La tuberculosis (TBC) representa una amenaza de salud pública global. La persistencia y reactivación de casos latentes sumada a las multirresistencias supone un riesgo continuo, especialmente para estratos sociales más desfavorecidos, pero también para el personal sanitario1. La dificultad que supone el diagnóstico de pacientes pluripatológicos o con enfermedades crónicas descompensadas impide que se tomen medidas específicas para evitar contagios. Por ello, la transmisión a profesionales sanitarios continúa siendo uno de los principales retos para erradicar esta enfermedad2.
Presentamos 2 casos incidentes de pacientes bacilíferos registrados en nuestro hospital en menos de 30 días. El primero, un paciente quirúrgico a quien no se realizó una radiografía de tórax (RT) previamente solicitada, y fue diagnosticado tras varios días de hospitalización. El segundo, un trabajador sanitario, contacto familiar de un caso declarado meses antes.
Se identificó de forma activa a todos los profesionales potencialmente expuestos y se les citó en medicina preventiva actuando de acuerdo con las recomendaciones generales3. Se identificaron 178 trabajadores potencialmente expuestos (fig. 1). Se realizó un test de IGRA inicial. En 10 casos (5,8%) se obtuvo un resultado positivo, sugerente de exposición anterior, y en todos se descartó enfermedad pleuropulmonar mediante RT. Se indicó quimioprofilaxis en solo un caso (varón de 34 años sin antecedentes). En el resto se descartó por edad, antecedentes de infección y/o pautas anteriores.
En 134 casos (77,5%) el resultado basal fue negativo. En 118 (88,1%) se descartó la infección repitiendo el test IGRA a los 3 meses. Además, 29 trabajadores se habían sometido al IGRA inicial 2-3 meses tras la exposición, con resultado negativo, descartándose directamente la infección. Otros 15 profesionales con IGRA inicial negativo no se sometieron al segundo test. Finalmente, existió un caso de posible conversor (mujer de 56 años).
El resultado final tras los meses de seguimiento e intervención ha sido la detección de un posible conversor y la iniciación de un protocolo de quimioprofilaxis, si bien la exposición requirió la exploración y el seguimiento de un número elevado de profesionales, 292 test IGRA y 12 RT y estudios analíticos. Ello implicó un coste económico considerable y ansiedad e incertidumbre generalizada entre los profesionales sanitarios, pacientes y familiares.
Los autores queremos destacar el impacto que supone el retraso diagnóstico de la TBC tanto en los pacientes como en el personal sanitario, pues no solo repercute sobre la salud individual sino también sobre el bienestar colectivo. Los programas de control de la infección tuberculosa deberían estar extensamente implementados en todos los dispositivos sanitarios de manera coordinada, eficaz y rápida para evitar la ansiedad, costes y posibles transmisiones derivadas del diagnóstico tardío4.
Es necesario hacer un esfuerzo por actuar en estos casos de forma precoz y, para ello, los servicios de medicina preventiva hospitalarios y los dispositivos epidemiológicos de los distritos sanitarios deben constituir un apoyo esencial, ser utilizados y conocidos por todos los clínicos. Si un profesional sanitario cree haber tenido contacto estrecho con un paciente bacilífero sin protección, han de iniciarse las actuaciones de seguimiento y prevención oportunas en el menor tiempo posible.
Confidencialidad de los datosLos autores declaran que han seguido los protocolos de su centro de trabajo sobre la publicación de datos de pacientes.
FinanciaciónLos autores declaran no haber recibido financiación para la realización de este trabajo.
A todos los trabajadores del Servicio de Medicina Preventiva del Hospital Clínico San Cecilio por su participación en la recogida de la información y su apoyo en el seguimiento de los contactos.