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Vol. 31. Núm. 3.
Páginas 144-150 (septiembre 2017)
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Inmunología de la enfermedad de Chagas congénita
Immunology of congenital Chagas disease
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J.C. Ceballos-Pomaresa, S. Cuéllar-Rufinoa, M.F. Vazquez-Ortegaa, J. López-Domingueza, V. Romero-Cruza, A.L. Calderón-Garcidueñasb,
Autor para correspondencia
acald911@hotmail.com

Autor para correspondencia.
a Programa de Doctorado en Ciencias Biomédicas, Centro de Investigaciones Biomédicas, Universidad Veracruzana, Xalapa, Veracruz, México
b Instituto de Medicina Forense, Universidad Veracruzana, Boca del Río, Veracruz, México
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Resumen
Introducción

En América Latina aproximadamente 1,125,000 mujeres en edad fértil están infectadas con Trypanosoma cruzi.

Metodología

Se realizó una revisión de la literatura sobre inmunología de la enfermedad de Chagas congénita.

Resultados

En nuestro país predomina T.cruzi TcI. El IFN-γ es la citocina clave en el control de la infección. Los macrófagos de mujeres infectadas que transmiten la enfermedad están menos activados y liberan menor cantidad de TNF-α que los de las mujeres infectadas que no transmiten la enfermedad. Además, presentan menor capacidad para producir IFN-γ en respuesta a T.cruzi. La parasitemia intensa favorece la infección congénita.

Conclusiones

Existen diferentes factores inmunológicos que involucran al parásito, al sistema inmune materno y fetal, y a la barrera placentaria.

Palabras clave:
Enfermedad de Chagas
Congénita
Inmunología
Feto
Madre
Abstract
Introduction

In Latin America approximately 1,125,000 women of childbearing age are infected with Trypanosoma cruzi.

Methodology

A review of the literature was carried out on the immunology of congenital Chagas’ disease.

Results

In this country, T.cruzi TcI predominates. IFN-γ is the key cytokine in infection control. The macrophages of infected women who transmit the disease are less activated and release less TNF-α than those of infected women who do not transmit the disease. They also have a lower capacity to produce IFN-γ in response to T.cruzi. Severe parasitaemia favours congenital infection.

Conclusions

There are different immunological factors that involve the parasite, the maternal and foetal immune system, and the placental barrier.

Keywords:
Chagas disease
Congenital
Immunology
Foetus
Mother
Texto completo
Introducción

La enfermedad de Chagas ha sido clasificada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una de las 17 enfermedades tropicales desatendidas. Constituye un problema de salud mundial, con aproximadamente 8 millones de personas infectadas1.

Se han identificado tres fases en esta enfermedad: aguda, indeterminada y crónica. La fase aguda se presenta cuando el parásito ha sido inoculado por primera vez. Es generalmente asintomática, pero puede producir fiebre y malestar en el 5% de las personas infectadas. Un 50% o más de los infectados permanecerán en una fase indeterminada, asintomática de por vida, sin presentar complicaciones. Después de una década o más, el 20-30% de los infectados presentarán enfermedad cardiovascular con insuficiencia cardíaca, arritmias y tromboembolismo. Otro 15-20% presentarán megaesófago o megacolon2.

Cuando esta enfermedad se presenta en el binomio madre-hijo, las repercusiones pueden ser catastróficas para ambos.

La vía transplacentaria implica transmisión vertical y puede ocurrir a partir de la semana 22 (o antes), durante las fases aguda o crónica de la enfermedad materna y en embarazos sucesivos, o durante el parto con la sangre de la madre infectada3.

La infección congénita con Trypanosoma cruzi afecta al 5% (rango de 0-28.6%) de los niños nacidos de madres infectadas en áreas endémicas4,5. De acuerdo con la OMS6, se estima que en América Latina hay alrededor de 1,125,000 mujeres en edad fértil infectadas con el parásito; de esta cifra, el 50% de casos están reportados en México, Argentina y Colombia7-9; en estos países se ha observado una amplia variabilidad en la prevalencia de enfermedad de Chagas en mujeres embarazadas, con rangos del 1 al 40%10,11.

