La carta «La intensidad de la atención y el alivio de síntomas» suscita numerosas reflexiones.
Efectivamente empiezan a generarse evidencias inequívocas sobre lo que siempre hemos sabido: la atención centrada en la persona contribuye a aumentar el bienestar de los pacientes con cáncer tanto en fases muy avanzadas y terminales como en etapas más tempranas1,2.
En el estudio de Temel et al.1, los pacientes diagnosticados de cáncer de pulmón no microcítico que recibieron atención paliativa junto a quimioterapia de primera línea, además de referir una mejor calidad de vida, tenían una mediana de supervivencia significativamente superior (2,7 meses). Debe tenerse en cuenta que estas diferencias de supervivencia son habitualmente consideradas como relevantes a la hora de plantear líneas sucesivas de quimioterapia en pacientes con cáncer de pulmón3. A partir de este estudio la Asociación Americana de Oncología Clínica (ASCO) recomendó ofrecer de forma concurrente cuidados paliativos junto a la atención oncológica estándar4.
Las investigaciones de Bruera et al.5,6 sobre el tratamiento sintomático de la astenia, muestran también como la cercanía con el paciente, incluso telefónica, puede igualar la eficacia de algunos fármacos.
Creo que estas investigaciones entran por distintos caminos en la esencia de los cuidados paliativos. En el contexto de una medicina altamente tecnologizada y con frecuente tendencia a la obstinación terapéutica, la presencia7 aporta importantes efectos terapéuticos. El tratamiento individualizado del cáncer no se refiere únicamente a los mecanismos moleculares sino también a la comprensión de los valores, preferencias y objetivos de cada persona. Es importante el tiempo dedicado a la atención, pero incluso con los tiempos cronometrados de nuestra ajetreada medicina, es fundamental la calidad de ese tiempo, la calidad de la presencia del cuidador. Como indicaba Cicely Saunders «la forma de cuidar puede llegar a los lugares más escondidos y dar espacio a desarrollos inesperados».
Me gustaría añadir que afortunadamente no es necesario elegir de forma dicotómica entre «la técnica o el trato». La aplicación rigurosa y científica de los mejores tratamientos farmacológicos disponibles para aliviar el sufrimiento y mejorar la calidad de vida es totalmente compatible con una actitud cercana y compasiva, que se está mostrando además como una potente arma terapéutica.