Esta investigación se enmarca en inquietudes referidas a los fundamentos teóricos por medio de los cuales se suele abordar la cuestión regional en Argentina. Este trabajo busca aportar un conjunto sistematizado de reflexiones conceptuales que, a partir de la crítica al pensamiento dominante y a los intentos por reincidir en caminos ya conocidos —y padecidos—, permita desarrollar un marco teórico-interpretativo relativo a las nociones de poder y espacio en la construcción social de la región. Considerando la mencionada finalidad, específicamente el objetivo de esta contribución consiste en: a) analizar la noción de poder y sus relaciones con la de espacio y b) delinear un marco teórico-interpretativo que aborde el accionar de los sujetos sociales considerando el régimen de acumulación dominante en un sistema nacional determinado.
This research focuses on concerns related to the theoretical foundation used to address regional issues in Argentina, seeking to contribute a systematic set of conceptual reflections. By critiquing dominant ways of thinking and attempts to revisit already familiar — and suffered — paths, this text is able to develop a novel theoretical interpretive framework regarding notions of power and space in the social constructs of the region. In light of this objective, this work aims to achieve the following: a) analyze the notion of power and its relation to the idea of space, and b) define an theoretical interpretive framework from which to approach social subjects, taking into account the dominant regime of any given national system.
Cette recherche s’inscrit dans le cadre d’inquiétudes liées aux fondements théoriques auxquels il est d’usage de recourir pour aborder la question régionale en Argentine. Dans ce travail, nous chercherons à apporter un ensemble systématisé de réflexions conceptuelles qui, à partir de la critique de la pensée dominante et des tentatives pour reprendre des chemins déjà parcourus - et soufferts -, nous permette de développer un cadre théorico-interprétatif relatif aux notions de pouvoir et d’espace dans la construction sociale de la région. Considérant cette finalité, l’objectif spécifique de cette contribution consiste à: a) analyser la notion de pouvoir et ses relations avec l’espace, et b) délimiter un cadre théorico-interprétatif qui aborde le comportement des sujets sociaux en tenant compte du régime d’accumulation dominant dans le système national considéré.
Essa pesquisa se enquadra em inquietudes referidas aos fundamentos teóricos por meio dos quais se costuma abordas a questáo teórica na Argentina. Neste trabalho buscamos oferecer um conjunto sistematizado de reflexóes conceituais que, apartir da crítica ao pensamento dominante e aos intentos por reincidir em caminhos já conhecidos — e padecidos —, permita desenvolver um marco teórico-interpretativo relativo às noçôes de poder e espaço na construçâo social da regiáo. Considerando a mencionada finalidade, o objetivo específico desta contribuiçào consiste em: a) analizar a noçào de poder e suas relaçôes com a de espaço; b) delinear um marco teórico-interpretativo que aborde a açào dos sujeitos sociais considerando o regime de acumulaçâo dominante num sistema nacional determinado.
Esta investigación se enmarca en inquietudes referidas a los fundamentos teóricos mediante los cuales se suele abordar la cuestión regional en Argentina.1 Se considera que los análisis pasados y en boga que discuten en torno a las desigualdades sociales en ámbitos regionales desconocen o bien subestiman las complejidades vinculadas a las nociones de poder y espacio. Esta carencia resulta significativa si la preocupación efectiva consiste en propender a reducir las brechas sociales tanto entre las regiones como al interior de las mismas desde un sendero que implique políticas públicas tendientes a una redistribución progresiva del ingreso y la riqueza.
En este trabajo se busca aportar un conjunto sistematizado de reflexiones conceptuales que, a partir de la crítica al pensamiento dominante y a los intentos por reincidir en caminos ya conocidos —y padecidos—, permita desarrollar un marco teórico-interpretativo relativo a las nociones de poder y espacio en la construcción social de la región. Considerando la mencionada finalidad, específicamente el objetivo de esta contribución consiste en: a) analizar la noción de poder y sus relaciones con la de espacio y b) delinear un marco teórico-interpretativo que aborde el accionar de los sujetos sociales considerando el régimen de acumulación2 dominante en un sistema nacional determinado.
Hacia mediados de siglo xx, abordar la problemática regional en Argentina solía fundarse en torno al recuento cuantitativo y descriptivo de los fenómenos políticos, económicos y sociales. El interés era aparentemente enciclopédico e inocuo (véase Albet I Mas, 1993). Se entiende que la cosifi-cación del concepto de región como construcción social resultaba funcional a un status quo. En efecto, desde esta posición se evitaba un problema sobre una cuestión fundamental: diseñar un marco interpretativo que contuviese el compromiso de la toma de decisiones sobre los cursos de acción que se deberían seguir para alcanzar niveles de transformación económico-sociales significativos.
De tal modo, uno de los principales problemas a la hora de delimitar la región se naturalizaba, puesto que no aparecía evidenciada la metodología bajo la cual se definían ciertos elementos por sobre otros. Tampoco se hacían explícitos los preceptos ideológicos que primaban para efectuar tal demarcación en lugar de otras posibles. La injustificada carencia argumentativa de la delimitación podría dar muestra de la concepción ideológica que se encontraba detrás de la misma. La construcción de un diagnóstico regional en una enumeración supuestamente “a-valorativa” de la realidad que lo nutría resultaba útil para reproducir la labor de las burocracias. Sin embargo, era insuficiente para avanzar en un proceso de planificación consistente, pues desestimaba los elementos —a nuestro juicio necesarios— mediante los cuales se identifica y analiza a los sujetos económicos, políticos y sociales responsables, en cada ámbito espacial, de la toma de decisiones en el marco de un régimen de acumulación determinado y de las relaciones sociales que los vinculaban. A partir de las limitadas informaciones que proporcionaba el método de análisis “a-valorativo” que se cuestiona, resultaba improbable reconocer el proceso de acumulación del capital, las formas como se gestionaban el conjunto de las unidades productivas instaladas en cada región y el proceso de captación y distribución del excedente económico entre los sujetos sociales protagónicos de las actividades productivas. De tal modo, la “región” se representaba como el actor que generaba tal o cual producto o proceso y sus características. Los sujetos sociales no aparecían nítidamente en las definiciones, puesto que lo relevante eran los valores agregados, no quiénes y en qué condiciones los producían. En suma, se ocultaba la cuestión del poder, sus nombres propios, sus mecanismos de reproducción, construcción, distribución y circulación.
