Con la intención de comprendernos mejor, y ahondar en la interpretación de nuestro hacer en los diversos ámbitos que nos implican, resultan pertinentes las preguntas que nos permiten reflexionar al final de un periodo, una época, o más aún, al final de un siglo. Y ya que todo final conlleva un principio o viceversa, cabe preguntar: ¿qué dejan los últimos cuarenta años del siglo xx a la literatura mexicana?, y ¿qué deviene en el nuevo siglo que comienza? Quizá surjan muchas respuestas, desde los diferentes escorzos que pudiésemos tomar en cuenta; por lo que al reparar en el texto que presenta Rodríguez Lozano, encontramos una de tantas respuestas a dicho planteamiento. Nada es lo que parece… responde con nueve estudios sobre novelas de escritores nacidos en el siglo xx, desde los cuarenta, sesenta y hasta los años setenta.
Dar cuenta de la producción narrativa, durante la primera década del siglo xxi en nuestro país, permite asomarse al mundo “aparente” de la plurivocidad que reúne el editor de Nada es lo que parece… Es así como nos encontramos ante un texto que invita a dialogar, dentro del mundo de la ficción, mediante los vínculos que se establecen con el intérprete y su historicidad a través del análisis especializado.
El primer asomo, que conforma los Estudios sobre novela mexicana 2000-2009, está a cargo de Raquel Mosqueda, quien se adentra en Idos de la mente. La increíble (y a veces) triste historia de Ramón y Cornelio de Luis Humberto Crosthwaite. Mosqueda nos advierte de lo “aparente” en la narración de Crosthwaite, el hecho de “hacernos pensar lo contrario” (16), en eso que en primera instancia se pudiese percibir. Su análisis aborda varias líneas que convergen en un aspecto relevante de la novela: el uso de la parodia, tanto en el aspecto literario, como en la cultura popular. Estilo y capacidad que manifiesta la escritura de Crosthwaite y que llaman la atención de la investigadora. Ella señala detalladamente la forma en que el novelista evidencia el uso de la parodia como recurso literario, mismo que le permite jugar en la estructura interna del relato, y que lleva a todo tipo de público a formar parte de su juego. Raquel Mosqueda subraya cómo el novelista enlaza la realidad con la ficción, y juega también con esta mancuerna, para mantener al lector en la frontera entre la realidad y la invención. Al final de su análisis, y después de proponer que Crosthwaite apuesta por una literatura diferente, Mosqueda sostiene que es el lector mexicano el más indicado para comprender y participar del juego planteado en Idos de la mente… no obstante la “intención” del autor por llegar a todo tipo de lectores.
El segundo estudio lo presenta Diana Sofía Sánchez, quien aborda El paraíso que fuimos de Rosa Beltrán. Texto en el que nos convida de su propuesta basada en: 1o la representación de la familia relacionada con su búsqueda de normalidad, y 2º la reconstrucción puntual de los fracasos y absurdos de la política mexicana. La ensayista ha dividido su estudio en cuatro temas. En el primero: “la familia, el priísmo y la religión católica: bases de la cultura nacional” nos habla del protagonista Tobías y de cómo la escritora ha estructurado la historia con el uso de varias voces narrativas en un vaivén de figuras retóricas. Nos aclara que la base narrativa está fragmentada en relatos vinculados con los recuerdos de los personajes. Al mismo tiempo manifiesta cómo se va tramando la historia con los sucesos políticos de nuestro país. De ahí el nombre de esta primera parte, en la que convergen la familia y el ámbito político donde los discursos manifiestan el anquilosamiento de las estructuras que conforman nuestra nación: familia, religión católica y priísmo conjuntados en una contradicción “absurda”.
En la segunda parte: “simulaciones y disimulos: la ironía” se analiza, precisamente, el uso de la ironía como el tropo que permite jugar, aparentar, simular, en los usos y acontecimientos en que se desenvuelven los personajes. Básicamente, Sánchez se centra en el aspecto religioso, mismo que Beltrán desarrolla, a lo largo de su novela, vía la mencionada figura retórica. También repara en el uso de los nombres y los nexos con los textos bíblicos.
