Hemos leído con mucho interés una detallada revisión sistemática titulada ¿Existe mayor riesgo de suicidio en pacientes diagnosticados de una enfermedad neurológica? que plantea como hipótesis una mayor prevalencia de suicidios entre pacientes con diferentes enfermedades neurológicas en especial aquellas de etiología neurodegenerativa, por Alejos M et al., publicado recientemente en la revista Neurología1.
Los autores muestran evidencias en el análisis que apoyan un aumento en el riesgo de suicidio en pacientes con enfermedades neurológicas tales como la epilepsia, la migraña, la esclerosis múltiple, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Huntington o la enfermedad de Parkinson. Sin embargo, los trastornos del espectro de la neuromielitis óptica (NMOSD) que han demostrado en varias comunicaciones estar fuertemente asociado con el riesgo de suicidio2–5, no se incluyó en las diferentes enfermedades consideradas. Recientemente realizamos un estudio prospectivo que demostró que la tasa de intentos de suicidio era sorprendentemente alta entre pacientes con NMOSD. Seis de cada 20 pacientes con NMOSD (30% de nuestra cohorte) habían sufrido el intento de suicidio al menos una vez durante el curso de la enfermedad. Esto era significativamente mayor que en controles sanos3.
Pudimos demostrar que no solo presentaban los pacientes con NMOSD intentos de suicidio, sino también un aumento en el riesgo de suicidio per se. Nosotros creemos que el suicidio debe considerarse en un continuo, desde el riesgo de suicidio, incluida la ideación, hasta la planificación y finalmente el intento de suicidio.
En nuestro estudio, identificamos 8 de cada 20 pacientes con NMOSD con riesgo de suicidio actual. Quisiéramos resaltar la necesidad de dedicar mayores esfuerzos a fin de identificar el riesgo de suicidio en el momento del diagnóstico o de recaídas severas con discapacidad residual, ya que encontramos que la mayoría de los intentos de suicidio se cometieron en estas situaciones puntuales durante el curso del NMOSD. Sin embargo, en nuestro grupo NMOSD, no encontramos una asociación significativa entre el riesgo de suicidio y la calificación de discapacidad medida por la escala ampliada del estado de discapacidad (EDSS).
La evaluación del riesgo de suicidio está bien desarrollada en la entrevista neuropsiquiátrica MINI (MINI), una entrevista semi-estandarizada que se puede realizar fácilmente. Descubrimos que el riesgo de suicidio actual medido con la escala MINI se correlacionó positivamente con la depresión actual, medido con el inventario de depresión de Beck (BDI), pero no siempre estuvo relacionado con el trastorno depresivo mayor u otro diagnóstico psiquiátrico. Por lo tanto, aunque parece que la tendencia suicida no siempre está relacionada con una enfermedad psiquiátrica comórbida, proponemos que el BDI puede ser útil como herramienta de detección para la depresión y el riesgo de suicidio actual en pacientes con NMOSD y probablemente otras afecciones neurológicas. La presencia de comorbilidades psiquiátricas y tendencias suicidas entre pacientes con NMOSD ha sido evaluada en algunos estudios realizados por otros investigadores, con resultados similares a los nuestros1,3,4. Queremos enfatizar, de acuerdo con los autores1, la importancia de evaluar las tendencias suicidas en pacientes con enfermedades neurológicas, incluyendo NMOSD.