En general, se calcula que en América Latina hay más de 15,000 casos anuales de Chagas congénita12. En Estados Unidos se estiman alrededor de 300,000 casos de enfermedad de Chagas crónica, la mayoría en inmigrantes, y unos 2,000 casos anuales de Chagas congénita13,14.

En 2010, en Brasil, se estimó que 34,629 mujeres embarazadas estaban infectadas y entre 312-1,073 (media, 580 casos) niños nacieron con la infección congénita. En ese país se ha estimado una prevalencia del 1.1% de infección por Trypanosoma en mujeres embarazadas, con una tasa de transmisión vertical del 1.1%15.

En México, en el período de 2000-2012 se registraron 5,463 casos de enfermedad de Chagas (247 agudos, 171 crónicos con síntomas y 5,045 asintomáticos). De 2000 al 2007 la incidencia fue de entre 0.07 a 0.37 por 100,000 habitantes; en 2008 se registró un aumento a 0.61, y en 2012 la incidencia fue de 0.71/100,000 habitantes16. En ese período de 2000-2012, la única entidad que no reportó casos fue Chihuahua. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) refirió en un documento técnico de circulación restringida que, para 2005, de los 107 millones de habitantes, en México 1.1 millones estarían infectados; se estimaron 7,700 casos nuevos anuales de transmisión vectorial, 243,000 mujeres en edad fértil infectadas y una incidencia de Chagas congénito de 0.051/100 nacidos en el año12.

Objetivo

Ante este problema de salud, el objetivo de este trabajo es realizar una revisión sobre los mecanismos inmunológicos implicados en la enfermedad, desde la perspectiva del parásito, de la madre y del feto. Entender estos mecanismos es esencial para comprender la enfermedad y poder intervenir en su solución cuando el binomio madre-hijo está afectado.

Material y métodos

Se realizó una revisión de la literatura sobre epidemiología de la enfermedad de Chagas, así como de los conceptos actuales con relación a aspectos inmunológicos.

Resultados

Entender la enfermedad de Chagas congénita requiere analizar sus diversos componentes y sus interacciones, de las cuales finalmente dependerá el resultado final: recién nacidos infectados o no17.

Diagnóstico

De acuerdo con Kemmerling et al.18, para que pueda considerarse un caso de enfermedad de Chagas congénita se requiere la presencia de tres condiciones: 1.Que la madre sea seropositiva para el parásito T.cruzi. 2.La detección del parásito en el neonato o prueba de su presencia tiempo después del alumbramiento. 3.Que no haya habido contaminación por otros medios (transfusión o transmisión por vector). De entrada, debe comprobarse que la madre está infectada y en el recién nacido se puede detectar el parásito, ya sea por examen microscópico directo o por PCR. Los métodos serológicos se realizan 8-9meses después del nacimiento, cuando los anticuerpos IgG transferidos por la madre se han eliminado del producto en forma natural19.

Es importante enfatizar que la infección congénita puede desarrollarse tanto en la fase aguda como en la crónica de la enfermedad materna; la infección se puede repetir en cada embarazo si no se da tratamiento adecuado, y puede transmitirse de una generación a otra (transmisión vertical)20.

Como se mencionó anteriormente, que un feto adquiera la enfermedad depende de varios factores y sus interacciones, incluyendo el tipo y las características del parásito, el sistema inmune materno, un estado —o no— de alta parasitemia materna, la interacción entre el parásito y la placenta (primera barrera fetal) y el propio sistema inmune fetal21.

