INTRODUCCION
El consumo de alcohol es un hábito muy extendido y aceptado en nuestra sociedad. Está claramente establecido que su consumo excesivo es causa importante de problemas de salud. Según la Encuesta Nacional de Salud (ENS) de 1997, realizada por el Ministerio de Sanidad y Consumo, el 58% de los españoles realiza un consumo ligero-moderado de alcohol, mientras que en el 4% dicho consumo es alto-excesivo1. Se calcula que el alcohol origina unos 13.000 fallecimientos al año, con un considerable número de años de vida potenciales perdidos2. A pesar de la magnitud del problema, la actitud de las distintas administraciones e incluso de los profesionales de la salud respecto al consumo de alcohol es, cuando menos, de franca tolerancia, como lo señala el hecho de que España ocupe el primer lugar dentro de la Unión Europea en oferta y accesibilidad al consumo de bebidas alcohólicas3.
Las características propias de la consulta de atención primaria (AP), accesibles a la población general y con una continuidad en el tiempo de la atención médica, hacen de ésta el lugar idóneo para llevar a cabo los distintos programas de detección de consumo excesivo de alcohol. Esto es aplicar actividades de prevención secundaria, mediante una búsqueda activa de casos (case finding) en los que se supere el nivel de consumo de alcohol a partir del cual el riesgo de desarrollar algún proceso patológico se incrementa de manera importante. Este nivel, aceptado de manera general, se sitúa en 280 y 168 g semanales para los varones y las mujeres, respectivamente3.
Son numerosos los estudios que demuestran la importancia de una buena entrevista clínica para la detección de alcoholismo, siendo más efectiva que los tests de laboratorio4-9.
Asimismo, se ha demostrado la eficacia del consejo médico en AP sobre la reducción del consumo de alcohol de sus pacientes10-12.
Basándose en esto, el Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud (PAPPS) de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) aconseja, dentro de las actividades mínimas de prevención en el adulto, la investigación sobre el consumo de alcohol cada dos años, mediante encuesta semiestructurada, valorando la frecuencia y la cantidad, en todas las personas mayores de 14 años, recomendando como intervención el consejo médico-sanitario encaminado a la modificación del patrón de consumo y el seguimiento del paciente2,3.
El objetivo de este trabajo es comprobar hasta qué punto se trabaja en los centros de salud de acuerdo con estas recomendaciones respecto a la detección del bebedor excesivo y de riesgo.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se trata de un estudio descriptivo transversal realizado mediante revisión de historias clínicas, según criterios explícitos y normativos, en un esquema de Audit médico13.
La población de estudio la constituyen los usuarios con historia clínica abierta en tres centros de salud urbanos de distintas poblaciones del Estado español: Madrid, Irún y Calatayud. De esta población se extrajo una muestra de manera aleatoria, según un muestreo sistemático.
Se evaluó el cumplimiento de las recomendaciones del PAPPS valorando si aparecían recogidos en las historias clínicas de los pacientes de la muestra el consumo de alcohol, su cuantificación y la posible intervención realizada, siguiendo las recomendaciones de Delgado et al14, modificadas según los criterios de Altisent et al15-17 (tablas 1 y 2).
RESULTADOS
Para obtener los datos hemos utilizado como medida de centralización la media aritmética en las variables cuantitativas y los porcentajes en las variables cualitativas, separado este último con el intervalo de confianza correspondiente.
Se revisaron un total de 799 historias, de las cuales 349 (43,7%) pertenecían a varones y 450 (56,3%) a mujeres. La edad media de los pacientes seleccionados era de 42,27 años, con un rango de 14 a 96 años.
El porcentaje de historias en las que aparecía registrado el consumo de alcohol fue del 70,7% (n = 565; IC del 95%: 67,55-73,85), frente a un 29,3% (n = 234) en las que no constaba.
De los interrogados, había 176 (31,1%; IC del 95%: 27,3-34,9), que consumían alcohol y 389 (68,9%; IC del 95%: 65,1-72,7), que declaraban no hacerlo. En los que consumían alcohol, se cuantificó en el 63,1% (n = 111) de las historias (IC del 95%: 55,9-70,22), y no constaba la cantidad en el 36,9% (n = 65; IC del 95%: 29,8-44) (tabla 3).
