Las aportaciones de Alonso Aguilar a la teoría del desarrollo, desde la visión de un pensamiento económico propio, descansan en tres grandes economistas: Marx, Keynes y Galbraith. El conocimiento profundo de la obra de esos pensadores influyó en el debate sobre el desarrollo con Rostow y Myrdal durante los años sesenta. Además, su profundo conocimiento de la teoría neoclásica, a lo largo de sus escritos, le permitió derrumbar las bases de una teoría insostenible para explicar el desarrollo del capitalismo y del subdesarrollo. La visión de Mariátegui penetra sus escritos, es una gran influencia para entender el grado de desarrollo de la región de las “venas abiertas”. De la obra de Mariátegui, supo utilizar las herramientas de la economía política para profundizar la metamorfosis de las estructuras económicas, políticas y sociales de América Latina.
La lectura de la obra de A. Aguilar Monteverde muestra su profundo conocimiento de la historia de América Latina, el ejercicio de la dialéctica y el entrelazamiento entre las estructuras económicas y las clases sociales. El poder político, junto con el poder económico, son tratados desde sus primeros escritos en la revista Problemas del Desarrollo y en sus libros. A partir de la visión de la economía política, su obra proporciona herramientas para poder entender el presente de nuestras sociedades. Es el método dialéctico que constantemente emplea el economista para explicarnos el proceso del desarrollo desde la conquista hasta nuestros días.
El pensamiento económico latinoamericano en torno a la teoría del desarrollo fue abordado desde el inicio de nuestra revista Problemas del Desarrollo. Alonso Aguilar plasmó sus ideas como parte de la discusión del desarrollo y subdesarrollo de América Latina en el contexto mundial. Ideas vertidas en la corriente del pensamiento económico latinoamericano desde los años sesenta hasta sus últimos escritos de finales de los años noventa.
Las economías de Latinoamérica, caracterizadas por prevalecer relaciones precapitalistas hasta su inserción con el proceso de acumulación internacional, son parte de la realidad del desarrollo económico, político y social de nuestros países hasta el día de hoy. La conquista se caracterizó por el nacimiento de una economía mercantil colonial que presentaba las características de decadencia del régimen feudal en España y el abuso de los conquistadores. No fueron, —quiénes llegaron al nuevo mundo— los colonizadores de la Nueva Inglaterra que implementaron las relaciones capitalistas desde el inicio. En nuestro territorio coexistieron dos economías paralelas caracterizadas por las viejas relaciones precapitalistas y las nuevas formas capitalistas, dan lugar al nacimiento de formaciones económicas y sociales cuya característica particular es un proceso de desarrollo diferente al desarrollo europeo y estadounidense.
Los tres siglos anteriores al proceso de independencia muestran la contradicción existente entre el creciente desarrollo de las relaciones mercantiles en la esfera productiva y el avance de la revolución industrial, cuya necesidad de fuerza de trabajo libre demandaba un mayor desarrollo de la participación de las economías en la economía mundial. Los movimientos de independencia sólo fueron el resultado de la pugna por consolidar en la región las relaciones capitalistas. Una vez finalizada la economía colonial, prevalecerá la economía mercantil. Los intereses de Inglaterra sobre esos países era la necesaria expansión del capital industrial pero también del capital financiero. Los países, una vez independientes de la Corona española, abrieron sus puertas al capital financiero internacional. Los primeros en llegar fueron los bancos ingleses. Los préstamos a los nuevos gobiernos fueron engarzando sectores dinámicos para satisfacer los intereses imperiales de las grandes compañias inglesas, francesas y norteamericanas.
Una exigencia del capitalismo era la libertad de la fuerza de trabajo como condición para ampliar el mercado interno y fortalecer una burguesía moderna. Los ideales de la libertad, la igualdad y la justicia plasmados en la Revolución Francesa fueron un requisito indispensable para la transición hacia el capitalismo. A finales del siglo xix las bases para el despegue de un capitalismo en desarrollo estaban en la agricultura, la minería y la ganadería. El paso hacia la modernidad de nuestros países se dio en una relación estrecha entre los intereses del grupo en el poder con el capital extranjero, el nacimiento de una burguesía en el poder, cuyos intereses estaban de mutuo acuerdo con el gobierno, y la creación de una clase media que demandaba nuevos intereses económicos.