Considerando las críticas hasta aquí formuladas, se entiende que resulta relevante propender al reconocimiento estructural de la problemática regional donde sea conducente la discusión política desnudando a la supuesta asepsia técnica. Allí un debate en torno a las nociones de poder y sus relaciones con la noción de espacio se hace no sólo posible, sino también necesaria.
El trabajo consta de cuatro apartados. En el primero se desarrolla la cuestión referida a las nociones de poder y espacio. En el segundo el problema en torno a las imbricaciones entre poder y espacio, para lo cual se abordan las implicaciones que sobre el espacio detentan los actos y las relaciones de poder a partir de dimensiones que denominamos dominios económico, político y social. En el tercero se delinea una propuesta de abordaje alternativo. Por último, se exponen algunas reflexiones a modo de desafíos.
Poder y espacioEn este apartado se desarrollan las dimensiones teóricas desde las que se propone un abordaje que centre sus problemáticas de estudio en las nociones de espacio y de poder. Específicamente se presentan aportes conceptuales que desde la economía política, la sociología y la geografía han indagado respecto del poder: a) significados, b) espacialidades, y c) geometrías.
El análisis de la espacialidad del poder ha preocupado a geógrafos críticos/ radicales y a economistas-políticos interesados por superar temas cuantitativos de adscripción neoclásica que han ignorado —o subsumido— la dimensión espacial de los procesos productivos y/o la han considerado como sinónimo de un fenómeno marcado sólo por la ubicación física de las personas y los recursos materiales (véanse los planteamientos de Isard, Christaller, Lósch, Von Thünen y otros, en Casas González, 1968). La temática fue también desarrollada por autores que centraron su preocupación en las relaciones sociales (Weber, Foucault, Deleuze, Arendt, Poulantzas, Castoriadis, Holloway, etcétera).
El tema actual sobre la espacialidad del poder se ha nutrido de aportes decimonónicos anarquistas, tales como los de Reclús y Kropotkin.3 Desde al menos mediados del decenio de 1970, estos autores fueron rescatados por estudios franceses. Por un lado, Claval (1978: 23) ha indagado el poder en el espacio. Considera que esta dimensión fue relegada de los análisis económicos referidos a fenómenos de dominación y destaca la escasez de reflexiones sobre su naturaleza y expresiones. Por poder entiende tanto la capacidad de actuar como la de lograr que otro actúe. En esta última acepción, el poder se manifestaría en las relaciones, mediante asimetrías. Para el autor, la dificultad de abordar fenómenos de poder radicaría en su multiplicidad de formas: para llegar a idénticos resultados, las sociedades reproducen tipos diversos de relación, lo cual explicaría las variadas dimensiones y complejidades de la organización espacial. En tal sentido, Claval (1978) emplea la distinción weberiana entre poder coercitivo —surgido del uso de la fuerza— y legítimo —emanado de la delegación de atribuciones sociales al Estado— para identificar sus implicaciones en el espacio (ibidem: 53) y destacar la relevancia de éste en el mantenimiento de estructuras jerárquicas.
Por otro lado, Raffestin (1993: 15-16) indaga ambigüedades terminológicas en torno a la noción de poder. Encuentra que esta palabra suele iniciarse con mayúscula o con minúscula. Del primer modo, asumiría y resumiría la ligazón clásica entre el monopolio del ejercicio de la violencia y el Estado. Sin embargo, para el autor pretender que el Poder, con mayúscula, solamente refiere a dicha vinculación implica oscurecer el poder con minúscula. Según él, este último surge cerca, se oculta detrás del Poder y tanto mejor cuanto mayor sea su presencia en todos los lugares. El Poder sólo se observa en disposiciones estatales que controlan a la población y dominan los recursos. En cambio, el poder resulta omnipresente, se evidencia en las relaciones, se trata de un proceso de intercambio simbólico y/o material establecido entre dos “polos”, definido por una combinación variable de energía e información, lo que crea un campo de fuerzas: un campo de poder.
Como reflejo de las preocupaciones propias de las perspectivas francófonas, la vertiente de geografía crítica de la Universidad de Barcelona ha precisado su propia definición, enraizada en la economía política. Uno de sus principales exponentes, Sánchez (1979), entiende por poder a la capacidad de apropiación y/o gestión —lo que denomina doble faceta no excluyente— del excedente por parte de un grupo restringido de la comunidad.
Desde las escuelas anglófonas también se realizaron aportes sobre la espacialidad del poder. Por un lado, en Inglaterra Massey (1994: 64) ha desarrollado la tesis de la geometría del poder. Con esta definición la autora enfatiza en la diferencial capacidad de las personas y grupos para controlar aspectos de su existencia (la calidad de vida, la movilidad y hasta las razones de sus migraciones). Estas situaciones generan múltiples espacios posibles, resultantes de relaciones asimétricas, de geometrías de poder temporalmente variables. Por otro lado, en Estados Unidos, Soja (1999) parte de una relectura de Foucault y realiza una interpretación materialista del espacio. Entiende que éste es un producto social y se halla tanto en formas materiales como en un conjunto de vinculaciones temporales entre individuos y grupos en la medida en que en el espacio se establecen relaciones de poder. Estas son analizadas también por Pred (1984: 281) en su preocupación sobre la estructuración del espacio —para ello rescata los aportes de Guiddens al respecto. De acuerdo con este geógrafo estadounidense, la estructura social se compone de relaciones de poder construidas histórica y geográficamente en un sistema social específico. En estas relaciones se incluye el control sobre recursos materiales y simbólicos. En el mismo sistema, las normas y las relaciones de poder condicionan las prácticas sociales a la vez que surgen de ellas. En la medida en que las relaciones de poder pueden diferir en su extensión geográfica, los procesos de estructuración suelen ocurrir en distintos niveles espaciales, siendo influidos por prácticas efectuadas por organizaciones y/o individuos (Pred, 1984: 282).
En América Latina, Lopes de Souza (1995: 78-79 y 96) también se ha preocupado por indagar la temporalidad de los espacios. Reivindica a los mismos en tanto instrumento de manutención, conquista y ejercicio de poder. Para definir éste se apoya en Arendt y entiende que lejos de pertenecer al individuo, el poder es una potestad colectiva de actuar de común acuerdo y se da en cuanto el grupo es cohesionado. Según él, el espacio consiste en un ámbito centralmente definido y delimitado por y a partir de relaciones de poder, resultado del trabajo pasado y presente. Una vez conceptualizado, se interesa por indagar quién y cómo domina o influye en el espacio.