Etiología, el parásito

Para que la enfermedad de Chagas exista deben coincidir el protozoario flagelado T.cruzi, responsable directo de la infección, un huésped susceptible y un modo adecuado de transmisión. T.cruzi tiene un ciclo biológico peculiar. Este parásito es transmitido al humano tras la picadura del vector que, al defecar, siembra sus heces contaminadas en la piel, muy cerca del sitio de la picadura. Estas heces y la picadura misma producen prurito, que contribuye a que, con el rascado, las heces se acerquen al sitio de punción y de esta manera el parásito pueda penetrar al huésped. El parásito también puede ser transmitido por transfusión sanguínea, por trasplante de órganos contaminados o por ingesta de frutas y verduras, enteras o en jugos, mal lavadas y contaminadas con las heces del parásito (por ejemplo, jugo de caña). T.cruzi es muy polimórfico.

T.cruzi se ha clasificado en 6 linajes filogenéticos, o discrete typing units (DTU), definidos como una colección de cepas que son genéticamente más cercanas unas de otras en comparación con otras cepas y que comparten uno o varios caracteres específicos. Estos DTU se designan de TcI a TcVI. Estas seis versiones de T.cruzi difieren en distribución geográfica, nicho, tipos de vectores y de huéspedes. En América, el TcI es el de mayor distribución22. Este DTU puede a su vez ser clasificado en genotipos mediante marcadores nucleares o mitocondriales23. Excepto por el DTUTcIV, todos los demás se han encontrado asociados a infección congénita. El DTUTcV se ha reportado en el 80-100% de los casos congénitos en Argentina, Bolivia, Sur de Brasil, Chile y Paraguay24. En México, el tipoi se ha detectado más frecuentemente25. Incluso dentro del tipoi pueden detectarse, por análisis con microsatélites y miniexones, diferentes cepas con más susceptibilidad al tratamiento con benznidazole (genotipos2 y3) que otras (genotipo1), lo cual puede influir en el control de la enfermedad tanto materna como del producto15. Algunas cepas virulentas del tipo TcII y TcVI estimulan la producción de las citocinas inmunosupresoras TGF-β e IL-10 y/o disminuyen la activación de las células dendríticas26.

Aunque no existe una evidencia contundente de que cierto tipo de DTU se asocie a determinada sintomatología, las manifestaciones digestivas son más frecuentes en la parte sur de América del Sur, sobre todo en Brasil, porción central, en donde predominan TcII, TcV, y TcVI. En contraste, estas manifestaciones son raras en la parte norte de Sudamérica, donde es más frecuente la infección con TcI27. Un estudio reciente mostró que, en ensayos in vitro (cultivos celulares), los parásitos TcII mostraron los más altos parámetros de crecimiento y capacidad infectante, seguidos por TcVI y TcI. En vivo, los parásitos TcII estudiados eran más virulentos y procedían de pacientes con enfermedad severa28.

El parásito es un protista con un flagelo y una sola mitocondria. Su vida es intracelular y en su ciclo de vida puede presentar diferentes morfologías: la amastigota es la forma reproductiva en el interior de células de mamífero (forma oval); la epimastigota, de forma alargada, corresponde a la forma reproductiva en el tracto digestivo de los invertebrados y en medio de cultivo; la tripomastigota, también alargada, es la forma infectante en mamíferos y es posible observarla en la sangre. Cuando un vector infectado pica a su hospedero, deposita en las heces los tripomastigotas metacíclicos; estos ingresan a través de la picadura y cuando penetran en una célula se transforman en amastigotas, que se reproducen mediante mitosis. Cuando hay numerosas amastigotas dentro de la célula infectada, el parásito se transforma en tripomastigota y la célula se rompe, liberando estas formas, para repetir el ciclo29.

Por otro lado, la distribución del parásito está estrechamente relacionada con sus vectores y huéspedes. En el sur de la península de Yucatán, donde se ha estudiado el fenómeno, se ha encontrado que TcIa domina en mamíferos terrestres pequeños de vida salvaje, mientras que los murciélagos tienen un papel clave en la dispersión de TcVI a partir del hábitat silvestre, y los perros, ovejas y seres humanos son conductores de TcVI entre hábitats domésticos y ecotonales30.