México y el resto de los países latinoamericanos quedaron engarzados en la órbita imperial. La Doctrina Monroe de 1823 y la Alianza para el Progreso en 1961, emanada del poder económico y político de los Estados Unidos, fueron sólo instrumentos para la expansión imperial. A partir de la inserción de las economías conquistadas al proceso de acumulación internacional se da un capitalismo “suis generis” nominado como un capitalismo subdesarrollado y dependiente del capital financiero. Estas economías llamadas hoy “economías emergentes” y con tasas de crecimiento del pib por arriba de los datos que arrojan los países de la Unión Europea, Japón y Estados Unidos cuestionan todavía su crecimiento económico y se plantean el tipo de desarrollo.
El artículo “Estabilización automática y seguridad social: Brasil, México, Costa Rica y Chile” de Eloy Fisher habla de los sistemas de seguridad social en Brasil, México, Costa Rica y Chile. El autor, para demostrar su hipótesis, parte de estudios sobre seguridad social de países donde la inflación no es un problema. Si bien los efectos contra-cíclicos de los programas de seguridad social en materia de desembolsos y contribuciones son importantes, y la inflación no es una variable fundamental en los países estudiados, en el presente trabajo se muestra que los programas de seguridad social, a pesar de las elevadas tasas de inflación y las profundas políticas de austeridad pública, la seguridad social todavía es una fuente confiable de ingresos para el grueso de la población. A partir de un modelo econométrico se miden las palancas contra-cíclicas a nivel de políticas públicas. Las instituciones que se estudian son: el Instituto Nacional de Seguridad Social del Ministerio da Previdencia Social de Brasil, el Instituto Mexicano del Seguro Social (imss), la Caja Costarricense de Seguridad Social (ccss) y el Programa de Pensiones No Contributivas Asistenciales (pasis) de Chile.
Ignacio de Angelis, Mariana Calvento y Mariano Roark han escrito, a partir de la visión de la teoría regulacionista, la interpretación del desarrollo en Argentina durante la primera década de este siglo. “¿Hacia un nuevo modelo de desarrollo? Desde la teoría de la regulación. Argentina 2003–2010”. Es un trabajo que plantea las contradicciones del capitalismo y los conflictos de interés en las relaciones sociales para identificar las causas que imposibilitaron el desarrollo y la reproducción de las inequidades; el significado de la crisis de 2001 para el ciclo del capitalismo y las características del desarrollo económico y social, así como los elementos que permiten diferenciar el nuevo modo de regulación respecto del neoliberal.
Roberto Soto en su artículo “América Latina. Entre la financiarización y el financiamiento productivo” menciona cómo el mercado financiero pasó de 3.8 billones de dólares en 1989, a 712 billones de dólares en marzo de 2012, lo que significa más de 10 veces el producto mundial. Y se pregunta ¿por qué ocurrió este tsunami financiero?, ¿qué impactos tiene el proceso de financiarización en las naciones subdesarrolladas como las de América Latina?, ¿qué limita el financiamiento productivo? El autor en su respuesta señala cómo la financiarización ha modificado el sistema bancario tanto público como privado, afectando el proceso de financiamiento para las actividades productivas en los países latinoamericanos, lo cual ha aumentado los problemas de empleo, desigualdad y pobreza en la región.
En el trabajo “El ajuste: origen de la crisis europea”, Andrés Musacchio hace un análisis de la entrada del neoliberalismo sobre el que se estructuró el modelo económico, desde sus límites y contradicciones. Las bases de este modelo han sido principio de organización del trabajo desde hace más de tres décadas, pasando por el Tratado de Maastricht hasta las alternativas presentadas ante la crisis actual. La creación del mercado común, la unión monetaria sustentada en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y la expansión hacia Europa del Este impulsaron la concentración y regionalización del capital. El mercado dominará tanto las políticas fiscales como las negociaciones entre capital y trabajo, pero condicionadas al extremo por el carril marcado por la instancia regional. La crisis que sacude a Europa desde 2008 no parece haber hecho mella aún en las políticas que siguen considerándose como indicadas para salir de la crisis. El ajuste de las cuentas fiscales vía reducción del gasto y la liberación de recursos para el pago de la deuda, así como condiciones más flexibles del trabajo y contención salarial, junto con una política monetaria que garantice la estabilidad de precios, resulta ser el cóctel de políticas que se proponen y ejecutan para conjurar los efectos de la crisis.
