Los estudiantes pasan la mayor parte del día en la escuela. El ambiente escolar proporciona un estándar para juzgar la conducta de los jóvenes1. El personal escolar actúa a menudo como modelo de gran influencia, a través del cual los preadolescentes y adolescentes se juzgan a sí mismos. Si los adolescentes perciben que sus profesores se ocupan de ellos, tienen menos probabilidades de iniciarse en el uso de marihuana o tabaco, o de emborracharse o adoptar otras conductas de riesgo para la salud2. Las relaciones con los profesores y consejeros son de las más importantes y formativas para muchos estudiantes, especialmente en la enseñanza media2. Los estudiantes cuyos lazos con la escuela son débiles tienen menos probabilidades de reconocer que el consumo de sustancias reduce las posibilidades de alcanzar sus objetivos futuros3.
El uso de sustancias químicas que alteran la mente tiene efectos perjudiciales sobre el rendimiento escolar4-7. Los estudiantes que se hallan bajo los efectos de estas sustancias no están bien dispuestos para aprender y tienen riesgo de sufrir a la larga un deterioro de la capacidad cognitiva y la memoria7,8. El consumo de sustancias se asocia frecuentemente con una falta de motivación y autodisciplina, y también con una menor asistencia a la escuela9,10. También son preocupantes las cuestiones relativas a la seguridad. La marihuana, al igual que el alcohol, se asocia con un mayor riesgo de sufrir accidentes de tráfico, mortales o no11-14. Además, el consumo de sustancias guarda relación con las conductas antisociales y violentas, tales como llevar armas de fuego o navajas a la escuela, u otras conductas de riesgo15-18.
Las escuelas, al colaborar con las organizaciones de la colectividad y los profesionales de asistencia sanitaria, están en una buena posición para identificar a los estudiantes que presentan signos y síntomas de consumo de drogas ilícitas19-21. El bajo rendimiento escolar y las ausencias injustificadas pueden ser manifestaciones del consumo de sustancias e indican la necesidad de valorar a estos estudiantes y remitirlos a su centro de salud, donde pueden determinarse las causas de su comportamiento. Los profesionales del centro de salud pueden utilizar los elementos de cribado y los recursos disponibles a través de organizaciones federales, estatales y locales, muchas de las cuales se hallan clasificadas por regiones y temas en internet22 (v. fig. 1).
Fig. 1. Prueba de cribado CRAFFT para el abuso de sustancias en los adolescentes. Reimpreso con autorización del Center for Adolescent Substance Abuse Research, Children’s Hospital Boston.
Aunque algunos datos recientes sugieren que la prevalencia del consumo de sustancias ha disminuido en los últimos años, sigue constituyendo un problema importante entre la juventud norteamericana23-26. El grado de consumo de sustancias ilegales entre los estudiantes se ha traducido en una búsqueda continuada de la sociedad para hallar el modo de afrontar este problema, mediante los programas de prevención comunitarios y escolares, unas técnicas más estrictas para la aplicación de las leyes y, más recientemente, el uso de programas de cribado en las escuelas.
PROGRAMAS PARA EL CRIBADO DE DROGAS EN LA ESCUELAEn junio de 2002, la US Supreme Court incrementó la autoridad de las escuelas públicas para investigar el consumo de sustancias por parte de los estudiantes, al permitir la realización de pruebas aleatorias a los estudiantes de middle y high school que participen en actividades competitivas extraescolares27. En algunas escuelas y distritos se están realizando pruebas para drogas, o están considerando su empleo, a los estudiantes que participan en deportes de competición, así como en ciertas actividades extraescolares (p. ej., orquestas escolares, cheerleaders) o, en algunos casos, en toda clase de actividades extraescolares (p. ej., clubs de ajedrez, equipos de debate). Los estudiantes pueden ser excluidos de la actividad hasta que queden exculpados mediante un proceso de cribado28,29. El tipo de cribado varía ampliamente (p. ej., orina, cabello), al igual que las drogas incluidas en la prueba y la respuesta a un resultado positivo. Las cuestiones técnicas relativas a las pruebas para drogas ilícitas se exponen por separado en una comunicación de la American Academy of Pediatrics (AAP) sobre este tema30 y en un suplemento de próxima aparición sobre las pruebas para drogas en las escuelas y en el hogar31.
Las consecuencias de un resultado positivo pueden consistir en medidas punitivas, nueva valoración del estudiante, consejos, tratamiento y/o rehabilitación. Las pruebas aleatorias pueden realizarse sobre determinados estudiantes o grupos de estudiantes. Mediante estudios científicos deben determinarse los beneficios y riesgos de estas pruebas como un componente más de un programa global para prevenir o reducir el consumo de sustancias en grupos tales como los no usuarios, los usuarios por primera vez y/u ocasionales y los usuarios con mayor frecuencia o adictos. Antes de poner en práctica las pruebas aleatorias para el consumo de drogas, es necesario esperar hasta que se conozcan los resultados de estos estudios. El modo más adecuado de evaluar las consecuencias de un resultado positivo consiste en realizar una valoración por parte de un profesional de asistencia sanitaria adiestrado, o con experiencia en este proceso.
