De niño le dijeron “Allí donde termina el arco iris hay un tesoro”. Desde entonces, cada vez que aparece la ilusión óptica, él busca aquel lugar mágico a sabiendas de que no hallará juntos los siete colores. En vez de cofres, joyas o monedas de oro encuentra mares de plásticos, basura, cascos, latas y de un tiempo a esta parte, muchos cuerpos decapitados. No obstante, un arco iris lo lleva a otro. él sigue buscando aunque sepa que lo aguarda siempre el desengaño. La esperanza, por absurda que sea, triunfa siempre contra la experiencia abrumadora. Jose Emilio Pacheco. “El único tesoro”. La Edad De Las Tinieblas (2009)
El 26 de enero de 2014 falleció José Emilio Pacheco. El mismo año en que celebramos el centenario del nacimiento de Octavio Paz, de José Revueltas y de Efraín Huerta, hubiera acotado el escrupuloso poeta. Ah, y también el de Julio Cortázar. Y un año después del centenario del natalicio de Albert Camus… Y… Las asociaciones que el palimpsesto cultural ofrecía al enciclopédico Pacheco eran innumerables.
Hay mucho que lamentar de la temprana muerte del polígrafo. Como lectores vamos a echar de menos su poesía indagadora de la temporalidad, sus narraciones tan ligadas a nuestra historia, sus reflexiones inmediatas sobre el acontecer cotidiano del país, que esperábamos con avidez. Se podría hablar de la sencillez y nobleza de sentimientos de un ser humano excepcional; de su generosidad intelectual, de su sentido del humor…
Pero desde las páginas de esta revista es imprescindible recordar al sabio estudioso de la literatura mexicana que nos acompañó desde el primer número de 1990, invitado por Margit Frenk. Desde entonces hasta el momento presente, José Emilio ha sido integrante del Consejo Editorial de Literatura Mexicana. Y no se limitó a prestar su nombre, en varias ocasiones vino al Instituto de Investigaciones Filológicas a impartir conferencias. Estuvo siempre dispuesto a conversar con nosotros.
Cuando organizábamos el homenaje por sus 70 años, la unam y la uam conjuntamente, sabíamos que los mejores intelectuales del campo cultural mexicano participarían con entusiasmo, como ocurrió. Pero José Emilio nos hizo saber lo que más le interesaba escuchar: la voz de los estudiantes. Y así lo hizo, pese a su delicada salud, estuvo presente en todas las sesiones, brindando sus comentarios. Una enseñanza inolvidable.
Estupendo ensayista, que eligió el género breve del artículo periodístico, la obra de José Emilio era lo más opuesto a la especialización simplificadora predominante en muchos estudiosos. Con cada texto que comentaba, poema, novela, drama, ensayo de la literatura mexicana, entablaba un doble diálogo, con la tradición nacional y con la cultura universal. Otra enseñanza para los investigadores universitarios que ojalá germine.
Tardaremos en asimilar la rica y compleja herencia de José Emilio Pacheco que es todo menos una red de agujeros. Pero su pasión por la palabra es ya parte de nosotros. Amamos el optimismo de su voluntad frente al pesimismo de su inteligencia, su búsqueda del arco iris aunque supiera que lo aguardaba el desengaño. El triunfo de la esperanza contra la experiencia abrumadora de que habla en uno de sus últimos poemarios publicados. Descanse en paz.