El tercer apartado: “La expulsión del paraíso: el nuevo orden mundial” nos acerca nuevamente al aspecto religioso. La relación en torno a los acontecimientos históricos da cuenta del “derrumbe” estructural de la religión católica, la moral, y la ética de la familia en cuestión, así como de otros valores. “Caos y sinsentido”, nos dice la ensayista, arropan el mundo político de nuestro país.
En la cuarta y última sección del discurso: “La ironía y la nostalgia, ¿nostalgia irony? Sánchez Hernández subraya la estrategia de Rosa Beltrán, al combinar la ironía con la nostalgia. Esta combinación provoca el análisis bajo el punto de vista donde se enfatiza que: “la ironía, el absurdo, la paradoja, son inherentes a los discursos que las instituyeron, y por lo tanto, a la historia mexicana” (52).
Patricia Isabel Peláez nos anuncia que “los estudios no matan las pasiones” al reflexionar acerca de Lodo de Guillermo Fadanelli. Peláez Máximo considera que la novela de Fadanelli tiene muchos atributos entre los que destaca cuatro de ellos. Nos habla de la historia de un “viejo prematuro, alcohólico, soltero, y profesor de filosofía que escribe sus desventuras desde la cárcel” (57). Pone énfasis en los acontecimientos ocurridos en nuestro país, donde todo es posible. Menciona el humor corrosivo que tiene la novela donde establece una intertextualidad con Lolita de Vladimir Nabokov. Patricia Peláez suscribe la capacidad de Fadanelli para la construcción de los personajes caracterizados por ser contradictorios y mordaces. Nos sugiere que el escritor provoca en el lector un enfrentamiento con la “irracionalidad de la razón” (58); considera a la metaficción como un elemento presente en Lodo, y de aquí nos lleva a relacionar el aspecto lúdico del relato.
Otro aspecto importante, que resalta la ensayista, es el problema del acto de escribir como sustrato en la estructura de la novela.
Finalmente nos habla del humor, la ironía y la autoironía como recursos narrativos que usa Fadanelli, en suma hace una invitación a la obra de este escritor quien plantea una fuerte crítica a nuestro sistema gubernamental, así como a la falsa moral de los mexicanos.
Por otro lado, José Eduardo Serrato hace una lectura puntual de Trabajos del reino de Yuri Herrera, y nos informa del papel que juega el narcotráfico en nuestra sociedad actual. De ahí que en su ensayo aborde los arquetipos de la narcocultura. Serrato Córdova nos introduce al mundo del narco desde varias perspectivas: a partir del primer antecedente de la narconovela en México nos vincula con la narrativa que erige una visión desde la creación literaria, misma que distingue la estilística propuesta por Yuri Herrera. Es importante notar que Eduardo Serrato nos advierte sobre el riesgo que se corre al escribir acerca del narcotráfico sin referentes cronológicos, ni testimoniales, que ayuden a mantener la narración en el ámbito literario sin caer en el ámbito periodístico.
La interpretación de Serrato considera que Trabajos del reino legitima al narcocorrido como una expresión popular que no es bien aceptada en ciertos niveles de la élite. Otro factor que aborda el investigador gira en torno a la visión ética que evoca la novela de Herrera, al mismo tiempo que deviene en una invitación a replantear dicha proyección ética del “bien y del mal ante la nueva situación social” (75).
El ensayo repara en la transformación que tiene la protagonista, durante la historia narrada. Finalmente Eduardo Serrato considera que Trabajos del reino tiene una utilidad concreta al ayudarnos a comprender la problemática de nuestra sociedad, así como la de los marginados que viven “a la sombra de los capos”.