Ha resultado infructuosa la búsqueda de indagaciones recientes sobre la espacialidad del poder, tanto en los términos aquí planteados como para las experiencias de modelos productivos (extrapampeanos) hegemónicos4 y alternativos. Usualmente, los trabajos pioneros estudian ámbitos urbanos locales (Soja, 1999; Massey, 1994 y Lopes de Souza, 1995, etcétera) o introducen al espacio como una “herramienta” del capitalismo (por ejemplo, Harvey, 2004) aunque a excepción de este último suelen prescindir de una aproximación desde diversas escalas o desestimar las implicaciones del poder en la producción del espacio (Lefebvre, 1974).
Por último, no se hallaron indagaciones que consideren modelos productivos (por ejemplo, Rofman y Vázquez Blanco, 2011) y a la vez aborden la construcción del espacio. Tampoco se han obtenido resultados en la búsqueda de investigaciones que aborden tal construcción a partir del estudio de relaciones de poder en actividades productivas regionales. Cabe notar que algunos autores preocupados por el poder, incluso desatienden la imbricación con el espacio (véase, por ejemplo, Galbraith, 1985). De esto nos ocupamos a continuación.
Poder(es) en el espacioDesde la posición que aquí se sostiene, el espacio puede concebirse como evidencia ideológica asociada al poder como parte constitutiva de las relaciones sociales (Crespo, 2006: 19). A partir de esta consideración, resulta necesario indagar sobre dimensiones en las que se ven implicados el régimen de acumulación, el poder y el espacio.
Siguiendo a Sánchez (1991), exponemos brevemente cinco vínculos de análisis: a) el de las relaciones sociales; b) el aspecto físico y constitutivo del espacio; c) la valorización de elementos en la forma de recursos; d) la contex-tualización espacio-temporal de los fenómenos a abordar, y e) el marco global de las relaciones sociales. Tales dimensiones representan un esfuerzo exploratorio por aprehender los procesos espaciales, no pretenden constituirse en un manual de recomendaciones ni mucho menos ser exhaustivas de todos los procesos significativos para el aspecto regional.
A partir de una perspectiva histórico-estructural, Sánchez (1991: 17) indaga vinculaciones entre las categorías conceptuales de espacio y poder. En palabras del autor (ibidem): “al observar el comportamiento del ser humano vemos que se relaciona siempre con otros seres humanos, así como con el espacio geográfico en el que se halla, ya que para el geográfico es necesario e imprescindible conseguir su supervivencia”.
Y Sánchez (1991: 17) agrega que dicho espacio: “es el soporte de su vida y de sus actuaciones, el medio del que se obtendrán todos los recursos necesarios, el papel que asume en cuanto medio de producción que permite la obtención de bienes y servicios así como el entorno particular, al que cada individuo y cada grupo social debe adaptarse y adaptar sus actuaciones” (las cursivas son nuestras).
Estas precisiones permiten aprehender al fenómeno espacial como sujeto activo y protagónico en la influencia directa de la conducta de quienes operan en la actividad económica como ámbito central de su quehacer social.
En primer lugar, de lo precedente se resalta la presencia de los vínculos entre los sujetos sociales como base fundamental de funcionamiento de la dinámica de acumulación en toda sociedad. Siempre se dice, se identifican relaciones sociales como característica relevante del modus operandi de una sociedad, necesariamente ligada/condicionada por el espacio geográfico en donde tales relaciones se hacen efectivas. Sin embargo, tales relaciones sociales se complementan de forma tal que este sujeto se encuentra presente de forma imprescindible e inescindible, sin lo cual no estaría asegurada la supervivencia de los sujetos sociales. Por ende, el espacio forma parte constitutiva de la relación social en sus múltiples expresiones —algunas de las cuales quedan al cierre de la cita anterior.
En segundo término, en la cita anterior se avanza en algunas definiciones conceptuales que explican las modalidades de las relaciones entre los sujetos sociales y el espacio. Así, en una primera instancia, el espacio resulta “soporte” de la vida cotidiana de los sujetos sociales. Ese recinto físico que actúa como continente del accionar del sujeto político tanto como productor como consumidor contiene, por supuesto, características específicas que determinan y condicionan el accionar del sujeto social. Sin embargo, el espacio es más que un soporte. Aquí debe agregarse que el “medio” al que clásicamente se refieren algunos autores alberga más elementos que su dimensión material o — como suele decirse— su condición de soporte físico o espacio absoluto. Desde nuestra perspectiva y para los propósitos de esta investigación, la noción de espacio puede asimilarse a la de territorio en los términos de Claval (1978) y Raffestin (1980). Desde el punto de vista aquí propuesto, además de ser soporte y continente, el espacio resulta un actor significativo a la hora de condicionar el accionar de los sujetos. En estos términos, expresar que el espacio es una construcción social representaría una tautología, puesto que el espacio es social, no resulta posible escindir a la sociedad de su expresión espacial.
En tercer lugar, Sánchez (1991) nos recuerda que del espacio el sujeto obtiene los recursos para su reproducción simple o ampliada. Así, por ejemplo, la generación de renta de la tierra estará gobernada con variables tales como la proximidad a los mercados, la fertilidad del ámbito bajo explotación y las condiciones ambientales que determinan los procesos de producción más significativos. A ello habrá que adicionarle la situación jurídica que regula el acceso a la tierra y a su uso productivo por parte de los sujetos sociales implicados.
En cuarto término, de la lectura de las definiciones de Sánchez (1991) surge la necesaria consideración del contexto en el que se inscribe el desempeño productivo del sujeto político bajo estudio. En este aspecto, que aparece como clave en el análisis a realizar, el desenvolvimiento de las condiciones de desarrollo de la sociedad en su conjunto y de la región en sus especificidades resulta un proceso a incorporar para reconocer los márgenes de maniobra —o más precisamente, las relaciones de fuerza— disponibles para los sujetos sociales. Aunque no se citen en forma detallada, tendrían que incluirse en el análisis diversos aspectos contemporáneos del proceso de globalización, la particular inserción del país en el mismo y el papel que en ello desempeña el sistema socioeconómico regional, en el marco del cual desenvuelve su comportamiento el sujeto social respectivo.
