La Agency for Health Research and Quality desarrolló Indicadores de Calidad Preventivos (PQI) para identificar y medir ingresos por enfermedades susceptibles de cuidados ambulatorios. Las enfermedades relacionadas con los PQI son: procesos crónicos (cardiovascular, diabetes, enfermedad pulmonar obstructiva crónica [EPOC] y asma) y agudos (deshidratación, neumonía e infección del tracto urinario)1. Están asociados tanto a factores hospitalarios (cartera de servicios, urgencias) como sociodemográficos2. En concreto, los ingresos hospitalarios prevenibles por insuficiencia cardiaca (IC) consumen recursos, generan morbilidades adicionales y alta mortalidad3,4. Se realizó un estudio para describir las características clínicas y los factores de riesgo de los pacientes de un distrito de atención primaria ingresados por IC en los hospitales públicos. Para su consecución, los médicos de familia realizaron auditorías de las historias clínicas de los enfermos ingresados durante 2016. Posteriormente, la unidad de epidemiología analizó los datos y desarrolló un informe general del distrito y otro comparativo con los datos de cada unidad de gestión clínica que se envió al responsable de cada unidad. Las variables de estudio fueron: demográficas, clínicas, de autonomía y apoyo sanitario, factores de riesgo, tratamiento y de atención asistencial.
Se auditaron 514 historias clínicas. La edad media fue de 78,7 años (DE: 10,1). El 53,5% fueron mujeres. Según el índice de Barthel: el 34,3% presentaban dependencia moderada, el 26,3% severa y el 39,4% no eran dependientes. Con relación al test de Pfeiffer: el 23,9% tenían deterioro cognitivo, el 45,7% no y en el 30,4% se desconoce. La clase funcional conforme a la New York Hearth Associations (NYHA) fue: el 6,7% grado I; el 28,7% grado II; el 25,9% grado III; el 9,1% grado IV y en el 29,6% no había información. El 70,4% vivía con sus familiares y el 60,7% tenía un cuidador de referencia. Destacan los factores de riesgo: hipertensión (80,9%), tabaquismo (78%), obesidad (49,8%), dislipemia (49,3%) y diabetes (49,1%). En el 81,5% existía un plan terapéutico inicial, el 79,6% refería buena adherencia al tratamiento y el 77,8% eran polimedicados. El 65% fueron tratados con IECA y betabloqueantes. En el 60,7% se realizó visita domiciliaria al alta hospitalaria: el 24,1% por enfermera, el 16,7% por médico de familia y en el 23% por ambos.
Ingresaron por IC fundamentalmente personas mayores con múltiples factores de riesgo y comorbilidades (tabaquismo, hipertensión, etc.). Estos factores representan el 30-60% de las causas de IC y el 40% de las hospitalizaciones por IC potencialmente evitables5,6. En futuros estudios se valorará incluir otras variables de interés (fibrilación auricular, EPOC, insuficiencia renal crónica, anemia, ingresos previos en el último año). Se observa un apoyo familiar importante, pese al grado de dependencia de estos pacientes y una escasa institucionalización. Si bien los fármacos más utilizados fueron los IECA y los betabloqueantes, es preciso aumentar este porcentaje, dado que han demostrado mejoría de los síntomas, la mortalidad y las tasas de ingreso hospitalario6,7. Por otro lado, llama la atención el elevado número de polimedicados. La continuidad de cuidados de estos pacientes no siempre es óptima y la realización de un plan terapéutico adecuado, así como del seguimiento domiciliario resultan clave en todo el proceso, sobre todo, de cara a prevenir los reingresos. Para concluir, es necesario un control estricto de los factores de riesgo relacionados con la IC modificando el estilo de vida, mejorar la calidad farmacológica y tratar de optimizar la atención sanitaria y la continuidad asistencial, mediante la inclusión de estos pacientes en el proceso asistencial integrado de insuficiencia cardiaca8.
Los autores declaran que han seguido los protocolos de su centro de trabajo para la realización de este estudio en relación a la confidencialidad de los datos.
AutoríaTodos los autores han contribuido de manera relevante en la escritura y revisión crítica del manuscrito, y han dado su aprobación a la versión final de la carta para su publicación.
A los médicos de familia que realizaron las auditorías de las historias clínicas y a los epidemiólogos que elaboraron los informes específicos de cada UGC.