El historiador Ernest Sánchez Santiró coordina en esta obra la ambiciosa tarea de recopilar información cuantitativa y cualitativa sobre el gasto de las monarquías española y portuguesa en el siglo XVIII, tanto en la península ibérica como en América. Se trata de una temática novedosa, pues hasta la fecha y salvo contadas aportaciones como la publicada en 1985 por Barbier y Klein, el principal esfuerzo investigador se ha concentrado en el análisis del ingreso y, sobre todo, en las reformas fiscales borbónicas y su impacto en la recaudación.
Hace años Charles Tilly planteó la estrecha relación que existía entre la guerra y el nacimiento del Estado moderno («War made the state and states made war»). Desde entonces, la fiscalidad ha sido una parte esencial del análisis institucional de lo que hoy se denomina «Estado fiscal-militar». Este modelo imperial sirve para explicar la expansión del colonialismo francés y británico, y quizá también encaja con el reformismo ilustrado que se extendió por las colonias españolas y portuguesas en el siglo XVIII, permitiendo interpretar no solo el desarrollo fiscal de las colonias, sino también su influencia sobre otras muchas instituciones al final del Antiguo Régimen.
Sin embargo, tal y como pone de manifiesto este trabajo colectivo, la guerra no fue el único objetivo perseguido por las monarquías peninsulares en América, aunque la defensa fuese siempre uno de sus principales argumentos para cobrar impuestos. El orden político de ambas monarquías se asentaba sobre bases jurisdiccionales y la administración de justicia era también una parte esencial del ejercicio del poder. Al centrarse en el gasto, este libro entra en el debate sobre la forma en la que se construyeron ambos imperios, los objetivos que perseguían, su eficacia y las consecuencias que se derivaron del diseño fiscal adoptado. Un diseño que, no olvidemos, precedió al de otros experimentos coloniales europeos posteriores.
La introducción de Sánchez Santiró permite al lector entender los objetivos de esta obra y los retos a los que se enfrentaron sus autores para llevarla a cabo. Se trata de un trabajo conjunto, cuyos resultados fueron discutidos en un coloquio celebrado en 2013. Es cierto que aún no disponemos de la cuantificación del gasto público para todo el continente americano, pero a pesar de ciertas lagunas geográficas, este trabajo aporta una importante panorámica para territorios muy significativos: España es analizada por Rafael Torres, Nueva España por el propio Ernest Sánchez, Carlos Contreras se ocupa de Perú, Fernando Jumar y María Emilia Sandrín del Río de la Plata, Ángelo Alves de Brasil y Luis Alonso de Filipinas. A pesar de que cada uno de ellos tiene sus propias particularidades, uno de los logros de este trabajo es su capacidad para resaltar elementos comunes, permitiendo que al final el lector tenga una visión de conjunto. Se hace un meritorio esfuerzo cuantitativo, incluyendo también tablas y gráficos que reflejan la evolución de los distintos ramos de la Real Hacienda en el siglo XVIII, e incluso para el XVII en el caso de Brasil. La documentación no siempre ha permitido ofrecer una cronología homogénea para todos los territorios analizados, y además existen variaciones en la terminología y en los conceptos de gasto, pero esto no impide hacer comparaciones y ofrecer una visión global del gasto público en América y Filipinas a lo largo del siglo XVIII.
Los capítulos de este libro constatan que la mayor parte de lo recaudado en América se gastaba en América. Algunas regiones como Río de la Plata o Filipinas recibieron ayuda financiera de aquellos territorios en los que la recaudación siempre arrojaba saldos positivos. El gasto de la Real Hacienda en Nueva España se concentró básicamente en cinco grandes categorías: guerra, Hacienda, remisiones a España, deuda pública y justicia. Bajo el concepto «guerra» se incluyen los sueldos militares, ayudas financieras enviadas a otras plazas (situados), especialmente en el Caribe y Filipinas, el armamento y el gasto en astilleros. Esta clasificación sirve también para otros territorios donde, además del gasto militar, se atendieron también necesidades de carácter administrativo y religioso.
Si bien en los conceptos de gasto hay cierta homogeneidad entre territorios, las diferencias surgen cuando se analizan los porcentajes. Eran distintos y tenían necesidades diferentes. En Filipinas dos de cada tres pesos se dedicaron al ejército, la principal prioridad en esta zona a partir de los años ochenta, aunque nunca llegó a alcanzar los niveles que tuvo en Río de la Plata, donde el gasto militar consumió las cuatro quintas partes del total. En los grandes virreinatos hay muchos más matices. En Perú este concepto se situó en un 27%, aunque llegaría al 34,8% si incluyésemos los situados. La importancia que tuvo en el virreinato la administración hacendística se manifiesta con claridad en los fondos que consumió, con casi una cuarta parte del total. Sin embargo, en Nueva España los ramos de la guerra (sueldos, materiales y situados) fueron mucho más importantes absorbiendo casi la mitad del gasto. Un monto similar al que también encontramos en Brasil.
Ingresos y gastos crecieron de forma paralela a largo del siglo, especialmente en la segunda mitad, con lógicas diferencias entre tiempos de paz y de conflicto bélico. El incremento del gasto afectó a todas las categorías y no solo al ámbito militar, aunque este siguió siendo el más importante en muchos territorios. En Nueva España el gasto público creció a una media anual del 3,3% durante todo el siglo, mientras que en Perú se multiplicó por 4 con respecto a los valores de principios del siglo.
El estudio del gasto es una pieza esencial para entender el funcionamiento institucional y el desarrollo del Estado en el siglo XVIII, tanto en la península Ibérica como en América. Las investigaciones recogidas en este libro contribuyen sin ninguna duda a ello.