Los equipos de Programa de Atención Domiciliaria y Equipos de Soporte (PADES) cumplen 25 años de vida profesional, lo que constituye un importante motivo para recordar su tarea cotidiana, a veces silenciada, tal como la muerte en nuestra sociedad, y abogar por el necesario, aunque poco considerado cuidado emocional de los profesionales, pese a las múltiples recomendaciones al respecto: cuidar a quienes asisten a personas que sufren y enfrentan el final de vida:
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El trabajo de un equipo PADES se basa en un «Modelo asistencial centrado en el paciente y la familia», con la particularidad de que la asistencia es domiciliaria. El domicilio, geografía conocida para el paciente, pero desconocida para el profesional, tanto como los diferentes tipos de familias y las relaciones creadas entre sus miembros en un momento crítico por lo cual puede, en unos casos haber colaboración, en otros, oposición.
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Cada caso es abordado en su «Singularidad»: la enfermedad crónica y la proximidad de la muerte enfrenta a los sujetos con su particular narrativa ante la vida, la manera en que se ha vivido, trabajado, amado, padecido y cómo afronta ahora su padecimiento.
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El enfoque es integral: el sujeto es asistido en sus diferentes aspectos, según un «Modelo biopsicosocial cultural, espiritual», en un intercambio de escucha, curas y palabras; implicando el bagaje de un equipo interdisciplinario que construye una red de vida para sostener el pasaje de la vida a la muerte, posibilitando un dolor controlado y un final en compañía.
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En este proceso, pacientes y profesionales establecen «Vínculos», construidos a corto, medio y/o largo plazo (temporalidad que marca la duración del vínculo y de los procesos emocionales) y en esos lazos se experimentan vivencias, emociones, tanto de cuidado como de riesgo.
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Todo equipo que dedica espacio y tiempo a escuchar y tratar de contener síntomas, y dolor; a escuchar diariamente sentimientos de pérdida, temores, las complejas relaciones en las familias, asistir a la muerte, topa con su propia vulnerabilidad. Es preciso cuidarse y así evitar riesgos hacia los otros, y también propios, revisando periódicamente la implicación personal, los recursos emocionales, los conocimientos y prejuicios, en reuniones de apoyo psicológico.
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Dichos «Procesos emocionales», subjetivos −conscientes e inconscientes− pueden generar estrategias defensivas orientadas a protegerse del impacto emocional que, si no se las tiene en cuenta, pueden traducirse en graves dificultades (Burnout, fatiga emocional, depresión1). Contrariamente, contar con ellas, lleva a la activación de recursos personales y grupales, dependiendo de las características de los profesionales, de la constitución de los equipos y de su estabilidad, de la formación continuada en estos aspectos y del contexto institucional/social.
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Para lograr esta activación y garantizar el equilibrio psicoafectivo necesario para un desarrollo profesional saludable2 es preciso dotar a los equipos de una continuidad en el soporte emocional. Desde hace 20 años realizamos, con diferentes PADES, encuentros mensuales de supervisión clínica y de reflexión sobre la relación asistencial y de equipo (grupos tipo Balint3), así como espacios de consulta personal.
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Es un trabajo permanente, cuyo objetivo es interrogarse, aprender en el seno mismo de cada equipo, resultando una herramienta valiosa tanto en la prevención de efectos negativos en lo relacional, en lo personal y en la operatividad-eficacia profesional para afrontar la complejidad de los casos.
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Un equipo será suficientemente operativo, saludable y creativo no por ausencia de dificultades, sino por la capacidad de afrontarlas de manera adecuada, creando estrategias para cuidar, autocuidarse y promover ser cuidados por las instituciones.