El artículo “Política Agraria Común y la de cohesión frente a la Estrategia Europa 2020” de Antonio González Temprano describe cómo ambas políticas son parte vertebral del proyecto europeo. El autor enfatiza, desde el Tratado de Roma, el Tratado de Maastricht hasta el Tratado de Lisboa, en la importancia del significado del gasto público de la Unión Europea por estas políticas. Tan solo el 78% del presupuesto de la Unión Europea se destina: en un 42% a la Política Agraria Común y el 36% a la política de cohesión. Los créditos destinados al mantenimiento de los recursos naturales en el rubro de Conservación y gestión de los recursos naturales representan el 42.9% del presupuesto plurianual. Es la rúbrica más voluminosa en el marco financiero 2007–2013. Uno de los retos del presupuesto 2014–2020 es remodelar y reforzar la dimensión armonizadora tanto de la política de cohesión como de la pac frente a la Estrategia Europa 2020, en el marco de la crisis económica y financiera de Europa.
Pablo Mejía, Sandra Ochoa y Miguel ángel Díaz, en su artículo “De la recesión a la recuperación: Producción y empleo en México y en el Estado de México”, a partir de la relación entre las variables económicas del Estado de México y México y las variables de la economía internacional, muestran resultados interesantes en torno al comercio exterior, el empleo y la producción. Este estudio se centra principalmente en la gran crisis de 2008 y la recesión en 2009. El comercio exterior ha desempeñado un papel central en la caída y recuperación del empleo y la producción a lo largo del ciclo completo, en tanto que la inversión extranjera directa y las remesas solamente han sido determinantes en la fase recesiva. Por otro lado, las fluctuaciones de la producción industrial y manufacturera son mayores que las del sector servicios y todas ellas superan a las del empleo.
En la sección de comentarios, el reconocido latinaomericanista argentino Aldo Ferrer, en su artículo “La importancia de las ideas propias sobre el desarrollo y la globalización” nos transmite cómo desde los años setenta la financiarización y las corporaciones trasnacionales se convirtieron en el núcleo del capitalismo de los antiguos países centrales del Atlántico Norte. Al instalarse el paradigma neoliberal y la subordinación al dominio de las fuerzas al mercado global, se sentaron las bases del Estado neoliberal. A lo largo de la obra de Ferrer hay dos conceptos que marcan la aportación a la teoría del desarrollo. La densidad nacional, íntimamente relacionada con la integración social y la participación de la sociedad en nuevas oportunidades, viabilizó la estabilidad institucional y política y afianzó los derechos de propiedad y la adhesión de los grupos sociales dominantes a las reglas del juego político e institucional. Por el otro lado, la identidad nacional, basada en la esencia de la cultura. Estos dos conceptos y su desarrollo institucional son condición necesaria para el desarrollo. América Latina proporciona ejemplos notorios en tal sentido.
La revista cierra el número con cinco reseñas: “Fundamentos de economía” de Marcela Astudillo, escrita por Santiango Hernández; “Capitalismo del conocimiento e industria de servicios de telecomunicaciones en México” de Sergio Ordóñez y Rafael Bouchain, reseñada por Wilma Arellano; “Sistema financiero, desequilibrios globales y regulación” de Alma Chapoy y Alicia Girón, escrita por Aderak Quintana; “El crecimiento económico en Cuba: un análisis desde la productividad total de los factores” de Yaima Doimeadiós, escrita por Aldo Blanco; y la reseña del libro “Abasto de alimentos en economía abierta. Situación en México” de Felipe Torres, Yolanda Trápaga, José Gasca y Sergio Martínez, escrita por Rafael Olmos.