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Vol. 22. Núm. 4.
Páginas 161-164 (abril 2003)
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Cosmética al día
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Llorenç Pons
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Fotoprotección vegetal (I)

Existe una constante e ininterrumpida investigación dermatológica y cosmética que se realiza tomando como punto de partida los extractos de muchas plantas bien conocidas. Las investigaciones más recientes nos aportan informaciones interesantes, aunque sin duda los últimos trabajos revisados parecen estar dando vueltas a los conceptos bien conocidos y admitidos. Tan sólo ocasionalmente se expresan novedades muy concretas que pueden ser aprovechadas por los formuladores de productos cosméticos. Cada planta es un laboratorio de síntesis química y son muchísimas las especies que poseen familias de ingredientes casi idénticas. Cuando algunos de estos ingredientes poseen una reconocida actividad cosmética, es comprensible que se realice una búsqueda de moléculas útiles en especies ya conocidas, donde su presencia era desconocida. También es lógico suponer que existen especies, desconocidas en la formulación de productos cosméticos, en las que los investigadores podrán identificar estas moléculas activas. De este modo, justificarán la oferta de los correspondientes extractos vegetales que se promocionarán como si se tratara de nuevos ingredientes, en especial cuando posean una actividad cosmética considerada valiosa por la industria y por los consumidores.

Cosmética «natural»

En cualquier caso, es evidente que el marchamo de «natural» sigue siendo imprescindible cuando los esfuerzos de investigación se orientan al mundo de la cosmética.

Un aspecto cada vez más expuesto en algunas investigaciones recientes consiste en incluir datos precisos acerca de las actividades de ciertos extractos --y de sus identificados ingredientes activos-- tanto en una aplicación tópica como en una administración sistémica desarrollada por vía oral.

Es evidente que existen algunos medicamentos que alcanzan la piel por vía sistémica y pueden desarrollar una actividad en ocasiones reparadora de problemas estéticos (algunas vitaminas), pero en otras circunstancias ciertos tratamientos terapéuticos pueden desencadenar en la piel efectos secundarios indeseables (p. ej., diversas moléculas a las que la radiación solar convierte en irritantes primarios o en potenciales alérgenos). Este comportamiento no excluye la tendencia a utilizar, por vía oral, ingredientes de los que se ha demostrado su carencia de toxicidad y su potencial capacidad para mejorar ciertos problemas estéticos. En la Unión Europea, la legislación vigente no permite su identificación como productos cosméticos y, debido a ello, con cierta frecuencia aparecen en el mercado como productos o complementos dietéticos.

No se puede discutir que la alimentación es clave en el mantenimiento de la salud de las personas, con lo que se puede atribuir una supuesta actividad cosmética a ciertos nutrientes que previenen o corrigen disfunciones cutáneas que se acompañan de alteraciones estéticas. Esta aseveración es consecuencia del admitido binomio «salud y belleza» y se sustenta, por ejemplo, en el hecho bien comprobado de que la mayoría de los condimentos y «especies» exóticas, tan apreciados en el ámbito culinario, poseen componentes que pueden ser muy eficaces en algunas formulaciones cosméticas.

Su simultáneo uso como condimento de los alimentos (autorizado por las autoridades sanitarias) y como activo de los productos cosméticos (no incluido en el Anexo II de ingredientes prohibidos, presente en el Inventario de Ingredientes cosméticos, ni limitado por su presencia en los restantes anexos) hace muy difícil, en principio, rechazar la actividad cosmética de algunos complementos dietéticos que la legislación no permite incluir en el ámbito de la cosmética.

Reparación de los daños solares

La piel recubre la superficie del cuerpo humano y recibe de forma directa los daños que puede provocar la radiación UV. El espectro del UVB, entre los 290 nm y 320 nm, es el más energético y, por tanto, también es el más dañino para las pieles caucásicas mal protegidas.

Ante la evidencia de que en la superficie terrestre las radiaciones del espectro UVA alcanzan el 90% de la radiación solar incidente, los esfuerzos investigativos se han centrado en identificar las vías bioquímicas a través de las que los fotones situados entre los 320 nm y 400 nm pueden alterar la homeostasis celular cutánea.

Es evidente que la recepción simultánea de ambos espectros del UV potencia su agresividad en las pieles mal protegidas, no sólo porque cada longitud de onda incidente posee sus propios blancos moleculares, sino también porque la abundante y poco energética radiación UVA supera la zona papilar de la dermis y alcanza sin dificultad la zona más profunda del tejido cutáneo.

Este potencial riesgo para las pieles muy blancas es muy elevado durante los meses más soleados y calurosos y no se elimina completamente evitando la radiación mediante adecuados vestidos ni aplicando de forma sistemática productos solares de elevado factor de protección. La radiación solar es responsables de numerosos procesos oxidativos que se suman a los que la propia fisiología cutánea genera en las cadenas respiratorias de las mitocondrias de las células cutáneas. Este incremento, por causas exógenas, de las denominadas especies reactivas de oxígeno (ROS) fácilmente supera los mecanismos antioxidantes y secuestradores de radicales libres que la fisiología cutánea sintetiza para su protección.

El anión superóxido, el agua oxigenada y el radical hidroxilo, formados a consecuencia de la agresión solar, reaccionan principalmente con los lípidos de las membranas celulares, con el ADN, con las proteínas estructurales de las células cutáneas y con las proteínas de la matriz extracelular. Estos procesos se identifican como un estrés oxidativo que puede ser el origen de numerosas disfunciones cutáneas, en especial la inflamación, la fotoinmunosupresión, el fotoenvejecimiento y el cáncer cutáneo fotoinducido.