En quinto lugar, corresponde reflexionar en torno al párrafo final del texto de Sánchez (1991). En éste se postula que es preciso reconocer que el sujeto social deberá adoptar el marco global en donde opera como referencia central y, por ende, adaptarse al mismo con el fin de avanzar en un proceso de reproducción simple y eventualmente ampliada de su actividad.5 El desconocimiento de dicho marco o la negativa a ajustarse al mismo y de reconocer los parámetros de su desenvolvimiento que actúan como signos de su correspondiente perfil, lo conducirá —inexorablemente— a afrontar dificultades significativas para su reproducción. Sin embargo, ello no implica la ausencia de micro-resistencias, que el contexto pueda modificarse o bien que el propio sujeto social se transforme en un sujeto político con capacidad de cambiar su vulnerable situación. Hasta que ello ocurra, aquél deberá aceptar y comprender formal o tácitamente las reglas de juego que le fueron impuestas a fin de no ser excluido del régimen de acumulación vigente.
Con las dimensiones de análisis brevemente caracterizadas, podemos preguntarnos ¿todos los sujetos sociales se encuentran en condiciones estructurales y objetivas semejantes para desempeñarse con la misma eficacia y con la misma capacidad para no ser afectados por presiones o imposiciones que se materialicen en situaciones que protagonizan?
Al menos en un régimen de acumulación como el prevaleciente a principios de siglo xxi en escala mundial, lo distintivo y predominante consiste en la identificación de notorias desigualdades en el desarrollo de las relaciones sociales. Para una comprensión cabal de la presencia de las relaciones de poder entre sujetos sociales de diversa procedencia e inscripción social correspondería desarrollar un concepto básico: “todas las relaciones sociales se prefiguran como relaciones de intereses en las que cada miembro pretenderá o bien hacer prevalecer sus objetivos sobre los demás o bien deberá acatarlos. Todas las relaciones contienen algún componente de relación de poder” (Sánchez, 1991: 22; las cursivas son nuestras).
De lo anterior se deduce que indefectiblemente en cualquier relación social se comprueba la marca del poder que uno(s) ejerce sobre otro(s). Ésta contiene al menos dos mecanismos validadores de la misma: la obediencia y la dominación. Sin ánimos de ser exhaustivos en torno a tales mecanismos, resulta necesario precisar que la obediencia puede entenderse como una consecuencia lógica de las relaciones asimétricas. Para que éstas se generen y reproduzcan uno(s) debe obedecer las imposiciones de otro(s). Se trata de una dinámica dialéctica. Ello conlleva a la figura de la subordinación, de forma habitual, extendida histórica y espacialmente entre los propietarios de la tierra y quienes se encargan de explotarla a cuenta del primero o del operador en el ámbito de la producción o comercialización de bienes agrarios y el agricultor proveedor de los mismos.
Una última acotación conceptual resulta necesaria. En las relaciones de subordinación, donde el poder se evidencia resulta posible apreciar un doble mecanismo para que las mismas persistan en el tiempo. La exigencia de obediencia, básica de las relaciones de dominio-dependencia, puede plantearse y ser sostenida en forma estable más allá del tiempo transcurrido ya sea por coacción o por aceptación. Esta distinción implica una mirada diferente sobre la misma relación aun cuando se intente modificarla en su origen o en su devenir temporal. La coacción adopta diversas formas, algunas más violentas que otras, aunque se caracteriza por garantizar la relación asimétrica mediante algún modo de violencia. En cambio, la aceptación implica un acto voluntario del sujeto social dominado, que incluso puede aparecer como natural para éste cuando las condiciones contextuales o culturales lo colocan en una situación pasiva frente a la obligación de obediencia. En este caso, resulta habitual la presencia de sistemas de generación de valores —por ejemplo, mediante la educación formal e informal— que tornan “naturales” las relaciones de poder asimétricas, en las cuales el que es dominado no discute ni cuestiona ni es consciente de su situación subordinada. El legado cultural de sujeción a jerarquías se mantiene y resulta permanentemente estimulado por los sectores dominantes. Esta concepción en torno a las relaciones de poder en una sociedad capitalista se encuentra resignificada por las vinculaciones entre el capital y el trabajo, basamento del funcionamiento del sistema social y de donde surgen las interacciones que posibilitan a unos imponer a otros papeles de sumisión y de explotación.
Estas relaciones no se podrían llevar a cabo a plenitud si no estuviesen inscritas en el espacio. Coincidimos plenamente con Sánchez (1991: 30) cuando afirma “que las relaciones de poder asumen una forma espacial-territorial dado que el espacio es el ámbito donde se materializan”.
Ahora bien, la materialización espacial del excedente implica que el dominio de los que detentan poder sobre éste controlen también su circulación en el espacio, en tanto los fenómenos de la globalización productiva o financiera han fragmentado los ámbitos geográficos separando el espacio donde se produce respecto en el que se acumula o se reinvierte.
Es en esta dimensión del análisis que el espacio asume un papel fundamental pues condiciona el comportamiento de los sectores dominantes y, a la vez, determina la decisión de los sectores subordinados. Este último aspecto reviste carácter estratégico en nuestro análisis por varios motivos; un sector social puede detentar la propiedad de la tierra rural o usufructuarla mediante un acuerdo temporal para su explotación. En esas circunstancias puede decidir cambiar el destino de la producción para obtener cuotas crecientes del excedente en forma de renta de la tierra, de extracción de ganancia empresarial, lo que supone obligarse a modificar las relaciones técnicas de producción preexistentes. Usualmente, un nuevo proceso productivo constituye una alteración tanto de las condiciones ambientales previas como de la dotación y calidad de la fuerza de trabajo. Como suele acontecer, pueden registrarse cambios significativos en la demanda laboral, la población “sobrante” debe emigrar y el excedente económico —incrementado por las nuevas relaciones técnicas de producción por quien domina la actividad y el espacio que la incluye— en forma de renta y de ganancia podrá verse incrementado. Habitualmente, los sujetos sociales que han procesado la transformación productiva residen en áreas alejadas al local de producción, hacia las cuales se dirige el excedente no reinvertido en la actividad. En estas áreas, se verifican distintas modalidades de utilización del nuevo excedente desconocidas previamente (en tal sentido, los mecanismos determinados por la hiperacumulación de capital en el sector financiero y su reinversión en actividades agrícolas y mineras pueden servir de ejemplo, véase Harvey, 1991 y 2004).
