INTRODUCCIÓN
El consumo de tabaco constituye el primer problema de salud pública en los países desarrollados. La magnitud del coste sanitario y social del mismo es elevada1. El tabaco es la principal causa de mortalidad evitable, siendo responsable de un 12% de todas las muertes ocurridas en el mundo. Por otro lado, el tabaco es responsable de un porcentaje
apreciable de incapacidades por patología cardiovascular, respiratoria y cáncer2.
Según la encuesta nacional de salud de 1997, la prevalencia de tabaquismo en la población española de 16 o más años es de un 35,7%, siendo Cantabria y Murcia las comunidades con mayor prevalencia3. En Canarias, el 53,8% de la población ha fumado alguna vez aunque no lo haga en este momento, y el 42,5% fuman en la actualidad: un 6,3% ocasionalmente y un 36,2% a diario4. Se estima que aproximadamente un 50% de los adolescentes ha probado el tabaco alguna vez en su vida. Es la segunda droga más consumida, tras el alcohol, en este grupo de población, y la edad de inicio está en los 13,2 años5.
Los niños, los adolescentes y los jóvenes utilizan el tabaco como código de comunicación social con significado positivo y son los receptores de los esfuerzos realizados por la industria tabaquera para captar nuevos fumadores. El tabaco tiene tanta capacidad adictiva como la heroína o la cocaína y los adolescentes que evitan el tabaco tienen pocas probabilidades de volverse fumadores en la edad adulta6.
El objetivo general de nuestro estudio es conocer la prevalencia de consumo de tabaco en los adolescentes escolarizados de la isla de Lanzarote, así como las características de su consumo en este grupo de población. Los objetivos específicos son los siguientes:
1) Conocer la frecuencia de consumo de tabaco en los adolescentes, tanto en general como por grupos de edad y sexo.
2) Conocer el número de cigarrillos que fuman diariamente los adolescentes.
3) Analizar la relación entre el consumo en el adolescente y: a) el nivel de estudios y la frecuencia de consumo en el padre y en la madre; b) el consumo en los amigos y hermanos y c) el consumo en los profesores.
4) Describir las creencias y actitudes de los adolescentes respecto al tabaco, así como la relación de éstas con el sexo, la edad y la frecuencia de consumo.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se trata de un estudio transversal descriptivo realizado en los meses de abril y mayo del año 2003 en los alumnos de educación secundaria y bachillerato de la isla de Lanzarote y con edades comprendidas entre 12 y 18 años. Como instrumento de medida se empleó un cuestionario autoadministrado anónimo y voluntario que contenía 25 ítems referentes al tabaco, basado en un cuestionario ya validado en otros estudios7.
Para la elección de la muestra, se utilizó el muestreo por conglomerados. La unidad muestral fue el centro escolar. La muestra la constituían 4 de los 13 institutos de la isla. El número total de alumnos de la isla de Lanzarote escolarizados en secundaria y bachillerato en el curso 2002-2003 era de 6.955. Para una prevalencia de un 50%, una precisión del 3% y una confianza del 95%, estimamos un tamaño muestral mínimo de 1.332 que corresponderían a tres institutos, teniendo en cuenta que la media de alumnos por instituto era de 535. Finalmente elegimos una muestra de 4 institutos representativos del total, ante la posibilidad de que se produjesen negativas a participar, elegidos mediante muestreo aleatorio simple de entre el total de 13 institutos de la isla. En los institutos que formaban la muestra había 2.489 alumnos, de los cuales sólo se encuestaron 1.384. De las encuestas obtenidas, se eliminaron 11 por no estar bien cumplimentadas, por lo que el número final de alumnos con encuestas válidas fue de 1.373.
La media de edad corregida de la muestra era de 15,24 años (DE 1,65), y el 51,9% eran de sexo femenino. La distribución por edades queda reflejada en la tabla 1.
Las variables recogidas fueron las siguientes:
1) Frecuencia de consumo de tabaco, agrupadas en las siguientes categorías8: a) no consumo; b) consumo esporádico, que a su vez agrupa las siguientes categorías: consumo de tabaco menos de una vez al mes y consumo de tabaco una o varias veces al mes pero menos de una vez por semana; y c) consumo habitual, que agrupa las siguientes: consumo de tabaco una vez por semana, consumo de varias veces por semana y consumo diario.
2) Edad en años cumplidos.
3) Sexo.
4) Nivel educativo del padre y de la madre, estratificado según las siguientes categorías9: a) sin estudios; b) EGB; c) FP/BUP/COU, y d) universitarios.
5) Número de cigarrillos que consumen diariamente los fumadores de consumo diario.
6) Percepción de consumo en el entorno del adolescente: padre, madre, hermanos, amigos y profesores.
7) Actitudes y creencias del adolescente hacia el tabaco.
