Tras el paréntesis vacacional, nos encontramos con las obligaciones laborales (¡y familiares!), con un estilo de vida muy peculiar. La vuelta al trabajo y todo lo que conlleva (prisas, atascos, el reencuentro con los semáforos, el desafecto urbano, ruidos, presiones laborales, cansancio, reuniones, responsabilidades, competitividad, frustraciones, conflictos interpersonales, estrés, etc.) se hace a veces difÃcil y ello conduce, especialmente en sujetos predispuestos, a determinadas alteraciones de la personalidad (irritabilidad, apatÃa, déficit de atención, déficit motivacional, tristeza, cansancio fÃsico y psÃquico, anergia, y adinami), que configuran el sÃndrome posvacacional. Estas perturbaciones pueden ser muy intensas en individuos especialmente vulnerables (neuróticos, perfeccionistas, obsesivos, hipersensibles, etc.); además hay que tener en cuenta el alto porcentaje de insatisfacción en el trabajo, lo cual facilita también la aparición de esa conducta inadaptativa. Un trabajo, a veces, impersonal, frustrante, rutinario, alienante que impide el desarrollo personal, la autorrealización y un estilo de vida armonioso y satisfactorio, facilita también la aparición de este sÃndrome. Igualmente, las deseadas vacaciones también se han podido convertir en una gran frustración que hace al sujeto mucho más vulnerable. En efecto, la incapacidad de divertirse o de disfrutar, el abuso del alcohol y el tabaco, los gastos económicos, los ruidos, el calor, la masificación en las carreteras y en las playas, los cambios en los hábitos dietéticos y las previsibles intoxicaciones alimentarias, producen paradójicamente un «distrés vacacional».
Por eso, muchas veces, la persona viene más cansada y frustrada después de las vacaciones. Las expectativas de felicidad fallan y el «elixir» vacacional (antÃdoto del estrés) se va derritiendo como el hielo que acompaña a nuestro refresco al borde de la piscina o en la playa. Este cambio de ritmo, esta nueva situación, genera un clima de readaptación que en sà mismo no estructura ningún cuadro psicopatológico especÃfico, pero que en una persona vulnerable, previamente apresada por el sÃndrome de «estar quemado» (burn out), puede cristalizar en un sÃndrome depresivo.
Súbitamente, se cierra el descanso del espÃritu y nos encontramos con la cruda realidad: la carretera, la subida de las facturas, los gastos de la tarjeta, los colegios, las tareas del hogar, el teléfono, la rutina... ¿Qué sucede al final de las vacaciones?, ¿qué ocurre al volver a empezar las dinámicas familiar y laboral?, ¿qué pasa al reanudar el trabajo?... Sin duda, hay muchas personas que lo pasan muy mal e incluso necesitan algún tipo de tratamiento para hacer frente a sus numeroso y variados sÃntomas: hastÃo, inapetencia, pesadillas, nerviosismo, cefaleas tensionales, etc. Este «poner los pies en el suelo» moviliza en el organismo los más variados mecanismos de adaptación acompañados de sentimientos contradictorios que se combinan de modo idiosincrásico, de forma tan peculiar y personal como las propias huellas digitales. Cuando nos preguntan ¿qué tal de vacaciones?, la respuesta fácilmente se adivina, ¡lo he pasado genial!, ¡qué poco han durado!..., pero desgraciadamente muchas veces, este tipo de respuestas simplemente «niegan» la auténtica realidad (viaje dificultoso, hotel sin las instalaciones previstas, masificación, problemas con la agencia de viajes, gastos insospechados, enfermedades, etc.). Por otro lado, si tenemos en cuenta que aproximadamente un 35% de los empleados (en sus diversos niveles) sufren del sÃndrome de «estar quemado», parece comprensible, que la vuelta de las vacaciones constituya un momento especialmente crÃtico para reactivar el sÃndrome de «estar quemado».
En todo caso, el «sÃndrome posvacacional» depende mucho de las expectativas laborales con las que se retoma el trabajo. Cuando la experiencia ha sido ingrata y áspera, cuando el nivel de satisfacción y cumplimiento de expectativas es escaso, el esfuerzo adaptativo es mayor y, en consecuencia, pueden aparecer ciertos disturbios psicológicos (estados de ansiedad o de depresión). Por el contrario, si somos capaces de dar sentido y valor a cada una de nuestras pequeñas acciones, podemos neutralizar el sÃndrome. Tal como escribió Victor Frankl, psiquiatra alemán, en su obra El hombre en busca de sentido, «el que tiene un porqué por el que vivir puede soportar casi todos los cómos».
