E l tratamiento de las enfermedades hepáticas ha experimentado modificaciones sustanciales en el curso de los últimos años. Hasta hace poco tiempo era muy frecuente que a todos los enfermos hepáticos se les prohibiera no sólo tomar alcohol, sino también muchos alimentos apetecibles y, al tiempo que se les indicaba que efectuaran mucho reposo, se les prescribían complejos vitamínicos y diversos fármacos mal llamados hepatoprotectores, de eficacia nunca probada. Afortunadamente, la situación es muy distinta en nuestros días.
Aunque el tratamiento de las enfermedades hepáticas todavía está lejos de ser siempre satisfactorio, en los últimos años se han producido avances terapéuticos muy considerables, derivados en gran parte del mejor conocimiento de la etiología, la patogenia y el diagnóstico de muchas enfermedades hepáticas, así como a la mejor comprensión de la fisiopatología de algunas de sus complicaciones más frecuentes, como la ascitis o la hipertensión portal. La introducción de fármacos eficaces para el tratamiento de las infecciones víricas crónicas, los nuevos enfoques del manejo de la ascitis, el uso optimizado de los antibióticos para tratar y prevenir las infecciones bacterianas, el tratamiento farmacológico y endoscópico de las complicaciones de la hipertensión portal, o las medidas complementarias para el tratamiento de las consecuencias de la colostasis son algunos ejemplos representativos del avance en la terapéutica hepatológica. Junto a todo ello, uno de los progresos más significativos ha sido la implantación del trasplante hepático como recurso terapéutico eficaz y realmente aplicable en la práctica diaria.
El propósito de este número monográfico de Medicina Integral es presentar a sus lectores una sinopsis simple y práctica del estado actual del tratamiento de las enfermedades hepáticas más frecuentes. Algunos de los avances terapéuticos recientes, por su novedad o por su complejidad, todavía pertenecen al ámbito de la medicina hospitalaria y especializada. No obstante, muchos de los nuevos aspectos del diagnóstico y tratamiento de las enfermedades hepáticas pueden estar al alcance de la Asistencia Primaria, que, por su proximidad al paciente y por la competencia de sus profesionales, está en condiciones de, cuando menos, compartir con la medicina hospitalaria la responsabilidad del cuidado, a menudo difícil, de estos pacientes.