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Vol. 2013. Núm. 56.
Páginas 279-283 (enero 2013)
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Reseña del libro
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1965
Edith negrín Muñoz
Instituto de Investigaciones Filológicas-UNAM
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Imposible negar el carácter simbólico y mítico de la narrativa de José Revueltas. De esos nombres, esos personajes y esas situaciones que, además de remitir a un significado inmediato, sugieren muchas otras posibilidades significativas.

Desde hace años, la crítica ha apuntado el nexo entre las tramas revueltianas y los mitos prehispánicos. Así, por citar algunos casos, en la segunda novela del autor militante, El luto humano (1943), tan inmersa aún en la filosofía de lo mexicano, el narrador compara al campesino Úrsulo con un cuchillo de obsidiana e implícitamente con Quetzalcóatl. A otro personaje, el mercenario Adán, con Huitzilopochtli. Y a la mujer del mercenario, la Borrada, con una diosa indígena, y en algún pasaje, con la Malinche.

Más importantes aún como generadores de la escritura del disidente son los mitos bíblicos. La mirada pesimista de Revueltas observa una fuerte impronta del mítico Can en el género humano. El asesino de Abel reencarna tanto en Adán que, pagado por el gobierno, mata por la espalda al dirigente campesino Natividad, como en los militantes de Cristo Rey y asimismo en los soldados federales durante la guerra religiosa en El luto humano. También mira revivir el novelista al fratricida emblemático en aquéllos comunistas mexicanos de la década de los treinta del siglo xx quienes, por órdenes soviéticas, no vacilaban en “eliminar” a sus compañeros de partido, en Los errores (1964).

Podrían citarse múltiples ejemplos, que han sido analizados desde diferentes ángulos. José Revueltas retoma los mitos prehispánicos, como los bíblicos y los carga de significación política. sin embargo, un aspecto poco atendido por los estudiosos ha sido la vinculación de su narrativa con los mitos griegos. Cierto que se trata de un enlace menos evidente, apenas atisbado en alusiones como la cólera prometeica del personaje Adán.

Del helenismo se ocupa José Manuel Mateo en su reciente libro En el umbral de Antígona —8º Premio Internacional de Ensayo s. xxi, universidad de sinaloa, 2009— ofreciendo una lectura intrigante y novedosa de las novelas del escritor duranguense.

Mateo se inspira en la propuesta de Georg Steiner, quien considera la Antígona de Sófocles como uno de los hechos perdurables y canónicos en la historia de la conciencia filosófica, literaria y política de Occidente; como la más excelente de la tragedia griega y uno de los mitos que continúa dando forma vital a nuestro sentido del yo y del mundo.

¿Qué tiene que ver una obra teatral representada por primera vez cerca de medio siglo antes de Cristo, con el México de los márgenes delineado por nuestro José Revueltas, arquetipo del intelectual militante y disidente en la centuria pasada? ¿Qué vínculo podría existir entre esos personajes que vivían bajo el signo del destino y los hombres y mujeres habitantes de la izquierda y del hampa creados por un comunista convencido, al menos en sus ensayos políticos, de que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases? Pareciera que el único lazo con el universo de Sófocles, es el difuso espíritu trágico que preside las novelas del mexicano.

Para entender la huella helénica en las novelas del mexicano, recordemos, simplificándola sacrílegamente, la trama de Antígona. Ella era hija de Edipo y Yocasta, reyes de Tebas, y hermana de Polinices, Eteocles e Ismene. Los dos hijos varones, Polinices y Eteocles, habían acordado alternarse en el trono de Tebas anualmente. El primero fue Eteocles, quien cumplido el plazo se negó a entregar el puesto a su hermano. Polinices hizo entonces que Tebas fuera invadido por un ejército foráneo.

En la contienda murieron ambos hermanos y su tío, Creonte, subió al trono de Tebas. Ya rey, Creonte declaró que Polinices había traicionado a la patria y prohibió que se le hicieran las ceremonias mortuorias a su cuerpo.

Angustiada, Antígona decidió honrar a su hermano, y enterrarlo, desobedeciendo la prohibición; pero fue descubierta por un guardia. Pese a que el coro de ancianos decía que tal vez habían sido los dioses quienes sepultaron al joven, Creonte desenterró el cadáver. La hermana intentó inhumarlo de nuevo y llevar a cabo los ritos funerarios; fue detenida y llevada ante su tío.

Valiente y temeraria, Antígona explicó que las leyes humanas no pueden prevalecer sobre las divinas y se mostró orgullosa de su acción. Como castigo fue encerrada viva en una tumba de roca.

