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Vol. 12. Núm. 2.
Páginas 205-208 (julio - diciembre 2017)
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Vol. 12. Núm. 2.
Páginas 205-208 (julio - diciembre 2017)
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Ramírez, Sandra Lucía, Luis Antonio Velasco y Julián Zarate (eds.). Saberes híbridos. Reflexiones sobre la técnica el destino y el conocimiento en el mundo contemporáneo. Mérida: unam, 2014: 259 pp.
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Nicole Ooms Renard
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El término híbrido no forma parte de los léxicos canónicos de la filosofía, y cuando se lo encuentra, por ejemplo, en un diccionario de estética, remite ya sea a una mezcla infeliz de estilos o de géneros o bien a criaturas fabulosas, aleaciones más o menos monstruosas que traicionan la presencia de antagonismos las más de las veces feroces. Y si bien en esta compilación de textos editados por tres profesores de filosofía hay una riqueza de registros (filosóficos, antropológicos, literarios, entre otros) y de metodologías (análisis de conceptos, discusión de argumentos, aplicaciones de teorías literarias, presentación de resultados de trabajo de campo, etc.) considero que esto no hace de esta obra colectiva un ser híbrido en ninguno de los sentidos arriba delineados: este libro no es ni una mezcla infeliz de géneros ni una aleación monstruosa, aunque sí deja en gran medida en manos del lector la libertad de configurar lo que se ha de entender por saberes híbridos en cada caso. Esta virtud —a saber, la de no pronunciarse de manera definitiva sobre lo que se ha de entender por su concepto central— se ve evidenciada por intentos de definición del concepto. No se trata de eludir sino de dejar abierta una tarea que solamente, cual camino al andar, se hace haciéndola. En lo que sigue, haré entonces lo que creo se espera del lector que también soy, y me refugiaré en un oficio menos peligroso que el de la definición o bien el de la representación de centauros, tratando de acercarme al concepto central a través del oficio de la costura. Hablemos pues de hilo y de zurcidos.

HILO

La introducción al libro nos ofrece un hilo conductor (un interés centrado en la relación entre los conocimientos y las formas de vida) cuya consistencia teórica estaría asegurada por dos trabajos publicados en los años noventa por Bruno Latour para defender la idea de que, lejos de descansar en paradigmas que dictan sus posibilidades de desarrollo, como lo afirma Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas, “es justo en el cruce de los espacios cognitivos que los saberes se instituyen y dan sentido y significado a la vida humana”. Los editores trazan con claridad tanto la naturaleza del proyecto de investigación colectivo que le sirve de humus a este libro como la concepción de la edición misma de algunos de sus resultados bajo tres rubros: “Escenarios híbridos”, “Praxis, verdad y felicidad”, y “De los conocimientos tradicionales a los saberes híbridos”.

Quienes han leído a Bruno Latour (¿sociólogo, antropólogo, filósofo?), insigne alumno de Michel Serres (filósofo francés, historiador de las ciencias y partidario del cuestionamiento de las fronteras entre disciplinas, hasta hace poco, no tan conocido por el público hispano)1 quizá se preguntarán si el hilo conductor latouriano funciona más a nivel teórico, si se limita a esbozar el espíritu con el que se llevaron a cabo algunas de estas investigaciones o bien si en realidad simplemente permitió articular la edición misma del libro. Cualquiera de estas tres posibilidades podría legitimar la evocación de este autor aunque de maneras muy distintas, que no estaría de más precisar. Por otro lado, el lector advierte un cierto desfase entre el proyecto inicial de investigación colectiva que dio lugar a este volumen, y el hilo conductor propuesto. En efecto, aunque la filosofía y las ciencias sociales se encuentran bien representadas en los ensayos, la presencia de las artes solamente es colateral en un caso, a pesar de que su importancia se ve subrayada dos veces en la introducción a cargo de los editores.

