Hemos leído con especial atención el reciente artículo publicado en su revista: «Gestión de la comunicación de los pacientes hospitalizados, aislados con sus familias por la COVID-19»1. En primer lugar, queríamos felicitar a los autores por el gran trabajo realizado en estos tiempos para facilitar la comunicación de los pacientes hospitalizados y aislados por COVID-19 con sus familias, dentro del plan de calidad y humanización del hospital.
Coincidimos plenamente con los autores cuando afirman que esta pandemia ha generado necesidades que no estaban protocolizadas hasta el momento, y que las instituciones no estaban preparadas ni material ni emocionalmente para adaptarse a cambios tan rápidos. En este contexto, el aislamiento de pacientes y familiares en sus hogares ha generado incertidumbre y miedo2, que presumiblemente han sido aún mayores cuando la situación clínica derivaba en enfermedad grave, requiriendo el ingreso en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI)3.Desde que el 14 de marzo de 2020 ingresara el primer enfermo con COVID-19 en nuestra UCI, detectamos la ansiedad y el sentimiento de soledad que esta situación desencadenaba en nuestros pacientes. Con el objetivo de disminuir la barrera del aislamiento familiar, se puso en marcha el proyecto «Tu voz en la UCI»4, una iniciativa que consistía en una red de comunicación unidireccional, en la que, a través de un correo electrónico, los allegados y familiares de los pacientes les podían enviar cartas, imágenes, mensajes de voz... y en la que el personal de la propia UCI se encargaba de hacer llegar a los pacientes.
Aunque la acogida del proyecto entre pacientes, familiares, sanitarios y medios de comunicación fue exitosa, y el principal objetivo se conseguía en muchos casos, fue posible dar un paso más, gracias al apoyo y la implicación de la gerencia del hospital. La iniciativa sumó material informático: dispositivos portátiles y aplicaciones para la realización de videollamadas entre familiares y pacientes. Esto permitió que el carácter unidireccional originario del proyecto se convirtiese en una comunicación bidireccional.
Para no interferir en el funcionamiento de la unidad, previamente se planificaba con familiares el momento y la duración aproximada de la comunicación.
En el 100% de los casos en los que se propuso a familiares y pacientes la posibilidad del contacto visual a través del proyecto, la respuesta fue afirmativa. No se disponen de datos objetivos que permitan corroborar que la iniciativa fue exitosa en todos los casos. Ni siquiera es posible evidenciar cómo con el paso del tiempo, la duración de las videollamadas fue relegando a los mensajes escritos en este entorno.
Coincidimos con otros autores en que ante la situación de soledad de los pacientes graves por la enfermedad COVID-19, no se han emitido pautas claras y suficientes. La comunicación, en términos generales, no ha sido nunca una prioridad dentro de los estándares de la atención sanitaria, aunque esta tendencia podría estar cambiando5.
Nuestro proyecto se enmarca en una serie de medidas surgidas espontáneamente que pretenden paliar el abandono de aquellos enfermos que se enfrentan a dichas situaciones. Al contrario de lo expuesto en el trabajo de Avellaneda-Martínez et al.1, la mayoría de estas acciones espontáneas las lleva a cabo el personal asistente que interacciona regularmente con el propio paciente. De hecho, una de las iniciativas más recogidas en los medios de comunicación es el acompañamiento a través de dispositivos tecnológicos, como teléfonos móviles, tabletas electrónicas u ordenadores portátiles6.
No cabe duda de que cuando no es posible el acompañamiento de pacientes graves, la comunicación cobra una nueva dimensión y tiene que suplir la falta de apoyo y confort que aportan la proximidad y el contacto físico directo. Si a esta situación se le suma que la comunicación con los familiares puede ser remota, la dificultad es todavía mayor y el grado de impotencia y frustración puede generar mucha ansiedad entre los interlocutores5.
Aunque no hay que olvidar que tanto la comunicación a través de dispositivos tecnológicos como el acompañamiento mediado por profesionales sanitarios implica una pérdida de la intimidad del paciente, y que no siempre se alivia la situación de desamparo y soledad que sienten (incluso puede llegar a acrecentar su ansiedad y malestar emocional)7, consideramos importante la regulación, la protocolización, la amplificación y la visualización de estos proyectos para conseguir una mejora de la calidad asistencial que se les brinda a nuestros pacientes.
FinanciaciónEste trabajo no ha recibido ningún tipo de financiación.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.