En resumen, el espacio adquiere una doble importancia en tanto local para la producción, aunque también como ámbito y posibilidad de desplazamiento de excedente, de forma tal que pueda consumarse la distribución social en función de la posibilidad de distribución espacial. Para constatar la relevancia que sobre el espacio detentan los actos y las relaciones de poder, se exponen algunas evidencias. Se presentan a partir de dimensiones re-elaboradas de los aportes de Sánchez (1991): dominios económico, político y social.
Dominio económicoLa base económica de las relaciones de poder es el excedente. Una pregunta clave, habitualmente obviada, debe considerar si la incorporación de nueva tecnología implica una reformulación de las relaciones de poder en el espacio o si éstas continuarán basándose en la apropiación/gestión del excedente. En tal sentido, se puede indagar sobre quiénes y en qué condiciones producirán, gestionarán y se apropiarán del excedente en el nuevo proceso, tanto individual, como espacialmente aceptadas por cada modelo productivo. Cada sociedad se nutre de mecanismos legitimadores de la apropiación del espacio. Así, ejemplos aparentemente pacíficos y enmarcados en el plano económico pueden ser las normas que regulan la figura jurídica de la propiedad privada que ofrecen ventajas para el sujeto económico e implican una situación privilegiada en la reproducción de las relaciones de poder. Otro caso en el plano económico puede ser la transmisión hereditaria de bienes dentro de la unidad familiar o las múltiples variantes que ofrecen las operaciones de compra-venta.
En el modo de producción capitalista, los mecanismos de dominación se verifican de modo explícito en cada una de las citadas modalidades. En el caso de las operaciones de compra-venta, frecuentemente aparecen los sistemas de adquisición de bienes primarios por parte de un sujeto económico con notoria capacidad negociadora. La misma se encuentra sustentada y resulta posible en función de las relaciones de desigualdad que se formalizan entre los sujetos que intervienen en una transacción. Una situación emblemática se advierte en la operación de venta de producción primaria a intermediarios con los que el vendedor —pequeño agricultor usualmente descapitalizado— opera como un sujeto subordinado sin capacidad de decisión sobre la producción y la venta, de modo tal que debe aceptar las condiciones de la transacción que le impone el adquirente. Precios, formas de pago, requisitos de entrega, modalidades tecnológicas a usar en el proceso de producción, normas de calidad, entre otras, son las instancias sobre las que se asienta la relación de compra-venta en donde se impone la voluntad del comprador en términos generales, sobre todo si detenta una presencia monopsónica u oligopsónica en el mercado. En el límite se hallan los mecanismos violentos y coercitivos, que tienen su representación límite en la apropiación directa sin compensación. Sin embargo, las condiciones exceden la esfera de la compraventa. El margen de los pequeños agricultores no sólo resulta ínfimo en lo concerniente estrictamente a la transacción, también lo es en qué y cómo producen.
Por último, se debe considerar que la tecnología desarrollada bajo cualquier modo de producción lleva implícita la ideología del mismo (Gaiger, 2007: 85-87). Si acordamos con el precedente bajo el modo de producción capitalista la tecnología propende a acelerar los procesos de acumulación. Misma que, en la fase actual de internacionalización del capital, propende a la desposesión de derechos democráticos, rentas, recursos públicos y conquistas sociales a sectores subordinados (Harvey, 2004), por ejemplo, pequeños productores, desempleados, estudiantes, habitantes de la calle.
Dominio políticoEn esta dimensión del fenómeno bajo análisis se pueden individualizar instancias significativas de vínculo entre sujetos políticos en niveles internacional o interregional que ofrecen, posibilitan o reproducen desiguales posiciones en el escenario de las relaciones de poder en el sistema mundial o intrarregional.
Esta es una temática largamente debatida en donde el sistema de relaciones internacionales o las constituciones nacionales consagran formalmente igualdad para las unidades políticas en el escenario mundial pero los vínculos efectivos denotan singulares procesos de subordinación del más débil frente al más poderoso.
Entre todas las situaciones en que se expresan los mecanismos de dominación de las potencias imperiales sobre las naciones sojuzgadas —lo que se conoce como “imperialismo” — y cuyo análisis ha formado parte de una muy profusa difusión en los planos políticos, académicos e institucionales, la imposición de unos sujetos colectivos sobre otros se constituye en factor decisivo para el bienestar de los integrantes de las sociedades interrelacionadas y en elemento central en la disputa del excedente en escalas mundial o interregional.
Dominio socialEn una investigación que pretenda abordar la problemática del accionar de diversos sujetos sociales enmarcados en la cuestión regional, resulta significativa la definición de comportamientos de dichos sujetos sociales a partir de procesos previamente analizados, sin los cuales no se podrían conocer y evaluar dichos comportamientos. En tal sentido, pueden rastrearse y construirse perfiles definidos acerca de los mecanismos de sujeción social por medio de la dinámica de los procesos económicos y políticos diversos.
La base jurídica e institucional de la sociedad en su manifestación global, en sus aspectos regionales y respecto al sistema de relaciones delineadas por el poder económico son los antecedentes obligados de las diversas formas de dominación social. Entre ellas, en primer lugar, se destacan los procesos de fragmentación y precarización posibilitados por el contenido, laxitud y falta de control de los diversos regímenes laborales. En palabras de Gaiger (2007: 88): “las estrategias adoptadas por el actual capitalismo avanzado, de segmentación del proceso productivo que recurre a obreros polivalentes y la adopción de contrato de trabajos precarios, no son sino variaciones jurídico-formales de la relación asalariada, con el fin de perpetuar la acumulación”.
En segundo término, se manifiestan fenómenos de inclusión-exclusión social que conllevan a heterogeneidades estructurales generalizadas como fruto de las desigualdades de acceso a la captación del excedente por parte de los diferentes sectores sociales.
De todo lo que antecede, resulta un desafío avanzar en la construcción de un marco teórico-interpretativo que vincule relaciones sociales de producción desiguales, cambiantes relaciones técnicas de producción compatibles con las anteriores y dinámicas de captación de la dimensión espacial del excedente por parte de los sujetos que conforman el polo dominante.