ZURCIDOS

El hilo conductor propuesto por los editores no es el único “gesto” (para hablar en términos de Vilém Flusser)2 susceptible de guiar al lector que abre este obra. Con la palabra zurcir no me refiero a la idea de reforzar algo frágil, imitando el tejido de lo ya hecho como si presentase entresijos necesitados de una última pasada. No es este el caso, aunque el primer sentido de zurcir no viene mal para hablar de la estructura del trabajo en su conjunto. Se trata sin duda alguna de una combinación hábil de textos, cuyo eje está constituido por la manera peculiar en que un conocimiento —sea este teórico o práctico— pasa, cual despliegue de puntadas, por el surco de una cultura, que se ve así conformada a través de diversas apropiaciones de dicho conocimiento. El resultado es efectivamente un tejido con hilos pasados en los dos sentidos de la trama del libro: lo teórico remite a lo práctico y viceversa, el forrado se puede voltear a placer, y sobra decir que pudo haberse articulado de manera distinta con resultados similares. Quien abra estas páginas tiene así la libertad de iniciar su lectura con cualquiera de sus partes y, cualquiera que sea su formación humanística, se verá confrontado con la relación entre conocimientos y forma de vida, una dicotomía, eso dicho de paso, que qua dicotomía no heredamos de los filósofos griegos, para quienes la filosofía era no sólo una articulación de conocimientos sino también una forma de vida (una afirmación que se antoja un tanto más fuerte que la que pretende que el conocimiento puede ser constitutivo de una forma de vida). En este sentido, y a pesar de referirse a pensamientos desarrollados hace más de veinticinco siglos, los dos textos aquí dedicados a la filosofía antigua son quizá los únicos análisis cuyos frutos remiten de manera directa a una clase de saber susceptible de orientar las acciones humanas, mostrando de paso lo cuestionable de las interpretaciones que catalogan a Platón y a Aristóteles como intelectualistas en materia de ética.

Hemos hablado de un significado de zurcido que remite a una combinación hábil de textos. Pero mi sugerencia de que estas tres agrupaciones de textos puedan ser leídas en cualquier orden, cual una figura esférica que no tiene ni inicio ni fin, parece requerir un sentido de zurcir que refiera ya no a una simple combinación, cuyo carácter fragmentario es innegable (por avatares tanto editoriales como individuales el libro no recoge todas las intervenciones que se dieron alrededor del concepto de saberes híbridos a lo largo del despliegue de este proyecto de investigación), sino a cierta unión sutil de una cosa con otra, esta vez ya no en sentido solamente material —o si se requiere temático—, sino en términos de niveles de discurso. En este sentido, dentro de un mismo texto podemos encontrar distintos niveles de discursos, que ilustran la interpenetración de lo teórico y de lo práctico, por un lado, y algo que nos acerca al concepto de híbrido, por el otro. Algo similar ocurre, mutatis mutandis, entre los textos mismos, mediante ecos que dan lugar a conexiones inesperadas e iluminadoras. Me gustaría mostrar que es este el caso con dos trabajos aunque a mi modo de ver, lo que afirmo aquí valga para cualquiera de las contribuciones. En pocas palabras, el volumen puede verse como una caja de resonancias que invita el lector a cruzar una y otra vez, temáticas y tipos de discursos que aparecen y vuelven a aparecer.

Antes de ir más allá, señalaré que los “discursos de primer orden” serían todas las afirmaciones que tienen que ver con realidades o fenómenos, sean estos ficticios o no. En cambio, “discurso de segundo orden” correspondería a aquel que constituye una reflexión sobre “el” tipo de saber que versa sobre estas realidades o bien estos fenómenos. El primero me podrá dar una definición de vampiro, mientras que el segundo tipo de discurso me permitirá preguntarme qué es lo que estoy haciendo a la hora de definir a un vampiro y cuál es el estatuto epistemológico de dicha definición.

