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Vol. 35. Núm. 9.
Páginas 391 (mayo 2000)
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Buenas y malas noticias con relación a la lucha antitabaco
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J. Benavent i Areua
a Equipo de Atención Primaria (EAP) Apenins-Montigalà. BGA, S.L. Badalona (Barcelona).
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Las últimas noticias con relación al tabaquismo en nuestro país son francamente desalentadoras. En España fuma más del 35% de la población y, si bien el tabaquismo ha descendido globalmente entre los hombres, se ha incrementado entre las mujeres hasta tal punto que este aumento ha compensado el descenso masculino y la prevalencia global del hábito tabáquico se encuentra estancada desde hace años. Por otra parte, el adelantamiento de la edad en que se empieza a fumar y el rebrote de la epidemia en países en que ésta parecía controlada (como Inglaterra y Estados Unidos) son datos muy negativos.

Sabemos perfectamente que en la lucha contra el tabaco se llevan ya perdidas muchas batallas, pero en ocasiones se tiene la impresión de que incluso la guerra está perdi da, pues el enemigo cuenta con armas poderosas, y la «lucha contra el tabaco» es más una declaración de buenas intenciones de programas electorales y planes de salud que una prioridad sanitaria a la cual uno piense que vayan a dedicarse recursos suficientes en los próximos años.

El tabaco es consumido por los seres humanos desde hace muchísimo tiempo, y conocido y utilizado en el mundo occidental desde que fue importado por los primeros exploradores europeos desde el continente americano. Sin embargo, no es hasta mediados del siglo XX cuando su uso se populariza y extiende en forma de pandemia.

A pesar de que la capacidad del tabaco para provocar dependencia es debida sobre todo a la presencia de nicotina, la nicotina por sí sola no explica la capacidad del tabaco para extender su uso entre todas las capas sociales, a cualquier edad, y en culturas absolutamente dispares. Existen factores de identificación con un determinado modelo sociocultural asociado al uso del tabaco (que los servicios publicitarios de las empresas tabaqueras se encargan de potenciar) que es difícil contrarrestar porque los medios empleados por las empresas tabaqueras no admiten comparación alguna con los medios destinados a la deshabituación o a las campañas de promoción de hábitos saludables entre los jóvenes, que son el segmento de población más permeable a las influencias de las campañas publicitarias. Así, asistimos a la paradoja de que las empresas tabaqueras consiguen que sus productos se asocien a valores como juventud, optimismo, ecología, deporte, etc., intentando hacer olvidar que el tabaquismo es la primera causa prevenible de enfermedad, incapacidad y muerte de las sociedades occidentales, y que fumar está asociado a un riesgo muy elevado de cáncer de pulmón, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y cardiopatía isquémica. De hecho cada año mueren en España más de 46.000 personas por enfermedades relacionadas con el consumo de tabaco, la mitad de ellas antes de los 70 años.

No hay que olvidar tampoco que la industria del tabaco mueve intereses muy importantes, da empleo (a sus trabajadores) y mucho trabajo (al personal sanitario y a las funerarias), cotiza en bolsa y recauda unos impuestos que vienen muy bien a las arcas del estado. ¿A quién, pues, le interesa la lucha contra el tabaco?, ¿debemos tirar la toalla? Un ejemplo anecdótico para llevar a la reflexión. No hace más de un año, un colegio de médicos de nuestro país ofreció a sus colegiados (a través de una empresa auxiliar) la oportunidad de comprar acciones de Tabacalera, «empresa con gran futuro». De ello no nos cabe ninguna duda.

La ausencia de control de la publicidad sobre el tabaco es otra de las batallas a librar. La industria del tabaco ha sabido sortear la legislación vigente en nuestro país y, aparte de diversificar sus estrategias, ha fijado sus intereses publicitarios sobre el mundo del deporte. Los deportistas, por cierto, no parecen preocuparse mucho por la tremenda contradicción de mezclar valores positivos con tabaco, y son capaces de apoyar de forma entusiasta una campaña contra las drogas mientras lucen en la camiseta la marca de tabaco que les esponsoriza. Por otra parte, ¿qué mejor plataforma publicitaria que las máquinas expendedoras de tabaco, que, dispersas por toda la geografía del país, forman una red de distribución omnipresente que sirve como tribuna publicitaria permanente?

Dejando claro que el enemigo es poderoso y cuenta con armas muy sofisticadas (y admitiendo que se trata de la peor amenaza que se cierne sobre la salud de nuestros pacientes que fuman), ¿cuál debe ser el papel de los médicos de Atención Primaria?

Los médicos de familia estamos en una situación privilegiada en la lucha antitabaco. Más tarde o más temprano los pacientes pasan por nuestra consulta, y admitámoslo: estar en la trinchera (o en primera línea de fuego, como se quiera) no es cómodo, pero permite una visión privilegiada, sobre todo si nos gusta el cuerpo a cuerpo, ¿o es que alguien cree que intentar incidir en las conductas que influyen sobre la salud de nuestra población no es un reto interesante? Como dicen Carmen Cabezas y Ramón Casas en un reciente artículo, no sería realista considerar que nuestro único objetivo es conseguir que nuestros pacientes dejen de fumar: en un fumador no motivado nuestro objetivo debe ser motivarlo; el fumador motivado puede llegar a hacer un intento para dejarlo, y el que ha hecho un intento puede llegar a ser un ex fumador.

Así, registrar sistemáticamente el hábito tabáquico en las historias clínicas, planificar las intervenciones con relación a la motivación de los fumadores para dejar el hábito, concentrar los esfuerzos en los fumadores motivados y ofrecer apoyo y seguimiento a aquellos que intenten dejarlo (seguimiento que debe incluir las habilidades técnicas en el manejo de los sustitutos de la nicotina) son actividades que han de formar parte de la cartera de servicios de la Atención Primaria.

El consejo mínimo funciona y mejora sus resultados con una mínima entrevista motivacional y un poco de material de apoyo. También el uso de sustitutos y unos profesionales bien formados y motivados pueden ser elementos clave en la lucha contra el tabaco. Y, además, tampoco contamos con más armas que las ya enumeradas y nuestro poder de convicción. Utilicémoslas, pues, y preparémonos para escuchar (no tan a menudo como quisiéramos, pero sí más de lo que nos imaginaríamos) las buenas noticias: «Doctor, ¡lo he dejado!»

 

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