Debido a estos potenciales acontecimientos muchos productos solares incorporan en sus fórmulas, además de las moléculas filtrantes autorizadas, uno o varios ingredientes que puedan desarrollar actividades antagónicas de las citadas disfunciones cutáneas, en especial moléculas antioxidantes.

Muchos esfuerzos investigadores se han centrado en la identificación de ingredientes de origen vegetal capaces de actuar en este campo, para complementar la acción de los filtros que se incluyen en las actuales formulaciones fotoprotectoras.

Filtros biológicos

A continuación se reseñan algunos de los filtros biológicos más interesantes, considerados por algunos autores incluso como coadyuvantes de la prevención del cáncer cutáneo.

Resveratrol

Esta molécula es una fitoalexina polifenólica (con estructura de trihidroxi-estilbeno) presente en diversas especies del reino vegetal, incluidas las uvas e incluso el vino tinto extraído de Vitis vinifera. Posee una fuerte actividad antiinflamatoria, a la que se suma una interesante actividad antiproliferativa.

Se han publicado diversos estudios en los que se demuestra no sólo su capacidad inhibitoria de procesos celulares asociados con la iniciación, la promoción y la progresión de tumores1, sino también su capacidad para controlar por vía tópica (en ratones sin pelo sometidos a radiación UVB) el incremento del grosor cutáneo y del edema cutáneo. Mediante análisis histológicos y químicos se ha comprobado2 que la aplicación de resveratrol antes de la irradiación con UVB era capaz de reducir la infiltración de leucocitos, la formación de agua oxigenada, la actividad de las enzimas cicloxigenasa y ornitina descarboxilasa, y, además, la peroxidación de los lípidos cutáneos insaturados. Todo ello confirma que los daños que la radiación UVB produce en la piel pueden ser, en parte, controlados por este ingrediente polifenólico extraído de las uvas de Vitis vinifera y presente en el vino tinto.

Apigenina

Este flavonoide es una trihidroxiflavona presente en muchas hojas y flores de plantas vasculares comestibles (endibias, tomates, manzanas, cebollas). Existen numerosas bebidas de extracción vegetal que contienen apigenina, como la infusión de té o el vino. Sin duda, es uno de los flavonoides que posee una mejor tolerancia y se han publicado trabajos3 que demuestran su capacidad para prevenir por vía tópica, previa a la irradiación UV, la formación de tumores en la piel de ratones. Esta molécula también inhibe la actividad ornitina descarboxilasa que provoca la irradiación UV en la piel de los ratones. En una interesante investigación4 realizada mediante el cultivo de fibroblastos humanos se observó una parada del ciclo celular a nivel de G1, una inhibición de la actividad CDK2 cinasa y una inducción de la proteína p21. En cultivos de queratinocitos de ratones se detectó que la presencia de apigenina induce la expresión de la proteína p21, la estabilización de la proteína p53 y la parada del ciclo celular en la fase G2/M. Estas investigaciones apoyan las posibilidades de la apigenina como ingrediente cosmético eficaz para prevenir daños solares en el tejido cutáneo.

Silimarina

A partir del cardo mariano se extraen diversos flavonoides polifenólicos con estructura de flavonolignanos, conocidos desde hace años como «silimarina». Este componente se caracteriza por su actividad antioxidante; por este motivo su formulación en productos cosméticos protectores y antienvejecimiento está bien establecida.

Las principales moléculas presentes en la silimarina son la silidianina, la silicristina y sobre todo, la silibina, a la que se considera como máxima responsable de su actividad biológica.

Se han publicado numerosos estudios acerca de la actividad de la silimarina, entre los cuales destaca el de Katiyar et al5, centrado en demostrar su actividad protectora frente a la fotocarcinogénesis provocada en ratones sin pelo. Empleando radiación UVB se demostró que la aplicación previa de silimarina reducía, de forma evidente, tanto el número de tumores como sus dimensiones. En experiencias complementarias se observó que la silimarina inhibía el edema cutáneo provocado por la radiación UVB, la formación de células necrosadas por el sol y el número de células apoptóticas, así como el descenso de la actividad catalasa o la expresión de las enzimas ornitina descaboxilasa y ciclooxigenasa.

Otros investigadores han demostrado que la silimarina aportaba una buena protección frente a los daños que la exposición UVB producían en el ADN de las células cutáneas de los ratones.

Parece muy evidente que la potente actividad antioxidante de este ingrediente es capaz de reducir muchos de los daños que la radiación UVB provoca en la piel, incluido el riesgo de fotocercinogénesis.

Otro estudio importante6 demuestra que los cultivos de queratinocitos humanos expuestos a la radiación UV presentan daños oxidativos evidentes y la presencia de silimarina bloquea estos daños inhibiendo la activación de NF-kappa-B (uno de los más importantes factores de transcripción). Este factor regula la expresión de varios genes que participan en diversos procesos fisiológicos: proliferación celular, apoptosis, inflamación. Tal como considera Afaq7 en una interesante revisión del tema de la fotocarcinogénesis, los resultados de tan diversas experiencias justifican que la silimarina posea, a escala molecular, una actividad fotoquimiopreventiva.

Bibliografía
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Katiyar SK, Korman NJ, Mukhtar H, Agarwal R..
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Antioxidants modulate acute solar ultraviolet radiation-induced NF-kappa-B activation in a human keratinocyte cell line..
Free Radic Biol Med, 26 (1999), pp. 174-83
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Afaq F, Mukhtar H..
Photochemoprevention by botanical antioxidants..
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