La Esclerosis Múltiple (EM) es una enfermedad de etiología desconocida, probablemente autoinmune, que se caracteriza por la conjunción de tres procesos anatomopatológicos: inflamación, desmielinización y neurodegeneración. Estos tres procesos se encuentran presentes, en diferentes proporciones, en todas las formas clínicas de EM. En su forma más frecuente, esclerosis múltiple en recaídas y remisiones (EMRR), predomina la inflamación por sobre la neurodegeneración. Por el contrario, las formas progresivas se caracterizan por el predominio de procesos neurodegenerativos por sobre los inflamatorios, lo que se refleja en la gran discapacidad irreversible de los pacientes con estas formas clínicas.
Tradicionalmente la EM era considerada una enfermedad exclusiva de la sustancia blanca. Sin embargo, se han descrito lesiones desmielinizantes focales, asociadas a gran neurodegeneración en la corteza cerebral, fundamentalmente de pacientes con formas progresivas. La presencia de estas lesiones muestran una gran correlación con el desarrollo de deterioro cognitivo y discapacidad física1,2.
Además, se describió hace pocos años la presencia de inflamación meníngea asociada a las lesiones corticales, que podría ser responsable de perpetuar el daño cortical, si bien se desconoce con exactitud la interacción meninges-corteza3.
En los últimos años hemos sido testigos del gran avance respecto a tratamiento farmacológico en EMRR. En este contexto, los modelos animales de EM han permitido el estudio de los mecanismos involucrados en el daño tisular agudo en la EM y contribuido al desarrollo de terapias farmacológicas. Es por ello que hoy contamos con un importante arsenal terapéutico, que permite dirigir un tratamiento basándonos en la individualización del paciente, y adoptando diferentes estrategias de tratamiento, como el escalamiento y la inducción. Este progreso observado en los últimos años en cuanto al tratamiento de los pacientes con EMRR se debe, en gran parte, a que existen diversos modelos animales que representan las características de esta forma clínica, que permitieron la creación de nuevos tratamientos. Todos estos modelos, algunos focales y otros sistémicos, reflejan distintos aspectos de la fisiopatología de la EMRR, por ejemplo: el modelo de Encefalomielitis Experimental Autoinmune (EAE) aportando claridad en los que respecta a mecanismos de respuesta inmune centrales y periféricos involucrados; los modelos de lisolecitina, cuprizona y bromuro de etidio abordando los procesos de mielinización-desmielinización y la patología oligodendrocítica inducida por tóxicos; el modelo del Virus Theiler, reflejando daño axonal y desmielinización inflamatoria4.
El hecho de que aún no contemos con el mismo arsenal terapéutico para las formas progresivas de EM se debe, en parte, a que se desconoce la fisiopatología de estas formas clínicas. En el año 2012, la International Collaborative on Progressive Multiple Sclerosis Alliance planteó aspectos prioritarios claves para futuras investigaciones en EM progresiva, entre ellos, la urgente necesidad de creación de modelos animales que reflejen las características anatomopatológicas y clínicas de las formas progresivas, fundamentalmente la cronicidad del proceso, aspecto muy difícil de reproducir en los modelos, la neurodegeneración, la participación de la inmunidad innata y la inflamación meníngea, predominantes en estas formas clínicas5.
Dado que, probablemente, los mecanismos fisiopatológicos cambiarían a lo largo del curso de la enfermedad, el tratamiento para las distintas fases de la enfermedad se debería adecuar a estos cambios. Por lo tanto, el desarrollo de terapias originales requiere la caracterización en forma exhaustiva de estos mecanismos y su relación con las características clínicas de la enfermedad.
Un aspecto relevante de las formas progresivas que está siendo recientemente abordado en modelos animales es la afección cortical focal, asociada a inflamación meníngea, que, como ya se mencionó, ha mostrado correlación con la presencia de deterioro cognitivo y discapacidad física. Han surgido los primeros modelos de inyecciones focales corticales, para abordar los distintos aspectos, tanto anatomopatológicos, como clínicos; aunque aún queda mucho por lograr6–10.
La creación de modelos animales simples que reflejen las distintas características de las formas progresivas de EM permitirán el análisis de los componentes individuales que conforman la patología de EM y el desarrollo de nuevos tratamientos para esta forma clínica de EM tan discapacitante.