Para la estimación de los principales parámetros se calculó el intervalo de confianza del 95%. Para valorar la significación estadística para la comparación de proporciones se emplearon la *2 y la *2 de tendencia lineal. Para la comparación de variables cuantitativas se empleo la "t" de Student. El análisis estadístico se realizó mediante el programa SPSS para Windows en su versión 8.0.
RESULTADOS
El 40,9% de los adolescentes (IC 95%: 38,3 a 43,5) refiere haber fumado alguna vez en su vida. Esta proporción es superior en las adolescentes: 43,9% frente a un 37,7%
(*2 = 5,318; p = 0,021); y aumenta con la edad desde un 10,6% a los 12 años hasta un 69,7% a los 18 (*2 de tendencia lineal = 181,289; p < 0,001). Observamos un aumento importante en la proporción de adolescentes que han probado el tabaco alguna vez entre los 14 años con un 28,6%, y los 15 años con un 49,6% (tabla 2).
Respecto a la frecuencia de consumo, 1.027 alumnos no son fumadores, lo que supone el 74,8% (IC 95%: 72,5 a 77,1 ), el 9,2% (127 adolescentes) fuma ocasionalmente (menos de una vez por semana)(IC 95%: 7,67 a 10,73) y el 16% (219 adolescentes) fuma habitualmente (IC 95%:14,06 a 17,94). En cuanto a la frecuencia de consumo por sexos, el 10,9% de las chicas fuma ocasionalmente y el 16,9% lo hace habitualmente, frente al 7,7% y 14,5% respectivamente en los chicos, diferencias que están en el límite de la significación estadística (*2 TL = 3,83; p = 0,05). En cuanto a la frecuencia de consumo de tabaco en función de la edad, observamos un aumento progresivo tanto en la frecuencia de consumidores ocasionales como en la frecuencia de consumidores habituales (*2 TL = 103,258; p < 0,001). Así la proporción de fumadores habituales es de un 1,6% a los 12 años y aumenta hasta un 31,8% a los 18 años. Aquí también hemos observado un aumento brusco en el porcentaje de niños fumadores habituales, en el paso de los 14 años (8%) a los 15 años (20,4%) (tabla 3).
Los adolescentes que fuman a diario (138 de los 219 que lo hacen habitualmente) consumen una media de 8,13 cigarrillos al día (IC 95%: 6,98 a 9,28). Las chicas fuman una media de 8,11 cigarrillos y los chicos 8,15 ("t" de Student = 0,033; p = 0,974).
En cuanto a la asociación entre la frecuencia de consumo de tabaco en los adolescentes y el nivel de estudios del padre y la madre, observamos que la proporción de fumadores habituales aumenta desde un 16,1% cuando el padre no tiene estudios hasta un 22,9% cuando el padre tiene estudios universitarios, a la inversa sucede con la proporción de adolescentes no fumadores que disminuye con el nivel de estudios del padre (*2 TL = 4,653; p = 0,031). Esta tendencia no es significativa en el caso del nivel de estudios de la madre (*2 TL = 3,272; p = 0,07) (tabla 4).
En general, la percepción de consumo de tabaco en el entorno del adolescente es superior en los fumadores habituales que en los ocasionales, y en éstos más que en los no fumadores (tabla 5). La percepción de que el padre no consume tabaco es de un 40,21% en los adolescentes no fumadores, proporción que se reduce a un 32,42% en el caso de los adolescentes fumadores habituales. A la inversa sucede con la percepción de consumo habitual en el padre, que se incrementa de un 32,62% a un 41,1% (*2 TL = 5,218; p = 0,022). La percepción de consumo habitual en la madre también se incrementa con la frecuencia de consumo de tabaco en los adolescentes, pasando de un 24,34% en los no fumadores a un 35,16% en los fumadores habituales (*2 TL = 15,050; p < 0,001).
El 21,46% de los adolescentes que fuman habitualmente percibe que todos o casi todos sus profesores fuman, frente al 12,17% en los no fumadores (*2 TL = 23,786;
p < 0,001). Igual sucede con la percepción de consumo de tabaco en los amigos. Así, el 46,58% de los alumnos que fuman habitualmente perciben que todos o casi todos sus amigos fuman, frente a sólo un 7,89% en los no fumadores (*2 TL = 219,355; p < 0,001). El 43,38% de los fumadores habituales percibe consumo de tabaco en su hermano frente a un 19,86% en los no fumadores (*2 TL = 54,578; p < 0,001).
