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Vol. 24. Núm. 1.
Páginas 33 (enero 2005)
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Milagro en el bosque
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Melody Todnema
a RN, BSN
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El excursionista presentó un cuadro de dolor torácico.

¿Podría llegar a un hospital antes de que fuera demasiado tarde?

El golpeteo de las hélices del helicóptero estaba fuera de lugar en la tranquilidad del bosque. Mi marido, David, y yo estábamos realizando una excursión en el Mount Rainier National Park de Washington y, aunque estábamos en los comienzos de la primavera, todavía no se había derretido la nieve cercana al Carbon Glacier. El helicóptero tomó tierra delante de nosotros, en el lecho rocoso del río.

Alrededor de 1,5 km antes, en la pista que seguíamos, habíamos encontrado a un guarda forestal y a un hombre de aproximadamente 50 años de edad sentado sobre el tronco de un árbol que tenía colocada una mascarilla de oxígeno y que se frotaba el pecho. David me dijo, "Vamos a esperar un minuto".

Al oírle, el guarda forestal levantó la voz para preguntar si necesitábamos ayuda.

"No", dijo mi marido. "Somos enfermeros y mi esposa es especialista en cardiología. Pensamos que podíamos esperar por si usted necesitaba ayuda".

Para entonces, ya había llegado el técnico médico de urgencia (TMU) que venía en el helicóptero. El guarda forestal nos presentó al paciente, Jaime, que nos dijo que ya se sentía mejor y que estaba desapareciendo el dolor que sentía en el pecho. Aparentemente, había presentado el cuadro de dolor en el glaciar y después había bajado lentamente durante aproximadamente 1,5 km mientras que su hermano corría a lo largo de unos 5 km hasta el puesto del guarda forestal, para solicitar ayuda. Aunque presentaba un exceso de peso corporal, Jaime tenía un aspecto sano y nos dijo que normalmente hacía excursiones los fines de semana.

El guarda forestal quería que Jaime llegara al helicóptero, que había tomado tierra aproximadamente a unos 800 m de los árboles. Sin embargo, para ello era necesario que el paciente atravesara 3 puentes formados por un solo tronco de árbol, sobre arroyos y pozas. El helicóptero llevaba una camilla que era realmente inútil en un terreno como éste. El equipo de rescate del parque forestal estaba en camino con una camilla que se sostenía sobre un globo de aire y que se podía manejar (con dificultades) en las pistas forestales, así como sobre las rocas y la nieve.

Estuvimos discutiendo sobre lo qué debíamos hacer si se volvía a repetir el dolor torácico de Jaime. La bombona de oxígeno, que inicialmente no contenía la cantidad máxima, estaba empezando a vaciarse. En este momento, David acudió a ayudar al equipo de rescate y a traer más oxígeno. Al agente forestal no le estaba permitido llevar medicamentos, de manera que en su mochila no llevaba aspirina ni nitroglicerina, pero sí un desfibrilador externo automático (DEA). Personalmente, esperaba que no fuera necesario utilizarlo.

Jaime empezó a vomitar y después desapareció su dolor torácico. El guarda forestal estableció contacto por radio con un hospital cercano para avisar que llevaba a Jaime en el menor tiempo posible. Ya habían transcurrido 40 minutos y todos sabíamos que el tiempo era importante. Ayudamos a Jaime a pasar el primer puente de tronco, muy cercano a nosotros, pero nos detuvimos al otro lado de éste. Jaime no tenía buen aspecto.

Finalmente, David llegó con el hermano de Jaime y con el equipo de rescate, que traía una bombona de oxígeno llena y la camilla con balón de aire. Colocamos a Jaime en la camilla y nos pusimos en marcha, con una persona a cada lado de ésta para equilibrarla. Sobre las rocas y en las zonas más difíciles de la pista forestal me colocaba junto a la cabeza de Jaime y le estimulaba para que aguantara. Finalmente, surgió el helicóptero ante nosotros.

Mientras le decía a Jaime que ya casi habíamos llegado, dejó de presentar respuesta y de respirar, y su pulso se hizo indetectable. Grité al equipo que se parara. Rasgué la camisa de Jaime mientras que los demás colocaban una bolsa de ventilación manual. El TMU sacó el DEA. David encendió el dispositivo y le retiró el precinto. Jaime mantenía un ritmo cardíaco susceptible de ser abordado mediante cardioversión. Cuando David gritó "¡Vale!" y se preparaba para apretar el botón de aplicación de energía, me di cuenta súbitamente de que los 2 miembros del equipo de rescate todavía sostenían la camilla y que no podían dejar de hacerlo porque de otra manera Jaime caería al suelo. Le grité a David que esperara. Rápidamente, sacamos a Jaime de la camilla y lo colocamos sobre el lecho seco del río.

Tras 3 descargas, percibí el pulso y Jaime comenzó a respirar. Le colocamos de nuevo en la camilla. Volvió a presentar otra parada. En este caso, una sola descarga permitió restablecer el pulso. Rápidamente, la volvimos a colocar sobre la camilla, le introdujimos en el helicóptero y partió. Después, al comentar la situación con los otros miembros del equipo de rescate nos preguntamos si habíamos esperado demasiado tiempo. ¿Hubiéramos tenido que trasladarle antes? Uno de los guardas forestales nos dijo que era la primera vez que se había utilizado el DEA en el parque.

A la semana siguiente, el agente forestal nos llamó, todavía anonadado por el rescate que había tenido lugar en el bosque, para decirnos que Jaime había vuelto a casa y que se esperaba que su recuperación fuera completa. En el hospital todavía se hablaba de este milagro en el bosque.

 





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