Avanzar en la determinación conceptual de un marco teórico-interpreta-tivo en la dirección apuntada implicaría conocer y evaluar cómo el excedente económico es generado, cuál es la intervención del espacio en dicha generación y circulación, así como comprender quiénes son los sujetos sociales que se apropian del mismo y lo dotan de sentido con su accionar.
Circuito espacial del excedente. Hacia una geografía del excedenteConsiderando lo hasta aquí expuesto, resulta necesario precisar la diferenciación entre una geografía de la producción y una del excedente.
De tal modo, sería posible identificar una geografía de la producción en el nivel de producción de valor en sus distintos aspectos cuantitativos y cualitativos. Sin embargo, en ella no concluye el análisis si se intenta avanzar en una perspectiva espacial. Por el contrario, puede ser utilizada para enmascarar una finalidad de acumulación. Por ejemplo, en el tratamiento en torno a la “ideología” de la industrialización presentada mediante la promoción regional de proyectos subsidiados por el Estado a favor del capital como factor de desarrollo en las regiones periféricas. En muchos casos, estos subsidios no suponen otra cosa que una transferencia monetaria a sujetos sociales que hubieran realizado la inversión sin ese apoyo o implican elevar, sin justificación sólida, la tasa de ganancia de los favorecidos en desmedro de los que no ingresan a tal promoción por estar localizados fuera del área promovida.
Ahora bien, desde el punto de vista de las relaciones de poder, lo que interesa es el valor y, más exactamente, el excedente según el momento en que sea considerado. A esto se le denomina la geografía del excedente. Aquí lo significativo será el circuito del valor y la distribución tanto social como espacial.
De lo anterior surge que una condición necesaria para el expansionismo espacial será la posibilidad de desplazamiento (movilidad) espacial de excedente, sea en forma de mercancía o monetaria, hacia aquellos locales que los apropiadores/gestores hayan decidido destinarlo, bien sea para su apropiación directa, o para su (re)inversión. Por tales procesos, los conflictos por el espacio poseen intrínseca vinculación con luchas sociales en torno a la producción de valor, sobre el excedente y su movilización.
Una propuesta de estudioPartir de la crítica al pensamiento dominante para contribuir a diseñar un marco teórico-interpretativo por medio del cual tocar la construcción social de la región incorporando el accionar de los sujetos sociales que en ella intervienen resulta tarea ardua pero inevitable si se pretende construir un discurso que influya en el diseño de la política pública y al complejo entramado de sujetos sociales que intervienen en sus planteos conceptuales, diseños y ejecución efectiva.
En el actual devenir internacional, en el que se evidencia la crisis del modo de producción capitalista en su régimen de acumulación flexible, resulta necesario avanzar en un marco teórico-interpretativo que promueva una renovación/refundación de conceptos, nuevos análisis de contenidos y de propuestas a problemáticas propias de especificidades nacionales y regionales. Si con el estructuralismo tradicional entró en crisis un esquema teórico-metodológico para interpretar los procesos en el nivel espacial que han provocado la crisis de la actual versión del capitalismo y sus repercusiones en el ámbito regional, se impone una búsqueda que considere renovadas perspectivas teóricas sobre las cuales construir un terreno fértil para una perspectiva superadora.
El marco teórico-interpretativo aquí delineado en algunos de sus elementos significativos espera contribuir a un estudio desde cuyas dimensiones se pudiera:
- A.
Disponer de una herramienta analítica cuyo enfoque teórico-metodológicoposibilite aprehender la dinámica de acumulación en los espacios regionales constitutivos de un territorio nacional. Esta herramienta no solamente permitiría apreciar cómo se produce, se acumula y se distribuye el excedente entre los sujetos sociales que operan en una región determinada —acorde con las relaciones sociales de producción dominantes—, sino también identificar los intercambios comerciales y financieros que se desarrollan desde y hacia la misma. Así, los procesos acumulativos que resulten relevantes en el perfil regional podrían ser descritos tanto a partir de los mecanismos de producción y reproducción interna como considerando los flujos interregionales. Esta herramienta analítica debería fundarse en un abordaje multiescalar, que incorpore a los estudios las vinculaciones entre los diversos órdenes/ niveles estatales (municipio-unidades subnacionales-estado central/federal, según el caso) y entre las intervenciones de los actores económicos de diverso origen.
Al considerar las relaciones sociales de producción resulta necesario establecer que éstas pueden erigirse desde diversas formas. En un sentido amplio, se observa un continuum de relaciones desarrolladas desde formas horizontales hasta asimétricas. Por relaciones asimétricas se incluye a aquellas en las que una de las partes o “polo” asigna formal o taxativamente una significativa cantidad y calidad de condiciones en beneficio propio y en desmedro de la contra-parte. Por relaciones horizontales, se considera a las caracterizadas por procesos de decisión, producción y distribución democráticos, en donde son considerados los múltiples y cambiantes intereses de las partes.
- B.
Conocer las transformaciones de las relaciones técnicas de producción dirigidas a asegurar un proceso de acumulación “satisfactorio “para los sujetos sociales que controlan el mismo. Ello implicaría considerar los efectos que poseen las transformaciones tecnológicas sobre las condiciones de desenvolvimiento de la actividad económica y en relación con los niveles de acumulación de los diferentes sectores compuestos por sujetos sociales de diferenciado poder de negociación.
En esta dirección, estudios contemporáneos sobre la constelación regional de Argentina, en lo atingente a la actividad rural, permiten puntualizar: “cómo se ha incorporado la variable tecnológica en tanto eje central y motor de muchos cambios cuantitativos y cualitativos desde mediados de los ‘70 hasta la actualidad y cómo la misma se ha ido incorporando y combinando con las otras variables productivas y sociales, provocando diferentes resultados y significaciones en las distintas regiones y momentos históricos” (Urcola, 2011: 105).
De este modo, se admite explícitamente que en su secuencia histórica y en su permanente proceso de cambios, las relaciones técnicas de producción se transformaron en variable independiente de tal proceso, repercutiendo en el devenir temporal sobre las relaciones sociales vigentes en cada región analizada.
- C.
