Hace casi 2 meses nos dejó Rubens Granillo. Quiero resaltar varios aspectos de sus virtudes, sobre todo para quienes no lo conocieron, los neurólogos jóvenes. Doctor en Medicina, Profesor Adjunto, Consultor, Médico Neurólogo, Investigador, como dice la primera página de su extenso CV. Para quienes lo conocimos y tratamos, nos dejó un amigo que nos alentaba a investigar, a pensar de otra forma, a estudiar a nuestros pacientes, a no vender nuestros conocimientos al marketing de la industria, a participar de sus actividades de docencia cuando era jefe de Servicio en el Hospital Italiano. Concurría al Castex para sumar conocimientos junto con Ortiz de Zárate y Leopoldo Tamaroff en los ateneos clínicos con Anatomía Patológica, donde no había imágenes como ahora y cada síntoma o signo clínico era valorado para diagnóstico presuntivo antes de cortar el cerebro en la mesa de Morgagni. «Éramos el Clínicas de los grasas», como se decía.
Cuando ya estuvo en el Hospital de San Isidro atendía Epilepsia, nos invitaba a participar preparando clases para los alumnos de la unidad docente de la UBA.
Se fue un grande que amaba su profesión, que, como todos, tenía empatías y antipatías y las hacía evidentes sin ser hipócrita; así es como sus amigos lo recuerdan con inmenso cariño y sus no amigos, con respeto.
En el aspecto humano, «Un hombre sabio, no solo por su cultura general, sino por su conocimiento humano, amante de la libertad, de los vuelos, de lo bello del arte. Gracias por darme la mano y acompañarme en la vida», «Tenía la capacidad de apreciar las cosas más opuestas o distintas, podía ser la persona más terca del mundo y, a la vez, más abierta», «Se fue mi compañero y el dolor es muy grande». Son expresiones de su familia que nos lo definen tal cual era y que merecen estar en este homenaje.
En el arte siempre se destacó por apoyar y participar de esta cualidad del hombre escribiendo ensayos, poemas y pintando motivos. El libro Mariposas del alma tiene en su tapa y contratapa obras de arte plástico de Rubens y allí expresó: «Desde hace unos 20 años sueño con una Epileptología que todavía no se escribió. La clasificación de las crisis me aburre, tratar de entender por qué una neurona cambia de genio me apasiona. Durante mi vida, las búsquedas fueron a través de la palabra y el color; la palabra es la esencia del poema, el color es la esencia de la pintura. Por todo esto, además de pensar mucho en el cerebro y sus enigmas, escribo poemas y pinto cuadros».
Si hay otra vida, nos volveremos a reunir para analizar la espiga que anuncia la descarga en la epilepsia y, lo más importante, lo muy bueno que fue conocerte como alguien distinto.