A lo largo de los capítulos de este libro, y gracias a los diferentes puntos de vista de los académicos que participaron en el coloquio “Opciones frente a la crisis global: estrategias para un desarrollo sustentable”, podemos observar cómo se plasma una interpretación del camino a seguir para poder salir de “la crisis”, centrándose en América Latina y en el caso mexicano. Una pregunta que surge respecto a este punto es: ¿por qué es importante esta interpretación? A lo que la respuesta sería que: el futuro de nuestra zona es bastante incierto, sobre todo por la crisis mundial del sistema, puesto que si bien nuestra dependencia hacia Europa o Estados Unidos no es la misma que en antaño, el dólar sigue siendo la divisa central del sistema y éste se ve afectado por los movimientos en el mercado europeo y asiático.
Pese al “crecimiento” y al comportamiento de la economía estadounidense durante gran parte de la década de los noventa, y de la fe que mantenían sobre la derrama que producía la “nueva economía”, entró en recesión en el 2001, siendo la expresión final de la desaceleración económica que comenzó en el tercer trimestre del año 2000.
Uno de los puntos más importantes a resaltar es que la sombra de una posible recesión en el sistema está latente, si bien algunos países de la zona euro (como Reino Unido o Alemania) han salido bien librados en general, hasta la fecha, ésta podría afectar no sólo a los países desarrollados sino a países como China, que hasta la fecha parecía salir bien librado de las turbulencias financieras generadas en Estados Unidos y Europa.
La gran aportación de estos trabajos es que no se centran exclusivamente en un solo aspecto de la crisis, sino que tocan y profundizan una gran variedad de elementos haciendo los análisis correspondientes a la crisis. En ésta se interrelaciona una crisis financiera, económica, energética, alimentaria, política y social como los problemas relacionados con el empleo y las estrategias instrumentadas para hacer frente a ella entre muchos.
Arturo Guillén analiza, lo más a detalle posible, el papel de las ganancias financieras, las cuales deben ser consideradas más bien como “sobreganancias” debido a la maximización de las ganancias obtenidas en la esfera financiera que son en beneficio de y para la “oligarquía financiera”, gracias, en gran medida, a las políticas de corte neoliberal predatorias establecidas por gran parte de los gobiernos de los países desarrollados en detrimento de los países en vías de desarrollo. Durante las dos últimas décadas se ha presentado el pleno desarrollo de mercados financieros que garantizan a ese capital ciertos privilegios y poder.
Alicia Girón argumenta que uno de los problemas focales de la crisis actual es la falta de crédito y oferta de empleo, por lo cual, el ciclo económico no puede ser reactivado, afectando esto no sólo al ámbito económico de las naciones, sino también ámbitos como el ecológico. La actual crisis financiera, se manifestó como una contracción aguda e intempestiva de la liquidez, con serias consecuencias en los mercados de fondeo de corto plazo (interbancarios y monetarios), se transformó, un año después en una profunda dislocación de la economía real, el comercio internacional, el funcionamiento de la banca y las finanzas en todo el orbe. Es de suma importancia comprender la crisis como un proceso secuencial. Primero cayó el mercado inmobiliario. En la segunda mitad de 2005 se advirtieron los primeros signos de saturación en la venta de viviendas, en 2006 sumó un repliegue en el inicio de nuevas obras y en la actividad de construcción, así como signos incipientes de debilidad en los precios.
Otro tema de gran relevancia es la regulación financiera, el cual es central para entender la crisis como tal, ya que una crisis del modo de regulación tiene que entenderse como un obstáculo al proceso de acumulación de los países lo que se muestra con desaceleración y, en ocasiones, tasas negativas de crecimiento y desarrollo, así como momentos con lenta productividad.
Wesley Marshall resalta el hecho que durante los años de rescate que sucedieron a la crisis no se presentaron esfuerzos verdaderos para erigir nuevas estructuras regulatorias, en relación con la actuación de “los bancos demasiado grandes para quebrar”, los cuales estuvieron en el centro de la crisis. Queda claro que la profunda crisis económica que vive el mundo en estos días, tuvo su origen en el sector financiero estadounidense pero repercutirá en todos los sectores de su economía y en la del resto del mundo. Se trataba de un fenómeno que expresaba un problema de orden estructural en el funcionamiento del capitalismo, y que fue resultado del conjunto de políticas públicas que aplicaron los gobiernos durante los últimos años. La crisis afectó principalmente a quienes que tomaron préstamos hipotecarios y provocó pérdidas millonarias. Los consumidores en el mundo comenzaron a dejar de gastar en bienes de consumo y como consecuencia la producción mundial cayó. Ahora bien, el efecto comercial de la crisis sobre cada país, depende de los mercados de destino de las exportaciones, es decir, que cuando hay mayor concentración de las exportaciones en las zonas más afectadas por la crisis, mayor repercusión habrá. México, por ejemplo, ha sido uno de los más afectados por la crisis, debido a la concentración de sus exportaciones hacia Estados Unidos. La mayor diversificación en economías como Brasil o Perú atenuó los efectos de la crisis mostrando que la diversificación de los mercados de destino es tan importante como la desconcentración de las exportaciones en pocos productos.
Una lección que se puede obtener de estos trabajos es que la observación de alta volatilidad de las economías de la región trae consigo una alta desaceleración de las condiciones económicas, aumentando los niveles de pobreza, la precariedad laboral y la desigualdad, provocando aumentos en el desempleo, y una reducción del crecimiento del empleo formal.
La relación entre la crisis económica y la ecológica global hoy es de hecho una de las especificidades de la situación actual distinta a las precedentes como la crisis de 1929. La magnitud del desafío ecológico no hace sino aumentar el potencial de inestabilidad global para el próximo periodo, que estará marcado por el agotamiento, a mediano plazo, de un modelo energético basado en el petróleo y los combustibles fósiles, el aumento de las catástrofes naturales debido a las alteraciones climáticas, y los desequilibrios estructurales crecientes del sistema agroalimentario mundial. Los fracasos de las cumbres del clima de Copenhague 2009, Cancún 2010, Durban 2011 y Doha, dejan en manifiesto cómo el sistema capitalista es incapaz de dar respuesta a una crisis que él mismo ha creado. La ofensiva actual del capitalismo centrada en la privatización y en la mercantilización masiva de los bienes comunes tiene en la economía verde su máximo exponente. Una economía verde que, no tiene nada de “alternativa” sino que busca aumentar las bases para explotar y hacer negocio con la naturaleza. Queda claro con los trabajos presentados que el efecto sobre el empleo, la pobreza y las relaciones sociales en el nivel productivo depende no sólo de las condiciones externas que acusen recibo los países de la región, sino también en las condiciones locales que están relacionadas con los determinantes de las relaciones laborales, la estructura productiva y las políticas de contención que son aplicadas. Hasta el momento, las autoridades de los países de la región han tratado de instrumentar políticas que tienen tendencia a amortiguar el efecto local de la crisis y consolidar los esfuerzos para diversificar la producción y las exportaciones así como los procesos de integración basados en buena medida en acuerdos y en tratados de libre comercio.