Reconocer cómo la interacción entre las relaciones sociales y las técnicas de producción se va dando en tanto la causalidad recíproca de los respectivos procesos sea funcional a la necesidad de los sectores dominantes de imponer estrategias de desarrollo compatibles con el objetivo de la maximización de la tasa deganancia. Este fenómeno de intervinculación entre formas organizativas del proceso productivo y sus correspondientes formas técnicas resulta significativamente dinámico y se desarrolla mediante un modelo de causación circular acumulativa. Entonces, resultaría necesario reconocer cómo el objetivo de los sectores sociales dominantes de incrementar su tasa de ganancia da lugar a permanentes cambios en la organización interna del proceso de producción, en el re-direccionamiento de los flujos de bienes y de capitales que dichos sectores observan con el mercado externo y en la renovación del acervo y paquete tecnológicos. De este modo podría evaluarse cómo, en esta vinculación causal y circular acumulativa, se van delineando los correspondientes procesos de cambio en las relaciones sociales y técnicas en las principales actividades generadoras de excedente económico relevante.
- D.
Considerar que los permanentes cambios a los que se alude inciden en los mecanismos de desenvolvimiento de las relaciones sociales y de las técnicas de producción en forma de una trayectoria no lineal. Si partimos del supuesto que se registra un vínculo entre ambos niveles de desempeño de los sujetos sociales en escala de las modalidades de acumulación desplegadas y de los cambios técnicos emergentes, parece factible reconocer, en cada caso, un devenir de hechos históricos que definen una determinada trayectoria común. Esa reconstrucción podría conllevar a develar diacrónicamente cómo interactúan ambos procesos en el tiempo. Tal perspectiva analítica sería de interés en los estudios referidos a los procesos de acumulación en distintos marcos regionales —considerando incluso un nivel de análisis local— y a la forma en que operan los sujetos sociales en cada uno de ellos conforme varían las condiciones en que se desenvuelven las diversas trayectorias a estudiar.
En un intento por construir una perspectiva analítica que integre procesos de acumulación y accionar de sujetos sociales, resulta significativo considerar que: “en las sociedades posindustriales [...] las vidas se han vuelto menos predecibles, menos colectivamente/institucionalmente determinadas, menos estables, más flexibles y más individualizadas” (Cra-viotti, 2010: 21).
En esta caracterización se puede identificar los procesos que nos ocupan como fenómenos que reposicionan sujetos en las dinámicas productivas, con cambiantes capacidades de generar y captar excedente además de contar con elementos relevantes que nos orientan en la explicación de esos cambios. En esta dirección, Craviotti (ibidem) apunta a resignificar las trayectorias de los sujetos sociales en el sector agropecuario pampeano argentino en medio de las significativas transformaciones socioproductivas del último cuarto de siglo. Y su definición acerca de los cambios acaecidos en las vidas —o sea, en las trayectorias de los sujetos— se puede comprender por medio de un conjunto de perfiles destacados ligados con los cursos de acción propios que condicionan tales cambios.6
A estas secuencias de las transformaciones acaecidas en el desarrollo del capitalismo en escalas internacional y local en el que los cambios en el mundo del trabajo resultan fundamentales, se agregan tendencias propias de la evolución histórica de las sociedades contemporáneas: prolongación de la esperanza de vida, incremento acelerado de las exigencias educacionales para adaptarse a las innovaciones tecnológicas y una baja de la tasa de crecimiento vegetativo de la población con un consecuente envejecimiento, observable en diversos territorios rurales. Todos estos elementos resultan de gran interés a la hora de aprehender el conjunto de situaciones sociales y económicas que dotan de significado a la cuestión regional.
- E.
Evidenciar que estas nuevas dimensiones en que se expresan las relaciones sociales y técnicas de producción generan una permanente reconfiguración del régimen de acumulación vigente. De este modo, a los fenómenos descritos en la precarización de los vínculos entre capital y trabajo —a favor del primero— se agregan o consolidan figuras novedosas en tales relaciones compatibles con el escenario emergente en la etapa contemporánea.
- F.
En consonancia con las exigencias planteadas en los mercados de consumo de creciente sofisticación y capacidad adquisitiva se establecen diversas figuras de “agricultura de contrato” ya sea a partir de normas formales o mediante acuerdos informales. Esta modalidad de agricultura posibilitaría un modo de intervención capitalista tendiente a reproducir la acumulación, centrado en la autoexplotación de los productores primarios y en el control indirecto de la tierra por parte de las empresas (Whatmore et al., 1987: 27-30). De tal modo, la libertad individual legal queda supeditada a la subordinación individual formal. Tal manera de vinculación implica un estricto cumplimiento del paquete tecnológico —inspirado en la revolución verde7 y la biotecnológica—8 compatible con el tipo de producto a negociar en nichos de mercado o en el marco del comercio internacional. El citado paquete conforma modalidades específicas de una relación social profundamente desigual, que coarta la participación en su definición por parte de aquellos que operan como sujetos subsumidos al poder decisor del sujeto social dominante. En este marco, las negociaciones son sólo aparentes, puesto que el escenario técnico-operacional y financiero está dominado por los sujetos sociales que organizan las actividades. Los publicitados espacios de negociación aparecen bajo el rótulo de la “concertación”, la cual suele implicar una naturalización de la imposición de los intereses de los sujetos sociales dominantes.
En síntesis, el marco teórico-interpretativo aquí delineado y su deseable contribución al análisis en función de dimensiones como las recién planteadas constituyen un desafío significativo si se trata de dotar a los análisis, en torno a la cuestión regional, de herramientas analíticas desde las cuales aprehender la problemática del poder en la producción del espacio.
- G.
Incorporar como sujeto social determinante a la configuración del espacio que se va adaptando y transformando —y a la vez condicionando— el nuevo esquema de localización de las actividades productivas y humanas en consonancia con el devenir de la relación social y técnica arriba descrita. En este caso, en las regiones se pueden ofrecer escasas posibilidades laborales, con la emigración forzada; desarrollar oportunidades, con nuevos procesos destacados; o deteriorarse las preexistentes; con el ingreso masivo de expulsados sin trabajo de anteriores procesos intensivos en la utilización de la dotación laboral progresivamente reemplazados por maquinaria sofisticada.
Los avances teórico-interpretativos que proliferaron en el último cuarto de siglo para entender el devenir contemporáneo, basados en algunos trabajos pioneros de mediados de la década de 1970, se centraron en la individualización de los sujetos económico-sociales partícipes del proceso de acumulación capitalista y no capitalista en las distintas cadenas productivas que constituyen los ejes del régimen productivo en cada región. Estos esfuerzos siguen siendo aislados, descoordinados y sin un marco interpretativo que los abarque.
