La inactividad física se ha considerado uno de los mayores problemas de salud del siglo XXI1; se asocia con mayor mortalidad prematura, incidencia y peor pronóstico de numerosas enfermedades crónicas, incluyendo las cardiovasculares, varios tipos de cáncer y diabetes tipo 22; además, se cree que es responsable de más de tres millones de muertes prematuras cada año en todo el mundo3,4 y con un coste anual estimado para los sistemas de salud que supera los 59.000 millones de dólares5.
La inactividad física se define como no alcanzar las recomendaciones internacionales actuales de actividad física, elaboradas por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS). La actividad física se refiere a cualquier movimiento corporal realizado por los músculos esqueléticos que implica un gasto energético, el cual se mide comúnmente en equivalentes metabólicos (MET). La intensidad de esta actividad se clasifica en tres niveles: ligera, cuando el gasto energético oscila entre 1,5 y 3 veces el gasto energético en reposo (es decir, de 1,5 a 3 MET), lo que incluye actividades como pasear a ritmo lento; moderada, que abarca de 3 a 6 MET e implica actividades como caminar con cierta rapidez; y vigorosa, que supera los 6 MET e involucra acciones como subir escaleras con mayor velocidad o trotar.
Actualmente, la OMS recomienda que los adultos, incluyendo aquellos con enfermedades crónicas, realicen al menos 150 minutos semanales de actividad física de intensidad moderada a vigorosa, o 75 minutos de intensidad vigorosa. Se aconseja superar estos números para obtener mayores beneficios en la salud. En niños y adolescentes, la recomendación es de 60 minutos diarios. Además, se sugiere efectuar actividades de fortalecimiento muscular al menos dos días por semana, especialmente para mayores de 65 años.
¿Vamos a seguir haciendo lo mismo?Pese a los beneficios de la actividad física en personas de cualquier edad, con y sin patologías, se estima que más de un cuarto de los adultos6 y más de tres cuartos de los adolescentes a nivel mundial7 no cumplen las recomendaciones mínimas establecidas por la OMS8. La tendencia en la prevalencia de inactividad física indica que no se alcanzará el objetivo de los estados miembros de la OMS de reducirla 10% para 20259. Se calcula que el coste global de la inacción en cuanto a combatir la inactividad física llegaría a aproximadamente 44,3 mil millones de euros por año hasta el 203010.
¿Qué podemos hacer diferente?Organismos internacionales, incluyendo la OMS y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), han destacado que es imperativo aumentar de manera urgente la prioridad y la inversión destinadas a servicios que fomenten la actividad física, tanto en el ámbito de la salud como en otros sectores clave. En un reciente informe, estiman que cada euro invertido en actividad física podría ahorrar alrededor de 1,7 € en gastos sanitarios tanto por prevención como por tratamiento11. Es por ello, por lo que promueven, entre otras cosas, que los responsables de la atención médica asesoren y apoyen a los pacientes para que sean suficientemente activos de manera regular12.
La reciente Declaración de Hamburgo13, firmada por expertos internacionales de la medicina, fisioterapia y actividad física y el deporte de 139 organizaciones incluyendo el Comité Olímpico Internacional, indica que la atención médica y los hospitales deben integrar sistemáticamente la actividad física y las intervenciones de ejercicio en la atención al paciente. Sin embargo, destaca deficiencias en la formación de los profesionales médicos, la falta de tiempo para abordar la actividad física, y la escasez de especialistas en ejercicio. Para superar estas limitaciones, aboga por colaborar con profesionales en actividad física y deporte, clubes deportivos locales y otros servicios comunitarios, citando ejemplos de programas exitosos aplicados en otros países.