Ambiente materno

¿Cuál es la repercusión de la enfermedad de Chagas en la fertilidad y el embarazo? Un estudio longitudinal en mujeres chilenas mostró que no hubo diferencia en la fertilidad entre mujeres seropositivas y seronegativas para T.cruzi31. Los reportes antiguos refirieron que los abortos y los mortinatos eran semejantes en mujeres infectadas y no infectadas32 o discretamente mayores entre mujeres seropositivas comparadas con las seronegativas33. Existen otros reportes que muestran, sin embargo, una fuerte asociación entre las infecciones intrauterinas y trastornos del embarazo como abortos, partos pretérmino, crecimiento intrauterino retardado e incluso preeclampsia34.

Por otro lado, la mortalidad fetal en los casos congénitos ha cambiado con los años. En casos de infección crónica materna, la infección fetal se ve favorecida con parasitemias de alrededor de 10-20p/ml, es decir, 10-20 más alta que en las mujeres infectadas pero que no transmitieron la enfermedad35.

Durante el embarazo hay un predominio de la respuesta inmune de tipo Th2 que favorece la tolerancia inmunológica hacia el feto36.

Como se recordará, una célula T virgen, auxiliadora o helper, CD4+, puede diferenciarse, dependiendo del estímulo presentado por las células presentadoras de antígeno, hacia cuatro tipos diferentes de linfocitos: Th1, Th2, Th3 y Treg. Las Th1 producen IL-2 e interferón gamma (IFN-γ), que activan a los linfocitos y a los macrófagos, respectivamente, por lo que se reconocen como participantes en la respuesta celular y muy útiles en el combate de patógenos intracelulares. Las Th2 producen IL-4, 5, 6, 9 y 13; estas citocinas estimulan al LB e intervienen en la generación de anticuerpos, por lo que se involucran en la respuesta humoral. Las Th3 producen factor transformante de crecimiento (TGF-β) en el tubo digestivo. En este sitio favorece la tolerancia, ya que esta citocina regula: inflamación, actividad de linfocitos y cicatrización y los Treg, que son linfocitos T que regulan o suprimen a otras células del sistema inmunitario. Las células Treg controlan las respuestas inmunitarias a partículas extrañas o propias y ayudan a prevenir enfermedades autoinmunes37.

En las mujeres embarazadas se ha encontrado que hay un incremento de IgM y una disminución en la expresión de células CD54, de monocitos CD14+ y de citocinas como TNF-α e IFN-γ11,38. Esta última es una citocina clave contra la infección por T.cruzi, ya que activa macrófagos, aumenta la expresión superficial del receptor de la fracción cristalizable de las inmunoglobulinas o FcR (indispensable en la captura de parásitos opsonizados por anticuerpos) y estimula junto con TNF-α la generación de óxido nítrico que mata parásitos39,40.

Al parecer, los macrófagos de mujeres infectadas que transmiten la enfermedad están menos activados y liberan menor cantidad de TNF-α que los de las mujeres infectadas que no transmiten la enfermedad. In vitro, estos macrófagos restauran su actividad al exponerse a IFN-γ35. Las mujeres que transmiten la enfermedad a sus productos tienen algún defecto de la inmunidad natural y/o adquirida que les condiciona una menor capacidad para producir IFN-γ en respuesta a T.cruzi. Esto se apoya en la observación de que el 95% de las mujeres embarazadas infectadas no transmiten los parásitos a sus fetos41. En los últimos años también se ha hablado acerca del papel de la microbiota materna intestinal, que induce la producción de anticuerpos anti-Gal que son líticos para T.cruzi.

