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Vol. 36. Núm. 1.
Páginas 1-2 (junio 2000)
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Osteoporosis: la enfermedad que ha pasado de ser inevitable a tratable
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N. Guañabens Gaya
a Unidad de Patología Metabólica Ósea. Servicio de Reumatología. Hospital Clínico. Barcelona.
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Hasta hace dos décadas la osteoporosis sólo se diagnosticaba en pacientes con fracturas y se consideraba que era una consecuencia inevitable del envejecimiento. Desde entonces han aparecido técnicas no invasivas de medición de la masa ósea que permiten diagnosticar precozmente esta enfermedad y se han introducido fármacos eficaces en la reducción del riesgo de fractura. Así, la osteoporosis ha pasado de ser una enfermedad inevitable a ser tratable.

Estos avances se han asociado a un cambio en el escenario social de la osteoporosis, de tal forma que se han sensibilizado los medios de comunicación y la población en general, y en la actualidad la palabra «osteoporosis» se incluye con familiaridad en cualquier tipo de conversación. Este cambio ha provocado que en ciertos sectores del ámbito médico se plantee si este interés por diagnosticar la enfermedad es excesivo, se inviertan inapropiados recursos económicos y se esté tratando de forma indiscriminada a pacientes por el mero hecho de tener una masa ósea baja, aunque quizá nunca desarrollarán una fractura. ¿Es esto así?

Los datos epidemiológicos apoyan que la osteoporosis no es una enfermedad trivial y que sus consecuencias afectan a un amplio sector de la población que padece-rá fracturas y, por tanto, dolor, discapacidad y en caso de la fratura de fémur una pérdida de autonomía y una posible disminución de la supervivencia. Así, el riesgo de sufrir fracturas por osteoporosis a partir de los 50 añosen una mujer es de un 40% y en un varón de un 13%. Este riesgo aumenta a un 50% en las mujeres mayores de 70 años. En líneas generales se producen 500.000 fracturas al año en España secundarias a osteoporosis y con la prolongación de la supervivencia y el envejecimiento de la población se espera que estas cifras aumenten en las próximas décadas. Por todo ello parece importante adoptar las medidas a nuestro alcance para reducir este problema sanitario. Estas medidas deben incluir, por un lado, una educación sanitaria y, por otro, la identificación de la población con mayor riesgo de fractura con el fin de establecer un tratamiento eficaz.

La educación sanitaria debe difundir el significado real de la osteoporosis despojándola de otros atributos. En este sentido no es infrecuente que cualquier tipo de dolor en el aparato locomotor se atribuya a osteoporosis, olvidando que esta enfermedad sólo es sintomática cuando hay fracturas vertebrales o periféricas. Además, a menudo no se tienen en cuenta recomendaciones tan fáciles como la de una ingesta rica en lácteos y una regular exposición al aire libre. Si bien parecen obvias estas medidas de carácter general, cuando se han realizado encuestas dietéticas se ha puesto de manifiesto que la población española consume pocos lácteos. Es más, aunque el aporte dietético de calcio es saludable a cualquier edad, generalmente es insuficiente para prevenir, y por descontado, para tratar una osteoporosis. Por ello es importante que el médico identifique el subgrupo de población que tenga factores de riesgo para osteoporosis y así seleccionar los individuos a quienes debería realizarse una prevención o un tratamiento con fármacos. Aunque esta estrategia es lógica, en la actualidad no hay acuerdo para las indicaciones de densitometría ósea, de tal foma que las recomendaciones de los diferentes grupos de expertos varían según las situaciones, como, por ejemplo, cuando indicarla en la postmenopausia, o la edad a partir de la cual debería realizarse esta exploración. Sin embargo, existe un acuerdo unánime para indicar una densitometría en los individuos con antecedentes de una fractura por fragilidad, o cuando hay un bajo índice de masa corporal, entre otras indicaciones. Así pues, es evidente que los esfuerzos deben encaminarse a identificar mejor a los individuos con un alto riesgo para presentar osteoporosis, y no sólo esto, sino además desarrollar una tecnología diagnóstica más asequible y precisa.

De forma similar a lo que ocurre con el tratamiento de la hipertensión o de la dislipidemia para reducir el riesgo de cardiopatía isquémica o de un accidente vascular cerebral, también es oportuno tratar a los individuos con alto riesgo para presentar osteoporosis, aunque es posible que algunos de ellos nunca desarrollen fracturas en el transcurso de su vida. Si nuestros esfuerzos se han de centrar en seleccionar a la población de riesgo es porque disponemos de fármacos capaces de reducir la pérdida de masa ósea y, lo más importante, el riesgo de fractura.

Volviendo al inicio, hace unos años se disponía de pocos fármacos para tratar la osteoporosis, y la mayoría de ellos con dudosa capacidad antifracturaria, como el calcio, dosis masivas de vitamina D, las sales de flúor y algunos preparados estrogénicos. Con los años se han introducido la calcitonina y, más recientemente, los bifosfonatos y los moduladores selectivos de los receptores estrogénicos. Estos avances en la terapéutica, su mejor indicación y el desarrollo de nuevas moléculas han inspirado, y se espera que en un futuro sea todavía más cierto, el título de este editorial, que la osteoporosis pase de ser una enfermedad inevitable a una enfermedad que se puede prevenir y tratar con eficacia.

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