Nos gustaría compartir algunas reflexiones, sin duda polémicas, respecto a la atención sanitaria en un futuro próximo. En especial, comentaremos algunos aspectos relacionados con el teletrabajo y la medicina.
Una encuesta reciente incluía datos sobre el uso de la teleconsultas1, indicaba un aumento del 62% en su uso e insistía en el incremento de esta actividad vinculada a la pandemia de COVID-19.
Muchas publicaciones insisten en el futuro de la telemedicina en la práctica de la atención sanitaria, pero…
¿Cuantos de ustedes han recibido una llamada automática de encuesta? Cada vez son más frecuentes: una máquina pregunta y le pide que conteste con un número o con una palabra sencilla. La misma máquina evalúa los resultados y ya está. ¿En qué se puede diferenciar este tipo de llamadas de las que efectúa un médico de telemedicina?, a la hora de la verdad, en muy poco. La diferencia reside en que el médico deberá recoger estas respuestas de algún modo y procesarlas. La máquina puede hacer lo mismo.
La clave del futuro no será la telemedicina2 sino el fácil acceso a los profesionales, ya que la telemedicina la controlarán algoritmos que podrán concluir si usted necesita una atención o todo va aceptablemente bien. El error conceptual es pensar que la telemedicina la deben realizar profesionales, cuando sin duda las máquinas lo pueden hacer mejor y más rápido.
Pensemos en la mamografía digital3: la imagen la procesa una máquina y la misma máquina u otra nos «leerá» la imagen y emitirá un diagnóstico, evitando errores por cansancio o por una visión reducida en la escala de grises del radiólogo. La maquina «lee» todo el espectro y tiene una memoria infinita, puede haber visto todas las imágenes posibles e incluso podrá informarnos de que esa imagen en la mama, en el 80% de los casos, era similar a un cáncer a los 10 años de evolución, con lo que podremos planificar más adecuadamente las pruebas y personalizar, no el tratamiento, sino el diagnóstico mismo.
La introducción del teletrabajo ha puesto de manifiesto un hecho fundamental en la práctica médica, que es el exceso de controles al que se somete, en muchas ocasiones, a pacientes crónicos de cualquier tipo. Las tecnologías basadas en autodiagnóstico del paciente también han demostrado que no son necesarios y que se abusa de los controles en enfermedades que ya están «controladas» y que no precisarían más que el autocontrol del paciente y el acceso fácil al recurso médico o de enfermería cuando sea preciso. Eso es calidad asistencial, y no visitar cada 3meses a un paciente asintomático y que cumple con el tratamiento administrado. ¿De verdad creen que es necesario que un médico contacte personalmente con un paciente para pasarle un cuestionario de preguntas? ¿No es más útil automatizarlo?
Siempre quedará la excusa de la falta de cumplimiento de los tratamientos, pero el cumplimiento no mejora con los controles clínicos sino con la educación sanitaria.
Cuando se pregunta a los ciudadanos sobre la telemedicina, muchos la encuentran muy útil para las visitas «de escaso valor»: controles clínicos y analíticos rutinarios, sobre todo en enfermedades crónicas. Una reciente encuesta4 se expresaba en esos términos: los pacientes valoran mucho su tiempo y prefieren no pasarlo comentando aspectos de su salud con un profesional de la medicina en el contexto de esos controles de «escaso valor» en procesos crónicos.
La videoconferencia aporta el hecho de ver las caras o de enseñar algo que por la cámara no se acaba de ver bien; de hecho, se reduce a lo mismo que la llamada telefónica, con una imagen de comprobación de que no contesta otra persona que no sea el paciente.
Asumamos de una vez que la mayoría de estas tecnologías prescinden del contacto humano y apliquemos la telemedicina a fondo.
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