El déficit de vitamina D es una verdadera pandemia. Los estudios epidemiológicos señalan como esta hipovitaminosis es más frecuente por encima del paralelo 40° de latitud1. La vitamina D en el ser humano se sintetiza fundamentalmente en la dermis por medio de la acción de la radiación ultravioleta B, que cataliza la fotoconversión del 7-dehidrocolesterol en colecalciferol, y tras una hidroxilación hepática se transforma en 25-hidroxi-vitamina D3 (25-OH-D3) o calcidiol, que representa la forma más cuantiosa de vitamina D3 en el organismo, pero sin actividad biológica. Posteriormente a nivel renal tiene lugar una segunda hidroxilación por la 1-α-hidroxilasa, formando el metabolito activo que es la 1,25-dihidroxi-vitamina D3 (1,25(OH)2D3) o calcitriol. Este metabolito realiza sus funciones biológicas a través de la unión a receptores de la vitamina D (VDR). Los VDR localizados a nivel nuclear dan lugar a las denominadas acciones genómicas que conducen a la síntesis de proteínas y en otras localizaciones a las acciones no genómicas (rápidas) como son la inducción de segundos mensajeros o la apertura de canales iónicos2,3.
Son varios los estudios epidemiológicos que han identificado una asociación entre los niveles bajos de 25-OH-D3 y la esclerosis múltiple (EM)3,4. También se ha comunicado que el déficit de 25-OH-D3 se relaciona con la actividad radiológica en resonancia magnética (RM) medida por la presencia de nuevas lesiones en secuencias T2 o de lesiones que realzan con contraste5. Finalmente, otros estudios señalan un efecto beneficioso de la suplementación con vitamina D sobre estos parámetros de actividad en RM6. La plausibilidad biológica de esta asociación podría recaer en los efectos antiinflamatorios e inmunomoduladores de la vitamina D promoviendo un ambiente telerogénico3,7.
Un estudio epidemiológico reciente sobre la prevalencia de la EM en la ciudad de Ourense (latitud 42° 34’ N) ha registrado la cifra más alta de las comunicadas hasta la actualidad en la Península Ibérica con 184 casos/100.000 habitantes, cifra que se aproxima a los registros obtenidos en latitudes más septentrionales de influencia anglosajona. Un mecanismo favorecedor para el desarrollo de EM sería la presencia de hipovitaminosis D que está presente en más del 95% de la población con EM8. Para nuestra población general el nivel de deficiencia de 25(OH)D3 se establece en 14 ng/mL y para la insuficiencia se sitúa entre 15 y 29 ng/mL. Los niveles plasmáticos de referencia de nuestro laboratorio para el metabolito activo o calcitriol se sitúan entre 20 y 55 pg/mL.
Se decidió conocer la situación de la 1,25(OH)2D3 en nuestra población de pacientes con EM realizando una determinación de los niveles en una muestra aleatorizada de 44 pacientes. La mediana de los niveles plasmáticos de calcidiol fue 15 ng/mL (8-36) y la del calcitriol de 46,5 pg/mL (22-83) pg/mL. Los valores iguales o inferiores a 20 ng/mL de 25(OH)D3 estuvieron presentes en 32/44 pacientes (72,7%), y sólo un paciente estaba por encima del valor óptimo de 30 ng/mL (2,3%). Sin embargo, todos los pacientes tenían valores 1,25(OH)2D3 por encima del límite inferior de la normalidad, e incluso 17/44 pacientes (38,6%) tenían valores por encima del límite superior. La conclusión que podríamos extraer de estos datos, con base en la bien conocida fisiología de la vitamina D, es que los niveles de 1,25(OH)2D3 han incrementado a expensas de un hiperparatiroidismo secundario provocado por el descenso en los depósitos de 25(OH)D3 en el organismo, y en consecuencia este déficit no tendría una repercusión clínica ni fisiológica, ya que no se alteraría la vía final en la que ejerce su acción el calcitriol.
Una pregunta que conceptualmente surge es, ¿realmente los estudios epidemiológicos que valoran exclusivamente los depósitos en el organismo de la vitamina D están apoyando una relación causal como factor predisponente para el desarrollo de la EM? En concreto, para la relación entre la vitamina D y la regulación del sistema inmune, todos los estudios in vitro implican las acciones de la 1,25(OH)2D37 y los estudios con suplementos de 25(OH)D3 no fueron capaces de demostrar fehacientemente una modificación de dicha regulación9 ni de demostrar una reducción en la tasa de brotes6,10.
En conclusión, en nuestro nivel de conocimiento actual sobre la fisiología de la vitamina D, es recomendable suplementar el déficit vitamínico para conseguir unos niveles de 25(OH)D3 superiores a 30 ng/mL con el objetivo de frenar los efectos adversos que sobre el metabolismo óseo puede ejercer el hiperparatiroidismo secundario (osteomalacia). Sin embargo, son necesarios ensayos clínicos bien diseñados para justificar el tratamiento crónico con megadosis de vitamina D con base en un efecto modificador del curso evolutivo de la EM.
FinanciaciónEl autor declara no haber recibido ningún tipo de financiación.
Conflicto de interesesEl autor declara no tener ningún conflicto de interés.