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Vol. 24. Núm. 1.
Páginas 169-172 (enero 2013)
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Reseña del libro
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Lilia Solórzano
Universidad de Guanajuato
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“Ni la literatura ni el arte son meramente series de obras y cuadros, sino un complejo socio-cultural con múltiples respuestas y comunicaciones a través del cual se expresan los hombres de una comunidad” (Rama: 18). Esto escribía Ángel Rama todavía en el Montevideo de los años sesenta y tal vez esto revele un poco del pensamiento del escritor.

Ángel Rama estaba en Venezuela dando un curso en la Universidad Nacional cuando estalló el golpe militar en su natal Uruguay, el 27 de junió de 1973. Nunca más pudo regresar a su país. En el exilio, pues, escribe buena parte de La ciudad letrada, un trabajo de un monumental recorrido desde la conquista y refundación de Tenochtitlan hasta la inauguración de la “ciudad modelo”, Brasilia, en 1960. Aquí analiza las relaciones entre espacio urbano, élites intelectuales y poder, y con mucho mayor énfasis el papel de los intelectuales en la sociedad latinoamericana.

Pese a que Rama vivió en Estados Unidos desde 1979, las autoridades de migración le negaron la visa de residencia solicitada por la Universidad de Maryland en 1982 por “subversivo comunista”. Sus esfuerzos por desmontar los mañosos argumentos resultaron vanos; así que finalmente, agotado, resuelve hacer nuevamente sus maletas y remover su casa a París a donde había sido invitado por la Escuela de Altos Estudios. El 2 de mayo de 1983, Rama anota en su diario:

El pasado empieza a pesar menos. […] Creo que una vez que esté metido en mi trabajo de lleno y comience a generar nuevos proyectos, se irá cicatrizando mi sensación de malestar. Como haber sido ensuciado por gente torpe y malévola, y no haber podido contestarles como correspondía.

Haber estado bajo un poder despótico y despreciativo, ejercido por gentes inferiores. Lo que me faltaba en el conocimiento de las “entrañas del monstruo” (247).

No pudo hacer muchas cosas más porque murió el 27 de noviembre de ese mismo año al estrellarse, en Madrid, el avión que lo conducía a Bogotá para participar en el Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana.

La reedición de La ciudad letrada, luego de más de 25 años en el olvido, sirvió de extraordinario pretexto para convocar a otra serie de reflexiones auspiciadas bajo la peculiar dupla: Escritura y esquizofrenia, texto que reúne los trabajos de investigadores de México y Estados Unidos efectuadas en el otoño de 2009 entre la Universidad de Guanajuato y el Colegio de San Luis, bajo el entusiasmo organizador de Eduardo Subirats, Juan Pascual Gay y Aureliano Ortega.

Apunta Subirats, en el prólogo —que es también epílogo— a este libro, dos cuestiones o temas impulsores de las reuniones; el primero, el que

La ciudad letrada de Rama, [aborde] el papel del intelectual en el colapso mundial, frente a la degradación y corrupción del sistema democrático y frente a la violencia estatal; la responsabilidad del intelectual de mantener las tradiciones más reflexivas en la literatura, las artes y el pensamiento latinoamericanos del siglo xx, en un momento de declarado anti-intelectualismo, el cual percibíamos directamente en la academia norteamericana (14-15).

Y, como segundo tema subterráneo, “la historia de México, desde su fracasada Revolución hasta hoy, como un agónico proceso de liquidación nacional, involución social y volatilización administrativa” (15) en palabras de Aureliano Ortega. Sigue Subirats:

El título Escritura y esquizofrenia hace alusión a dos cosas: a la ideología predominante en las últimas décadas, lo mismo en la bolsa de valores que en los departamentos de humanidades, según la cual la escrituración de la realidad es el principio constituyente de todo ser y de todo poder real; y a la creciente conciencia de la catástrofe militar y política, ecológica, intelectual y, no en último lugar, social a la que estos poshumanismo, poshistoricismo, posmodernismo y posinteligencia han conducido (16).

Es decir que la realidad se comporta de una manera y se expresa, se escritura de otra. Las letras y el pensamiento se descubren como herramientas eficaces del encubrimiento y la doblez. Porque hay un decir en las aulas, en los espacios culturales, en los académicos, en los espacios de decisiones administrativas y políticas que simula la creatividad, la libertad y la imaginación. Este simulacro nos absorbe y nos hace partícipes, querámoslo o no, de sus farsas y componendas, de su perversión.

Los diferentes ensayos contenidos en este libro apelan a la búsqueda de una conciencia, de una integridad y una responsabilidad intelectual casi perdidas. Para ello funcionan como figuras ejemplares el escritor uruguayo Ángel Rama y el paraguayo Augusto Roa Bastos.