María Esther Castillo García reflexiona acerca de La última hora del último día de Jordi Soler. En su ensayo nos ofrece una mirada a la trayectoria del escritor, y vincula su novela con otras dos obras del mismo autor. Recurre a datos biográficos y expone una lectura a manera de trilogía “épica” donde cada uno de los textos juega un papel relevante en la interpretación mancomunada. El acercamiento de María Esther Castillo se titula “Crónica de una pasión: la última hora del último día”, y comienza por el recorrido del lugar donde se desarrolla la historia y en el que advierte la fusión entre la realidad y la fantasía. El hilo conductor que sigue la ensayista se centra en la pasión, en lo invadido, y llega al asunto de la memoria, donde una familia se posa en los recuerdos que irán conformándose en el discurso: episodios intercalados que se suman a la verosimilitud revelada en la narración. La interpretación de Castillo García ronda en la pasión desarrollada en una historia personal, “memoria privada”, y una historia social cuya memoria sería de “largo aliento” (105).
Otra de las voces ensayísticas en este volumen es la de Graciela Martínez-Zalce, quien en “La apropiación y sus formas: las violetas de Ana Clavel” detecta una intertextualidad con la obra de Halls Bellmer, misma que advierte a manera de apropiación en el texto de Ana Clavel. El análisis puntualiza los aspectos de “la imposibilidad de saciar el deseo y las fronteras que se transgreden al intentarlo” (111). La investigadora nos dice que la narración corre a cargo del protagonista Julián Mercader, fabricante de muñecas, y se detiene a explorar los elementos simbólicos, y los conceptos que encuentra en la novela: lo perverso, el erotismo, la violación, el tabú, lo prohibido, el deseo innombrable y el incesto. Su análisis deja ver cómo el relato aborda la incertidumbre en torno a la realidad y la intensidad del deseo. Historia que se queda en el misterio y conlleva al anhelo de apropiación.
Juan Tomás Martínez Gutiérrez nos acerca a Bestiaria vida de Cecilia Eudave. En su ensayo analiza al monstruo como instrumento cognitivo y último refugio ante el mundo. Juan Tomás elige un texto ganador del Premio Nacional de Novela Corta “Juan García Ponce”, y propone una lectura basada en tres ejes acerca de los monstruos y seres mitológicos que aparecen en la historia: la función, la forma en que se nombran y la relación del nombrar con el protagonista. Cabe mencionar que para Martínez Gutiérrez la apuesta de la novela radica en “representar la compleja problemática de la relación sujeto-mundo, y el papel de la narración del recuerdo como componente que la determina” (125).
En primera instancia nos lleva por un recorrido cronológico de la historia, para posteriormente ahondar en la presencia de lo monstruoso como problemática inmersa en el relato. Es entonces una exploración hacia el pasado donde surge una confrontación con el mundo externo y la mirada de los adultos. Otro elemento importante que llama la atención del ensayista, es la identidad relacionada con los vínculos familiares que llevan a la protagonista a la búsqueda del recuerdo para poder olvidar. De hecho la postura reflexiva se dirige hacia el tema central de la novela: la conformación de la protagonista a través de la narración. Sin duda esta observación de Juan Tomás Martínez nos remite a la propuesta ricoeuriana en torno a la identidad, donde el filósofo francés1 sostiene que el sujeto de acción, así como el personaje de ficción, conforman su identidad en el acto de narrarse.
La identidad y el acto de nombrar (a los monstruos) son temas esenciales en Bestiaria vida, así como la dificultad en la interpretación de la propia historia, para lo que Martínez Gutiérrez sugiere problematizar acerca del tipo de novela que aborda: una historia donde la protagonista nombra, como posibilidad de vincularse con el mundo, mientras que el monstruo, a manera de utopía pretende un encuentro con un universo en el que no se pierda la razón.
En Península, península de Hernán Lara Zavala, el énfasis se centra en la ironía, desde la perspectiva que César Antonio Sotelo despliega en su estudio: “Ironía y nueva novela histórica mexicana”. Sotelo ubica su punto de partida en las características de esta nueva novela histórica donde se fusionan la realidad histórica y la ficción. Nuevamente nos encontramos ante la incertidumbre derivada de la apariencia. El ensayo da cuenta de cómo Lara Zavala sustenta su relato en el uso de figuras retóricas, como la ironía y la parodia, además de deslizar los acontecimientos en una temporalidad que implica la mirada del siglo xix, tanto como la del siglo xxi.