Algunos promotores sociales apoyan una aplicación amplia de las pruebas como ayuda en la prevención y la posible identificación precoz de los jóvenes que han consumido drogas, lo que facilitaría su valoración apropiada y su remisión al terapeuta. Otros, incluyendo a muchos progenitores y pediatras, tienen el temor de que estas pruebas escolares etiqueten innecesariamente o estigmaticen a un niño y comprometan la intimidad personal y familiar. La Health Insurance Portability and Accountability Act se aplica a las instituciones médicas, pero los niños y adolescentes en la escuela carecen de esta salvaguarda a la intimidad de la información médica. El registro de los resultados positivos de consumo de drogas en el expediente académico permanente del estudiante (bajo las normas de la Family Educational Rights and Privacy Act), accesibles a muchos individuos del personal escolar, podría tener consecuencias negativas y duraderas. Debe prestarse una estricta atención a los temas de la confidencialidad.
No se ha establecido todavía que las pruebas para el consumo de drogas sean inocuas. A este respecto hay que considerar lo siguiente:
Ante la falta de datos disponibles para sopesar la eficacia del cribado para drogas frente a sus consecuencias potencialmente perjudiciales, estos programas deben limitarse a escuelas cuidadosamente controladas y con una perspectiva global36,37.
EDUCACIÓN SOBRE DROGAS EN LA ESCUELAAnte el tema del abuso de sustancias, las escuelas pueden adoptar diversas alternativas a las pruebas para drogas: ofrecer programas extraescolares, incorporar al programa de educación sobre las drogas el adiestramiento en las posibilidades que ofrece el desarrollo de las aptitudes personales, ayudar a los padres a que estén mejor informados, ofrecer consejos, identificar los problemas de conducta para su intervención precoz y remitir sin demora a los estudiantes a los profesionales sanitarios para su valoración e intervención. Los centros sanitarios escolares deben tener la capacidad necesaria para aconsejar a los estudiantes que precisen estos planes de tratamiento y ponerlos en contacto con los recursos de que dispone la colectividad a este respecto.
Las escuelas constituyen un ámbito adecuado para los programas de prevención del consumo de drogas, y ello por tres motivos: (1) la prevención debe centrarse en los niños antes de que se desarrollen sus creencias y expectativas acerca del abuso de sustancias; (2) las escuelas ofrecen el modo más sistemático de llegar a las personas jóvenes, y (3) las escuelas pueden promover una amplia gama de estrategias educativas sobre las drogas36. Los recursos para la preparación de profesores, consejeros y otro personal escolar pueden constituir un valioso elemento auxiliar19,20.
Los educadores se hallan ante el reto de dar a conocer los hechos sobre el abuso de drogas a los niños y adolescentes, sin tentarlos a probar su consumo. Existen diversos programas eficaces diseñados para su empleo en la escuela, que se exponen a los estudiantes de un modo interesante, interactivo y apropiado al grado de desarrollo36,38,39. Aunque se dispone de muchos enfoques, algunos programas eficaces se centran en reforzar la capacidad de los estudiantes para resolver problemas o en ayudarles a valorar la influencia de los medios de comunicación. Otros programas eficaces ayudan a mejorar la autoestima del estudiante, a reducir su estrés y ansiedad o a incrementar sus actividades. Estas capacidades se enseñan a través de una combinación de métodos que incluyen demostraciones, prácticas, retroestimulación y elogios40.
Otro enfoque eficaz es el “adiestramiento para las habilidades útiles en la vida”, diseñado para afrontar un problema específico, con aplicación directa de las habilidades al problema del abuso de sustancias. Uno de los programas más estudiados es LifeSkills Training (National Health Promotion Associates, White Plains, NY), un método de prevención escolar universal (enfocado generalmente hacia los estudiantes de 7.º curso), que ilustra sobre las capacidades generales, personales y sociales, en combinación con las técnicas para rehusar las drogas y la educación normativa. LifeSkills Training provoca unos efectos conductuales positivos sobre el consumo de alcohol, tabaco y drogas ilegales. Este método, combinado con sesiones de recuerdo después del programa inicial, es de una gran eficacia5 y sus efectos continúan años después de la intervención36,41,42. En muchos programas preventivos eficaces se utilizan materiales interactivos y se potencian las acciones mutuas de grupos con actividades organizadas36,38,39,43,44. Los estudios realizados demuestran de un modo convincente que los efectos de estos programas escolares pueden incrementarse sustancialmente al añadir otros elementos propios de la colectividad20.