Respecto a las actitudes y creencias hacia el tabaco, hemos encontrado diferencias estadísticamente significativas a favor de las chicas en la siguiente creencia: "aceptaría un cigarrillo si se lo ofrecieran" (OR = 1,72; p < 0,001). En cambio son superiores en los chicos las siguientes creencias: "fumar ayuda a hacer amigos" (OR = 1,52; p = 0,01) y "la mayoría de los deportistas fuman" (OR = 1,55; p = 0,031). Por lo que respecta a la edad, encontramos una tendencia creciente estadísticamente significativa respecto a las siguientes:
1) "Fumar hace sentirse bien", se incrementa desde un 4,9% a los 12 años hasta un 24,2% a los 18 años (p < 0,001).
2) "La publicidad del tabaco está bien", con un 6,5% a los 12 años hasta un 26,2% a los 18 años (p < 0,001).
3) "Aceptaría un cigarrillo si se lo ofrecieran", con un 4,9% a los 12 años hasta un 24,6% a los 18 años (p < 0,001).
4) "Casi todos los adultos fuman", que decrece con la edad desde un 81,3% a un 56,1% (p < 0,001).
5) "En el colegio no se tiene que fumar", desde un 1,6% de desacuerdo a los 12 años hasta un 15,2% a los 18 años (p < 0,001).
En la tabla 6 exponemos cuáles son las actitudes y creencias respecto al tabaco según la frecuencia de consumo en los adolescentes. En general éstas son más favorables en los fumadores habituales que en los esporádicos, y en éstos más que en los no fumadores. Las creencias que presentan una mayor odds ratio (OR), tanto en bruto como ajustado por la edad, son las siguientes: "aceptaría un cigarrillo si se lo ofrecieran", "fumará de mayor", "fumar hace sentirse bien" y "en el colegio no se tiene que fumar".
DISCUSIÓN
Los resultados obtenidos en nuestro estudio tienen el inconveniente de que podrían no ser extrapolables a la población lanzaroteña de 12 a 18 años, ya que la escolarización sólo es obligatoria hasta los 16 años. Por tanto, faltaría saber si el comportamiento respecto al tabaco de los adolescentes mayores de 16 años no escolarizados difiere de los que sí lo están. Otro aspecto a considerar sería si los alumnos que no cumplimentaron la encuesta, por no acudir a clase o por otros motivos, son diferentes de los que sí lo hicieron respecto al hábito tabáquico. Una tercera limitación de nuestro estudio podría ser la posible falta de sinceridad en las respuestas emitidas por los adolescentes. Sin embargo, según la literatura consultada, la fiabilidad de los cuestionarios sobre consumo de tabaco en adolescentes es aceptable7. En cuanto a la validez, Barrueco et al10 señalan la seguridad con que se pueden utilizar estas encuestas. Este autor utilizó en su estudio la medida de CO en el aire espirado para comprobar la veracidad de las respuestas de los adolescentes.
El porcentaje observado de adolescentes que refieren haber probado el tabaco alguna vez es inferior al observado por Prieto Albino et al en su estudio9. Éste encuentra un 52,83% de alumnos que han probado el tabaco alguna vez o que fuman actualmente, mientras que el porcentaje encontrado por nosotros es de un 40,9%. Estos autores sólo consideraron los alumnos de octavo de EGB, y los porcentajes obtenidos son bastante similares a los que nosotros encontramos en nuestros alumnos de 15 años. También encontramos diferencias, respecto al artículo de Mendoza Berjano et al5. Todas las proporciones en las edades analizadas por estos autores son superiores a nuestros resultados. Al igual que nuestro estudio, encuentran una diferencia estadísticamente significativa a favor de las chicas. El resultado obtenido por Villalbí et al en su estudio sobre escolares de segundo y cuarto de ESO en Barcelona es bastante similar al nuestro, aunque observan una mayor proporción no significativa de chicos que de chicas11.
La frecuencia de adolescentes que consumen habitualmente tabaco de nuestra muestra es bastante superior al observado por Villalbí et al en 199611, no obstante como hemos dicho en el párrafo anterior este estudio fue realizado sobre escolares de octavo de EGB que se correspondería con los 13 ó 14 años. El 9,2% de fumadores habituales a los 13 años o el 8% a los 14 años de nuestro trabajo está más de acuerdo con las cifras de ese estudio. Al contrario de lo observado con los anteriores autores, Prieto Albino et al obtienen cifras sensiblemente superiores a las nuestras, si bien éstos utilizan el término fumador actual para definir a aquél que en el último mes ha fumado por lo menos un cigarrillo al día. Aubá y Villalbí obtienen una frecuencia del 2,4% de fumadores habituales a los 11-13 años (sexto y séptimo de EGB)12 frente al 1,6% y 9,2% que observamos nosotros a los 12 y 13 años respectivamente. Encontramos bastante similitud con el estudio que Mendoza Berjano et al realizaron sobre alumnos españoles tanto en lo que respecta a la frecuencia de no fumadores como de fumadores esporádicos y habituales5. Al igual que nosotros ellos observan una mayor proporción de chicas que de chicos fumadores habituales u ocasionales obteniendo un 27% de chicas y un 20% de chicos, frente al 27% y 22,2% respectivamente de nuestro estudio, si bien en nuestro estudio las diferencias están en el límite de la significación estadística, lo que se explica por el mayor tamaño muestral del estudio mencionado. Al igual que en éste y en otros estudios, observamos un aumento de la frecuencia de consumo con la edad,5,13. Una característica a destacar es el gran aumento en el porcentaje de fumadores ocasionales y habituales al pasar de los 14 a los 15 años. Esto mismo observa en su trabajo el grupo Brigantium, si bien ellos sólo lo observan en los chicos14. En el estudio de Mendoza Berjano et al se observa lo mismo entre los 13 y los 15 años de ambos sexos, si bien sólo en los fumadores habituales5. Estos resultados sugieren que tal vez habría que actuar a los 13 ó 14 años con el fin de evitar ese brusco aumento en la proporción de fumadores que se produce a los 15 años.