Sotelo subraya la relación compleja que existe entre la ironía y la novela, la función de dicho tropo y sus implicaciones, tanto en el discurso cotidiano, como en las artes, y en particular en la literatura. Nos señala cómo el juego irónico de las voces narrativas se deriva del entramado de los acontecimientos, donde a nivel de subtexto aflora la intención que se pretende resaltar.
La precisión del análisis nos permite un asomo al vínculo temporal que establece la novela de Hernán Lara: el papel del relato histórico fusionado con las referencias que permiten mayor o menor exactitud en el discurso. También se manifiesta la temática de Península, península donde el novelista recrea los mundos antagónicos en la Yucatán decimonónica. Se ponen de manifiesto la lucha por la supervivencia de los oprimidos: los indígenas mayas enfrentados al dominio de los poderosos. Sotelo repara en la importancia de esta novela, por el vínculo que establece con la situación actual de las etnias en nuestro territorio, y cómo resulta obligada la reflexión acerca de los problemas que nuestro país padece actualmente. Al referirse a la aportación que Lara Zavala nos ofrece en su novela, Sotelo señala que “el novelista tiene claro que el estudio del siglo xix es fundamental para entender el fracaso político de México, al ser el periodo en que el país nace a la vida independiente, el momento en que se forjan las estructuras de gobierno y se concibe el proyecto de la nación” (163).
El último ensayo reunido en Nada es lo que parece corre a cargo de Miguel Rodríguez Lozano, quien hace un acercamiento a Temporada de caza para el león negro de Tryno Maldonado. Por un lado el investigador refiere que la historia versa en torno a una relación homosexual en el ámbito artístico, particularmente la pintura, contrastada por la diferencia de clases sociales, sin ahondar en el asunto gay, ya que como señala Rodríguez Lozano, Maldonado no se adentra ni en el asunto erótico, ni en el político. Al respecto distingue un tono lúdico que involucra al lector en el nivel del entramado de la historia.
Por otro lado el análisis del investigador se refiere al asunto generacional, donde manifiesta la indiferencia de uno de los personajes, y subraya la postura donde el sexo y la droga se asumen como la única posibilidad de trascender. El ensayista considera que Tryno Maldonado utiliza un divertimento arquitectónico”, que quizá no sea parte de la estética propuesta en su novela, pero los recursos intertextuales que aparecen en la narración apelan a la decisión del lector a “entrar” o no en el juego sugerido. Rodríguez Lozano considera que el título Temporada de caza para el león negro funciona solamente como posibilidad de entrar a la novela sin que se involucre más con la trama de la historia narrada; a partir de esta observación, el investigador señala que en las sociedades de la época finisecular y de esta primera década hay un apego a las “sensaciones más inmediatas” que retoma la literatura a manera de devenir cotidiano.
Al final de los nueve ensayos compilados, Rodríguez Lozano y Cinthia Gutiérrez Ruiz nos ofrecen una Bibliografía de novelas mexicanas (2000-2009), apéndice preciso y muy oportuno, para la lectura de la obra en cuestión.
Nada es lo que parece… es un título sugerente que me remite, por lo menos, a tres ideas inmediatas: la primera: El mito de la caverna de Platón,2 la segunda a una de las novelas de Daniel Sada: Porque parece mentira la verdad nunca se sabe (1998),3 y la tercera, por supuesto a lo que nos anuncia el editor Rodríguez Lozano: “Nada es lo que parece en literatura y mucho menos en la narrativa mexicana de la primera década del siglo xxi”. La referencia filosófica me permite hacer el vínculo con el hombre sujeto a su confusión entre la realidad y la apariencia; en el segundo caso, y desde mi perspectiva, la novela de Sada evidencia las implicaciones de ambos títulos con la realidad histórica que nos compete, misma que nos involucra, cada vez más, de manera confusa respecto a lo verosímil, lo factible, lo que es y lo aparente. Y por último, si “nada es lo que parece” en la ficción, hoy en día es muy pertinente ser convidados por el texto, para reflexionar en torno a la apariencia y su relación con la complejidad de nuestro México soslayado a la “invención” de quienes usurpan y ostentan el poder.