Obra estructurada en cinco capítulos, analiza la configuración económico-espacial del abasto de alimentos en los grandes centros urbanos de México; además presenta los cambios por los que transita; sus implicaciones ambientales del mismo y compara los sistema de abasto mexicano en relación con el chino, el estadounidense y el japonés. Ello nos permite tener un panorama completo sobre los retos que enfrenta la distribución de los alimentos que consumimos.
El primer capítulo denominado “Abasto y distribución de alimentos en México: dinámica económica y configuración territorial”, explica por qué el abasto alimentario es un reflejo del desarrollo de las sociedades y cómo integra cambios constantes, sobre todo en economías con fronteras comerciales abiertas y sometidas a nuevas pautas económicas, sociales y culturales. La modernización del abasto que se experimenta en México, se estructura sobre un sistema que venía predominando a los largo de décadas y, hasta en años recientes, permanecía sin grandes cambios. Es a partir del cambio de modelo económico y la apertura comercial aparejada, que se trastoca el modelo de abasto anterior y se da paso a un esquema modelado por la demanda de los grandes centros urbanos. El abasto alimentario configura el consumo de las ciudades, y éstas a su vez, modifican los diversos canales de abasto que responden a las transformaciones de la demanda. Éstos necesariamente se ven impregnados de innovaciones en las cuales incorporan nuevas tecnologías de inventario, en constante evolución de productos, logística, embalaje y distribución para poder llegar a los grandes centros de consumo con oportunidad. De esta forma, dentro de un patrón de consumo y abasto alimentario que se vuelve dominante, conviven diferentes expresiones del esquema tradicional de comercios minoristas, que sobreviven bajo fuertes presiones expresadas por los sistemas modernos.
El capítulo denominado “El abasto y la comercialización de alimentos en transición” aborda la perspectiva espacial del abasto y la comercialización de alimentos, haciendo hincapié de que se trata de un proceso en transición, pero mayoritariamente de carácter moderno, que permite cubrir las necesidades alimentarias de todos los centros urbanos y localidades de cualquier tamaño. En este apartado se comparan los dos modelos espaciales del abasto alimentario que existen en México y que se sobreponen en la distribución de alimentos al menudeo en las ciudades. Cada uno de estos modelos está sincronizado con los procesos políticos, económicos y demográficos que se experimentan en nuestro país.
De esa manera, hasta mediados de los años ochenta predominó un modelo de abasto en el cual el Estado tenía una gran injerencia sobre los sistemas de producción, acopio y almacenamiento, distribución y venta al detalle de los alimentos. Esta injerencia era evidente en toda la infraestructura que se había creado para hacer llegar los alimentos a localidades urbanas y rurales y que ponían especial atención a la cobertura de los sectores más desprotegidos. Los canales principales fueron las tiendas especializadas en algún producto, los mercados sobre ruedas y tianguis, los mercados populares, entre otros, los que estaban vinculados a un mercado mayorista central (central de abasto). Sin embargo, este modelo se fue desdibujando a partir de los procesos de apertura comercial que se hicieron más evidentes a inicios de la década de los noventa, cuando comenzó el predominio de un sistema de abasto modelado por un sistema moderno, que basa su éxito en diversos formatos: hipermercados, tiendas de autoservicio, supermercados, de conveniencia; y ya no sólo en el detalle minorista a través de los canales tradicionales.
Este nuevo canal rompe con las estructuras tradicionales de abasto y provisión, configura nuevas escalas territoriales y pone a disposición de las metrópolis y grandes ciudades la producción alimentaria de diversos espacios nacionales y trasnacionales. El proceso no pudo instaurarse sin la apertura comercial, el avance en los sistemas de transporte, almacenamiento y distribución, y por haber incorporado tecnologías modernas de venta a lo largo de toda la cadena para la agilización del movimiento de las mercancías, de su conservación y presentación al consumidor final.
Es precisamente cómo se ha ido implantando el sistema de abasto moderno, las fusiones, adquisiciones, y la gran competencia que experimenta lo que complementa el análisis descrito en los párrafos anteriores y se detallan con gran precisión en el capítulo tres titulado “Trayectorias territoriales metropolitanas del patrón de abastecimiento de alimentos en México”. Aquí se analiza el proceso de crecimiento del abasto moderno dentro de las metrópolis y las principales ciudades del país. Dicho crecimiento se corresponde con los procesos demográficos experimentados en las ciudades; las altas densidades de población al interior de las mismas; la expansión urbana; la estabilidad del ingreso y nuevos hábitos de compra, sin olvidar el contexto económico. Por tanto, la modernización del sistema de abasto no puede comprenderse sin las variables principales: la económica y la territorial, acompañadas de nuevos procesos demográficos. Dentro de la consolidación del nuevo patrón de abasto existe una amplia heterogeneidad al interior de las ciudades mexicanas; sin embargo, en términos generales, las ciudades del norte del país, lo han consolidado de manera más rápida, debido, entre otros factores, a su cercanía con Estados Unidos y los lazos comerciales y culturales establecidos a lo largo del tiempo.
El cuarto capítulo “Espacio urbano y patrón de consumo alimentario. Reflexiones de sus implicaciones ambientales: el caso del Distrito Federal”, analiza las implicaciones ambientales del sistema de abasto de alimentos, y aunque pone énfasis en la ciudad de México, este sistema está inserto en todas las grandes ciudades del mundo, las cuales ya no dependen de su área inmediata para el abasto de alimentos porque son conectados a través de redes nacionales e internacionales para su abastecimiento. Esta irracionalidad en la cual los alimentos recorren miles de kilómetros para llegar a nuestra mesa, se evidencia al poner en discusión la huella ecológica e hídrica del abasto alimentario.
La obra se complementa con el capítulo cinco, “Los contrastes en los sistemas de distribución de alimentos en el mundo: Estados Unidos, China y Japón”, que nos presenta una panorámica de cómo funcionan sus sistemas de abasto; las diferencias en cada uno de los países se hace evidente en función del contexto económico y del control —que en mayor o menor medida— ejercen cada uno de sus Estados para enfrentar la necesaria tarea de llevar a su población los bienes necesarios para su sobrevivencia. Las lecciones de esos modelos se pueden retomar para mejorar el caso mexicano.
Por los elementos aportados, esta obra se convierte en un referente necesario para académicos especializados en el tema, pero también para el público en general, preocupado por conocer cómo funciona la producción-almacenamiento-distribución y consumo de alimentos a nivel nacional y la manera en que nos volvemos cautivos de un sistema de abasto alimentario, preocupado más por mejorar los niveles de rentabilidad de las ventas y el manejo de grandes volúmenes de alimentos, que de su calidad.