El ejercicio físico: las ventajas de individualizar y planificar la actividad físicaLa evidencia indica que la prescripción óptima de actividad física para tratar una enfermedad no transmisible o un factor de riesgo particular debe tener en cuenta los factores personales y el entorno individual de cada paciente13. Además, algunas personas pueden obtener beneficios sustanciales para la salud con niveles más bajos que las recomendaciones actuales de actividad física, mientras que otras pueden necesitar una mayor cantidad14. Los beneficios de acumular más ejercicio del mínimo recomendado son claros, y los esfuerzos de intensidad vigorosa parecen aportar más beneficios en menor tiempo de esfuerzo15. Por todo ello, es necesario que la actividad física sea individualizada, planificada, seguida y adaptada, y los objetivos iniciales de intervención deberían centrarse en fomentar el movimiento como un punto de partida hacia niveles más allá de las recomendaciones14. Esto requiere tener en cuenta factores como el tipo de ejercicio, su intensidad, frecuencia y su duración, introduciendo variaciones en los mismos, todo ello adaptado al estado de salud y vital de la persona16. Esto es lo que conocemos como ejercicio físico, que optimiza tanto la adherencia como los beneficios y la seguridad. Es evidente la necesidad de tiempo y de conocimientos para cumplir estos objetivos.
El papel del graduado en Ciencias de la Actividad Física y el DeporteLas limitaciones actuales en el sistema sanitario en cuanto a formación y tiempo disponible de sus profesionales para cumplir estos objetivos pone de relevancia lo mencionado en la Declaración de Hamburgo. El contar con profesionales de la actividad y ejercicio físico sería idóneo para realizar con eficiencia las labores de valoración, consejo y seguimiento de aquellos pacientes a los que se les prescribe el ejercicio físico. Esta figura profesional puede ser desempeñada por el graduado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (antiguamente conocidos como Licenciados en Educación Física y ahora denominados CAFyD).
Bajo este contexto aparece un modelo de actuación multidisciplinar que estaría encabezado por el personal médico de atención primaria, quien tras identificar a aquellos pacientes que se pudieran beneficiar de la práctica de ejercicio físico, los derivaría a la consulta del graduado en CAFyD. Este profesional diseñaría un plan a partir de la prescripción realizada en la consulta médica. Para ello partiría de una evaluación condicional previa, atendiendo a las características individuales de cada persona, tanto físicas como socioeconómicas, siempre teniendo en cuenta su historial médico y estando en contacto estrecho con su médica(o) de cabecera.
Existen pruebas sencillas de valoración física y funcional (dinamometría, test de los dos minutos, escala de Tinetti, etc.) que pueden ser directamente aplicados en la consulta por el graduado en CAFyD a modo de valoración inicial. Posteriormente, para concretar el consejo hacia la práctica de ejercicio, se interroga al paciente sobre sus hábitos y costumbres, características y situación de lugares públicos cercanos en los que puede ejercitarse, y se comprueban aspectos básicos que determinan dicho consejo, como una sencilla valoración postural, identificación de la técnica de marcha correcta, posibles análisis de huella plantar e incluso de movilidad articular. A continuación, se realizaría un plan de acondicionamiento físico básico que en algunos casos pudiera ir incluso acompañado de breves demostraciones de tipos de ejercicio a practicar. Se motivaría al sujeto para que siguiese el plan de trabajo propuesto y se le emplazaría para una próxima cita en la que se pudieran repetir algunas de las valoraciones inicialmente efectuadas a modo de seguimiento y se concretaría ya un plan de entrenamiento en función de los resultados logrados y las barreras de cara a su práctica relatadas por el paciente.
Otro aspecto fundamental en el que podría colaborar el graduado en CAFyD sería el de identificación y prevención/actuación ante la fragilidad, cuestión de vital importancia y que se integra dentro de la estrategia de envejecimiento activo17. A este respecto, se pueden identificar los recursos existentes en la comunidad que permitan desarrollar un plan de socialización e integración a través del ejercicio físico. Instalaciones como los parques saludables, las rutas de senderismo o las zonas de juegos populares pueden ser lugares en los que se generen grupos de actividad física que permitan la práctica deportiva colectiva planificada y supervisada por el propio graduado en CAFyD.
FinanciaciónNo se recibió financiación específica para esta publicación. MASL fue financiado por el Ministerio de Universidades de España bajo la aplicación 33.50.460A.752 y por la Unión Europea NextGenerationEU/PRTR a través de un contrato Margarita Salas de la Universidad de Vigo.
Conflicto de interesesLos autores declaran la ausencia de conflicto de intereses.