Tampoco se trata de un llamado a convertirnos en fieles de una secta ágrafa sino a regresar los pasos por el camino de una honestidad racional, incluyente, analítica y verdaderamente crítica. Es decir, que confronte diariamente el dicho con el hecho, que cierre la distancia de las anfractuosidades abismales entre la existencia y el discurso de lo existente.

Las instituciones tienen como objetivo, siempre, conservar el orden pensado y planeado por una estrategia de poder, regular y reglamentar. Es tarea urgente convocar a la imaginación, liberarla de esos órdenes falsos, pero ¿cómo provocar una imaginación que ya no tiene imaginación? Christopher Britt, intelectual, académico de la Universidad George Washington, en su ensayo contenido en el libro que nos ocupa delata que

ser un letrado definitivamente tiene sus ventajas. Dentro de estas, esa rara habilidad que tenemos para expresar nuestra solidaridad desde el confort y la seguridad de nuestra propia realidad desplazada; de nuestros desplazamientos metafóricos, lingüísticos y culturales; la desplazada realidad de nuestra letrada solidaridad para con los oprimidos; la desplazada realidad de las teorías esotéricas que nos divorcian de la vida; la desplazada realidad, en fin, de nuestra propia condición esquizofrénica (196).

Ese es el asunto, los que podrían arrogarse el papel de críticos están subsumidos en el mismo poder subyugante de la ciudad letrada, ficticia pero avasalladoramente real. La pieza teatral en tono fársico de Ignacio Betancourt que también aparece hacia el final de este libro, es una excelente alusión al simulacro en que se ha convertido el ámbito universitario; esa casa de las letras que se ha tomado muy en serio el poder de la toga y el birrete simbólicos para dirigir el resto de los espacios de la sociedad, con una intervención aparentemente legitimada por todos en el concurso del Estado.

El intelectual dicta la sociedad, la escribe y la interpreta desde su muy particular posición, y se olvida de la vida, porque la vida real está en otra parte. El respiro de los demás sucede desacompasadamente, desarregladamente a una norma académica que ataja sin rubores la imaginación y la libertad.

Escritura y esquizofrenia en su mayor parte es una provocación, una celebratoria provocación. Este libro hecho por intelectuales, los ha puesto a ellos mismos frente al espejo y el que hayan logrado salir, no ilesos, no indemnes, pero tampoco convertidos en piedra o estatua de sal, nos advierte algo: ese peligro del intelectual como creatura del poder hecha a su medida, o bien que, asumida la personificación del Yago shakespeareano, juega el doble rol de crítico y adulador, aunque en todo momento se sepa pieza aceitada de un sistema corrupto, lo alimentamos ritualmente todos los días.

Somos nuestras palabras. Nos liberan o nos condenan. Nos determinan y nos definen, porque somos lenguaje en el sentido más amplio, aunque a final de cuentas el engaño de las propias palabras se haga evidente. Somos una convergencia de realidades múltiples, convenidas o no. De nosotros depende olvidar el sinsentido y regresar a lo que nos concilia como humanos; o mejor, no olvidar sino desenmascarar la violencia, desterrar la coerción, la persuasión y el engaño como características de nuestros discursos. Algunos han decidido por sanidad mental y moral permanecer al margen de la ciudad letrada, a otros los han obligado al aislamiento. Afortunadamente parece que aún hay espacios donde es posible la resistencia, existir en otro centro que no es el centro.

Los once ensayos compilados en este libro se inclinan por la disidencia frente a ese cerco impuesto por la norma y la ley transvasadas de una generación a otra, de una civilización a otra, por ese virus que se infiltra en el lenguaje y se convierte en marca de fuego, en cepo y grillo. Debemos tener presente que de los insumisos, de la desobediencia ha nacido la gran literatura. Hay que persuadirnos de fundar una república de las letras cuyo núcleo sea la amistad y la honradez. Montaigne caía en la cuenta, desolado, que había pocos amigos. Parece que la historia del hombre le ha dado la razón. Y sin embargo, quisiera cerrar estas líneas con las palabras alentadoras del poeta beat Robert Creeley: “Confía en los buenos versos, entonces… Confía en la claridad instantánea del ser humano, que no conoce ni desea otro sitio” (65).

Bibliografía
[Rama, 2008]
Rama Ángel.
Hacia una política cultural autónoma para América Latina.
Diario. 1974-1983, Trilce / El Andariego, (2008),
[Creeley, 1998]
Creeley Robert.
¿Fue un verdadero poema o nada más se lo inventó?.
Lo creativo y otros ensayos, Universidad Iberoamericana / Artes de México, (1998),
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