La confrontación entre Antígona y Creonte, lejos de ser un mero caso de familia disfuncional, representa el enfrentamiento entre la norma religiosa que ella preconiza y la norma civil, las leyes del Estado enarboladas por el rey. En medio de esa confrontación se va trazando la figura del cadáver del hermano, ese cuerpo insepulto que se llena de mundo y se convierte en un motivo recurrente en la literatura occidental.

José Manuel Mateo se propuso explorar la forma en que en la obra del escritor comunista se atisba la huella del mito de Antígona.

Tal vez José Revueltas conoció directamente el texto de Sófocles. El helenismo de la Generación del Ateneo, divulgado por Vasconcelos, probablemente continuaba expandiéndose con discreción. Pero si no fue éste el caso, carece de importancia. Finalmente, como preconizan Borges y José Emilio Pacheco, el entretejido de la cultura es un palimpsesto donde los mismos temas se escriben, reescriben y sobreescriben infinitamente a lo largo de la historia.

José Manuel Mateo encuentra en las grandes novelas políticas de Revueltas, Los días terrenales (1949) y Los errores (1964), espacios privilegiados para indagar la huella del drama griego. Trabaja sobre la hipótesis de que existe en estas novelas una regeneración del mito de Antígona, a partir de elementos desagregados, cuya combinatoria actualiza de manera significativa y aún icónica, la dialéctica de la intimidad y lo público, de lo doméstico y lo cívico. Aúna a la incisiva lectura textual, un complejo arsenal teórico; ensarta, a través de una excelente prosa ensayística, propuestas de Hegel, Bajtin, Lukacs, Harold Bloom, de Certeau, Lacan, Derrida, Saussure, Zizek y, por supuesto, Steiner. Ideas disímbolas que, no obstante, se integran con tino, naturalidad y provecho.

Para el estudioso tales elementos desagregados proceden de una trayectoria estética y una línea de pensamiento de filiación trágica, la cual combina sentidos que han sido articulados por los griegos con otros sentidos fraguados en la modernidad, a partir de categorías hebraicas como la autoconciencia. Ésta sería esa “comprensión reflexiva de la culpa”.

“La culpa no es de naiden, sino mía, por haberte tenido”, dice la madre del Carajo, dirigiéndose a su deforme hijo en esa extraordinaria novela breve, El apando, que Revueltas escribió en la cárcel de Lecumberri, encarcelado por su participación en el movimiento social de 1968. Cuando leemos acerca de culpas y culpables, de caídas y de inocentes sacrificados, empezamos a percibir los vasos comunicantes entre el mundo de la ficción revueltiana y el de la tragedia griega.

Por ejemplo, en Los días terrenales —al igual que en El luto humano—, hay una niña de pocos meses que fallece, y cuyo cadáver, insepulto como el de Polinices, se carga de simbolismo. La decisión del padre, de ocupar el escasísimo dinero en el periódico del partido, más que en el entierro de la niña llamada Bandera, da la medida de la deshumanización de los comunistas dogmáticos con los que Revueltas antagonizó.

En Los errores, el personaje Olenka Delnova es una joven comunista que vive en México y un día desaparece. La militante desaparecida es, en cierto sentido, una trasposición del cadáver insepulto. El estudioso Mateo menciona los ensayos del peruano Jorge Vilanova, que ha seguido el rastro al tema de Antígona en algunas obras de teatro latinoamericanas.

El motivo de los cadáveres insepultos cobra importancia en la actualidad latinoamericana. El escritor argentino Tomás Eloy Martínez describe en Santa Evita a un país necrófilo, obsesionado con la trayectoria del cuerpo de Eva Perón. Y el mexicano Carlos Montemayor, en su novela póstuma Las mujeres del alba, relata cómo las madres, esposas, hijas, compañeras de los guerrilleros muertos en la toma del cuartel Madera consideraban que la más grande de las ofensas era la prohibición de enterrar a sus muertos. no es casual que, más allá del territorio novelesco, las madres de la plaza de mayo en Buenos Aires, encuentren un símbolo en Antígona.

Con una extraordinaria sensibilidad y muchos años dedicados a las obras del autor comunista, Mateo comprueba su premisa; pone en juego el texto de las novelas con el mito universal y subraya su significado político. Queda claro cómo el conspicuo habitante de los establecimientos penitenciarios nacionales consiguió integrar críticamente el mito griego al flujo artístico y reflexivo de América Latina.

En el umbral de Antígona. Notas sobre la poética y la narrativa de José Revueltas es un ensayo luminoso que abre nuevos caminos en la lectura del escritor militante.

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