Placenta

La interfase materno-fetal mantiene un balance muy delicado entre la tolerancia al feto alogénico y mantener el sistema de defensa contra patógenos. El sistema inmune innato reconoce a lo «propio no infeccioso» de lo «extraño infeccioso» de una manera rápida. De esta forma, las células natural killer (NK), las dendríticas y los macrófagos infiltran la decidua y se acumulan alrededor del trofoblasto en su proceso de invasión42. Las células del sistema inmune y otras células, como las epiteliales, expresan receptores conocidos como receptores de reconocimiento de patrón (PRR), que reconocen y se ligan a secuencias denominadas patrones moleculares asociados a patógenos (PAMP), que se expresan en la superficie de microorganismos43. La unión PAMP y PRR produce una respuesta inflamatoria contra el patógeno. Entre los PRR destacan los receptores tipo Toll (TLR) por su papel en la interacción entre el trofoblasto y el sistema inmune44. Cuando los TLR reconocen a un patógeno, reclutan una proteína intracelular adaptadora de señal, el factor 88 de diferenciación mieloide (MyD88), se produce la activación de la cascada de cinasas y la activación de la vía de NFkB con la producción de una respuesta inflamatoria39,45,46.

Sin embargo, si la interacción del parásito con el sistema inmune materno permite que los parásitos lleguen al espacio sanguíneo intervelloso, estos deberán interactuar con la barrera física constituida por el sinciotrofoblasto y con las citocinas proinflamatorias producidas por estímulo de los receptores de linfocitos T (TLR) que reconocen los PAMP34. Estudios experimentales han demostrado que una baja concentración de parásitos induce la proliferación, la diferenciación y el recambio del sinciotrofoblasto; sin embargo, las altas concentraciones de parásitos inducen destrucción masiva de las células trofoblásticas. Las placentas de mujeres infectadas con T.cruzi presentan alteraciones como necrosis, infiltrado inflamatorio, destrucción de células trofoblásticas y nidos de amastigotes19,47. También se ha reportado una alta respuesta inflamatoria en estas placentas, principalmente por macrófagos CD68+, linfocitosT CD8+, células NK y una alta producción de TNF-α39,48.

Durante la transmisión vertical, el parásito rompe con la barrera formada por el trofoblasto, la lámina basal y el estroma de las vellosidades. T.cruzi se adhiere a las células trofoblásticas mediante interacciones entre la calreticulina del parásito y C1q, e induce desensamblaje de los microfilamentos de actina en el citoesqueleto47. Por otro lado, el trofoblasto experimenta un recambio epitelial continuo que se considera un tipo de respuesta antiparasitaria innata de la placenta. El trofoblasto es un epitelio en continua renovación y constituye el primer sitio de contacto con el parásito; esta renovación es muy importante, ya que los patógenos antes de invadir a las células deben anclarse a la superficie celular48.

Es importante recordar que la placenta se desarrolla a partir de dos estructuras: el corion frondoso, de origen fetal, y la decidua basal, de origen materno49, que constituyen una barrera hemo-monocorial. Hasta la semana 20 de gestación esta barrera está constituida por cito y sinciotrofoblasto, tejido conectivo de las vellosidades coriales y endotelio capilar fetal. Posteriormente, las células del citotrofoblasto disminuyen y las del sinciotrofoblasto se agrupan para formar nódulos. Esto favorece el intercambio metabólico debido a la formación de zonas citoplásmicas alejadas de los núcleos, de tal forma que los capilares fetales se localizan más cerca del trofoblasto y la membrana placentaria se hace delgada50. Aunque se mejora el intercambio metabólico, también se favorece la invasión por diversos patógenos.

Feto

Los parásitos (tripomastigotes) que logran pasar la placenta causan una infección aguda en el feto. La membrana de estos parásitos está cubierta por anticuerpos específicos transferidos de la madre, lo que facilita su entrada a células que expresan FcR. Las parasitemias en muestras de sangre del cordón umbilical en recién nacidos son mayores (60,000p/ml) que en sus madres; en algunos casos es más fácil detectar a los parásitos semanas o meses después del nacimiento51.