En cuanto al número de cigarrillos consumidos al día por los adolescentes que fuman a diario, obtenemos una cifra algo inferior a la obtenida por Mendoza Berjano et al5 en los adolescentes escolarizados españoles, si bien las cifras de consumo en las chicas es bastante similar a la nuestra. Las diferencias observadas por nosotros entre ambos sexos son irrelevantes y no son significativas.
Al contrario de lo observado en otro estudio9, en nuestra muestra obtenemos una mayor frecuencia de fumadores habituales y ocasionales cuando los padres tienen niveles educativos superiores, a la inversa que con los no fumadores que es mayor cuando los padres tienen un nivel educativo más bajo. No obstante esta tendencia sólo es significativa en el caso del nivel educativo del padre.
Coincidiendo con otros trabajos publicados9,12,15, observamos una percepción de consumo de tabaco en el entorno del adolescente tanto mayor cuanto mayor es la frecuencia de consumo de tabaco en el adolescente, sin que por ello podamos afirmar que haya un mayor consumo real de tabaco en el microambiente. Diferentes estudios sugieren una mayor influencia en el hábito tabáquico del adolescente de sus pares (hermanos y amigos) y en menor medida de sus padres6. Estos últimos podrían influir en el inicio del consumo, y los amigos fumadores contribuirían a perpetuar el mantenimiento del mismo16. Respecto a la percepción de consumo de tabaco en el profesorado, a diferencia de lo observado por Prieto Albino et al, sí que encontramos una asociación significativa con el consumo en el adolescente, resultado que no apoyaría la opinión de estos autores de que los profesores no inducirían conductas miméticas en sus alumnos. No obstante, estos autores ya señalan la posible infraestimación de sus resultados en función de la elevada proporción de no respuestas a esta cuestión en los alumnos de su estudio9.
No nos ha extrañado haber encontrado una proporción de adolescentes con unas actitudes y creencias positivas hacia el tabaco, tanto mayores a mayor edad del adolescente, puesto que la frecuencia de consumo de tabaco aumenta con aquélla. Encontramos una diferencia significativa a favor de las chicas respecto a la aceptación de un cigarrillo si se lo ofrecieran. Los adolescentes utilizan el tabaco como medio para comunicar que ya es adulto, pero en las chicas, además de esto, trata de comunicar y sentir que es moderna e interesante6.
Los fumadores habituales presentan unas actitudes y creencias positivas hacia el tabaco con más frecuencia que los fumadores ocasionales, y en éstos más que en los no fumadores. Resultados lógicos ya que las actitudes y creencias favorables hacia el tabaco tienen un efecto positivo sobre el consumo del mismo8. Al igual que en el trabajo de Prieto Albino et al9, nosotros encontramos una mayor OR en la opinión de que fumar hace sentirse bien, en aceptar un cigarrillo y en la intención de fumar de mayor (según parece de elevado poder pronóstico)17,18.
Podemos concluir afirmando que a pesar de la abundancia de literatura sobre este tema publicada en nuestro país, seguimos igual que al principio, lo cual nos lleva a pensar que algo no funciona en nuestro sistema sanitario y educativo. El consumo de tabaco está bastante extendido en la población de adolescentes escolarizados de Lanzarote. Las actividades educativas en el medio escolar son de extraordinaria importancia con el fin de evitar que el adolescente adquiera el hábito tabáquico. Al actuar sobre los otros adolescentes, evitaríamos la influencia que ejercerían en ese aspecto sus pares. Aunque no bastaría con actuar sólo sobre los adolescentes. El objetivo sería conseguir también el abandono del hábito en sus padres, dada la asociación observada entre el consumo en el adolescente y en sus padres, sin olvidar al profesorado. Por otro lado habría que actuar en el sentido de cambiar el significado positivo que le dan los adolescentes al hecho de fumar, es decir, conseguir que sus actitudes y creencias hacia el tabaco sean negativas.