En el presente número, en la sección de Cartas al Director, Alcántara Montero y Sánchez Carnerero, nos presentan las «Recomendaciones revisadas de la EULAR para el manejo de la fibromialgia»1. Destacan estos autores, de esas recomendaciones, como la evidencia científica más elevada la aportan la educación del paciente y las intervenciones no farmacológicas, como el ejercicio físico; la importancia de un enfoque individualizado y multidisciplinar y la necesidad de más investigación para determinar las estrategias más óptimas de tratamiento en estos pacientes. Estos subrayados son de aplicación a un elevado número de problemas comunes en la medicina de familia. Del mismo modo, la historia de la fibromialgia es un paradigma de los problemas a los que se enfrenta el médico de familia en su quehacer diario.
A pesar de haberse establecido por el Colegio Americano de Reumatología, en 1990, los criterios para su clasificación; de ser reconocida por la OMS como enfermedad en 1993 (CIE-10: M79.7) y por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor en 1994 (X33.X8a)2; no es infrecuente encontrar profesionales de la salud escépticos sobre su existencia. Nos encontramos ante una enfermedad que se caracteriza por un síntoma afectado de gran subjetividad, dolor musculoesquelético generalizado, que se diagnostica por descarte, acompañada con frecuencia de otras morbilidades, de etiopatogenia desconocida y la existencia exclusivamente de tratamientos paliativos de respuesta limitada y que suelen requerir un enfoque multidisciplinar muchas veces no disponible o de difícil encaje en el actual sistema de atención primaria3,4. Muchas de las personas que padecen fibromialgia no obtienen por lo tanto, la respuesta que esperan a su sufrimiento y buscan información en medios formales e informales y piden o exigen bálsamos para su dolor, para su fatiga qué no están a nuestro alcance en muchas ocasiones.
Nos encontramos pues ante una enfermedad crónica, asociada con frecuencia a otras comorbilidades, de respuesta limitada a los tratamientos disponibles, necesitada de intervenciones multidisciplinares, algunas no farmacológicas, con pacientes «expertos» en su enfermedad y cuyo concurso es imprescindible para mejorar su estado y calidad de vida. Esta definición o situación se puede aplicar a un porcentaje muy elevado de los ciudadanos que acuden a nuestras consultas.
Las soluciones aportadas por las recomendaciones EULAR para el caso de la fibromialgia son de aplicación también para estas otras muchas situaciones análogas: la educación para la salud del paciente y su implicación en el proceso, la aplicación de terapias no farmacológicas, el enfoque individualizado y multidisciplinar y la necesidad de la investigación y el método científico para determinar las estrategias de tratamientos más adecuadas para estos pacientes.