Elegí ser médico de familia. Me di cuenta estudiando la carrera de medicina. Me formé como especialista durante 3 años y en la actualidad puedo ejercer mi profesión en el centro de salud. Lo conseguí. Es la mejor profesión del mundo: haces un trabajo que te gusta, aprendes, enseñas, ayudas la gente y además, me pagan por ello. No puedo pedir más.
Soy responsable de varias áreas −entre ellas la de docencia− y soy tutor de residentes desde hace 4 años, justo cuando empecé como adjunto. Hago cursos, voy a talleres, congresos. Preparo sesiones clínicas. Y además, cobro menos dado que debo tener menos pacientes en mi cupo. Pero eso es lo de menos porque es vocacional. No me importa.
Lo que sí me importa es que ahora, a los 4 años de ser tutor, toca reacreditarse. Y se ve que no es suficiente la actividad docente, clínica y asistencial. Si no investigas, no te acreditan. O mejor dicho, si investigas y no tienes la suerte de que te acepten una publicación en una revista, no te acreditan.
Pienso que, con los tiempos que corren, no estamos para desechar tutores. Los docentes cada vez están más cansados de la situación actual y si sigue así, pronto no existirán. Entonces, ¿quién formará a los médicos residentes? A lo mejor tengo suerte, me publican estas líneas y al final me reacreditan.