En este libro, Miguel Ángel Rivera contribuye a la discusión sobre el desarrollo bajo un enfoque heterodoxo, para ello, más que analizar a los países desarrollados, como suele ser común en el grueso de los aportes sobre este tema, se ocupa de analizar las trayectorias históricas de los países llamados “tardíos” (en alusión al paradigma de la industrialización tardía); es decir, se ocupa los países que de alguna manera no han logrado escapar al atraso.
Rivera Ríos identifica que, contrario de nuevo a lo que se asume por enfoques ortodoxos y aún heterodoxos (como el enfoque tecnologista), los países atrasados no pueden transponer modelos exitosos de naciones avanzadas o aún convergentes. Comúnmente, se analizan casos como el de países del sureste asiático, a los que denomina países tardíos tipo “A”, como si su dinamismo reciente se debiera exclusivamente a la adopción de políticas de fomento tecnológico, o bien “desarrollistas”; pero escapa a la discusión sobre qué es lo que antecede a la adopción de tales medidas, lo que disuelve el problema de fondo sobre el desarrollo en los efectos más que en las causas. Rivera Ríos contrasta estas experiencias con aquellos países tardíos tipo “B”, incluyendo a América Latina (con la probable excepción de Brasil), para fundamentar que los países tardíos “A” tuvieron que alterar una trayectoria histórica, no sin la presencia de choques endógenos o exógenos que impusieron la necesidad de alterar la trayectoria.
Como un punto en común, estos países comparten un origen de dominación colonial que impuso condiciones adversas de inserción al mercado mundial, al reproducir un modelo extractivista y subordinado a las metrópolis. Esta experiencia marca de forma casi determinante una trayectoria por medio de la instauración no sólo de modelos económicos, sino de pautas políticas que limitan los espacios para la movilidad social, y cuando no han extendido el atraso manifiesto en estancamiento y crisis económicas, y político-sociales, han dado lugar a intentos precarios de desarrollo, generalmente inconclusos. Para quien esto escribe, lo excepcional de los brotes desarrollistas se hace manifiesto en la calificación “milagrosa” de tales esbozos (milagro mexicano, brasileño, o más recientemente asiático). Sin embargo, en no pocos casos una vez que se logra la liberación formal de las metrópolis, en las antiguas colonias se revela el problema de cómo estructurar el poder, y si la élite que se asienta reproduce las conductas extractivistas y de relación subordinada con el mercado mundial, administrando la potencial fortuna de los recursos naturales; el cambio con respecto a la situación colonial sólo queda en la retórica.
En el centro de esa discusión convergen tanto el Estado como el poder. Rivera Ríos va más allá de la aceptación de que el Estado se conducirá de forma desarrollista como si sólo se tratara de explicar las ventajas de este comportamiento (modelo racional). Al introducir la variable del poder, el autor se centra en los muy vastos casos nacionales en los que resulta más rentable la prolongación de una trayectoria de atraso, para lo que son mucho más funcionales conductas depredadoras en el Estado y la coalición que detenta el poder. Si las élites se benefician de una trayectoria aprendida históricamente y sustentada en instituciones informales de desigualdad, de pobreza y de atraso tecnológico, que caracterizan el subdesarrollo, ¿qué incentivos tendrían para alterar dicha trayectoria?
Así, el autor analiza la forma en la que tales conductas depredadoras son producto de un sendero histórico que se retroalimenta y se incrusta (embbeded) en la estructura social de los países atrasados, conformando una trayectoria cuyo sustento institucional informal prevalece sobre las instituciones formales, en el sentido de Douglass North y que previamente había perfilado Thorstein Veblen. El nudo gordiano es pues, comprender cómo es que una trayectoria así puede alterarse para dar pie a una refundación de fondo que derive en políticas desarrollistas. Entre otras cosas, ¿qué explica la transformación de un Estado depredador en benevolente?
Basado en un enfoque analítico que retoma elementos de la economía del desarrollo, tanto como de la nueva economía del desarrollo, y del institucionalismo-histórico, basado en la obra reciente de North y otros autores cercanos, Rivera Ríos articula un enfoque propio que se sintoniza con la mejor tradición de la economía política crítica, mismo que se lleva al análisis de cuatro casos nacionales: Corea del Sur, China y Brasil, como países “A”, y México en el grupo de los países “B”. Se trata de cuatro países tardíos que han seguido diferentes trayectorias a partir de la segunda mitad del siglo xx que, salvo el caso coreano, comparten una importante extensión territorial y tamaño de la población y, en general, que han tenido distintas modalidades de gobiernos autoritarios.
Al contrastar estas experiencias, el autor identifica la conformación de procesos clave que dan continuidad o bien alteran las trayectorias. El cambio socio-económico no se da espontáneamente ni depende de factores subjetivos, sino que están puestos en relación con la forma en la que en estos casos se estructura el poder, así como la relación con la potencia en cuya área de influencia se encuentren. Es el poder, a través de la coalición que lo detenta, el que al dictar las reglas define una matriz institucional que puede alentar la acción colectiva, la creatividad, el comportamiento emprendedor, la formación de capital social, o bien, el que desarticule la coordinación, desincentive a los emprendedores, aliente el clientelismo y el adocenamiento de la población.
La obra se compone de siete capítulos, divididos en tres partes. La primera parte abarca del capítulo uno al tres, configura lo que anteriormente se denominaba el marco teórico-metodológico, en el cual Rivera Ríos discute los problemas en el pensamiento económico dejados por el agotamiento de las grandes teorías del siglo xx, mismos que exigen la articulación de aportaciones seminales de la teoría del desarrollo, puestas en diálogo con la nueva economía del desarrollo y el institucionalismo histórico, lo que abona a la conexión con la economía política del poder. En la segunda parte, se distinguen las diferencias institucionales y organizacionales entre el mundo desarrollado y el tardío, atendiendo particularmente los eslabones históricos que conforman “la trampa del atraso”, e impiden el cambio institucional para desatar el crecimiento económico. Finalmente, en la tercera parte, el autor pone en aplicación la construcción teórica previa para identificar las trayectorias nacionales en los cuatro casos mencionados, a partir de la discusión en torno a sus espacios de movilización social e institucionalización del poder. Rivera Ríos concluye que de los cuatro países, los asiáticos han transformado de manera más contundente su trayectoria inducidos por choques exógenos de gran magnitud, es sumamente provocador analizar cómo se logró rediseñar la estructura de poder, factor decisivo para la continuación o alteración de la trayectoria histórica de atraso hacia una nueva direccionalidad, mientras que Brasil ha atravesado por un proceso de mucho mayor extensión, pero con avances significativos que lo hacen ser un país tipo “A”, mientras que México es un caso tipo “B” por la tendencia de su coalición dominante arraigada en tendencias depredadoras.
El lector hallará en esta obra un estudio madurado a lo largo de varios años en los que Miguel Ángel Rivera ha adelantado preguntas, planteando problemas y sugerido hipótesis que contribuyen a una discusión más rigurosa sobre el tema de desarrollo y sus posibilidades en países tardíos, que siguen siendo la mayoría de los casos en el mundo. Se trata de una obra que ha logrado escapar al encanto de los modelos para armar, y que urge a los interesados en el tema del desarrollo económico, a hundirse en un marco analítico lejano al economicismo, lo que en sí mismo constituye un ejercicio interdisciplinario excepcional.