Con esto en mente, tomemos uno de los textos al azar: en un texto centrado en la noción de degeneración y de disolución, “El gótico imperial: degeneración y disolución”, la autora evoca la confección, en la literatura de la tardía época victoriana, de un ser híbrido en sentido literal, a saber una criatura fantástica, en este caso un cuerpo que mantiene “vestigios de una identidad humana”, pero que también tiene componentes de otra clase de seres vivos tales como “vampiro, murciélago, rata o mono”. En lo que podemos designar “discurso de primer nivel” se nos habla, literalmente, de un ser híbrido, que simboliza por no decir que representa —seguimos en un discurso de primer nivel— al hombre británico alejado geográficamente de la “lux civilizadora”, que corre el riesgo de “perder su humanidad y volverse salvaje” a fuerza de sobrevivir en los confines del imperio y de convivir con los nativos de dichos confines. Los seres híbridos no se reducen a vampiros, en un primer momento ubicados, en el caso del Drácula de Stoker, en tierras de folklore y de superstición, aunque el susodicho acabe chupando sangre en la mismísima capital del Imperio: también pueden consistir en doctores caza-vampiros que combinan distintos tipos de saberes. Es ahí donde el discurso accede a un segundo orden; la producción literaria de un Stoker se analiza a la luz de una reflexión sobre los tipos de discursos que dan razón de la creación de esos seres híbridos: darwinismo, estudios relacionados con la circulación de la sangre, mesmerismo, espiritismo, hipnotismo, cuentos populares, telepatía y otras prácticas que probablemente hoy asociaríamos a la antropología física, saberes todos indispensables para dar cuenta tanto del fenómeno literario analizado como de la historia y de la política del Imperio británico en quiebre. La oscilación entre racionalidad e irracionalidad, civilización y barbarie, Occidente y Oriente, evolución e involución, está orquestada en dos niveles: la realidad sobre la que versan el saber y la ficción, y las sutiles relaciones entre los saberes y las prácticas que discurren sobre dicha realidad o la transforman. Y tanto los seres complejos descritos en el primer nivel y que pueblan el periodo victoriano —sus ciudades, los confines de su imperio y sus obras literarias y científicas—, como las múltiples intersecciones entre los saberes y las prácticas que funcionan a un segundo nivel, combinan características que recorren todos los registros de lo humano y de sus imprecisas fronteras con lo no humano. Y el carácter eminentemente experimental del contexto invita constantemente a pasar de un registro teórico a un registro práctico y vice versa.

El texto que le sucede al ya referido —pertinentemente ubicado por los editores justo después del que hablamos— también se asoma a la creación de seres híbridos, deformaciones de seres vivos caricaturizados con determinados fines político-sociales. El texto, titulado “Estrategias y tácticas en el género discursivo de la caricatura política contemporánea”, trata de una práctica que echa mano de otra clase de retórica, también relacionada, en última instancia, con un problema de identidad. Como en el caso del análisis del género gótico de la literatura británica, el del género de la caricatura política mexicana se analiza, en un primer nivel, como una práctica compleja que no se reduce a un género artístico menor, ni a un simple recurso retórico. Aquí, la reflexión de segundo orden que describe el oficio del caricaturista en general, y del caricaturista político en particular, incluye además de la economía y de las ciencias políticas, el análisis literario, la retórica como disciplina, y la apelación a dos escuelas filosóficas opuestas aunque complementarias (Foucault-De Certeau). Si queremos echar mano de este texto para regresar al primero, podemos repensar su contenido en términos, por ejemplo, de visibilidad y de censura, dos conceptos clave del texto sobre periodismo. Más aún, el énfasis que el análisis de la caricatura política pone en el sentido del humor y en el cultivo de la ambigüedad —elementos que me parecen pertenecer a un discurso de segundo orden— también invitan a volver a visitar el primer texto haciendo esta vez énfasis en estos registros (¡vaya que si de zurcidos se trata, los que exhiben ciertos rostros de Frankenstein no son precisamente invisibles!). Existe, además, una intersección posible entre ambos textos, un elemento hecho explícito en el segundo texto, y más discretamente esbozado en el primero, la cual puede resumirse mediante la siguiente pregunta: ¿son las creaciones de novelas góticas y de caricaturas políticas estrategias de conservación de un régimen o bien tácticas efectivas de subversión?

Véanse el balance de su vida intelectual en: Michel Serres. Figuras del pensamiento. Madrid: Gedisa, 2015. Colección Biografías. Del mismo autor véase también: Pulgarcita. Trad. V. Waksman. México: fce, 2013.

Vilém Flusser, Les gestes. Texto preparado por Marc Partouche. Postface de Louis Bec. hc-d’arts, París, 1999.

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