Neonato

Durante los primeros meses de vida, el neonato se encuentra protegido contra una gran variedad de microorganismos debido a que la madre transfiere al feto anticuerpos que ha ido desarrollando durante su vida como consecuencia de la memoria inmunológica producida por el contacto que la misma ha tenido con diversos agentes patógenos52.

En el neonato, el sistema inmune aún es inmaduro y limitado a la producción de linfocitos Th2, que parecen tener un papel importante en el desarrollo fetal; en este periodo neonatal, las célulasT y las células dendríticas presentan defectos cualitativos y cuantitativos, lo que limita la respuesta de los linfocitos Th1 CD4+, implicados en controlar patógenos intracelulares. El mecanismo de infección congénito que ocasiona T.cruzi es el resultado de interacciones complejas entre el parásito, la madre y el feto.

En recién nacidos infectados se ha encontrado una disminución en la proporción de células CD56 NK, además de una alta respuesta ante T.cruzi mediante la liberación de célulasT CD8+ acompañada de una disminución de IL-4. En cuanto a las célulasB, estas incrementan la producción de anticuerpos IgG, IgM e IgA39.

En un estudio reciente, los niveles plasmáticos de IL-17A y MCP-1 inducidos por IFN-γ se encontraron aumentados en infantes congénitamente infectados con T.cruzi, incluso antes de que desarrollaran parasitemia detectable o seroconversión. Los lactantes diagnosticados entre los 6 y 12meses también mostraron niveles elevados de IL-6 y de IL-17F al mes de edad. Por el contrario, los niños que no desarrollaron enfermedad de Chagas congénita tuvieron niveles elevados de IFN-γ en comparación con infantes infectados nacidos de madres no infectadas15. La infección congénita con T.cruzi es, pues, el resultado de interacciones complejas entre el parásito, la madre y el feto, a través del sistema inmune materno, la placenta y el sistema inmune del feto39.

¿Qué sucede con el recién nacido no infectado pero hijo de madre seropositiva? En estos niños se ha observado producción de citocinas proinflamatorias, al contrario de lo que sucede en recién nacidos congénitamente infectados, que muestran niveles muy bajos de marcadores inflamatorios y de activación de células NK35. De hecho, los anticuerpos IgG maternos transferidos al feto a través de la placenta pueden contribuir a la reducción de la parasitemia en el producto.

Sistema inmune materno

Recientemente se han estudiado 1,244 mujeres latinoamericanas embarazadas residentes en España, de las cuales 40 tuvieron serología positiva para T.cruzi, con una prevalencia del 3.2%. En esta cohorte, mediante PCR solo se detectó un recién nacido infectado, con una tasa de transmisión vertical del 2.8%20. En nuestro país, un estudio similar en 520 mujeres embarazadas habitantes del estado de Guanajuato detectó 20 mujeres seropositivas (4% de prevalencia) y una tasa de transmisión vertical del 0,8%53.

En las mujeres embarazadas se ha encontrado que hay una disminución en la expresión de células CD54, monocitos CD14+ y en la producción de citocinas como TNF-α e IFN-γ y un incremento de IgM11,38. El IFN-γ es una citocina clave para el control de la infección por T.cruzi, ya que activa macrófagos, aumenta la expresión superficial de FcR y estimula, junto con TNF-α, la generación de óxido nítrico, que mata parásitos11,40.

Las placentas de mujeres infectadas con T.cruzi presentan alteraciones como necrosis, infiltrado inflamatorio, destrucción de células trofoblásticas y nidos de amastigotes19,47. También se ha reportado una alta respuesta inflamatoria en estas placentas, principalmente por macrófagos CD68+, linfocitosT CD8+, células NK y una alta producción de TNF-α11,48.

