…, Tal y como asegura el principio de que «el acceso a una atención sanitaria segura es un derecho básico del ciudadano», la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que la seguridad del paciente (SP) constituye un problema de salud pública de primer orden a nivel mundial1.
Actualmente estamos inmersos en un modelo de asistencia sanitaria cada vez más complejo en el que la SP representa uno de los parámetros de calidad asistencial que aportan mayor valor tanto para las instituciones sanitarias, profesionales y para el propio paciente. Con respecto de este último, elemento finalista de las prestaciones sanitarias, los nuevos cambios tecnológicos han experimentado una evolución que podríamos calificar como paradógica. Pese a que resulta innegable que la práctica asistencial es más eficaz que en épocas pretéritas, como lo muestran los recientes avances tecnológicos (nuevas terapias, irrupción de la inteligencia artificial…), dicha eficacia no necesariamente resulta equivalente a seguridad, por cuanto que la primera se fundamenta en una organización sanitaria basada en 3 elementos clave: la fragmentación, la digitalización y la incomunicación entre sus distintos componentes, por lo que podríamos afirmar que la atención sanitaria ha aumentado en eficacia a expensas de una disminución de la seguridad2.
Con relación al paciente, el problema a tratar en el presente artículo haría referencia al control que este tiene sobre sus propios datos con relación a su salud, surgiendo inevitablemente ciertos interrogantes: ¿Es completamente seguro su almacenaje, su inviolabilidad o la capacidad de acceso a los mismos por el propio paciente?
En este sentido la blockchain (literalmente «cadena de bloques») como tecnología disruptiva en otros ámbitos, podría representar una innovadora herramienta en el ámbito sanitario para mejorar la seguridad del paciente en un sistema sanitario tendente a la digitalización de la información3.
Blockchain podría definirse como «una base de datos de carácter global, descentralizada, que permite un registro de transacciones encriptadas que no pueden ser modificadas». Se trata pues de un sistema de registro distribuido que promueve la descentralización, transparencia y la integración de los datos personales de cada paciente, pero que a diferencia de la Historia Clínica Electrónica tradicional no contiene «datos» como tales, sino una «marca criptográfica», de ahí sus 3 principales ventajas: trazabilidad, transparencia e inmodificabilidad4.
En la misma hemos de diferenciar 2 elementos: bloques y cadenas:
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Un bloque sería el equivalente a la mencionada «marca criptográfica» con las siguientes características:
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Capacidad de almacenar información no solamente acerca de una determinada «transacción» o intercambio de información (hora, fecha,…) en tiempo real, sino que puede contener cualquier otro dato relacionado con la salud del paciente (documentos médicos, imágenes,…) de forma anonimizada pero identificable a través de una clave digital (nombre del paciente) de tal forma que permitiría el acceso a la misma por el propio usuario.
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Cada bloque es diferente uno a otro, de tal forma que cada bloque almacenará una información única o HASH (código único que permite al sistema distinguir entre 2 bloques)
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La cadena sería el equivalente a la forma en la que la información se almacena en la base de datos, de tal forma que los bloques se encontrarían interconectados entre sí de forma continua a modo de eslabones (de ahí el nombre de blockchain).
Una vez creado cada bloque, este ha de ser verificado a través de otros «nodos digitales» que validarán los datos, de tal forma que si son viables, se procederá a la elaboración de un registro de información con la ventaja de ser inalterable y auditable.
Entre sus ventajas destacarían el asegurar intercambios de información (transacciones) verificables, disponer de protocolos de alta seguridad, transparencia, inmutabilidad… pero, sobre todo, la eliminación de intermediarios y una considerable disminución de costes para el sistema sanitario5.
¿Cuál sería la repercusión directa de la introducción del blockchain para la seguridad del paciente?
A nuestro juicio, la principal ventaja para el paciente sería conseguir el «completo empoderamiento» del mismo con respecto de sus datos de salud, esto es, pasaría a ser su dueño, de tal forma que en cualquier momento, desde cualquier lugar y a través de cualquier dispositivo (desde un ordenador personal a un smartphone) podría acceder a los mismos (imágenes, informes, historial, citas, tratamientos,…) permitiendo un sistema de autogestión de la información que le permitiría una mayor autonomía con respecto de la custodia de los mismos con independencia de su procedencia (p. ej., proveedores externos), pudiendo compartirlos con quien estime conveniente con total confianza de su privacidad, derivada del almacenamiento de datos de forma criptográfica, y de que en cada fase del intercambio de información («transacción») se aseguraría la «trazabilidad» del mismo gracias al sistema de codificación en nodos, garantizando su seguridad en lo concerniente a citas médicas, información médica personal y acceso a los distintos componentes del sistema sanitario (p. ej., acceso a medicación). Dado su condición de «red distribuida», la realización de cualquier movimiento quedaría autentificado a través de su «huella digital» permitiendo compartir sus propios datos con terceros de forma auditable («smart contracts» o contratos inteligentes para una sanidad 4.0). Es más, con el desarrollo de esta plataforma de almacenamiento de datos, se podrá no solo registrar información ya validada por distintos centros sanitarios tanto privados como públicos, sino asimilar la generada por cualquier dispositivo sanitario en tiempo real (datos procedentes de analíticas, marcapasos,…) aumentando la interactividad del paciente con su gestor de salud de forma inmediata, segura y eficaz6.
De este modo la seguridad del paciente pasaría a convertirse en el fundamento de la creación y desarrollo de ecosistemas sanitarios inteligentes («smart healthcare») tendentes a la reunificación de todos los registros de salud, evitando la actual fragmentación de los historiales clínicos con la máxima seguridad y asegurando la autonomía del paciente en la gestión de los mismos, la toma de decisiones compartida con el profesional sanitario y una mayor eficiencia en la accesibilidad al configurarse un registro único y universal como punto de partida de una mejora de la calidad asistencial.