En fin, este sÃndrome se extiende durante un perÃodo de tiempo aproximado de quince dÃas en el que el trabajador experimenta este tipo de molestias psÃquicas que en modo alguno se deben de minimizar y que, por el contrario, exigen respuestas clÃnicas mediante proyectos psicoterapéuticos especÃficos que sean capaces de prevenir un posible estrés crónico que, sin duda, se ha de traducir en un mayor Ãndice de morbilidad y en una disminución del rendimiento y satisfacción laboral. No es baladÃ, por tanto, pensar y desarrollar programas terapéuticos especÃficos en las empresas, capaces de neutralizar el sÃndrome «posvacacional». Sin duda, el mayor patrimonio de una empresa y/o institución es el «capital humano», y esto lo saben muy bien las empresas de vanguardia que tratan de «mimar» al personal y conseguir el mayor Ãndice de satisfacción personal, de calidad de vida y, naturalmente, de productividad. Asà pues, es necesario inmunizarnos frente a este tipo de molestias, procurando que los primeros dÃas de vuelta al trabajo sean muy agradables, evitando el atasco monumental de proyectos y trabajos adicionales, eliminando reacciones contraproducentes como el enfado o las ideas victimistas, manteniendo una plena conciencia sobre la situación, introduciendo cambios progresivos en el ritmo y en el rendimiento laboral, superando el colapso de los primeros dÃas del trabajo y fortaleciendo un pensamiento positivo en relación al trabajo (¡que lo hay!), evitando diálogos internos negativos que debilitan nuestro sistema nervioso y facilitan este sÃndrome. Debemos ralentizar nuestro ritmo de trabajo (¡siempre es posible introducir algún pequeño cambio!) para volcarnos más en nosotros mismos (en nuestro descanso) y en nuestra familia, consiguiendo, de esa forma, un mayor grado de autoestima. Volver al trabajo no es una «catástrofe»; nuevos retos, nuevas experiencias agradables, nuevas sensaciones nos esperan para conseguir un mayor grado de felicidad y de realización personal.
Hacer brotar en cada persona el sentido de sà misma, su orgullo, su confianza y su seguridad, es potenciar una coraza de ilusión impermeable a cualquier tipo de desánimo. La poca energÃa psÃquica, el débil apoyo social y familiar, la inseguridad y el temor permiten el desarrollo de pensamientos negativos (¡qué inútil soy!, ¡yo no puedo hacer nada!, ¡siempre he sido un fracasado!...), que inmovilizan al sujeto en un auténtico vaciamiento emocional. Debemos, por tanto, ser capaces de superar este pequeño «duelo» generado por la pérdida del encanto (de la playa, del campo, etc.) que ha supuesto el perÃodo vacacional, cuando éste ha sido bueno. Todos necesitamos un perÃodo de readaptación que es estrictamente personal. Por eso es conveniente no tratar de ponernos al dÃa en los primeros momentos de nuestra vuela al trabajo, tratando de dar respuesta a todos los problemas pendientes. Es interesante mantener y potenciar (siempre es posible) algunas de las actividades
realizadas en el perÃodo vacacional (paseos, tertulias, juegos, relaciones sociales, etc.).
El estrés surge cuando a uno le espera un nivel de insatisfacción muy grande y piensa en los numeroso problemas que va a seguir teniendo en su trabajo. Finalmente, hay que evitar la cronificación de la reactividad emocional que podemos sufrir en la vuelta al trabajo (tristeza, melancolÃa y desánimo). José Saramago escribÃa en su Ensayo sobre la ceguera que lo que diferencia al hombre de los animales es la esperanza. Pues bien, refugiarse en la ilusión de lo que el enigma del mañana nos pueda deparar anula este sÃndrome. El mejor antidepresivo es un proyecto vital coherente apoyado en el amor, el trabajo y la cultura. Interiorizar mentalmente el medicamento de la «esperanza» es básico para conseguir que siga mereciendo la pena hacer de cada dÃa un «gozo sagrado». Sin duda, un medicamento eficaz, gratuito, sin efectos secundarios y al alcance de todos... ¡Utilicemos esta molécula!... Por otra parte, el ser consciente de tener (¡y disfrutar de un trabajo!) y valorar lo que tenemos y el sentir las múltiples sensaciones agradables constituyen el mejor antÃdoto frente a esta nueva amenaza; quizá de esa manera no vol-
vamos a decir cuando regresamos al trabajo «un dÃa más»...