Los avances científicos aplicados a la sanidad han incrementado la supervivencia de las personas y han mejorado la calidad de la vida humana, pero algunos procedimientos tecnológicos ofrecen dudas razonables sobre su eficacia, seguridad y efectividad. Así, el uso inadecuado convierte a grandes inventos en pobres terapias (estatinas, por ejemplo); a veces los ensayos clínicos que fundamentan nuevas intervenciones ni se realizan en Atención Primaria (AP) ni abordan los problemas de salud más graves; por el contrario, si AP dispusiera libremente de acceso a determinadas pruebas diagnósticas sería más resolutiva y disminuirían las derivaciones. La difusión de la tecnología sanitaria obedece antes que nada a intereses económicos, y el exceso de medicación puede conducir a errores, debido a las intervenciones en cascada, a las graves consecuencias de esos mismos errores o al encarnizamiento terapéutico, por no hablar del desequilibrio ecológico que propicia la utilización de algunos medicamentos (antibióticos). A veces olvidamos que la “tecnología bayesiana” es un activo importante de la AP, así como las dramáticas diferencias entre prevenir y medicar. (¿Qué ocurrirá antes, que la población dejará de fumar cigarrillos o que se extenderá el escáner de cuerpo entero como exploración rutinaria “preventiva”?)
La innovación es consecuente con los valores culturales predominantes. Por otro lado, el culto a la salud es una ideología poderosa en las sociedades modernas y laicas donde los sistemas tecnológicos se comportan de forma autónoma, imponiéndose a los vínculos existentes entre individuos y grupos, esto es, a las normas y a la política. Para la sociedad y los individuos, el avance tecnológico implica cambios en el concepto de salud y de atención sanitaria y crea expectativas reales o imaginarias de curación, por eso debemos mantener el espíritu crítico y estimular el esfuerzo personal para saber sopesar la trasmisión de conocimientos y habilidades, porque lo más innovador y lo más rápido no siempre es lo mejor y lo más barato.
Scientific advances applied to public health have increased survival of the persons and have improved the quality of human life, but some technological procedures offer reasonable doubts on their efficacy, safety and effectiveness. Thus, inadequate use converts great inventions in poor therapies (statins, for example), sometimes the clinical trials which support interventions are not performed in Primary Health Care (PHC) and do not approach the most serious health problems. On the contrary, if PHC would have free access to certain diagnostic tests, it would be more resolving and would decrease the referrals. The spreading of health care technology is based on, above all, economic interests, and excess of administering medication can lead to errors, due to the interventions in cascade, to the serious consequences of these same errors or to the fierce treatments, without forgetting the ecological unbalance to favors the use of some drugs (antibiotics). Sometimes we forget that the “Bayesian technology” is an important asset of PHC, as well as the dramatic differences between prevention and administration of medication (What will occur first? That the population will stop smoking cigarettes or that whole body scanner will become a routine “preventive” examination?)
Innovation is consistent with predominant cultural values. On the other hand, the cult to health is a powerful ideology in the modern and secular societies where the technological systems behave autonomously, and impose on the existing links between individuals and groups, that is, the rules and politics. For the society and individuals, the technological advance implies changes in the health and health care concept and creates real or imaginary expectations of being cured. Thus, we should maintain the critical spirit and stimulate the personal effort to know how to weigh the transmission of knowledge and skills, because the most innovating and the fastest are not always the best and the cheapest.
Una versión de este texto se presentó como ponencia en las Jornadas de debate OP/ FADSP. Bilbao, 6-10 de octubre de 2003.