Se considera que lo que resulta relevante apreciar en toda su magnitud y profundidad es la dinámica que genera y vincula las relaciones sociales con las técnicas de producción respectivas en los principales procesos de generación de valor en las regiones a estudiar.
Las relaciones sociales definen sujetos sociales, recuperan el modo de comportamiento de cada uno de ellos en la acumulación del capital y en los procesos de apropiación de los beneficios o de los ingresos colectivos y definen, acorde con el contexto nacional e internacional, el trayecto a futuro del proceso de reproducción de cada actividad económica.
Las relaciones técnicas implican las modalidades de generación y puesta en valor del patrón tecnológico afín a los objetivos de los sujetos sociales dominantes así como a la capacidad de cada eslabón de las cadenas productivas de demandar empleo, de organizar los servicios técnicos de apoyo a la producción y de imponer formas de producción destinadas a maximizar la ganancia o el ingreso de los sujetos sociales intervinientes. La base técnica es construida en función de las lógicas inherentes al modo de producción (Gaiger, 2007: 99). Estas consideraciones deberían enmarcarse en una profunda investigación en torno a las relaciones de poder que circundan el espacio regional, tanto las que se generan desde afuera o se reproducen internamente, para identificar los más relevantes condicionantes del desempeño de los sujetos sociales que se estudian.
Se propone que el marco teórico-interpretativo aquí esbozado considere que estas dos dimensiones del régimen de acumulación (relaciones sociales y relaciones técnicas), enriquecidos en su análisis con las consecuencias directas e indirectas de su presencia en un mercado capitalista periférico como el argentino, deben analizarse en el contexto de un vínculo estrecho. En esta dirección, debería darse cuenta del permanente efecto de retroalimentación de una sobre la otra. Al mismo tiempo, integrar a este marco la presencia del espacio social construido como variable interviniente protagónica.
Así, con estos requerimientos planteados como básicos para una comprensión integral de los procesos regionales será factible desplegar un conjunto de políticas públicas que tornen previsible su eventual implicación —favorable o desfavorables— para el porvenir de los sujetos sociales involucrados. Estas políticas públicas no provendrán, entonces, de un recetario uniforme, a-histórico, a-espacial y aplicable en todas las circunstancias sino que tendrán que producirse, aplicarse y controlarse en función de un espacio dado y del comportamiento que en cada construcción social de una región adopten todos sus protagonistas, cualesquiera sea su inserción en la respectiva estructura de poder.
Investigador asistente del Centro de Estudios Urbanos y Regionales del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Argentina.
Investigador principal del Centro de Estudios Urbanos y Regionales del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Argentina.
El proceso de revisión conceptual se enmarca en una labor de investigación en la que se indagan las relaciones de subordinación productiva en actividades productivas extra pampeanas de Argentina. Este trabajo se inscribe en los proyectos PICT 1928/2008 y PICT 585/2011 que dirigen respectivamente Alejandro Rofman y Ariel García y que son financiados por la Agencia Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Ministerio de Ciencia, Técnica e Innovación Productiva de la República Argentina.
De acuerdo a Neffa (2008: 236; citado en Nogueria, 2010: 3) un régimen de acumulación consiste en un “esquema o modelo de crecimiento de una economía nacional en una época dada y asigna importancia por igual a las condiciones de producción, rentabilidad, salarios y condiciones de venta de las mercancías”.
Las circunstancias que ambos autores presenciaron respecto a la consolidación del capitalismo fueron propicias para buscar las diferencias sociales en diversos procesos productivos. Reclús (1986) indaga relaciones de poder en escala local, considerando la complejidad de las organizaciones administrativas que coartan la expresión y la realización de derechos civiles. Para Kropotkin (1996) la sustancia de la historia se halla en la tensión entre cooperación y competencia. La identiicación de los intereses individuales con los colectivos fomentaría relaciones cooperativas, estimulando la libertad e inhibiendo las jerarquías.
Se emplea el término hegemonía recurriendo a su etimología griega eghesthai, que significa conducir, ser guía, jefe y al verbo eghemoneno, que alude a guiar, preceder, conducir (Grupii, 1978).
Al desarrollarse en el marco de la agricultura de contrato, la producción familiar se transforma, siendo posibles la subsumpción (Whatmore et al., 1987: 27). Estos autores introducen el concepto recién aludido para abordar las vinculaciones producción-mercado. Con este reieren a los diferentes modos en los que el proceso de producción agrícola familiar con sus relaciones sociales asociadas está siendo transformado en el capitalismo contemporáneo. A partir de esta definición, identifican dos tipos de subsumpción: la real —los capitales extra sectoriales se apropian y controlan los medios de producción en las explotaciones— y la formal —dichos capitales actúan indirectamente sobre las relaciones de producción en la unidad agrícola sin tener la necesidad de transformar el proceso de trabajo o de controlar los medios técnicos.
En el caso de la pampa húmeda (Argentina) entre mediados del decenio de 1980 y finales de la década inicial del siglo xxi se pueden reconocer evidencias en el comportamiento de los sujetos como consecuencia de la puja por el poder derivado de la asignación de la tierra a procesos productivos que compiten por su uso alternativo y que generan crecientes tasas de ganancias y de renta. Así, Craviotti (2010: 21) cita, como los más relevantes factores que modiican las trayectorias de los sujetos sociales, a las alteraciones sufridas en el mundo del trabajo —tanto rural como urbano. En este sentido, se destaca que los procesos, como la flexibilización y la desregulación laboral y el debilitamiento de las relaciones contractuales entre capital y trabajo, inciden negativamente en las normas jurídicas instauradas en épocas pasadas para convalidar reformas progresivas desde el punto de vista social.
“Reconocida como la ‘Revolución verde’ y desarrollada a partir de la segunda guerra mundial, este sistema de producción representa la profundización del modelo agroindustrial en el proceso de transferencia del modo de producción industrial al campo. El mismo se maniiesta fundamentalmente en una extraordinaria homogeneización de la actividad agrícola sustentada en la producción en monocultivo de variedades de ‘alto rendimiento’, la utilización intensiva de productos químicos y la incorporación al campo de ‘alta tecnología’, de la cual nunca el productor es propietario, ni se encuentra en condiciones de poder reproducirla ni recrearla por sus propios medios. Las industrias son las ‘propietarias’ de la tecnología y las semillas son patentadas por las empresas que las desarrollan” (Simonetti et al., 2010: 3-4).