Eduardo quería ser neurólogo. Sabía que el camino no iba a ser fácil y menos para él. La enfermedad quiso ser su compañera de viaje desde su juventud, pero con el apoyo de su familia (se trasladaron con él desde Cádiz) empezó lleno de ilusión la residencia de Neurología en Almería. En estos años Torrecárdenas ha sido su hospital, su casa, el sitio donde él se ha entregado como médico y a su vez, como paciente. Obviamente Eduardo era un residente atípico, pero sólo había que conocerlo para entender su forma de hacer y de pensar. Nadie tuvo mayor determinación para conseguir su meta ante la adversidad. Nadie tuvo mayor espíritu de autosuperación. Tenía sus proyectos: quería acabar la especialidad y trabajar en su tierra, La Línea. Ya estaba pensando en la tesis doctoral; después de darle algunas vueltas eligió el tema «las cefaleas en el anciano». Tenía una muestra de más de 150 casos recopilados en consultas externas y eso que todavía no había rotado por allí. Y empezó a estudiar el tema; le decíamos que escribiera en el ordenador, pero a él le gustaba hacerlo a mano con esa letra que todavía se entendía. También quería publicar y presentar comunicaciones en congresos, y lo hizo. Además de no faltar a trabajar y hacer sus guardias (podía estar exento de realizarlas y no lo consintió), acudía a todo tipo de eventos, cursos y congresos. Como buen gaditano, contaba chistes con una gracia que no se podía aguantar. Todavía sonreímos al recordar algunas de sus anécdotas. Muchas veces nos preguntábamos de dónde sacaba la fuerza. Ahora está claro, «sólo» quería vivir la vida como uno más, sin penas ni derrotismos. Sólo estaba empezando a construir su sueño, cuando tras una guardia tuvo su primer ingreso. Nos topamos con la realidad: su salud era más frágil de lo que él decía con su ya conocido «yo estoy bien». A principios del 2011 no se incorporó al trabajo; de vez en cuando escribía algún e-mail o hablábamos con él por teléfono, pero no siempre lo cogía. A veces lo veíamos por el hospital cuando ya caminaba con ayuda de un andador. Hasta en los duros momentos, no perdió la esperanza. Pero no pudo esperar más. Desgraciadamente el día 26 de Junio nos dejaba Eduardo Rico Arias.
Compañero, sé que se quedaron proyectos pendientes de realizar, pero conseguiste algo que pocos consiguen: formar parte de la Neurología y que tu ejemplo de lucha sea imborrable para los que te conocimos. Descansa en paz.