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Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research
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Inicio Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research Josep L. Barona Vilar. La medicalización del hambre. Economía política de la ...
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Vol. 14. Núm. 1.
Páginas 58-59 (febrero 2018)
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Vol. 14. Núm. 1.
Páginas 58-59 (febrero 2018)
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Josep L. Barona Vilar. La medicalización del hambre. Economía política de la alimentación en Europa, 1918-1960. Barcelona, Icaria editorial, Colección Antrazyt, 2014, 318 págs., ISBN: 978-84-9888-582-8.
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1986
José M. Martínez Carrión
Universidad de Murcia, Murcia, España
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La nutrición ha sido uno de los temas que más ha preocupado a los científicos, a los políticos y a los ciudadanos desde comienzos del siglo XX. Durante el periodo de entreguerras, el alcance del hambre como problema social acuciante fue parejo al desarrollo de la nutrición como campo de investigación científica y exploración clínica. Ambos fenómenos contribuyeron a que las políticas alimentarias pasaran a ser una cuestión de Estado y entraran en la agenda de las instituciones internacionales desde la Segunda Guerra Mundial. Cómo se forjó la economía política de la alimentación, principalmente en Europa entre 1918 y 1960, es el objetivo central de La medicalización del hambre. A lo largo de 10 capítulos, Josep L. Barona Vilar esclarece aspectos fundamentales de las relaciones que se establecen entre el hambre y la salud pública en la Europa contemporánea, y analiza el contexto histórico en que se desarrollaron las políticas de ayuda y seguridad alimentaria y de educación nutricional, que siguen siendo tan necesarias y urgentes hoy en día.

La primera mitad del libro examina los problemas nutricionales entre las 2 conflagraciones mundiales, y las respuestas que hallaron en la comunidad científica y las instituciones internacionales. Narra los desastres de la Gran Guerra agrandados por las políticas posbélicas que asolaron principalmente a los países centroeuropeos, castigados por la hiperinflación hasta 1924. La crisis de 1929 en Estados Unidos y su difusión global ahondó la gran depresión de los años 30 hasta las puertas de la Segunda Guerra Mundial, provocando severas privaciones entre las clases populares y los grupos poblacionales de edades más vulnerables. Paradójicamente, la malnutrición alcanzó proporciones significativas en los países industrializados. En Gran Bretaña, la cuna de la revolución industrial, un informe del reconocido nutricionista John Boyd Orr desveló que más del 30% de la población británica estaba malnutrida, y estableció una relación entre la alimentación y el nivel de ingresos. La crisis alimentaria se extendió por el proteccionismo al desencadenar consecuencias nefastas en los sistemas de producción y distribución comercial, y la falta de liderazgo y coordinación internacional, principalmente por la ausencia de estrategias económicas y políticas que promovieran el control de la calidad, el fraude y la adulteración de los alimentos y, sobre todo, la erradicación del hambre.

Varios ejemplos revelan el fracaso de las políticas alimentarias en la década de 1930 y no solo por los efectos de la recesión económica que originó un desempleo masivo y empobrecimiento. Especial atención cobra el impacto de la Guerra Civil en el estado nutricional de los españoles, agravado en la posguerra por las políticas del primer franquismo, y el aumento de la malnutrición por hambrunas que afectaron a muchos grupos de población en la mayor parte de Europa entre 1941 y 1944. Las poblaciones de Holanda, Polonia, la URRS, los Balcanes y, sobre todo, Grecia sufrieron privaciones, hambre e inanición, provocando millones de refugiados y graves secuelas en la salud adulta de las generaciones que nacieron y vivieron su infancia y adolescencia durante la guerra. La reducción del consumo de calorías se resintió más en los países beligerantes que en los neutrales y en la mayoría se deterioró la calidad de los nutrientes que incrementó las enfermedades carenciales. La eficiencia de las políticas de racionamiento varió mucho entre países y entre grupos sociales de un mismo país. La nutrición en los campos de internamiento y concentración fue terrible. La crisis alimentaria persistió durante la posguerra por la escasez en grandes zonas europeas hasta 1946 que dificultó la eficiencia de los programas de ayuda internacional.

La segunda mitad del libro se centra mayormente en la contribución de los expertos, las políticas y las instituciones. La ciencia de la nutrición adquirió un fuerte estímulo en entreguerras mediante la creación de redes científicas de ámbito nacional e internacional. La fisiología y la epidemiología nutricional fueron esenciales para la nueva cultura dietética. Se desveló la función de los nutrientes, se establecieron criterios para evaluar la desnutrición y se fijaron parámetros de una dieta equilibrada, tablas de composición de los alimentos, y normas sobre la calidad y la seguridad alimentaria. Los expertos pasaron a ser referentes de la salud pública y del bienestar con el apoyo de los organismos internacionales. El papel de las instituciones fue perentorio en la creación de la política económica mundial de alimentación y salud, destacan el Instituto Internacional de Agricultura, la Oficina Internacional de Higiene Pública, la Fundación Rockefeller, la Sociedad de Naciones y la OIT, UNRRA, FAO y OMS. Algunos capítulos analizan la notoriedad de los expertos en las instituciones internacionales encargadas de la salud nutricional, en el Comité Mixto FAO/OMS de Nutrición (1948), en las Encuestas Mundiales de Alimentos (1946-1960) y en las nacionales sobre la dieta y el estado nutricional. Destaca, además, los programas de alimentación suplementaria en poblaciones infantiles o carenciales y su aplicación en los comedores escalares y en los campamentos y colonias infantiles. También pone de manifiesto los conflictos de intereses entre las grandes potencias y la regulación mundial de la producción y el comercio de alimentos. Un ejemplo fue la dimisión de Boyd Orr, primer director general de la FAO, ante el desinterés de Estados Unidos y Gran Bretaña para crear un banco o Consejo Mundial de Alimentos que resolviera los problemas a largo plazo de la nutrición.

Fruto de años de investigación, este libro proporciona un brillante análisis sobre la economía política del conocimiento científico y las respuestas institucionales al hambre y la malnutrición forjadas más allá de la primera mitad del siglo XX. La incapacidad para erradicar la desnutrición infantil y atajar las crisis alimentarias en las sociedades opulentas prueba las dificultades de los organismos nacionales e internacionales para coordinar una política global sobre la alimentación y la salud nutricional.

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