Mecanismo de transmisión de la enfermedad de Chagas congénita

De los seis linajes conocidos de T.cruzi, todos ellos, excepto el genotipo TcIV, han sido implicados en la enfermedad de Chagas congénita22. La transmisión materno-fetal ocurre por vía transplacentaria, por diseminación hematógena; T.cruzi atraviesa las vellosidades placentarias y el epitelio trofoblástico, y parasita macrófagos del corión, conocidos como células de Hofbauer, donde se diferencian en amastigotes4,54.

Este tipo de transmisión materno-fetal es más común y presenta mayor susceptibilidad en el segundo o tercer trimestre del embarazo. Se han observado parásitos junto con inflamación del cordón umbilical y la placa coriónica, lo que sugiere que los parásitos pueden pasar a través de las áreas de la placenta, sin protección trofoblástica5.

Además, la enfermedad de Chagas puede adquirirse a través de la ingesta de alimentos contaminados, lo que aumenta la posibilidad de adquirir la infección a través de la ingesta de leche de una madre infectada con el parásito. Sin embargo, aunque esta vía de trasmisión aún no ha sido demostrada, este tipo de alimentación no se recomienda en mujeres infectadas17.

Mecanismos de regulación

Diferentes estudios han demostrado que los mecanismos inmunológicos de regulación son importantes para el control de la enfermedad por T.cruzi, principalmente en su etapa crónica, ya que se ha encontrado supresión de célulasT46, disminución en citocinas reguladoras como IL-1855 y activación de linfocitos policlonales; estos últimos son activados por la infección, lo que induce apoptosis en las célulasT56. Así mismo, los antígenos que son producidos por T.cruzi, como HSP70, también están asociados a apoptosis en linfocitos57.

De hecho, en individuos infectados por T.cruzi hay incremento en la apoptosis, lo que podría estar actuando como un mecanismo regulatorio, ya que hay un aumento en la activación de célulasT y TNF-α, además de una mayor producción y regulación de genes asociados con los receptores de la superfamilia de TNF, como TNFRSF1A y CD27, así como de la caspasa345.

Otros mecanismos implicados en la regulación de la infección por T.cruzi incluyen a macrófagos que fagocitan al parásito, activando oxidasas NADPH, y óxido nítrico sintasa que produce aniones superóxido (O2) y óxido nítrico (NO), que promueven la destrucción de estos organismos mediada por la formación de peroxinitrito, aunado al hecho de que las especies reactivas de oxígeno son reguladoras de la proliferación de células inflamatorias esplénicas y citocinas durante la infección21.

En los neonatos que no fueron infectados, aun cuando estos nacieron de madres parasitadas por T.cruzi, se han observado respuestas inflamatorias, además de la activación de diferentes tipos celulares, como células dendríticas, célulasNK y monocitos; la capacidad de estos últimos para eliminar parásitos opsonizados está dada por los anticuerpos conferidos por la madre hacia el neonato58.

Y aunque la fase aguda de la enfermedad de Chagas congénita puede cursar asintomática, en otros casos el neonato puede presentar hepatoesplenomegalia, ictericia, hemorragias en la piel y defectos neurológicos59.

Conclusiones

Que un producto adquiera la infección congénita depende de varios factores, entre ellos la intensidad de la parasitemia, la virulencia del parásito, la habilidad materna y del feto para desarrollar una respuesta inmune específica y la funcionalidad de la barrera placentaria. Se ha propuesto que las mujeres que transmiten la enfermedad a sus productos tienen algún defecto de la inmunidad natural y/o adquirida que les condiciona una menor capacidad para producir IFN-γ en respuesta a T.cruzi. Los macrófagos de estas mujeres están menos activados y liberan menor cantidad de TNF-α que los de las mujeres infectadas que no transmiten la enfermedad. El conocimiento de la inmunología de la enfermedad de Chagas puede contribuir a detectar qué mujeres infectadas estarían en riesgo de tener productos enfermos y de esta manera personalizar el tratamiento a las mujeres con alto riesgo.

Conflicto de intereses

Ninguno.

Agradecimientos

A CONACYT por la beca recibida para los estudiantes de doctorado.

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