Se trata de un varón de 59 años que acude a la consulta del hospital por deformidades importantes en ambas manos.
A pesar de un diagnóstico previo de gota, nunca inició el tratamiento prescrito reductor de la uricemia, y no mantenía unas medidas higiénico-dietéticas correctas, desarrollando una gota crónica sin ningún tipo de vigilancia ni control.
Presentaba importantes tofos en ambas manos que generaban una limitación funcional grave (fig. 1).
El paciente no siguió las recomendaciones de reinstaurar el tratamiento hipouricemiante desarrollando complicaciones locales como infección de dichos tofos requiriendo de la amputación completa del tercer dedo de la mano izquierda en un episodio de sobre-infección. Además, presentó complicaciones sistémicas como un progresivo deterioro de la función renal con relación a la nefropatía por ácido úrico, hipertensión arterial y dislipemia, mostrando la relación estrecha entre la hiperuricemia y el riesgo incrementado de síndrome metabólico y otros eventos cardiovasculares. Es nuestro deber, como médicos, advertir al paciente de la necesidad de un correcto seguimiento y adherencia al tratamiento en este tipo de enfermedades.