COLABORACIÓN ENTRE LAS ESCUELAS, LOS PROVEEDORES DEL HOGAR MÉDICO Y LOS PROGRAMAS DE REHABILITACIÓN DEL CONSUMO DE DROGASLas escuelas pueden colaborar con los programas de rehabilitación al ayudar a un estudiante a reinsertarse con éxito. La planificación educativa es una parte integrante de los compromisos de reinserción que adquieren los pediatras, los profesionales de salud mental o los programas de rehabilitación con los estudiantes y sus familias. En esta labor conjunta, los papeles de la escuela son los siguientes: identificar cualquier discapacidad ba-sal de aprendizaje que pueda contribuir al problema; facilitar alojamientos especiales para los estudiantes cuando sea necesario; proporcionar enseñanzas especiales para que los estudiantes puedan recuperar el nivel de sus compañeros; reforzar las expectativas para que los estudiantes asistan a la escuela y colaboren en el seguimiento y la monitorización, según las prescripciones establecidas por los profesionales sanitarios o los rehabilitadores, y ayudar al hallazgo de programas de reinserción. También es importante que los estudiantes que han consumido sustancias sean asignados a un adulto de confianza que se halle disponible en la escuela, para que les ayude si creen que lo necesitan. Las personas asignadas para colaborar en los problemas de los estudiantes con el consumo de drogas deben saber cómo respetar la confidencialidad del tratamiento. Esta persona adulta u otro profesional de la salud escolar, administrador de la escuela o miembro del personal escolar destinado a ello debe colaborar con el pediatra del estudiante y con el personal de rehabilitación, a fin de comunicar si el estudiante progresa o no.
En este contexto de colaboración, los papeles que han de desempeñar los pediatras, los profesionales de salud mental y los programas de rehabilitación consisten en identificar cualquier diagnóstico de salud mental que pueda existir y notificar a las escuelas su relevancia con respecto a la seguridad del estudiante en la escuela, al programa educativo del estudiante y al personal escolar o a las actuaciones en general. También es necesario que los profesionales de asistencia sanitaria proporcionen a las escuelas aquellos planes de tratamiento que puedan modificar el horario escolar, sin descuidar la confidencialidad del estudiante en la medida de lo posible.
COLABORACIÓN DE LA COMUNIDAD CON LAS ESCUELASLa comunidad puede enviar un mensaje claro y uniforme mediante el desarrollo de un sistema amplio y general destinado a afrontar el abuso de sustancias. Las escuelas pueden servir de foco para esta amplia iniciativa colectiva. Las organizaciones de la colectividad pueden colaborar con las escuelas para monitorizar los patrones locales de consumo de drogas, con el fin de dirigir los programas educativos y preventivos específicos. Los problemas del consumo de sustancias asociados a otros procesos de salud mental pueden combatirse de un modo más idóneo mediante programas globales de salud mental capaces de afrontar la prevención y la intervención en ambos tipos de problemas. Se dispone de más información sobre este tema en la comunicación de directrices de la AAP sobre salud mental en las escuelas45. El personal escolar debe recibir adiestramiento continuado, preferiblemente por parte de un profesional sanitario experto en el reconocimiento del consumo de sustancias y trastornos afines, así como en los factores de riesgo para ello, de modo que todo miembro del personal sea capaz de guiar al profesorado, a los padres, a las familias y a otros que estén afectados por dicho consumo. Como parte del programa comunitario y escolar para combatir el abuso de sustancias, la colectividad debe proporcionar actividades regulares que sean alternativas al consumo de drogas.
RECOMENDACIONES PARA LOS PEDIATRASLos pediatras no deben apoyar el empleo del cribado para drogas en la escuela. Si de todos modos se realizan estas pruebas, deben constituir sólo una parte de un sistema subvencionado global para afrontar el abuso de sustancias en la escuela y en la colectividad. El examen de métodos alternativos debe valorarse cuidadosamente en cuanto a su eficacia y coste.
Debido a la preocupación existente sobre las consecuencias de la puesta en práctica de los programas escolares para la detección del consumo de drogas, los miembros de la AAP deben apoyar y promover otras iniciativas escolares para combatir el abuso de sustancias. Además, los pediatras deberían:
Barbara Frankowski, MD, MPH, Presidenta Rani Gereige, MD, MPH Linda Grant, MD, MPH Daniel Hyman, MD Harold Magalnick, MD Cynthia J. Mears, DO* George Monteverdi, MD Robert D. Murray, MD Evan Pattishall, MD Michelle Roland, MD Thomas L. Young, MD
ESPECIALISTAHoward Taras, MD
PERSONALSpencer Su Li, MPA
COMMITTEE ON SUBSTANCE ABUSE 2005-2006Alain Joffe, MD, MPH, Presidente Marylou Behnke, MD John R. Knight, MD* Patricia Kokotailo, MD, MPH Tammy Harris Sims, MD, MS Janet F. Williams, MD
ESPECIALISTAEd Jacobs, MD
PERSONALKaren Smith, MS
*Autores principales
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