Los síndromes por deleción de DNA mitocondrial incluyen procesos infrecuentes que resultan de un defecto en la fosforilación oxidativa1. La incidencia de estos procesos se desconoce, pero se estima que puede llegar a ser de uno de cada 5.000 nacidos vivos, siendo en la mayoría de los casos procesos esporádicos2. Dentro de este síndrome se engloban 3 fenotipos que se superponen entre sí: el síndrome de Pearson, la oftalmoplejia externa progresiva y el síndrome de Kearns-Sayre1,3–6.
El síndrome de Kearns-Sayre se caracteriza por el desarrollo antes de la segunda década de la vida de oftalmoplejia externa progresiva, ptosis palpebral y retinosis pigmentaria4,6. Suele asociarse a otras manifestaciones neurológicas como la ataxia cerebelosa y la sordera neurosensorial entre otras. Hasta el 50% de los casos presentan alteraciones cardiacas, siendo más frecuente los trastornos de conducción. Además pueden presentar manifestaciones endocrinas como talla baja, hipoparatiroidismo, fallo gonadal y diabetes mellitus7-9.
El diagnóstico es clínico, basándose en la presencia de las características clínicas clásicas junto con uno o más de los siguientes factores: hiperproteinorraquia (>100mg/dl), bloqueo cardíaco o ataxia cerebelosa5. Actualmente la realización de la biopsia muscular y los estudios genéticos permiten la confirmación del diagnóstico5.
En la actualidad no existe un tratamiento específico para esta entidad, pero se ha descrito la mejoría clínica tras la administración de ácido folínico a los pacientes con síndrome de Kearns-Sayre4, ya que esta enfermedad se ha asociado al déficit de folato en líquido cefalorraquídeo (LCR)4,5.
Se presenta el caso de un niño de 8 años, que consulta por torpeza en la motricidad gruesa y temblor intencional de reciente aparición en los últimos meses. Había sido valorado a los 2 años de edad en la consulta de neuropediatría por ptosis palpebral inicialmente unilateral, que progresó a bilateral. Se descartó en varias ocasiones enfermedad neuromuscular (determinaciones de creatina quinasa, anticuerpos antirreceptor de acetilcolina, anti-MuSK negativos y test de edrofonio negativo). Como otros antecedentes personales presentaba trombocitopenia secundaria a hipoplasia medular, hipoparatiroidismo, talla baja e insuficiencia suprarrenal primaria. En la exploración física destacaba ptosis palpebral bilateral con predominio derecho, escasa mímica facial, debilidad muscular proximal, reflejos osteotendinosos abolidos y temblor de acción en ambas manos, que dificultaba la escritura. Se solicitó resonancia magnética cerebral en la que se objetivó leve atrofia cortical cerebral y cerebelosa, con afectación bilateral y simétrica de fibras subcorticales supratentoriales, núcleos pálidos, tálamos, sustancia blanca cerebelosa y del tronco del encéfalo muy extensa (fig. 1) con áreas con aumento de difusión en la afectación cerebelosa y restricción en el resto, posiblemente representando una afectación más aguda (fig. 2). En vista de los hallazgos radiológicos que apoyaban la sospecha clínica de síndrome de Kearns-Sayre, se solicitó estudio genético de DNA mitocondrial en sangre, detectándose una deleción única de un tamaño de 6,4Kb y un porcentaje de heteroplasmia del 27%, confirmándose la sospecha diagnóstica. Se realizó determinación de 5-metiltetrahidrofolato (5-MTHF) en líquido cefalorraquídeo cuyo valor demostró niveles bajos (1,4nmol/l; valor normal: 47-90), por lo que se instauró tratamiento con ácido folínico oral. Aunque los niveles de 5-MTHF en LCR se normalizaron al año del inicio del tratamiento, el paciente no presentó mejoría clínica ni radiológica, objetivándose un deterioro progresivo de su situación basal, con mayor debilidad muscular y ataxia cerebelosa, a diferencia de lo descrito en la literatura.
Secuencia TSE-T2 en plano axial. Se aprecia hiperintensidad de señal en sustancia blanca subcortical (fibras en U), más evidente en lóbulos frontales (flechas en A), núcleos pálidos (cabeza de flecha en B) y talamos (flecha en B) tronco del encéfalo (flecha en C) y sustancia blanca cerebelosa, con una afectación bilateral y simétrica.
Durante el seguimiento ha desarrollado sordera neurosensorial bilateral, bloqueo auriculoventricular completo, que ha precisado implante de marcapasos de forma urgente, retinopatía pigmentaria y síndrome cerebeloso progresivo con pérdida de la marcha autónoma.