que el trabajo se queda corto, pues, para explicar lo que acertadamente denominan la «vía explosiva» de transición demográfica española, expresada en un brutal despoblamiento del rural en el período 1950-1991, ofrecen una combinación de factores: modernización agrícola con innovaciones ahorradoras en trabajo; limitada expansión del sector no agrario en el rural por un modelo industrial de aglomeración; dificultades de acceso del rural a servicios, infraestructuras y bienes de la sociedad de consumo de masas; una penalización rural en empleo e ingreso que juzgan decisiva junto con la ausencia de políticas de desarrollo rural, ocultas en las de reestructuración agraria (p. 118).

Pero ese explosivo fenómeno poblacional, enmarcable en lo que alguien llamó «proceso de cambio por derribo», pudo tener, además, otras razones, más propias de la diferencia española, a las que se aproximan cuando indican que el Estado explícitamente contemplaba el despoblamiento rural como componente deseable del cambio rural. Razones a las que, en parte, aluden de pasada en el texto (pp. 102 y ss.) cuando hacen referencia al impulso, desde el modelo autárquico, de la repoblación forestal y de la producción hidroeléctrica basada en la construcción de grandes embalses que anegaron valles enteros. Cuestiones que, en mi opinión, no revelan solo diferencias de prioridades en las políticas respecto de Europa, sino una diferencia de modelos políticos. No es, por tanto, un problema de modelos de políticas sino de modelo político. Ahí se escondería el fundamento de esa diferencia española: en la capacidad dictatorial y autoritaria, de raíz fascista pero fundada en el golpe de 1936 y la guerra posterior, para ejercer violentamente y por la fuerza esas políticas sobre una sociedad anulada y desarticulada desde 1939. Una sociedad desprovista de los mecanismos de defensa, y asociación libre y voluntaria, conocidos y utilizados antes de 1936, que son propios de las sociedades democráticas europeas occidentales del mismo período (salvo Portugal), y que fueron laminados a favor de un modelo de encuadramiento forzado falangista. Una diferencia tan históricamente evidente como nublada por la memoria, y que residiría precisamente en la anacrónica continuidad de las políticas autárquicas del fascismo después de 1945 en España, prolongadas en sus efectos mucho más allá de 1955.

De modo que en la década bien llamada bisagra no se retoman tendencias de la preguerra, y la agricultura y el mundo rural de 1950 no son simplemente tradicionales sino retardatarios; paisajes después de una guerra que aquí ganó el fascismo y fue seguida de una larguísima posguerra —a diferencia de lo que ocurrió en Europa—. En esa década se comienza, de nuevo, con otras políticas, por segunda vez después de la guerra y luego del fracaso de las políticas económicas inspiradas en el fascismo (repoblación, embalses, expropiación de comunales); tocaban ahora las políticas modernizadoras de la revolución verde, aceleradas y sin freno en el marco dictatorial, y sin una sociedad rural articulada y libre, capaz de mediar, responder o resistir. En tales condiciones es dudoso que puedan retomarse tendencias de preguerra porque la Historia no pasó en balde: por la destrucción de la sociedad liberal, de sus mecanismos de asociación voluntaria y por la ausencia de libertades y pluralidad política que impide la libre expresión electoral de intereses de los sistemas democráticos. Ahí residiría, a mi juicio, la divergencia principal española, manifestada también en esa forma de despoblación «explosiva».

Un nuevo resultado del grupo de Historia Agraria de Zaragoza que nos regala aquí, a través de Collantes y Pinilla, uno de sus mejores y más originales trabajos de los últimos años. Un libro magníficamente editado, presentado y representado con mapas y cuadros que sintetizan más allá de la filigrana los resultados de un conocimiento profundo y demorado.

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