La epidemia por COVID-19 ha supuesto un reto para los sistemas sanitarios de todo el mundo, y ha generado un justificado interés en la comunidad médica por describir y explicar sus manifestaciones mediante un número creciente de artículos científicos, lo que ha supuesto un desafío para revistas, editores y revisores1. En el caso de la patología neurológica y el ictus, la COVID-19 también ha estimulado el espíritu publicador de la comunidad médica, con el objetivo fundamental de dar a conocer la experiencia acumulada y facilitar el trabajo del resto de centros, siempre con la máxima rapidez posible. Así, en una revisión reciente se ha demostrado que aunque la COVID-19 no aumenta el riesgo de ictus, sí incrementa la mortalidad de manera notable2.
No obstante, debe ser un deber fundamental de todos los implicados en el proceso de publicación científica la búsqueda del máximo rigor y exactitud, con el fin último de asegurar la mejor asistencia a nuestros pacientes, y a este respecto nos gustaría realizar algunos comentarios sobre dos publicaciones recientes en su revista sobre ictus y COVID.
En el reciente y útil artículo de Barrios-López et al.3 se describe una serie de 4 casos con ictus agudo tratados en su centro, describiendo de manera exhaustiva los datos clínicos, analíticos y de imagen. No obstante, consideramos necesaria alguna puntualización sobre los estudios de neuroimagen presentados. Así, en la figura 1 se aporta un conjunto de imágenes posprocesadas denominadas «estudio de perfusión cerebral». Sin embargo, no se trata de imágenes fuente de TC, ni de mapas paramétricos al uso, sino de un código de colores fruto de un posproceso automatizado, sin que se aclare el software ni el algoritmo utilizados, datos fundamentales para que el revisor o el lector puedan interpretarlas adecuadamente. Es más, en el pie de foto se hace referencia a un «aumento del tiempo de tránsito medio», cuando en las propias imágenes se hace referencia en la captura de pantalla a Tmax y CBF. Efectivamente, el Tmax ha sido utilizado para cuantificar el volumen de tejido cerebral en riesgo de infarto o penumbra isquémica4,5, pero no debe ser confundido con el tiempo de tránsito medio o MTT, por sus siglas en inglés, que usan otros software y algoritmos diferentes al —presumiblemente— utilizado. El uso inadecuado de la semiología de los valores de perfusión cerebral puede conllevar un error en la interpretación y aplicación de los datos presentados. Así mismo, consideramos cuando menos poco ortodoxa desde el punto de vista de la semiología radiológica la descripción de la figura 2, pues denominar a la figura A como «corte bajo a nivel infratentorial» cuando aparecen gran parte de ambos lóbulos temporales y occipitales sin duda puede llevar a equívocos a los lectores menos experimentados.
Paralelamente, Aguirre et al.6 exponen de manera excelente un interesante caso de encefalopatía por contraste tras una trombectomía por oclusión de la arteria cerebral media izquierda. En este caso, en la figura 1 se aportan mapas paramétricos de perfusión de tiempo al pico y volumen sanguíneo cerebral, que permiten una correcta comprensión de la fisiopatología al lector. No obstante, la inclusión del código de colores y su correlación con los valores cuantitativos de tiempo y volumen hubiera permitido un acercamiento más preciso al estudio de neuroimagen, pues la gama de colores puede ser modificada durante el posproceso, de manera que sin una escala fija es difícil su valoración y cuantificación. En cuanto a la «imagen H» del TC a las 24h, los autores hacen referencia a «datos de edematización», que para nosotros no son evidentes. No existe hipodensidad de la sustancia blanca, ni modificación en la diferenciación sustancia blanca-sustancia gris, ni efecto de masa7, principales hallazgos semiológicos de edema cerebral en tomografía computarizada. Una mayor precisión en la localización del contraste extravasado (probablemente ganglios basales y córtex hemisférico) también hubiera aportado más exactitud a la publicación, y probablemente más información sobre la fisiopatología del cuadro del paciente.
El objetivo de estos comentarios es poner en valor la neuroimagen en las publicaciones científicas, y defender que los neurorradiólogos pueden aportar precisión, experiencia y excelencia en las mismas, dentro del trabajo en equipo y multidisciplinar que debería suponer la publicación científica8,9.