De los pacientes a los que se cuantificó el consumo de alcohol, 28 (25,2%; IC del 95%: 17,1-33,3) tenían un consumo de riesgo o mayor y, de éstos, a 13 (46,4%) se le realizó algún tipo de intervención a fin de modificar o disminuir el consumo de alcohol (fig. 1).
Figura 1. Esquema del desarrollo del trabajo.
DISCUSION
El primer dato que llama la atención es el hecho de que el porcentaje de historias en las que se registra el consumo de alcohol de los pacientes es elevado, estando a un nivel similar a los datos obtenidos en la evaluación del PAPPS18, que se realiza en centros de salud que están adscritos a este Programa y que, por tanto, tienen una especial motivación; nuestro trabajo se realizó en dos centros que no están adscritos al Programa frente a uno que si lo está.
En segundo lugar, destaca que, frente a los datos aportados por la ENS de 19971, en la que se afirma que más del 60% de la población española consume alcohol, en nuestro estudio los datos obtenidos son sensiblemente menores (sólo en el 31,1% de las historias aparece consumo de alcohol positivo). De las posibles explicaciones para esta amplia diferencia, una de las más probables sería que el médico de familia, cuando interroga sobre hábitos tóxicos, incluido el consumo de alcohol, sólo registra lo que desde el punto de vista clínico considera importante y es el consumo habitual, registrando probablemente como no bebedor al que refiere algún consumo esporádico, consumos que seguramente sí se registran al confeccionar la ENS.
Respecto al número de bebedores de riesgo, en nuestro estudio se encontraron 28 historias en las que constaba ese diagnóstico. De las 565 en las que se interrogó sobre el consumo de alcohol, supone un 4,9%, lo que es equivalente al 4% que en la ENS aparece bajo el epígrafe de consumo alto-excesivo. Sin embargo, se encuentra muy por debajo de los datos obtenidos en la evaluación del PAPPS, en la que aparecía el diagnóstico de bebedor excesivo en el 9,8% de las historias en las que constaba el registro de consumo de alcohol18. También Unzueta et al encuentran cifras mayores de prevalencia de "bebedores problema" en su estudio realizado en Bilbao, que alcanza el 11%19. Quizás influya en esa diferencia el hecho de que en nuestro estudio, más de un tercio (un 37%) de las historias en las que se registraba el consumo de alcohol, éste no se cuantificara. Es lógico pensar que en la mayoría de los casos en los que esto no se ha hecho, el médico de familia responsable habrá interrogado de alguna manera sobre la cantidad, y mentalmente habrá clasificado al paciente en alguno de los grupos que se utilizan de manera informal en todos los ámbitos sanitarios: bebedor esporádico, moderado, etc. Sin embargo, la diferencia en las cifras, nos hace pensar que este sistema puede originar errores y subestimar el consumo de nuestros pacientes.
Volviendo sobre los 28 bebedores excesivos de nuestro estudio, el hecho de que sólo a 13 de ellos (46,4%) se les realizara algún tipo de intervención (que en general consistía en consejo para disminuir el consumo), puede parecer escaso, coincidiendo, de nuevo, con los datos obtenidos en la evaluación del PAPPS trabajo que bien nos puede servir de referencia18, en el que un 44,7% de los bebedores excesivos había recibido consejo de reducción de consumo. Seguramente, el número de pacientes que reciben el consejo sea mucho mayor, pero el no registrarlo en la historia clínica disminuye la efectividad del consejo sistematizado, elemento fundamental en la lucha contra los problemas derivados del consumo de alcohol.
Para finalizar, y a modo de conclusión, nos atrevemos a afirmar que en nuestro medio, en el que el consumo de alcohol sigue gozando del beneplácito cultural y social, hace falta concienciar aún más a los médicos de atención primaria del riesgo que éste tiene para la salud. Al mismo tiempo, es fundamental hacer caer en la cuenta a estos profesionales del papel tan importante que tienen en el control de este problema de salud y de la capacidad de que disponen en sus consultas para influir positivamente sobre los pacientes con consumo de alcohol elevado.
Correspondencia: Dr. F. Barrera Linares. Centro de Salud Santisteban. Dr. Frías, s/n. 23250 Santisteban del Puerto. Jaén.