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Vol. 34. Núm. 1.
Páginas 46-47 (enero - febrero 2019)
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(Ab)uso de abreviaturas médicas, seguridad y calidad asistencial
(Ab)use of medical abbreviations, safety and quality of care
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3009
N. Álvarez Alvargonzález, Omar Walid M. Ali Al Shaban Rodriguez
Autor para correspondencia
muquebilrodriguez@gmail.com

Autor para correspondencia.
, G. García Álvarez, A. Azanza Balmori, C. Rodríguez Turiel
Psychiatry Service. University Hospital San Agust? N. Avil? S, Asturias, Spain
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Sra. Directora:

La abreviatura de una palabra se define como el acortamiento o la contracción de la misma, mientras que el acrónimo es una palabra formada por las letras iniciales de una frase. Ambas se emplean de manera extensa en el ámbito sanitario1. Las abreviaciones en los documentos clínicos pueden emplearse para economizar tiempo, espacio y para no destacar (u ocultar en cierto modo) los procesos graves, incurables o vergonzosos. Muchas carecen de consenso en la comunidad científica y son inventadas, por lo que pueden resultar difíciles de entender y entorpecer el flujo de comunicación hacia el paciente o entre distintos niveles asistenciales, así como una veraz transmisión de la información.

El empleo de abreviaturas y acrónimos por los profesionales sanitarios da lugar a confusiones que pueden llegar a comprometer la seguridad de los pacientes1. Aunque es verdad que existe una evidencia limitada de que la mala interpretación de las abreviaturas ocasione un daño directo sobre los pacientes, sí hay extensos estudios que revelan que el desarrollo de la atención sanitaria resulta obstaculizada por el empleo de las mismas2–4. Como ejemplo de lo anterior, en 2008 se desarrolló un estudio que demostraba la existencia de variabilidad significativa en la interpretación de las abreviaturas por los diferentes grupos de personal sanitario, incluyendo variaciones entre los individuos de la misma especialidad. Concluyó, así mismo, que estos fallos de interpretación pueden suponer un riesgo clínico inminente, y los autores recomiendan que no sean empleadas de forma habitual5.

El empleo de abreviaturas en la designación de la medicación prescrita se ha convertido a nivel nacional en una de las causas principales de errores con la medicación6. La Joint Commission on Accreditation of Healthcare Organization (JCAHO) comunicó en 2005 que al menos el 5% de los errores relacionados con la prescripción de fármacos se pueden atribuir al empleo de abreviaturas7. Esta organización sin ánimo de lucro de origen estadounidense se encarga de acreditar servicios médicos a lo largo del mundo, siguiendo unos criterios de calidad estrictos que la han hecho merecedora de la fama adquirida.

En contra de lo expuesto anteriormente, otros autores8 han propuesto por el desarrollo de una nueva nomenclatura, circunscrita no obstante al campo de la farmacología, basada en el mecanismo de acción de los fármacos, puesto que el empleo de la terminología clásica puede inducir confusión. Para implementar este modelo defienden que es necesario el desarrollo lógico, consciente y cuidadoso de abreviaturas para los diferentes grupos de fármacos actualmente vigentes y los que se desarrollen en el futuro, apostando por el empleo sistemático de abreviaturas en el nuevo sistema de nomenclatura, razonando que tras un tiempo de adaptación y práctica con este sistema aumentaría la eficacia en la indicación de tratamientos y se reducirían los efectos adversos derivados de los fallos de prescripción con la nomenclatura vigente8.

En resumen, las posturas más importantes al respecto del uso de abreviaturas pueden agruparse en:

  • -

    JCAHO7: no emplear abreviaturas.

  • -

    Sinha et al.9: no emplear abreviaturas que puedan tener más de un significado.

  • -

    Dimond10 propone el implemento de abreviaturas estandarizadas a nivel internacional, y Seifert8 el empleo sistemático de abreviaturas para englobar los diferentes grupos de fármacos.

Los autores consideramos necesario defender el posicionamiento del cese de empleo de abreviaturas, en la línea de la prestigiosa y solvente JCAHO en aras de un incremento de la calidad asistencial, a través de una mayor seguridad en la comunicación de órdenes médicas, minimizando errores que podrían tener un fatal desenlace. Para asumir esta postura nos basamos en lo descrito previamente; la prevalencia de los fallos en la prescripción7 y el incremento de errores en la asistencia sanitaria debido a una mala comunicación2–4, todo ellos en relación directa con el extenso empleo de abreviaturas.

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